El futuro titular del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Alfredo Fratti, nació en Cerro Largo en 1956, departamento donde reside actualmente. Tiene dos hijos y, además de veterinario, es productor ganadero. Fue electo diputado por el Espacio 609 en 2004, pero renunció a la banca para asumir la presidencia del Instituto Nacional de Carnes (INAC). Fue nuevamente electo diputado en 2014 y en 2019; en 2020 presidió la Cámara de Representantes y en las últimas elecciones nacionales fue electo senador. En un extenso diálogo con la diaria, Fratti dijo, entre otras cosas, que hay que jerarquizar el MGAP, que quiere un ministerio que impulse la colocación en el exterior de productos premium, pero que a la vez se involucre en las políticas sociales para combatir la pobreza infantil, y dio su opinión sobre la regulación del riego, la forestación y las empresas que captaron inversiones en ganado, y que terminaron denunciadas por incumplimientos.
Es una persona vinculada de toda la vida al medio rural. ¿Cómo le explicaría a una persona de la ciudad la importancia que tiene la ruralidad en Uruguay?
Es difícil. Hay que romper esa caricatura que hay del agro, de la foto de la rural y de las 4×4; en realidad, la inmensa mayoría de los productores rurales no tiene nada que ver con eso. Hay unos 10.000 productores que, en promedio, ocupan 63 hectáreas, ninguno puede vivir de esa explotación y deben tener otra cosa. Hay otros 10.000 que tendrán unos 6.000 dólares de ganancia neta por año, y por lo tanto, es probable que ganen menos que cualquiera que hace un trabajo en un supermercado. Y por supuesto, tenés otra punta que sí, que no tiene problemas, pero es la minoría.
Cuando uno mira a los actores, a las gremiales, nunca hay alguien que diga que está todo bien, siempre hay altibajos por los precios internacionales, el clima, la demanda, el tipo de cambio. ¿Cómo se puede hacer para que la situación sea más estable?
Tiene que haber políticas de largo aliento y que el MGAP deje ser el último orejón del tarro. A no ser cuando asume el Frente [Amplio, FA], que el ministro fue [José] Mujica, generalmente quienes ocupan la cartera no son de la primera línea política, y eso muestra el respaldo político que se le da. Estoy muy contento de que me hayan designado ahora que salí senador, porque no están mandando a uno que perdió o que no participó en política. Desde mi punto de vista, eso nos da otra fortaleza. Capaz que ahora en la relación que vamos a tener que tener con el Ministerio de Economía [y Finanzas, MEF], esto nos esté dando más fuerza, porque siempre hay una puja, todos sabemos que los recursos son más limitados que las demandas que tiene la sociedad.
¿Y para el agro hay muchas demandas?
Hay demandas que no son gastos, son inversiones, pero es muy difícil que se visualice. Esa cuestión de que aparecen las gremiales como lloronas permanentemente tiene que ver con situaciones estructurales de mucho tiempo y que siempre van a tener dificultades. Nadie puede pensar que en la ganadería un tipo con 63 hectáreas pueda vivir de eso.
¿Qué tiene que hacer el MGAP ante esas demandas?
En lo que tiene que ver con el ministerio, me parece que tenemos que salirnos de esto de administrar y tenemos que marcar línea y arriesgarnos un poco más. Tenemos que mover el número de procreo del país; hace 40 años que tenemos 65% de procreo. Te dicen que hay una cantidad de ítems en los cuales podemos crecer como país, pero lo que tenemos a mano, lo que sabemos hacer mejor, es la ganadería. Pero en 40 años sacamos los mismos terneros, tenemos la misma cantidad de ganado, quiere decir que tenemos que trabajar en eso.
¿De qué forma se aterriza eso?
No en una extensión rural en la que venga un crédito del BID [Banco Interamericano de Desarrollo] que esté un año o dos y después desaparezca, sino que tendría que ser para todo el tiro. Eso hay que financiarlo, hay que establecer contacto con la gremiales, con los productores, para tratar de ir agrupándolos y que haya un técnico que pueda ir transmitiendo esa cantidad de tecnología que tenemos hoy –que no estaban hace 40 años– y que son de alto impacto y de bajo costo. Vamos a precisar un apoyo importante –valga la redundancia– para apoyar a una cantidad de productores que están con índices que no sólo no son los deseables, sino que les da a ellos menos rentabilidad y al país menos productos exportables.
