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Ídolo en llamas, una novela que nos acerca al culto japonés a la personalidad

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Relaciones parasociales empaquetadas y prontas para su consumo.

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Cuando el algoritmo nos permite salir de nuestra(s) burbuja(s), descubrimos que en el mundo hay sitios donde ocurren cosas similares, pero con pequeñas diferencias, como las hamburguesas sobre las que conversaban Vincent y Jules en la famosa escena de Pulp Fiction.

En todas partes existen relaciones parasociales, es decir, personas que conectan emocionalmente con figuras públicas que solamente vieron en el cine y la televisión o (algo de nuestros días) en las redes sociales. Y que pueden generar una dependencia emocional y afectar negativamente sus vidas.

Desde hace décadas, Japón ha desarrollado la cultura (el negocio) de los ídolos. Una versión avanzada del culto a la personalidad pop, en donde se elige a jóvenes atractivos y se los manufactura para ser adorados por las masas, como relaciones parasociales empaquetadas y prontas para su consumo. Forman parte de bandas, actúan en ficciones y todo sucede en función de que el público los siga idolatrando.

Ídolo en llamas es una novela de la escritora japonesa Rin Usami que se ambienta en este mundo. Más precisamente en el mundo de una idólatra llamada Akari. Ella es una adolescente problemática cuya vida gira en torno a su oshi (su persona favorita, expresión que se mantiene en el original durante todo el libro). Invierte espiritualmente y económicamente en Masaki Ueno, uno de los integrantes de una popular banda.

En el inicio de la historia su mundo parece derrumbarse cuando en sus redes sociales estalla la historia de que Masaki habría agredido a una fanática. No se dan más detalles, y de hecho en el resto del texto será poca la nueva información que se aporte. Este sacudón de fe será la excusa para conocer más acerca de Akari, de la relación con su oshi y de la cultura de los ídolos, con énfasis en este caso puntual. pero permitiendo echar un vistazo al fenómeno.

“La idea de tener contacto directo con mi oshi no me interesaba”, explica la protagonista en la narración en primera persona. “Yo iba a los conciertos, pero únicamente para formar parte de la multitud. Quería estar inmersa dentro de los aplausos, dentro de los gritos, y luego publicar anónimamente mis agradecimientos en internet”. Desde el comienzo queda claro que Akari tiene su manera particular de parasocializar, y da pistas sobre sus rincones oscuros.

Nos cuenta que “había tantos tipos de grupos de fans como propios fans”. Están quienes tienen un interés romántico por su oshi, “pero ningún interés en su producción artística”, quienes buscan la conexión directa a través de las redes, quienes encuentran satisfacción por apoyar económicamente, quienes quieren ser parte de una comunidad.

Incapaz de sobrellevar su vida como lo hacían los demás, Akari tenía en su oshi a su “columna vertebral”, mientras el resto de su vida se desvanecía hasta que solamente quedaba su adoración, que incluía tener un trabajo de medio tiempo como camarera para juntar dinero y comprar copias de un CD que le daba derecho a más votos a la hora de elegir qué integrantes de la banda de Masaki tendrían más solos y lugares destacados en el siguiente álbum. Toda una maquinaria perversa aprovechándose de vulnerabilidades humanas, que en el caso de Asaki se van revelando como numerosas y profundas.

Sabemos que su desempeño en la educación secundaria es malo, que su trabajo le producía ansiedad y pánico, además de descripciones de situaciones depresivas y trastornos de alimentación que Rin Usami no necesita describir al detalle para que sepamos que están ahí. En definitiva, Akari y Masaki parecen ser la imagen perfecta de la paratoxicidad. Pero ¿qué viene primero? ¿La desconexión con el mundo o la idolatría?

Todo el tiempo sentimos que la protagonista está en la cuerda floja. Primero, porque ella misma nos cuenta que “los oshis desaparecían repentinamente, ya fuera por retiro, por separación de sus grupos o por algún escándalo”. Y es el escándalo inicial el que hace que Masaki caiga estrepitosamente en las preferencias de las seguidoras de la banda, lo cual no ayuda a la delicada psique de Akari.

No habrá soluciones sencillas ni tampoco vueltas de tuerca violentas. La vida de Akari está regida por condiciones que se dieron muchos años antes de que la conociéramos y sería ridículo pensar que se esfumarían en poco más de 130 páginas. Pero incluso en la oscuridad más grande, Rin Usami nos deja destellos de esperanza.

Con detalles mínimos de traducción (como confundir el pos de piece of shit con la terminal para pagar con tarjeta), la obra se lee a un ritmo tan veloz como con el que arden las carreras de los ídolos prefabricados y los corazones de quienes invierten parte de su existencia en ellos.

Ídolo en llamas, de Rin Usami. 2023, 136 páginas. Editorial Océano.

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