Hace unos meses, el diario ABC de Asunción anunciaba que desde marzo de 2024 docentes del Instituto Técnico Superior de Estudios Culturales y Lingüísticos de Paraguay brindarían un curso de idioma guaraní en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) de la Universidad de la República. La bienvenida noticia viene a dar cierre a décadas de esperas, intentos fallidos, experiencias puntuales y numerosas gestiones. Por fin, el Centro de Lenguas Extranjeras (Celex) y la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM) podrán concretar la aspiración de ofrecer un curso de lengua y cultura guaraní en Uruguay.
El encargado del curso será Miguel Verón, escritor, traductor público y docente, doctor en Lengua Guaraní, licenciado en Letras y en Educación Bilingüe Guaraní-Castellano, que ha sido director general de Planificación Lingüística de la Secretaría de Políticas Lingüísticas y actualmente es el director general y docente del Instituto Técnico Superior de Estudios Culturales y Lingüísticos Yvy Marãe’ỹ, una institución clave en la concreción del proyecto en el que vienen trabajando docentes de la FHCE desde hace años.
“Todas las universidades tienen una política de lenguas; si no la tienen explícita, la tienen igual, se va dando en los hechos. Un lugar donde se da es el Celex: los convenios con respecto a otros países y otras lenguas se gestionan por su intermedio, tanto desde el punto de vista académico como organizativo y del relacionamiento de los países, ya sea a través de embajadas, por lo tanto de gobiernos, o de instituciones”, explica la doctora Laura Masello, coordinadora del Celex.
“En el caso de Paraguay hay una larga historia de intentarlo a través de universidades, que es lo ideal, también de la embajada y con otras instituciones, como el Ateneo. Hubo un período en el que se movió mucho Ruben Martínez Huelmo, que era diputado en el Parlasur. Estuvimos cerca de un año y medio hablando con él alrededor de 2006. Antes de eso habíamos hecho gestiones a través de las redes: la Udelar pertenece a una red muy importante, el Grupo Montevideo, integrado por universidades públicas y autónomas. Hubo también un proyecto financiado por la Unión Europea”, detalla.
Principio quieren las cosas
En las primeras décadas del siglo XX hubo un gran interés por la lengua guaraní en nuestro país, sostiene la doctora Yliana Rodríguez, integrante del Celex y responsable de la Cátedra de Lengua Guaraní en la AUGM –y cuya tesis en la maestría en Ciencias Humanas, opción Lenguaje, Cultura y Sociedad, versa sobre la Vitalidad de los préstamos léxicos del guaraní en el español del Uruguay–.
“A partir de principios de la década del 30 encontramos publicaciones que dan cuenta de dicha curiosidad en el Boletín de Filología”, apuntaba Rodríguez en la presentación que llevó en 2022 al II Seminario Internacional sobre Traducción, Terminología y Diversidad Lingüística, en Paraguay. Allí también decía: “El Instituto de Lingüística de la FHCE se ha ocupado ampliamente del contacto de lenguas en la frontera brasileño-uruguaya, y ello ha aportado un marco teórico fortísimo para disciplinas como la sociolingüística y la lingüística histórica. También se ha investigado sobre las lenguas autóctonas del territorio nacional y sobre el aporte de lenguas africanas en el español local. Pero el guaraní quedó de lado por unas cuantas décadas. Retomar líneas de investigación fundadas por los pioneros de la lingüística en nuestra región resulta obligatorio, sobre todo cuando se trata de investigaciones tan relevantes para el acervo cultural de nuestras naciones”.
De alguna manera, la concreción del curso que se impartirá en la FHCE este año viene a aportar en ese camino.
¿Por qué enseñan chino y no guaraní?