¿Es un mito que producimos para alimentar a cientos de millones de personas?
Tenemos un problema grave en nuestro país que es la distribución. Si no es para 50 millones, tenemos para que coman 30 millones de personas, y es difícil de explicar cómo tenemos al 20% de los gurises por debajo de la línea de pobreza. Eso también tiene que ver con el MGAP, y son cosas en las que tendremos que ayudar para que no pasen. Hay un estudio de este período de gobierno financiado por el INAC y el Pereira Rosell en el que descubrieron, estudiando los ombligos de los gurises, que hay algunos que nacen con deficiencia de ferritina, algo que se vincula al desarrollo neuronal y que no se puede solucionar después ni por boca ni con inyectables.
¿Eso se podría haber evitado?
Eso se podría haber evitado con que esa madre hubiese comido 300 gramos por semana de proteína roja, de carne vacuna. ¿Cómo puede ser que no podamos hacer eso como sociedad? Esas son cosas que también nos tienen que preocupar, no es sólo la producción y lo que ingresa, sino también cómo hacemos después para redistribuir o para alcanzar a ayudar a aquellos que están más rezagados en la fila.
Siempre se señala la necesidad de abrir mercados. Eso, por un lado, pasa por la cantidad de producto, pero también hay otras experiencias que se enfocan en la calidad ¿Eso es un camino posible?
Cierro los ojos y sueño que Uruguay sea la boutique de carne del mundo; que no vendemos carne, que vendemos un producto diferenciado que viene de un país donde no trabajan los niños, desarrollado culturalmente, que damos todas las garantías de inocuidad, que no matamos los árboles para criar vacas, que tenemos mucha captura de carbono a través de nuestras pasturas naturales y también de los árboles que hemos plantado.
Entonces la idea es apostar a una carne de calidad.
No vamos a competir nunca con volumen, y tampoco tenemos moneda de cambio para que los países nos compren porque les compramos otra cosa.
¿Y cómo vamos a esa calidad?
Tenemos que exigirnos nosotros mismos a nivel de inocuidad y de calidad de la carne. Uruguay durante décadas –o es un atributo de un gobierno en especial– se ha posicionado en el mundo como un país serio: no sólo porque es serio jurídicamente, políticamente, sino que también en sus productos exportables ha demostrado un enorme seriedad y creo que tenemos que machacar mucho más en eso.
@Marketing…
Tenemos que tener un marketing mucho más agresivo del que hemos tenido hasta ahora en el mundo. Cuando estuve en el INAC insistimos mucho en la cuestión del marketing, por eso habíamos desarrollado una franquicia de restaurantes para desparramar por el mundo. Eso quedó en la nada porque en Uruguay también tenemos otro problema: con cada director de instituto o ministro que viene parece que el país empieza de nuevo. Tengo esperanza de que podamos retomar ese camino de inserción internacional.
¿Cómo imagina el marketing de Uruguay como país vendedor de carne?
Tengo la sensación –esto no es una comprobación– de que en el mundo globalizado hay una onda retro, de volver a algunas cosas antiguas. Muchas veces nos han dicho que somos un país muy conservador, que tenemos poco desarrollo, entonces creo que llegó el momento de presentarlo diciendo “nosotros somos estos”: somos un país natural, la mayoría de nuestro ganado hace cama a cielo abierto; si querés bienestar animal, lo tenés acá. Todas esas cosas tienen un valor en sí mismo.
Y con la agricultura podría pasar lo mismo…
En los últimos años ha habido un desarrollo importante de la agricultura, y para mí también debería de ir por ese camino, buscar nichos de mercado en el que te den un alto valor. Si bien hemos crecido, tampoco somos de los jugadores más importantes a nivel internacional, y para que alguien te vea vos tenés que destacarte por algo. Si sos del promedio, creo que prefieren ir a otros países que tienen algo para intercambiar. Porque el mundo es así, cada uno trata de proteger a sus productores.
