Libros Ingresá
Libros

Cuando se ilumina la memoria: La hora del sol fuerte, de Mariana Casares

3 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago

40 textos e ilustraciones conforman relatos de una niñez compartida.

Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

En su más reciente libro, La hora del sol fuerte (Yaugurú, 2025), Mariana Casares realiza un gesto artístico poco habitual en la narrativa uruguaya: dialoga con otros artistas sobre su propia escritura. La autora, en la nota preliminar de la obra, comunica que invitó a 18 artistas a tal tarea; así, cada relato está acompañado de una ilustración o collage. En la misma nota aclara que fue encontrándose con otras formas de su propia niñez, ya que al encontrarse con las imágenes se sorprendió con la multiplicidad de miradas que puede haber sobre algo tan íntimo como un fragmento vital: “Al recibir cada una de las obras de arte para este libro, la niña se sintió profundamente comprendida”.

Casares vuelve así al formato de narrativa breve después de los libros de cuentos La chica de la motosierra (2023) y Capítulos dispersos (2010), aunque también experimentó con el género novelístico en Sex shop. No es pecado (2011). En esta oportunidad, el libro reúne un total de 40 textos breves, cuyos núcleos centrales son la niñez y lo familiar a través de la lupa de la memoria.

De este modo, la brevedad que caracteriza a estos textos es dada por un elemento particular del yo autoficcional: la fragmentación. En esta memoria infantil, el recuerdo pasa a ser una vivencia cotidiana a través de una mirada sensible, que ahora se enfoca en lo mínimo a través del gesto, la mirada y los silencios. Desde la perspectiva infantil, estos rasgos se encuentran amplificados de una manera compleja, muchas veces debido a la ausencia de comprensión de los hechos que niñas y niños aún no pueden codificar.

Como parte de una narrativa que visita los lugares de la infancia y los vacíos semánticos propios de esta fase, nos encontramos con los recuerdos cargados de aprendizaje a partir de la experiencia. En este sentido, los textos logran de manera notable plasmar el momento en que la niñez es ese tramo donde se aprende por ensayo y error, y el resultado es constatar que la experiencia vital no permite un retorno al pasado para corregir errores o para salvar a otros de la finitud de la vida. En el cuento “Insensible”, la narradora naufraga por la frustración que significa reconocer que no se vuelve de la muerte, y que, ante el intento de cuidar de unos bichitos de luz, se encuentra con la melancolía propia de la soledad y el duelo, un duelo al que aún no se lo puede entender.

La singularidad de estos textos es que, más allá de la mirada infantil, no hay una intención de focalizar a la narradora en una perspectiva adultocentrista ni enjuiciadora, como a veces ocurre en estas narrativas. Aquí la infancia es el punto de vista de la historia, sin intermediaciones morales ni explicativas. Un ejemplo de ello es el texto “Aire”, que funciona a manera de ensayo, porque pareciera que la autora nos brinda información acerca de la técnica que implementa a la hora de construir una voz narrativa y, por lo tanto, la forma en que desarrollará la historia: “Aprendo del viaje y en el encuentro me disuelvo, pero el apuro me corrompe. Me impulsa a correr, vislumbro una luz que no sé de dónde viene, el tiempo es uno y no se detiene, activo la cámara lenta del recuerdo para saberme en el reconocimiento”.

Si de narrativa de la memoria hablamos, y, sobre todo, de la perspectiva infantil, siempre habrá lugar para lo doméstico. En La hora del sol fuerte la familia está en constante presencia, pero no desde un lugar hostil, sino como parte de un mapa sensible que la narradora va trazando en el camino de su propia historia. De este modo, la familia está determinada por el lugar de los afectos seguros, pero también de las formas y distribución de estos afectos a través de las prácticas y rutinas de cada integrante. La intimidad se dibuja en lo pequeño, pero sobre todo en la construcción de un yo que desde el inicio necesitó de su propio espacio para sublimar y, por supuesto, para conectarse desde la proximidad con el arte: “El baño es mi lugar brillante y secreto. Cuando era niña y precisaba estar sola, separarme de mis nueve hermanos, me iba al baño. Ahí leía tranquila, sentada en la tapa del inodoro, hasta que alguno de ellos golpeaba insistentemente”.

Como indica el título, La hora del sol fuerte alumbra el momento del juego en los niños y la siesta en los adultos, un instante donde el mundo se pone en pausa, pero también donde los hechos ocurren a una velocidad en la que todo lo que sucede es recuperado a través del recuerdo que dejan las sensaciones de los aromas de la comida, la risa de los otros y los juguetes compartidos. Este es un sol que alumbra las historias que construyen a la adulta que narra, pero también muestran la sensibilidad de la niña que recorre las páginas.

El libro nos acerca a la cotidianidad familiar y a los paisajes barriales que tal vez hoy sean difíciles de hallar, pero también a la subjetividad de la narradora que hace de sus experiencias un guiño de una subjetividad compartida: “Es una costumbre que entreno: imaginar cosas terribles, recrearlas para sentirlas como si eso estuviera realmente ocurriendo, porque después cualquier cosa que suceda no tendrá nunca la dimensión de la que fue recreada. Nada puede ser tan malo”.

La hora del sol fuerte, de Mariana Casares. 224 páginas. Yaugurú, 2025.

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

¿Te interesan los libros?
None
Suscribite
¿Te interesan los libros?
Recibí cada dos martes novedades en lanzamientos de libros, recomendaciones y entrevistas.
Recibir
Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura