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Ana Falú, durante la ceremonia donde fue declarada Ciudadana Ilustre de Montevideo, el 19 de marzo de 2024.

Foto: Camilo dos Santos

Ana Falú: la vivienda está vinculada a “dos vectores centrales” en la vida de las mujeres: “el tiempo y el espacio”

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La arquitecta destacó las estrategias colectivas entre mujeres en América Latina como las “mejores” para superar los numerosos obstáculos que enfrentan para acceder a la vivienda.

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Ana Falú, arquitecta argentina, es pionera en la arquitectura y el urbanismo feminista a nivel internacional. En marzo de este año fue declarada visitante ilustre de la ciudad por la Intendencia de Montevideo. En sus décadas de trayectoria como activista y académica se ha dedicado a la defensa del derecho de las mujeres a la ciudad, la vivienda, los servicios urbanos y el territorio, así como su inclusión plena en la elaboración de las políticas habitacionales. Uno de los motivos de su lucha es que las mujeres no habitan los espacios públicos ni acceden a la vivienda de la misma forma que los varones porque la planificación urbana se ha desarrollado a partir de una perspectiva masculina. Falú conversó con Habitar sobre este punto y otros que hacen al vínculo entre la vivienda y el género.

¿Por qué es importante tener una perspectiva de género al pensar la vivienda?

Las explicaciones para la decisiva importancia de incorporar la perspectiva de género en las formas de pensar y resolver los temas de vivienda demandan distintas dimensiones de análisis. Una de ellas es la institucional, es decir, la del enfoque de las políticas de vivienda. Estas son en general viviendistas, y ya está largamente debatido y probado el negativo impacto que han tenido estas medidas sin ciudad. La evidencia empírica y la información estadística nos dicen que las mujeres trabajan en un alto porcentaje o son la mayoría de quienes buscan trabajo. Es singularmente importante por los roles [de género] asignados considerar las tareas cotidianas que realizan las mujeres en general para garantizar la vida –alimentos, higiene, provisiones, salud, educación, etcétera–, y en este sentido no podemos pensar la vivienda sin la ciudad, es decir, sin los servicios necesarios: abastecimiento, transporte, educación, salud, cuidados, espacios públicos. Entonces, la vivienda está vinculada a dos vectores centrales en la vida de las mujeres, las que asumen mayoritariamente el cuidado de personas, de las casas, de animales, del entorno y tanto más; estos son el tiempo y el espacio. El tiempo es crítico en la vida de las mujeres, en general es el bien más escaso en sus vidas, en particular para las mujeres que asumen el cuidado de personas dependientes, y el espacio da cuenta de los recorridos, el tiempo de los recorridos, las distancias.

Otra dimensión es el enfoque que adquieren las políticas de vivienda, las que se vienen desarrollando en clave de neutralidad, o sea, en clave de personas, hogares, familias, sin desagregar la diversidad, no sólo entre varones y mujeres y sus necesidades específicas, sino la diversidad de hogares, de condiciones, de orígenes, y tantas más. Se piensa en una población de familias homogéneas y es necesario que las políticas consideren los distintos tipos de personas y de arreglos familiares, no sólo los hogares nucleares, aunque son la mayoría. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe [Cepal], hay un promedio en la región de un 40% de hogares que están a cargo únicamente de mujeres. Este es un porcentaje muy alto para omitir a las mujeres, ya que la “neutralidad” de las políticas no es tal, sino una omisión de sujetos sociales, y no sólo de las mujeres.

¿Hay aspectos ajenos a las políticas que deban tenerse en cuenta?

El diseño de las viviendas no considera a las mujeres. Las mujeres están en todas partes y en ninguna. En un estudio que hizo una investigadora de la London School of Economics en parejas heterosexuales con hijos durante la pandemia, cuando el encierro era obligatorio, dio como resultado que las mujeres trabajaron un 30% menos en promedio que los varones. Los hombres ocuparon en las casas los lugares más aptos para trabajar, el escritorio o, cuando había, la habitación de trabajo. Las mujeres se movían a la mesa de la cocina o al dormitorio y además las interrumpían sus hijas e hijos. Esto es muy interesante, tener estudios que den cuenta de dónde y cómo habitan las mujeres los distintos espacios: la casa, la calle, el barrio, la ciudad.

Las mujeres con dependientes tienen gran temor a no tener un cobijo; la casa es un cobijo central para la infancia, los mayores dependientes, las personas discapacitadas o enfermas, y cuando falta el techo o está en riesgo, la inseguridad y el temor son enormes para ellas.

Otro aspecto importante a señalar es la diferencia del significado que la vivienda tiene entre mujeres y varones, quizás fundado en ese significante que es el hacerse más responsables de quienes dependen de ellas. Las mujeres con dependientes tienen gran temor a no tener un cobijo; la casa es un cobijo central para la infancia, los mayores dependientes, las personas discapacitadas o enfermas, y cuando falta el techo o está en riesgo, la inseguridad y el temor son enormes para ellas. En las ocupaciones de tierra se viene observando que las que están en situaciones más precarias y con infancias a cuestas son mujeres. No quieren estar en esas situaciones, no les gusta hacerlo, les genera más temor e inseguridades, más miedo a las violencias de todo tipo, pero a veces no les queda otra alternativa.

¿Cuáles creés que son los principales obstáculos que enfrentan las mujeres para acceder a una vivienda digna?

