Publicado por primera vez en 2003 y reeditado este año por Ocho Ojos, Sobredosis pop, de Ignacio Alcuri, vuelve a circular con la misma mezcla de humor y delirio que hace dos décadas. El libro reúne textos breves y experimentos literarios marcados por la cultura popular de comienzos del siglo XXI. Para esta nueva edición, el escritor, crítico de cine y conductor de radio agregó textos inéditos de aquella misma época.
Alcuri confiesa que, en su momento, creyó en la prematura desaparición de su libro, como si estuviera destinado a acompañar los destellos efímeros de los productos de consumo. Pero, en contra de aquella visión, Sobredosis pop continuó encontrando lectores a través del tiempo. Lejos de ser una instantánea generacional, el libro parece emular los mecanismos de la misma cultura que retrata. El mundo narrativo de Alcuri celebra el abundante material que lo inspira, se ríe de su funcionamiento y juega con distorsiones en una mezcla de culto y parodia. Es, simultáneamente, crítica, festejo de lo bizarro y altar de lo retro.
En los 90 la cultura de masas dinamizó una innumerable cantidad de productos. Alcuri maneja un repertorio de referencias que mezcla la invasión de íconos televisivos y productos conocidos por sus extrañas e impostadas publicidades, como el peculiar caso del audífono Whisper XL. Así, vemos cómo es posible jugar con un material temporalmente descartable, pero capaz de fijarse en la memoria de quienes crecieron dentro del contexto de consumo de esa época.
El humor del escritor uruguayo tiene raíces en las parodias de Mortadelo y Filemón y en el carácter especial que adquirieron los juegos de lenguaje de Les Luthiers, escuchados en un viejo casete familiar. La entonación especial y los juegos de voces de aquellas “grandes piezas de comedia sonora” se convirtieron en un camino para la escritura del humor. De este modo, Alcuri observa que, a través de ella, se obtiene el tiempo necesario “para preparar la jugada de ajedrez humorística”.
Algunos cuentos breves, como “Transformador”, sobre la mutación de cosas y personas, rozan el absurdo y, a su vez, utilizan el recurso fantástico, acercándose a una zona afín a ciertos relatos de Mario Levrero, aunque la marcada presencia de modismos coloquiales y referencias culturales de la época (marcas, objetos, personajes de TV) subraya la diferencia. Otros relatos hiperbólicos también se hunden en el absurdo, como la producción desproporcionada de un abuelo que retoma la carpintería e interviene sin medida en su entorno, o la multiplicación excesiva de explicaciones que recibe un personaje sobre el “estar flaco”.
En “My Little Pony”, mediante la puesta en escena de registros ornamentales, uruguayismos y tecnicismos irónicos, se describe la vida de los célebres dibujos animados, cuyos nombres se vuelven burla mediante construcciones adjetivas cristalizadas como Espuma de Mar, Estrella Ninja, Algodón de Azúcar, Robert De Niro, Batida de Coco o Hernia de Disco. El tono realza la parodia al mezclarse con un ambiente realista propio del universo equino. De repente, somos testigos de un parto en un establo, del marcado a fuego de animales y descubrimos la presencia de un inquietante granjero.
Los relatos muchas veces no cumplen con las leyes de la lógica ni van por el carril de una narrativa formal. Los textos adquieren formas muy diversas, algunas de ellas realmente excéntricas. La selección incluye una lista de consejos maternos antes de irse de la casa, una cancioncita que altera el final de algunas melodías infantiles conocidas, un comunicado con inusuales requisitos para un programa de becas universitarias, un título que suplanta por extensión al propio texto y una variación de nombres para la Semana Santa. Alcuri utiliza sus disparos textuales para ganarle al contenido en una especie de extenso chiste literario que se derrama sobre sus referencias.
Algunas obsesivas explicaciones, aclaraciones y anotaciones señalan conductas o situaciones innecesariamente. Otros detenimientos en la gran fauna esclerótica del libro registran combinaciones inesperadas entre un tono familiar y otro teatrero, que raya el decorado, alternando el excesivo cuidado con la desfachatez.
La tapa en versión 2025, resultado de una serie de fotos que el propio autor se tomó, recrea la portada de la edición original, con un interesante trabajo gráfico de Aiara Camacho, quien también realizó otras cubiertas para la editorial.
El glosario final se despreocupa de las definiciones y las envuelve en el mismo tono del libro: a veces explica expresiones, personajes o programas; otras veces se limita a contarlos directamente o a tratarlos con pequeñas ironías.
Reconocido en su momento como una rareza dentro del panorama local, Sobredosis pop, tan contemporáneo en lo suyo, vuelve en busca de nuevos lectores como una cápsula de época, llena de humor y lucidez. Un recordatorio de que, incluso en medio del ruido de la cultura masiva, siempre hay lugar para una risa inteligente.
Sobredosis pop, de Ignacio Alcuri. 220 páginas. Ocho Ojos, 2025.