“El atraso cambiario pega directamente en los sectores exportadores”
Termina el período y no sucedieron los cambios que se habían prometido en materia cambiaria, ¿esa es una preocupación suya también?
Ahora se movió un poco, pero nadie puede negar el atraso cambiario y que eso pega directamente en los sectores exportadores. Los primeros que lo sufrieron fueron los productores agropecuarios por vía directa.
¿Cómo se arregla?
Habría que hablar con [Gabriel] Oddone; tenemos que tener políticas económicas que no profundicen esto. Entiendo –porque en esto quiero ser muy honesto intelectualmente– que los gobiernos, a veces, por un tema de manejo, para ayudar al control de la inflación, o mismo por la situación interna de la gente que tiene crédito, aplican una política con el dólar y a veces puede haber un retraso.
¿No debe haber atraso?
No digo que tenga que ser cero, ahora lo que no puede haber son profundidades de esta magnitud.
Los productores también se quejan de los altos costos de los intermediarios, los fletes, la Aduana, el puerto… ¿hay margen para actuar ahí?
¿El puerto? Todos decían que el Estado no intervenga…y vendimos el puerto [de Montevideo], y ahora se puede incidir poco. Los mismos que ahora se quejan de los valores del puerto estaban de acuerdo con que se privatizara. A veces queremos las dos cosas a la vez: por un lado, que el Estado no intervenga en el negocio de los privados, pero cuando me veo perjudicado, sí, que intervenga. Es como se dice en campaña: “No se puede chiflar y comer gofio”. Yo no quiero un estado interventor, pero tampoco distraído.
¿Ya se le está haciendo algún pedido de intervención como ministro designado?
Nos están llamando por estos problemas que hubo con las inversiones en el sector agropecuario. Nos llaman para arreglar, y digo que tendrán que arreglar con este gobierno, porque nosotros todavía no asumimos.
¿Se refiere a las empresas que captaron fondos para invertir en ganado, como Conexión Ganadera y República Ganadera, que ahora enfrentan reclamos de los inversores?
Sí, creo que estas inversiones tienen que tener una regulación como tienen los bancos. Los bancos son un negocio entre privados, si yo voy a depositar un dinero en un banco es un negocio privado, pero está reglamentado y garantizado por el Banco Central. Estas inversiones de esos fondos en el sector agropecuario no tienen respaldo de nadie. Ahí me parece que tiene que intervenir el Legislativo y el gobierno y decir: “De aquí para adelante tenemos que buscar la forma de formalizar esto”, porque además creo en la inversión del ciudadano urbano en cuestiones agropecuarias, en [la energía] fotovoltaica, en lo eólico, en todas las instituciones que tiene el país y en las que canalizamos ahorro interno. Si estamos hablando de la importancia que tiene el sector agropecuario, estaría bueno que gente que quiere ahorrar lo pueda hacer en una actividad que parecía bastante segura. Pero creo que se nos escapó la tortuga y dejamos que se hiciera este negocio, y ahora están con problemas, y no es mi deseo, pero están en problemas prácticamente todos los fondos de inversión agropecuaria.
Más allá de que esto venga del período que termina, va a asumir con la bomba explotando ¿Le preocupan las consecuencias?
Me preocupa la imagen y el miedo que va a causar en el señor que puso ahí, si no recupera, para volver a poner. El quemado con leche ve la vaca y llora.
¿Y qué puede hacer el ministerio? Porque esto ya está en la Justicia, incluso.
No sé, creo que el ministerio no puede hacer mucho. Eso pasa por un tema de decisión política del gobierno y legislativa. En el futuro, un tipo de negocios de estos tiene que tener alguna regulación. Yo escucho mucha gente que pone bonos y cosas, todo eso tiene garantía, y cuanto más interés te pagan, menos garantía hay, porque es una parte de la cosa. Este 8,9%, 10% que ofrecían en algunas inversiones ganaderas, yo nunca vi que la ganadería dé ese porcentaje líquido.