El mayor obstáculo es el económico. Las mujeres son la mayoría en el mercado informal de trabajo y la mayoría de trabajadoras en casas particulares. Y no sólo eso, a pesar de tener más formación que los varones, en todas las escalas de educación, tienen ingresos menores, aun cuando tienen trabajos formales. Entonces, tienen menos capacidad de respaldar una garantía de alquiler, ser sujetas de un crédito hipotecario o de un préstamo de cualquier naturaleza. Las mujeres están en mayor condición de vulnerabilidad, sin ser vulnerables por su naturaleza de ser mujeres. Aunque han demostrado sus fuerzas individuales y colectivas, tienen condiciones y circunstancias que las vulnerabilizan. El mercado precisa sujetos de crédito que puedan responder y no son las mujeres las que tienen esas condiciones para poder acceder a la vivienda en propiedad o en alquiler. En general, ante los procesos de gentrificación o del obsceno extractivismo urbano, las mujeres son las primeras en ser expulsadas hacia las periferias urbanas: familias y en particular las mujeres solas o únicas responsables de sus dependientes; mujeres mayores, en general solas o en malas condiciones físicas, y qué decir de las personas LGTBI+. 

¿Cómo impacta todo esto en la vida de las mujeres?

En mayor inseguridad, se fragilizan o pueden caer en situaciones muy críticas. Las mujeres por el rol asignado están siempre velando por la situación de quienes dependen de ellas, en particular niñas, niños, adolescentes y adultos mayores. Esto es a lo que nos referimos cuando decimos que es preciso analizar a las mujeres desde distintas intersecciones, como, por ejemplo, edades, etnias, origen migrante, educación, lugar donde viven; las discriminaciones y las situaciones que fragilizan a una persona pueden ser varias.

¿De qué manera la violencia de género afecta el acceso de las mujeres a una vivienda segura?

Las mujeres viven distintos tipos de violencias; física, psicológica, económica, en el ámbito privado y en el público. En general, viven más violencias puertas adentro, en sus casas. Sin embargo, ante el incremento de las violencias en la sociedad, en las ciudades, las mujeres tienen una mayor percepción de inseguridad. Esto en razón de las violencias sobre sus cuerpos, la violencia que viven las mujeres es aleatoria, le puede suceder a cualquiera, pobre o rica, joven o mayor, cuerpos que se avasallan, incluso asesinados. Este temor lleva a las mujeres a encerrarse en sus casas, como si fueran más seguras. ¿Por qué no se van de sus casas si sufren violencias? No es una respuesta sencilla; sin embargo, sí podría decir que, en gran parte, es porque no tienen las condiciones económicas para sostener la vida de sus dependientes y la propia. Al no poder resolver económicamente el tema de un techo, serán capaces de aguantar las violencias.

En las ocupaciones de tierra se viene observando que las que están en situaciones más precarias y con infancias a cuestas son mujeres. No quieren estar en esas situaciones, no les gusta hacerlo, les genera más temor e inseguridades, más miedo a las violencias de todo tipo, pero a veces no les queda otra alternativa.

¿Cuál es la situación de las mujeres al respecto en América Latina? ¿Tienen mecanismos de apoyo para acceder a la vivienda o no? ¿Hay más obstáculos que oportunidades?

Las mujeres, como en general sucede, frente a las dificultades, como es el acceso a la vivienda, encontrarán estrategias. Las mejores serán las colectivas, las que impulsan las cooperativas, las organizaciones no gubernamentales, las comunidades y los vecindarios organizados. Es en el espacio de lo grupal y colectivo donde las mujeres ahora encuentran sus voces, se empoderan y se apoyan.

Hay varias experiencias colectivas en América Latina para reconocer y lo interesante son las nuevas experiencias de coviviendas, como las que están impulsando mujeres mayores en Montevideo, con apoyo de la intendencia capitalina. Persisten los obstáculos, la omisión de las mujeres en las políticas, la dificultad de acceso al crédito, la dificultad de sostener alquileres si no hay leyes que los regulen. En fin, muchas dificultades, pero también hay propuestas que plantean líneas de acción colectivas y también políticas públicas posibles para los gobiernos.

¿Qué cambios creés que son necesarios en las políticas de vivienda para garantizar que las mujeres tengan un acceso igualitario a una vivienda digna?

Que se las considere, se las cuente, se las conozca y reconozca. Vengo trabajando en una herramienta que podría ser útil: el mapa de las mujeres en la ciudad. También con el equipo de la organización Ciscsa [fundada en 1985 y enfocada en el derecho a la ciudad desde una mirada de género] trabajamos en el índice de vulnerabilidad de género de los territorios, para conocer dónde habitan la mayoría de las mujeres y la mayoría de los hogares a cargo único bajo la sola responsabilidad de mujeres con respecto a sus dependientes. Las políticas deben actualizarse, ser más creativas, más variadas, no sólo vivienda en propiedad, no más viviendas individuales. Las viviendas colectivas con servicios, algunos al menos, son más vivibles para las mujeres a cargo único de sus hogares; siempre pueden tejer redes de solidaridad que hacen la vida cotidiana más vivible.

¿Son necesarias políticas específicas que atiendan situaciones específicas con mujeres jefas de hogar con personas a cargo, mujeres en situación de violencia, mujeres solteras, jóvenes, entre otras?

Sin dudas, esto es central en conocer quiénes son y dónde están las mujeres en la ciudad, cuáles son las condiciones de vida, el nivel de hacinamiento, de carencias y qué servicios demandan. Esto requiere procesos participativos, de escucha de las voces de las mujeres en cada barrio y cada territorio; las jóvenes, las adultas, las mayores, la población LGTBI+, las migrantes, etcétera.

Esta nota fue publicada en el Suplemento Habitar.

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