La toponimia de nuestro territorio es el ejemplo más evidente, desde los ríos hasta el propio nombre del país –que viene del río, claro–, pero no el único: a un oído atento no le escapa la sonoridad de numerosos términos que tienen ese origen. Por supuesto, no tiene nada de extraño –son nuestras raíces–, pero ha habido una histórica invisibilización tanto desde la academia como de los lugares comunes acerca de nuestra variedad dialectal, en la que no nos cuesta reconocer, por ejemplo, términos que trajeron nuestros ascendientes italianos o que tomamos del vínculo siempre fértil de la frontera con Brasil.
Isabel, una maestra paraguaya octogenaria que se vino a sus 15 a Montevideo para estudiar en el Instituto Normal, preguntaba hace un tiempo –y un poco se enojaba– por qué se enseñaba chino y no guaraní. El aparente absurdo nos remite a esas políticas lingüísticas implícitas a las que hacía referencia Masello y termina por encontrar parte de su explicación en cuestiones presupuestales (que, por supuesto, también obedecen a decisiones y prioridades subyacentes, más o menos explícitas).
“La Udelar no tiene presupuesto para lenguas, ni para el guaraní ni para otras, a veces ni siquiera para las que están en el sistema y se les exigen a los estudiantes. Estas otras lenguas que van apareciendo lo hacen por iniciativa de afuera: vienen y ofrecen, ya sea desde embajadas, desde otras instituciones. Por eso es que hay chino, por ejemplo. De afuera es fácil decir ‘¿cómo es que dan japonés desde 1998 y no dan alemán?’”, explica Masello.
Desde afuera, entonces, y tras algunas experiencias concretas –entre 2005 y 2018, cursos puntuales a través de Mercosur Educativo, que contaron con la venida de la referente Nancy Benítez; cursos de iniciación mediante Escala Docente, los cursos de movilidad de Grupo Montevideo– que fueron afirmando el camino, es que pudo encaminarse la concreción del curso que se va a dar este año.
“En 2014, cuando me decidí por estudiar el contacto guaraní-español en lo que hoy llamamos Uruguay para mis estudios de maestría, le pregunté a Laura dónde estudiar guaraní. Ella me contó toda esta secuencia de vicisitudes y me vaticinó lo que iba a pasar años y años después, hasta hace unas semanas. Intenté averiguar y nada: no había sitio, no había forma. Me puse a leer por mi lado para familiarizarme con la lengua a través de gramáticas, ya que los materiales no abundan. Seguí adelante con mis estudios de maestría, logré concretar una visita a modo de investigación y fui a la Universidad de Itapúa. Insistí con los vínculos históricos entre ambos países, escondidos, invisibilizados, y la importancia de que me constaba que había un interés de la Udelar en que hubiera un curso de guaraní dentro de nuestra oferta de lenguas. El interés estaba, la voluntad siempre estuvo, pero después, cuando íbamos a las cuestiones más prácticas de números y de dinero, no había. En una oportunidad, hablando con una amiga que es traductora, ella me comentó sobre un amigo que también es traductor y que trabajaba con gente de Paraguay. Este uruguayo conocía a Miguel Ángel Verón, que es quien dirige la Fundación Yvy Marãe’ỹ”, agrega Rodríguez.
Ese camino azaroso y que involucra incluso vínculos personales terminaría de concretarse con los pasos institucionales correspondientes. “Durante el decanato de Ana Frega se creó la Cátedra de Lengua Guaraní en la AUGM y había que nombrar un representante de la Udelar. Me parecía que tenía que ser Yliana por sus antecedentes con la maestría, pero querían que fuera un antropólogo; se llegó a un acuerdo de que trabajáramos en conjunto pero que la responsable fuera alguien de Lingüística, porque la cátedra es de lengua, por lo que Yliana tiene esa función que le otorga cierto poder institucional de tomar decisiones. Lo presentamos al Consejo y se aprobó”, relata Masello. Y Rodríguez acota: “Sale porque la fundación lo va a hacer en forma totalmente honoraria, esta vez como prueba”.
Esa Suiza sin indios
¿Cuál es la importancia de enseñar guaraní? ¿Y por qué ha costado tanto concretarlo? “Creo que hay una suerte de negación, de desconocimiento de estos lazos históricos pero también sincrónicos”, señala Rodríguez sobre la lejanía o el exotismo con que solemos ver el guaraní.
