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Plaza San Fernando a fines del siglo XIX. Biblioteca Nacional

¿Cachimbas en la plaza de Maldonado?

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Errores de transcripción y equívocos sobre uno de los mitos de la historia fernandina.

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Se sostiene que en el período colonial hubo en la plaza principal de Maldonado manantiales que abastecían de agua a la población, además de otro que subsiste hoy, con su antiguo nombre de «Cachimba (1) del Rey» (ahora convertido en parque).

La existencia de ojos de agua en la plaza aparece mencionada en 1882 en la publicación del manuscrito de un explorador y retomada en el siglo XX en investigaciones locales. Se ha dicho que fueron clausurados y que los vecinos quedaron con la del Rey como única fuente pública, pero no se explicaron los motivos. ¿Por qué anular unos manantiales tan convenientemente ubicados y conservar solo uno alejado?

El Diario de Cabrer

El ingeniero militar y geógrafo español José María Cabrer (1761-1836) visitó Maldonado en 1784 como integrante de la expedición del también militar español Diego de Alvear (1749-1830). Se conservan sus respectivos diarios de viaje. El de Cabrer sería un plagio (con alteraciones) del manuscrito de Alvear, escrito luego de la muerte de este, pero como la cuestión de las cachimbas en la plaza de Maldonado parten de la copia de Cabrer, será esta la versión a la que nos remitiremos mayormente. Melitón González publicó el Diario de Cabrer en 1882 con el siguiente pasaje acerca de Maldonado:

El agua hay casimbas abiertas en la plaza, pero muy gustosa, clara y saludable. Pero la que más comúnmente usan es de un resumidero que está a la parte oriental del pueblo, bastante inmediata y no de inferior calidad.

Así lo reprodujo Orestes Araújo en su Historia compendiada de la civilización uruguaya (1907). En 1908, la Revista Histórica de la Universidad dio a conocer el manuscrito de Cabrer cambiando «casimba» por «cachimba» —de lo cual no nos ocuparemos ahora— y «plaza» por «playa» (el resto del párrafo era igual a la edición de 1882):

El agua hay cachimbas abiertas en la playa, pero muy gustosa, clara y saludable.

Julián O. Miranda, uno de los primeros historiadores fernandinos, tomó esta edición al citar a Cabrer en Maldonado a través de la historia (1912). Las palabras, además, coincidían conceptualmente con las del diario de Diego de Alvear, que reproduciría Horacio Arredondo (el restaurador de Santa Teresa y San Miguel) en un artículo de la Revista de la Sociedad «Amigos de la Arqueología» en 1929:

No tiene más agua en las cercanías que un pequeño manantial al lado del pueblo, y las cacimbas que abren en la playa, las cuales por eso no dejan de ser claras y saludables.

Sin embargo, al año siguiente apareció en la misma revista un artículo de Carlos Seijo (uno de los principales investigadores del área de Maldonado) en el que los manantiales regresaban a la plaza. La cita provenía de «un oficial español que cruzó por Maldonado en 1781» y había sido tomada de una publicación de Américo Pintos Márquez en el Diario del Plata:

En la plaza hay unas cachimbas que dan agua en abundancia, muy gustosa y clara.

Por la redacción, se trataría del texto de Cabrer ligeramente modificado y con otra fecha. Esto último posiblemente se debió a una confusión entre el año de llegada de Cabrer a Buenos Aires (1781) y su visita a Maldonado (1784). La explicación de Seijo presentaba una dificultad adicional al decir: «Más tarde las cegaron, habilitando, en cambio, la llamada “del Rey”»; esto daba a entender que la del Rey había aparecido después, lo que contradecía a Cabrer y Alvear (para ambos, existía ya en 1784).

Seijo notó inconvenientes en la información, pues en Maldonado y su región (1945) sustituyó la referencia por otra, atribuida al geógrafo y en la fecha correcta:

Cabrer, cuando visitó Maldonado en 1784, cuenta que la población se proveía en abundancia del agua que daban unas cachimbas situadas en la plaza –“muy gustosa, clara y saludable”.

No aclaró la procedencia de la transcripción, pero coincide con la publicada por Melitón González en 1882. A Seijo le llamó la atención que Cabrer observase cachimbas en la plaza, pero su jefe no:

Diego de Alvear, en cambio, consignaba que “no tiene más agua en las cercanías, que un pequeño manantial al lado del pueblo y las cachimbas que se ven en la playa, las cuales por eso no dejan de ser claras y saludables”.