¿Estaba sobredimensionado lo que prometían?
Y sí, marcharon durante mucho tiempo porque se forma como una calesita, pero ahora estamos cayendo en la realidad.
Y qué pasa con los controles de la Dicose (Dirección de Contralor de Semovientes, número de registro único otorgado a tenedores de ganado), porque hay una trazabilidad de cada animal, hay guías, ¿cómo puede ser que haya ganado que no exista?
Eso, hay que ver cómo hacemos para que no nos pase. Los uruguayos somos buenos pero nos la ingeniamos para enredar. Porque hay Dicose que están vacíos, y tienen un ganado en admisión y piden caravanas porque la vacas van a parir, y después devuelven el ganado, y ese ganado no tuvo [cría] y se quedan con las caravanas. Eso es lo que uno escucha; no tengo las pruebas. Pero algo de esto está pasando, porque dicen que hay gente que puso para comprar ganado y los ganados no se compraron. Así que los hechos están diciendo que algo de esto está pasando. Creo que a eso hay que echarle mano, no para prohibirlo, sino para arreglarlo y que dé mayores certezas. El negocio agropecuario históricamente se caracterizó por bajos márgenes de ganancia, pero muy seguro. Porque una cosa tiene que ver con la otra: la seguridad tiene menos márgenes. Si el campo se incendia, nace el pasto de vuelta, eso te da una seguridad. Si tenés una casa y se incendia, no te queda nada a no ser que te quede el seguro. Todas esas cosas tienen que ver con los márgenes que pueden ofrecer. Por eso quiero decir que no puede quedar librado al mercado.
Siguiendo con el tema del Estado como interventor, como apoyo, en estos días, desde la Confederación Nacional de Fomento Rural se criticó al gobierno saliente por haber dejado desprotegida a la producción familiar. Los productores de tomates, ahora, amenazaron con tirar la producción por el precio que les quieren pagar, que es ridículo para lo que invirtieron y trabajaron. ¿Qué puede hacer el MGAP?
A la granja hay que pensarla como lo que nos da la seguridad alimentaria, y no puede tener un tratamiento puro y duro desde el punto de vista económico, como puede tener la ganadería. No tiene la posibilidad de exportar, entonces hay que tratarla con más cariño, y si hay que tener algún apoyo o algún subsidio, tiene que ir a ese sector, que es el más vulnerable. Siempre digo que tenés que empujar de atrás pa’ adelante, entonces, aquellos que son más vulnerables son a los que les tenés que prestar más atención. Cuando uno tiene más de un hijo, los querés a todos igual, pero ¿a cuál ayudas más, al que le está yendo peor o al que tuvo menos capacidad de desarrollarse y le tenés que dar un empujoncito pa’ que no viva abajo del puente? Y en la sociedad en la que vivimos, como decía Wilson [Ferreira Aldunate], tenemos que prestarles atención a esos que están más rezagados. Creo que en la granja, por el tipo de productor, la mayoría –no todos, porque hay gente a la que le va muy bien–, al tener un montón de productores pequeños que siempre andan en el límite, vale un ejemplo que escuché de un productor lechero: o le das comida a tu familia o cerrás el tambo; entonces, el día que tenés que pensar si comprás los insumos para llevar adelante tu emprendimiento granjero o comprás la comida para tus hijos, cerrás la granja. Por eso, si tenemos que destinar recursos para subsidiar alguna actividad, no hay que tenerle miedo a eso. Nos dicen que tenemos que ser abiertos, que compremos todo lo que podamos, que entre lo que quiera, pero los europeos, que parece que son los más desarrollados, los más cultos del mundo, no son abiertos y protegen sus cuestiones internas, y le pagan a un productor para que sea una especie de guardabosques. ¿Lo podemos hacer nosotros? No, pero podemos dar una mano. Cuando uno habla de los subsidios no es que sea un invento o que estemos socializando el país, estamos diciendo que hay cosas que hacen en otros países que son exitosos y que con aquellas producciones que tienen problemas tienen un tratamiento especial.
