Nancy Schuch y su marido, Gabriel Rocha, fundaron en 2011 Almejas Palmares, la primera planta de procesamiento de almeja amarilla del país. Ambos vienen de familias de pescadores de la zona de Los Palmares de La Coronilla, al límite con Brasil, llenos de recuerdos de infancia recolectando almejas junto a sus padres en el lugar donde actualmente viven con sus hijos.
Las dificultades para conseguir trabajo en la zona de La Coronilla, sumadas a las mareas rojas y las vedas biológicas aplicadas a la recolección de la almeja son los principales desafíos que tienen Nancy y las 36 familias que trabajan en la planta de purga. La zafra, que comúnmente es de diciembre a marzo, se ve tan afectada por las restricciones del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) que los pescadores no llegan siquiera a completar el cupo de 200 kilogramos por familia y por temporada que, cada año, les asigna la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara).
Sin embargo, a pesar de las adversidades, Nancy logró salir de la rueda de venta con intermediarios que le pagaban muy poco por el kilo de almeja para venderles de forma directa a los mejores restaurantes de Punta del Este y convertirse en una referente en la materia, conocida por todos los empresarios gastronómicos de Maldonado.
Al principio, Nancy y Gabriel vendían sólo lo que ellos recolectaban, pero al ver que la demanda crecía y que la respuesta de los restaurantes era buena, reunieron al grupo de pescadores de la zona y se organizaron para dejar de vender para carnada y comenzar a vender para consumo humano. “Teníamos una casa en el Chuy que negociamos por un auto y una moto y luego cambiamos esta por un tráiler para poder llevar la almeja purgada a Punta del Este”, recuerda la pescadora.
Pero la actividad no fue siempre pareja. En la década de 1990 la almeja desapareció de las costas de Rocha y reapareció diez años más tarde. Aparentemente, según estudios de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, fue el cambio climático relacionado con la temperatura del agua lo que hizo que desapareciera, aunque Nancy sospecha que también pudo haber sido consecuencia de la ignorancia de los primeros pescadores que hacían una mala recolección al juntar “hasta las almejas bebé”.
Cuando los pescadores vieron que la almeja volvía a aparecer, alertaron a la Dinara quienes rápidamente fundaron un comanejo pesquero para facilitar herramientas para el buen manejo de la recolección. De esta manera las familias de pescadores aprendieron a respetar las vedas, las mareas rojas y a cuidar el recurso.
Al inicio, Nancy y Gabriel vendían la almeja tal como la sacaban de la playa a los intermediarios que, en teoría, la usaban como carnada. Una tarde en que Nancy y su familia se trasladaron al puerto de Punta del Este para entregar un cargamento de almejas, vieron que el comprador purgaba las almejas en el agua para quitarles toda la arena y venderlas a los restaurantes.
“A nosotros nos pagaban 100 pesos el balde que pesaba entre nueve y diez kilos, pero al restaurante se lo vendían por lo menos 250 el kilo”, explica Nancy, es decir, unas 25 veces más. Fue entonces cuando la pareja comenzó a pensar en la idea de construir en su casa unas piletas para purgar las almejas, lo que les permitiría venderlas ellos mismos a los restaurantes de Punta del Este, sin intermediarios.
A los tres años de fundada la planta, en 2013, luego de muchas pruebas y errores, consiguieron la habilitación formal. “Cuanto más fresco le lleves el producto al restaurante mejor,. Ellos me dicen: ‘Nancy, este producto no tiene precio’”, destaca.
La almeja como carnada versus la almeja para consumo humano
Ante la escasez del producto, este mes los pescadores se reunieron en una asamblea para solicitar a la Dinara que declare que en los 22 kilómetros de playa de La Coronilla la extracción de la almeja amarilla sea exclusivamente para consumo humano. Con esto se proponen que “los pescadores podamos cuidarlo” y que “nadie pueda venir y sacarlo como carnada, porque sabemos que el recurso es chiquito. Nosotros queremos seguir trabajando y progresar”, argumenta Nancy.
“Acá tenemos más de 30 familias que esperan todo el año para poder recolectar almejas, cumplen con los cupos, las vedas, vemos la playa ahí con la almeja y no podemos trabajar porque respetamos la zafra; sin embargo, [los que la recolectan] para carnada vienen y detonan toda la playa y se llevan todo”, denuncia. Agrega que la demanda que existe de la almeja como carnada es mucho más alta que la de los restaurantes: las pescaderías solicitan unos 300 kilos de almeja, mientras que los restaurantes piden un promedio de cinco kilos por semana.
Veda biológica, marea roja y dificultades para trabajar
Nancy dice que el año pasado, entre las mareas rojas y las vedas aplicadas, “sólo nos dejaron 15 días para trabajar”. “A veces declaran marea roja y del otro lado del canal los brasileños recolectan, entonces no se entiende. Una vuelta tuvimos como seis meses de marea roja”, reniega.
Según la pescadora, la tecnología que se estaba usando hasta ahora para determinar la marea roja era muy antigua y el nuevo director de la Dinara, Álvaro Irazoqui, se había comprometido a trabajar con una maquinaria nueva que no tiene margen de error para hacer análisis de biotoxina; también enviaron técnicos uruguayos a capacitarse a Chile para poder usar esta nueva tecnología a partir del próximo verano. Nancy espera que con este cambio de dirección en la nueva temporada haya mejores condiciones para los trabajadores.
“Este mes vienen técnicos de la facultad para ver cómo está la playa y qué cupos vamos a tener, y les vamos a pedir para empezar a trabajar el 1º de noviembre para poder, de a poco, empezar a llevar almeja a los restaurantes de Punta del Este. También es temporada alta de eventos y casamientos en esa zona, ya que el año pasado fue muy malo y queremos ver si este año nos dan permiso para trabajar durante más tiempo”, pide Nancy.
Las pescadoras sean unidas
En paralelo, Nancy y un grupo de 30 mujeres pescadoras trabajan desde 2020 para crear una cooperativa y hacer un derivado de su planta, en Valizas, para trabajar con otros productos, como el camarón y el sirí, hacer pulpa, fileteado, congelados, agregar berberechos, miniaturas y productos para vender a los comedores y CAIF de la zona. De esa manera, se fomentará el consumo de pescado en los más pequeños y se generarán fuentes de trabajo y producción para todo el año.
Además, en 2023 un grupo de cineastas presentó el cortometraje Raíces en la arena, que retrata el trabajo y la vida de Nancy. La obra es producto de la convocatoria “Mujeres en la actividad productiva” del Ministerio de Industria, Energía y Minería.
“Cuando salí al mercado a hacer clientes, me sentí muy discriminada por ser mujer, lloré mucho, pero ahora, cuando ven lo que logré, me respetan. Tuve que enfrentarme mucho, pero finalmente logré fundar la primera comisión de pescadores de Valizas, que tiene más de 60 miembros, y es por eso que no los voy a abandonar y voy a seguir luchando para que todos podamos seguir trabajando”, concluye.