La investigadora se refiere a su tesis como “un viaje de descubrimiento personal” de sus orígenes. “Siempre me llamó la atención el tema de la toponimia y de muchas palabras. Otro berenjenal es la ‘garra charrúa’, mientras que se identifica lo guaraní con Paraguay… Nosotros teníamos que encontrar un indio: es funcional al Estado decir ‘esta tierra era de ellos; ya no están, por suerte, pero era de los charrúas’. Después te das cuenta de que no, de que de charrúa, nada”, comenta.
¿Cuál guaraní?
“Creo que quienes se acerquen al curso lo harán por cuestiones culturales más que por ver cómo funciona una lengua aglutinante, por ejemplo. Va a estar buenísimo cuando se aborden las cuestiones de las diferentes variedades: no hay un guaraní como no hay un español ni un francés, ni un alemán ni nada”, sostiene Rodríguez.
El curso aparece también como una oportunidad de empezar a deslindar, a acercar la mirada y dar discusiones que son válidas para las lenguas en general. Por ejemplo, la preferencia de una variedad en detrimento de otra, o, antes de eso, la conciencia de que el guaraní no es una lengua monolítica, sino que tiene variedades y que cambia en la medida en que es una lengua que tiene hablantes.
Al respecto, Masello cuenta que, en el marco de una experiencia –que describe como histórica– de un posgrado mixto de enseñanza de lenguas que brindan en conjunto la Udelar y la Administración Nacional de Educación Pública, se consiguió un curso de la variedad de guaraní que se habla en Chaco, Argentina. “Tuvo un impacto de apertura que no esperábamos, están fascinados y ya comenzaron a aplicar todo eso de lo tipológico, lo comparativo. Quienes hicieron el curso ponen mucho el acento en que no es una lengua no próxima porque históricamente no está alejada. Por otra parte, algunos señalaron que hubieran preferido y sería más útil que se diera la variedad que se habla en Paraguay”.
“La cuestión de lengua nación, compartimentada, homogénea, y que una es mejor que otra”, apunta Rodríguez, y agrega que también aparece la idea de un guaraní puro: “Tenés que hablar como en el siglo XV, sin interferencias del español, porque si no, no es indígena puro. Los veía discutir acerca de si es o no guaraní el jopara, el guaraní que se habla en Paraguay, que mezcla ambas lenguas. El jopara es el guaraní que se habla, pero las universidades y la academia quieren el puro que hablan en las ruralidades, el que se parece más al precolonizado”.
Curso semestral y después
El curso que comenzará en marzo es un hito, un mojón en un camino largo y tortuoso que se viene recorriendo desde hace décadas por distintos actores de la academia, pero que, al mismo tiempo, continúa, no termina acá. “Esto es simbólico. Más allá de que salgamos hablando más guaraní, es un logro institucional histórico, con estos vericuetos y anécdotas que hacen a la narrativa. Pero ojalá se le dé continuidad y se empiece a romper con esta cosa ridícula de que tenemos todas lenguas importadas y podamos tener una lengua regional. Teniendo este antecedente, quizá mañana nos sirva como un aval para encontrar alguien que enseñe mapuche, por ejemplo”, señala Rodríguez.
Por otra parte, como dice Masello, esto es el comienzo de un vínculo que tendrá más capítulos y que augura un futuro en colaboración: “Nosotros les propusimos a cambio que docentes y estudiantes de ellos puedan hacer la maestría virtual –espero que salga–, que es la continuación de todo esto y va a durar un año o dos”.
El curso de cuatro meses de duración, en modalidad virtual, comienza el 19 de marzo; se dictará los martes y jueves de 18.00 a 19.30. Más información en el Celex (centrodelenguas.udelar@gmail.com) y la Bedelía de la FHCE. Cupo limitado a 40 estudiantes. Inscripciones en el formulario.