¿Qué se puede hacer con las certificaciones en agroecología –que se le quitaron a la Red de Agroecología del Uruguay– que asumió el MGAP, pero no pudo cumplir y se volvió de alguna manera para atrás?
Fue un error. Cuando ves algo que está funcionando, tenés que ayudarlo a que funcione mejor. Si todo estaba funcionando medianamente bien o más o menos, tratá de que funcione bien, pero no borrar y empezar de vuelta. Queremos tomar algunas medidas de arranque que sean de impacto, vamos a ver si las logramos. No quiero anunciar demasiado porque tenemos que ver primero a los directores, y cuando nos sentemos en el Consejo de Ministros, si podemos plasmar las ideas que tenemos.
¿Hay que revisar y reglamentar la ley de riego?
De la ley hay que revisar cómo hacemos para que haya más privados interesados en este tema. Pero el riego pensado en grandes empresas multiprediales es una política de más largo aliento y que habría que hacerla como una definición para ir con todas la fuerzas políticas. Por el momento, podemos hacer –como dice Yamandú [Orsi]– la revolución de las cosas simples, que cada productor tenga la posibilidad de tomar agua como la gente, que no sea sólo de los techos, porque cuando no llueve también se queda sin agua; y que a su vez pueda, en el caso de la granja, tener algún riego; y en el caso de la producción agropecuaria, tener para suplementar al ganado en el caso de escasez hídrica o regar algún pedazo pequeño en tiempo de crisis climática que le permita tener una cierta reserva o una alternativa en situaciones climáticas que van a volver, obviamente. Tenemos que comenzar, porque nos cuesta prender el motor de arranque. No hay ninguna decisión que pueda tomar el ser humano con la que estemos todos de acuerdo, y está bien que así sea, porque si no todos votaríamos lo mismo, y no es así.
También piensa que hay que modificar la regulación de la forestación…
Hay un consenso nacional de que hay que revisar la ley. Si me preguntás si la ley es buena o mala, te diría que es muy buena, excelente, y además ha dado vida a algunas localidades pequeñas. Pero han pasado 30 años y tenés que revisar. Las políticas no son iguales en diferentes tiempos. Estuvo muy bueno el apoyo, eso fue un subsidio, porque cuando decís: “No te cobró algo”, en definitiva estás subsidiando. Pero también precisamos mantener un país diversificado en la producción, y la revisión de la ley seguramente sería una cosa que nos lleve varios años de discusión con los técnicos y discusión política. En primera instancia, lo que tendríamos que hacer es discutir qué hacemos con la ley, y mientras prohibir que se planten árboles fuera del área de prioridad forestal definida por los legisladores hacer 30 años. Presentamos una ley que el presidente [Luis Lacalle Pou] la vetó, capaz que hay que simplificar, y decir: “Bueno, si hay un consenso de que hay que reestudiar la ley, vamos a estudiarla”, mientras tanto, si tenés que plantar árboles, plantalos dentro del área de prioridad forestal, esa es nuestra posición y es la que vamos a llevar al Consejo de Ministros.
El ministerio es de Ganadería, Agricultura y… Pesca. ¿Qué piensa de la pesca?
Tenemos una estancia más grande que la que tenemos en el territorio. No soy un especialista en ese tema, estamos viendo quién se hace cargo de esa dirección: tenemos algunas reuniones pactadas con armadores, con los capitanes de barcos. La idea es, por lo menos, prestarles más atención. Seguramente ahí hay un problema de recursos económicos para tener un desarrollo más importante, pero primero queremos empaparnos de cuáles son los problemas que hay, porque creo que sí o sí tenemos que darle más importancia que la que le hemos dado hasta ahora. Es vox populi que hay muchos que usan nuestros recursos porque nosotros no los tomamos cuenta. No creo que ningún político, por avezado que sea, tenga la solución debajo del brazo, la solución es primero sentarse con los actores y pensar qué es lo que hay que hacer.
La producción ovina está atravesando una transición de la lana a la carne, y en algunos casos hay productores que han abandonado la producción por las matanzas causadas por las jaurías de perros.
