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Las Fuerzas Armadas y sus rencillas por el poder en dictadura

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El libro Intrigas cruzadas, de Samuel Blixen y Nilo Patiño, da cuenta de las disputas internas entre militares en busca de satisfacer ambiciones personales y enriquecerse a costa del Estado.

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“Defender a la Nación (con mayúscula) de la amenaza subversiva”, ser un “elemento ejecutor de una política nacional e integrador de una conciencia o un sentimiento nacionales”. De esa forma definen las Fuerzas Armadas su rol en la dictadura y los años previos en la publicación Testimonio de una nación agredida, de 1978, donde bajo el amplio paraguas del “comunismo” aglutinan una diversidad de enemigos que van desde aparatos políticos armados a la movilización social. La grandilocuencia de las expresiones de la dictadura sobre sus propósitos contrasta con lo terrenal de los objetivos que movían a sus principales cabecillas: el enriquecimiento personal, el uso del Estado para beneficio propio, la ambición de poder, la venganza incluso contra sus propios camaradas de armas.

Intrigas cruzadas. Mafia y terrorismo en las fuerzas armadas, el libro del periodista Samuel Blixen y del integrante de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos Nilo Patiño, que se presentará esta semana en el Aula Magna de la Facultad de Información y Comunicación (FIC), da cuenta de estas violencias, disputas y miserias.

“La tesis central del libro es que finalmente las luchas intestinas por el poder entre las fracciones de las Fuerzas Armadas (FFAA) tenían como objeto simplemente el enriquecimiento”, explica Blixen a la diaria. Y cuando las contradicciones entre las distintas fracciones se volvían insostenibles, precipitaban episodios políticos, incluidos asesinatos, que dirimían la contienda en favor de una u otra parte.

El libro, publicado por Ediciones de Brecha, toma como fuentes documentales archivos militares proporcionados por el Ministerio de Defensa Nacional a partir de pedidos de acceso a la información pública realizados por Cruzar, el proyecto de sistematización de archivos militares de la FIC, así como documentos del denominado “archivo Berrutti” y del Archivo Judicial Proveniente de la Justicia Militar, documentos de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, del Archivo de Fusileros Navales y del N 2 (inteligencia del Estado Mayor) de la Armada Nacional, y expedientes de la Justicia penal ordinaria, entre otras fuentes.

Blixen explica que las luchas intestinas entre los militares se dieron fundamentalmente porque la dictadura uruguaya fue “colectiva”, no hubo un “hombre fuerte”, a diferencia de lo que sucedió con otros regímenes militares en la región, como el de Adolfo Stroessner en Paraguay, Anastasio Somoza en Nicaragua, Augusto Pinochet en Chile o Jorge Rafael Videla en Argentina. En el caso de Uruguay, en cambio, el poder fue administrado desde las juntas de oficiales generales y desde la Junta de comandantes en jefe. “Entonces ellos tienen que negociar. Toda la historia del libro es la historia de esa negociación entre fracciones”, señala Blixen.

Viejas disputas y nuevos hechos

El libro describe las tensiones existentes entre los distintos bandos militares, muchas de ellas motivadas por la posibilidad de perder o ganar poder, o condicionadas por la posibilidad o “amenaza” de una salida democrática.

Por ejemplo, desde febrero de 1973 se hace notorio un enfrentamiento personal muy fuerte entre el general Esteban Cristi, jefe de la Región Militar 1 e integrante de los Tenientes de Artigas, y Gregorio Álvarez, jefe del Estado Mayor Conjunto. Cristi, junto a otros militares, pertenecía a una logia “ultranacionalista, católica, de derecha, que se atribuía un halo de honradez por oposición a la inmoralidad de la llamada clase política”, recuerda el libro. Por su parte, Álvarez, “una figura de un gran personalismo, con carácter impulsivo, no contaba con las apoyaturas cuasi ideológicas que ofrecían las logias, pero su versatilidad oportunista para concretar sus objetivos ambiciosos (incluido el enriquecimiento personal) atraía adhesiones”. Esta lucha a la interna del Ejército se trasladó a la Fuerza Aérea y a la Armada.