Al recoger el testimonio de Alvear sobre el «manantial al lado del pueblo», el historiador se corregía implícitamente reconociendo que la cachimba del Rey era contemporánea de las otras. Sin embargo, no cuestionó las fuentes ni destacó que, mientras Cabrer mencionaba la plaza y omitía la playa, Alvear hacía lo contrario, y ninguno incluía tres sitios: playa, plaza y cercanías. Tal vez consideró que los tres eran válidos porque sabía del abastecimiento en la aguada de la costa y porque estaba convencido de haber visto una de las míticas cachimbas de la plaza: «Aún subsiste una de ellas, del lado S. casi en el centro» (Maldonado y su región).

De ahí habrá tomado Fernando Capurro la información para San Fernando de Maldonado (libro y artículo impresos en 1947), con cierta confusión de datos: «El servicio de agua potable se efectuaba por las cachimbas del Rey en la plaza Mayor, una de ellas aún subsiste» (en realidad, solo la ubicada en las afueras fue llamada «del Rey»). Así se reafirmó la idea de que en el siglo XX había testigos de la existencia de una cachimba del siglo XVIII en la plaza San Fernando.
Francisco R. Mazzoni leyó el artículo de Seijo de 1930 y en «Los subterráneos de Maldonado», remitiéndose al investigador, afirmó: «situábanse en la plaza las cachimbas que anteriormente usara la población». El texto se divulgó a nivel nacional a través del suplemento dominical del diario montevideano El Día (1944) y unos años después en la compilación que vería la luz bajo el título Senda y retorno de Maldonado (1947).

Los investigadores posteriores que hicieron fe en estos precedentes continuaron difundiendo la creencia en el siglo XX y en el siglo XXI ha aparecido en publicaciones de 2004, 2008 y 2015. Un artículo de 2012 hubiera resuelto el error de no haber pasado desapercibido para la investigación local por ocuparse de un tema ajeno a la historia fernandina: Léxico histórico en José Manuel Pérez Castellanos: cachinga (¿cachimba?). Los autores, Rosa Inés Chans y Juan Carlos Urse, copiaron allí el pasaje de Cabrer que nos interesa, directamente del manuscrito y con la grafía original:

El agua hai casimbas habiertas en la Playa, pero muy gustosa, clara y saludable, y en abundancia

Se corresponde con el documento custodiado en la sala de Materiales Especiales de la Biblioteca Nacional, en el cual además se diferencian claramente los trazos de la zeta («plaza», en el renglón superior) y la ye («Playa», en el renglón inferior):

Esto cierra la cuestión: Cabrer y Alvear hablaron de cachimbas en la playa, no en la plaza. Por un error de transcripción en 1882, que sería repetido y ampliado, nació un mito.

La cachimba de Seijo

«¡Qué peligro! En qué peligro se encuentra el pozo que está en la plaza; cualquier día un niño o un demente va a caer y se va a ahogar y entonces se van a acordar de hacerle una tapa». El reclamo del periódico local El Porvenir del Estudiante del 5 de octubre de 1879 se refería a un manantial que sin duda fue el que conoció Seijo. Existía todavía en la década de 1890 y se usaba para el riego de los jardines de la plaza.

Era solo uno y de reducidas dimensiones: «un pequeño pozo» lo llamó el periódico El Conciliador (8 de enero de 1891). Su agua debía ser insuficiente o inadecuada para el consumo, pues los vecinos no se surtían de él, sino de aljibes propios o ajenos, como el de un terreno de Francisco Mier en Rincón y Florida , «del cual casi todos los vecinos que lo circundan se sirven del agua» (El Conciliador, 18 de enero de 1891), o pagando el servicio a los aguateros que transportaban el agua desde la cachimba del Rey.

Gajes del oficio

No es este el primer caso de desvío de la historia local, pero sí uno particular en su tipo. En 1942, un error accidental en el excelente artículo de Ricardo Caillet Bois «Apuntes para la historia de Maldonado» fechó un plano de 1783 en 1793 y con este año aparecería repetidas veces de ahí en más. María A. Díaz de Guerra lo corrigió (Historia de Maldonado, 1988), pero la fecha incorrecta siguió circulando.

En 1991, Florencia Fajardo Terán encaró el problema: «aclaramos que es de fecha 1783 y no 1793, según figura, tal vez por error de imprenta y que, ignorándolo a su vez, han repetido otros estudiosos en el trabajo del destacado historiador argentino Ricardo R. Caillet Bois» (El niño chasque).