Ahí tenemos un problema y es un problema de toda la sociedad. Honestamente, mi opinión personal es que el INBA [Instituto Nacional de Bienestar Animal], que hoy está en el MGAP, debería estar en el Ministerio de Educación y Cultura porque es la única vía. ¿Cuál es la otra vía? Tenemos para controlar, hacer castración de perros, eso se puede hacer en convenio con las intendencias, con la Sociedad de Medicina Veterinaria [del Uruguay], pero lo importante acá es cambiar el chip en la cabeza: tenés que ser responsable del animal que tenés, que no puede andar suelto y que si no son de criadero los tenés que castrar. Es un tema que tiene que saldar la sociedad, no es un tema productivo. Obviamente que para quien está en el rubro ovino más que el daño económico es el daño psicológico. Imagínate, tengo ahí en mi departamento gente que ha traído y llegó con el campeón y la campeona del Prado, y los perros se los hicieron guasca de noche. Hay una pérdida económica, pero eso no es lo más grave, lo más grave es el daño psicológico. Si vos tenés 20 o 30 ovejas y vienen [los perros] y te matan diez ovejas, perdiste el 30%. Entonces, decís: “Dejo este rubro”. Además, venimos con una estatura lanera de animales de doble propósito que hoy en el mundo no está teniendo receptividad. Están saliendo la lana fina y la carne, este es un proceso que vamos a tener que hacer si queremos agiornarnos a lo que nos pide el mundo, pero cada productor es libre de seguir su ruta.
Los gobierno del FA se caracterizaron por tener políticas activas de compra de tierra para Colonización y de promoción de los colonos, ¿eso va a volver?
Está el compromiso del presidente electo de las 25.000 hectáreas para la lechería. Lo que hay que decir claramente es que al Instituto [Nacional de Colonización, INC] se le quitaron los recursos que tenía, que eran genuinos. En la sociedad se discute si está bien que se invierta en comprar campos que son caros para darles a Juan, Pedro y María. Resulta que teníamos un recurso que es de la venta de campos, un recurso genuino que iba a Colonización, pero se sacó y quedó una Rendición de Cuentas que dice que se le puede pedir hasta 15 millones de dólares al MEF. En consecuencia, el INC va a tener que convencer al MEF de que quiere comprar tierras, y eso no es una misión fácil, porque Economía tiene su dificultades y una cantidad de cosas para atender. La herramienta, hay que decirlo muy claramente, hoy está comprometida por este tema de que se le sacó los recursos.
Sus orígenes son blancos y por ahí ha contado alguna vez que el paso que dio hacia el FA tuvo que ver con José Mujica. ¿Qué significa Mujica para usted en este momento tan particular de él y suyo también?
Desde el punto de vista político, primero significa mi vuelta a participar políticamente. Me gustó siempre la política, tuve alguna participación departamental y después me dediqué a la actividad gremial, estuve de presidente del Centro Médico Veterinario, presidente de la Sociedad Agropecuaria de Cerro Largo, vicepresidente algunos años en la Federación Rural. La política gremial me llevó a empezar a tener contacto con un hombre que no conocía, que era Mujica. Primero, cuando fue diputado; después, cuando fue senador. Y me pareció que entendía bastante lo que nosotros estábamos reclamando, más allá de que le pudiera dar solución o no. Eso hizo que después me invitara a participar políticamente y pensé que estaba en un momento de mi vida en que sí tenía posibilidad; en definitiva, la política marca la vida presente y futuro nuestra, de nuestros hijos y de nuestros nietos. Wilson dijo algo una vez que estuvimos en la casa, que los dirigentes políticos teníamos que tener mucho cuidado porque la gente, cada cinco años, si se equivoca puede cambiar, pero la decisiones políticas que se toman en un gobierno inciden en la vida de las personas 15 o 20 años para adelante, por eso hay que ser muy serio con las decisiones políticas que tomamos. Mujica me invitó a participar, pensé que quizá después de esa trayectoria gremial podíamos incidir más en las cosas que pretendemos desde el mundo político. El otro día un colega de ustedes me aclaró bastante los tantos: tengo mis padres biológicos, pero mi padre político es José Mújica.