Para frenar al Goyo Álvarez de sus ambiciones presidenciales, otros militares lo acusan de homosexualidad y le hacen un tribunal de honor. “Y para evitar que el Goyo fuera el candidato para una salida (democrática), matan a (Zelmar) Michelini. Lo mismo con la mujer de Heber”, acota Blixen. En el libro se sostiene que los asesinatos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz en mayo de 1976 se ejecutaron “para abortar los planes de una transición” hacia la democracia, y la misma intención guio el atentado de 1978 contra la cúpula del Partido Nacional que provocó la muerte por envenenamiento de Cecilia Fontana, esposa del exlegislador nacionalista Mario Heber, en momentos en que el Estados Unidos de Jimmy Carter “sondeaba la posibilidad de una apertura democrática controlada”. En la publicación se afirma que “el objetivo incuestionable del atentado con vino era descabezar al Partido Nacional y generar una conmoción política y social tal que sumiera al país en la parálisis y desarticulara cualquier plan. La eliminación de tres de los más prestigiosos dirigentes del Partido sólo podía explicarse como una medida ‘extrema’ para abortar la ‘salida’ que se estaba proyectando”.

Los autores no sólo aportan detalles nuevos sobre episodios ya documentados, sino que revelan hechos hasta ahora desconocidos. Por ejemplo, incluyen documentación de la Justicia militar que muestra que el capitán de navío Jorge Nader, en conversación con el vicealmirante Hugo Márquez –a quien Nader acusaba de múltiples episodios de corrupción–, acepta haber asesinado tupamaros. “Usted podrá acusarme de haber enfrentado a los tupas, y de haber liquidado a algunos, para que muchos como usted duerman tranquilos. Pero no puede acusarme de nada deshonesto. Yo a usted sí”, le espeta Nader. Además, se documenta la responsabilidad de Nader en ordenar los asesinatos de los integrantes del Movimiento de Liberación Nacional Gabriel Schroeder, Alberto Candán Grajales, Horacio Rovira y Armando Blanco Katrás en el operativo de la calle Pérez Gomar, en 1972.

Robos, extorsiones y negocios

Los militares utilizaban dinero producto de extorsiones y robos para financiar la represión, como quedó documentado también en la investigación realizada por Javier Revetria, Leandro Fernández y Carla Olivera y publicada en la diaria en 2021. Se exigía dinero a personas a cambio de no ser presas o torturadas.

Además, los militares utilizaron su posición de poder para dictar medidas que beneficiaban sus negocios. Por ejemplo, en el libro se menciona que el mayor José Arab aprovechó la liberalización del abasto y el surgimiento de mataderos que faenaban sin mayores controles para instalar una empresa de distribución a las carnicerías, y “el carnicero, reacio a comprar la carne de Arab, era objeto de una implacable inspección de CADA (Comisión Administradora de Abasto)”.

“La guerra contra la subversión instaló una moral muy particular. El honor, el principal atributo del oficial según todos los reglamentos y ordenanzas, cuya afectación implicaba drásticos castigos –mentirle a un superior, faltar a la palabra empeñada, desobedecer una orden–, regía en una dimensión de la Seguridad Nacional que no incluía las torturas, las violaciones a prisioneras, los robos, las incautaciones de bienes, los secuestros extorsivos, los asesinatos, las desapariciones forzadas. Las mismas prácticas aducidas para condenar a los partidos políticos a la proscripción se generalizaban en la estructura militar”, concluye el libro de Blixen y Patiño.

Presentación de Intrigas cruzadas

Blixen y Patiño presentarán su libro el miércoles a las 19.00 en el Aula Magna de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República. Participarán el docente e investigador Gregory Randall, el historiador Carlos Demasi y Elena Zaffaroni, de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos.

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