La transcripción del Diario de Cabrer de la Revista Histórica de la Universidad en 1908, con cachimbas en la costa, no desbancó la de Melitón González, de 1882, que las ubicaba en la plaza. Ciertamente, en el centro de Maldonado había aguas subterráneas que alimentaban los aljibes y que aún existen, según comprobaron tanto Mazzoni en 1944 como la arqueóloga Carmen Curbelo y su equipo en la investigación concluida en 2015 (Por debajo de Maldonado). Seijo lo sabía. Esto, sumado al haber visto un ojo de agua en la plaza, probablemente le impidió percibir los problemas del texto que manejaba. De lo contrario, él mismo se hubiera corregido, como cuando humilde y severamente admitió su equivocación de buena fe por pensar que había un túnel entre la Casa del Gobernador (en la calle Sarandí) y el Cuartel de Dragones: «yo también era uno de los que estaba en la creencia...», «llevado en alas de mi fantasía...», «me convencí́ del error en que estaba» («La llamada Casa del Gobernador y su pozo misterioso»).

Naturalmente, nada de esto quita valor a su impresionante legado como primer gran historiador de la zona. Es más, parte de su mérito y grandeza es su capacidad de corregirse públicamente ante accidentes de interpretación que son inevitables en la recuperación de la Historia.

Cuando se reconstruye el pasado, a menudo faltan elementos, las pistas son ambiguas o elusivas y no hay más alternativa que apoyarse y hacer fe en trabajos precedentes. Si en ellos se filtra un error (colocar una zeta en lugar de una ye, por ejemplo), el equívoco se perpetúa indefinidamente antes de que aparezca la oportunidad de corregirlo. Esto último es lo que procuramos hacer ahora, en homenaje a un antecesor en la investigación histórica que a tantos nos ha formado y como pequeña contribución para futuros estudios sobre Maldonado.

Marcelo de León Montañés, el autor de la nota, es integrante del Instituto María Díaz de Guerra

(1) La palabra cachimba es de origen africano, específicamente bantú (Amparo Fernández Guerra, «Presencia de vocablos de origen africano en el lenguaje del Río de la Plata», 2012).

REFERENCIAS

El Conciliador. Maldonado, 1891.

El Porvenir del Estudiante. Maldonado, 1879.

ARREDONDO, Horacio. «Maldonado y sus fortificaciones». En_ Revista Sociedad Amigos de la Arqueología_, Montevideo, t. III, 1929, pp. 293-447.

ARAÚJO, Orestes. Historia compendiada de la civilización uruguaya. Montevideo: Tipografía Escuela Nacional de Artes y Oficios, 1907, t. I.

CABRER, José María. «Diario de la segunda subdivisión de límites española entre los dominios de España y Portugal en la América Meridional»:

Manuscrito. Biblioteca Nacional, sala Materiales Especiales. En GONZÁLEZ, Melitón. El límite oriental del territorio de Misiones. Montevideo: El Siglo Ilustrado, 1882, t. II. En Revista Histórica de la Universidad, Montevideo, Año I, n. 3, setiembre de 1908, pp. 778-799.

CAPURRO, Fernando. San Fernando de Maldonado. Montevideo: A. Monteverde, 1947.

CHANS, Rosa Inés - URSE, Juan Carlos. Léxico histórico de José Manuel Pérez Castellanos: cachinga (¿cachimba?). En Academia Nacional de Letras, VI Seminario sobre lexicología y lexicografía del español y portugués americanos, 2012, http://www.academiadeletras.gub.uy/innovaportal/file/102863/1/chans-urse.pdf

CURBELO, Carmen. Por debajo de Maldonado. En Academia, [2015], https://udelar.academia.edu/CarmenCurbelo [consulta: 26 marzo 2021]

DE ALVEAR, Diego. Diario de la segunda división de límites. Buenos Aires: Imprenta del Estado, 1837.

MAZZONI, Francisco. Senda y retorno de Maldonado. [Montevideo:] s. p. i., 1947.

MIRANDA, Julián O. Maldonado a través de la historia. Montevideo: A. Barreiro y Ramos, 1912.

SEIJO, Carlos. «La llamada Casa del Gobernador en Maldonado y su pozo misterioso». En Revista de la Sociedad Amigos de la Arqueología, Montevideo, t. VI, 1930, pp. 225-239.

SEIJO, Carlos. Maldonado y su región. Maldonado: Intendencia Municipal de Maldonado, 1999, reimpresión.

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