En el Municipio A de Montevideo, donde viven 203.133 personas, hay concentración de pobreza y necesidades básicas insatisfechas, según señala el segundo informe sobre seguridad alimentaria y nutricional en hogares con niños, niñas y adolescentes de hasta 12 años, elaborado por la Escuela de Nutrición de la Universidad de la República y el programa Apex, que fue presentado este jueves en la sede del PIT-CNT.
Esta investigación, que se basó en una encuesta realizada a 481 casos con infancias y adolescencias de hasta 12 años, se hizo “en respuesta a las advertencias reiteradas de las redes territoriales sobre la falta de acceso a alimentos en los sectores más vulnerables tras la pandemia”, se señala en el documento, al que tuvo acceso la diaria.
En cuanto a las características de los hogares, en más de la mitad de los casos (60,5%) quien respondió la encuesta fue la madre; la mitad de los casos consultados tienen entre tres y cuatro personas en el núcleo del hogar; 42,6% de los hogares de dos personas recibieron ingresos en el último mes. A su vez, casi la mitad de los adultos responsables de los niños, niñas y adolescentes no finalizó el ciclo básico, nivel que “es el mínimo para acceder a empleos de baja calificación”.
En la primera medición, de 2023, se había registrado que el Municipio A tenía la prevalencia más alta de inseguridad alimentaria grave con relación al promedio del país, alcanzando un 20,1%; esto quiere decir que ese porcentaje de personas no comió durante un día entero por falta de recursos económicos.
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Este año, en cambio, se registró que la inseguridad alimentaria grave se situó en 10,5%, lo cual significa una reducción de casi la mitad en comparación al estudio anterior. Esta disminución, según marca el informe, puede tener que ver con el incremento de la tasa de empleo y el distanciamiento de la crisis socioeconómica generada por la pandemia de covid-19.
En el caso de la inseguridad alimentaria moderada o grave, es decir, cuando las familias tuvieron que disminuir la cantidad de alimentos que consumen por falta de dinero o recursos, se ubicó en 27,1%. Este número también representa una reducción con respecto a 2023, cuando había sido de 41,9%.
De todos modos, aunque haya habido una disminución que los investigadores calificaron como significativa, la prevalencia de la inseguridad alimentaria y nutricional grave en el Municipio A “sigue siendo alarmante”, ya que es cinco veces superior al promedio nacional de inseguridad alimentaria grave, que en 2024 fue de 1,9%.
Diversidad en el consumo de alimentos
En relación con la diversidad dietética de las infancias, Vanessa Gugliucci, profesora adjunta e integrante de la unidad académica de prácticas de la Escuela de Nutrición, explicó en la presentación que, de 13 grupos de alimentos, encontraron que “había un consumo de cuatro o más días de la última semana de al menos 50% de los niños y niñas de únicamente cuatro grupos de alimentos”. Señaló que en este caso “la variedad dietética sería moderada”, ya que “no se trata de hogares con una amplia disponibilidad o diversidad de alimentos, sino que hay cierto patrón que indica cierta restricción en términos de los grupos de alimentos a los que se accede”.
Así, los alimentos más frecuentes son los energéticos –cereales, tubérculos y lácteos–, con un consumo diario del 77% y 67,2%, respectivamente. Por otra parte, el consumo de carne (vacuna, pollo, cerdo o pescado) en los siete días de la semana fue del 35,2%.
Entre los alimentos menos consumidos se encuentran los vegetales y las legumbres: “menos de la mitad de los niños, niñas y adolescentes consumió verduras (sin incluir papas y boniatos) cuatro o más días la semana previa a la encuesta”, y sólo 16% consumió legumbres (lentejas, porotos, garbanzo) con esa frecuencia.
El consumo de alimentos ultraprocesados, como galletitas dulces, ojitos y alfajores, con una frecuencia igual o mayor a cuatro veces a la semana se ubicó en 42,5%. El documento resalta que, si bien hubo una reducción en el consumo diario de refrescos o jugos envasados y galletitas dulces o alfajores en comparación con 2023, “la presencia en la alimentación de los niños sigue siendo relevante”.
“Si no se reciben los nutrientes importantes, es complejo que se pueda desarrollar normalmente el cerebro”
En conclusión, los investigadores apuntaron que los hallazgos con respecto a la inseguridad alimentaria y los indicadores socioeconómicos disponibles “evidencian fuertes desigualdades territoriales, concentrando, en este municipio en particular, grandes desafíos en materia de derecho humano a la alimentación adecuada”.
Apuntaron que si bien hubo una mejoría en 2025, los hogares “persisten en la lucha por acceder a una dieta suficiente y adecuada”. “Las intervenciones futuras deberán ser multifocales, intersectoriales y sensibles a las territorialidades y diversas intersecciones que subyacen a la producción y reproducción de desigualdades”, concluyen.
En conferencia de prensa, Pablo Pereira, profesor agregado y coordinador del área Salud Comunitaria del programa Apex, afirmó que el desarrollo cerebral y “el cableado neuronal” están vinculados a los primeros años de vida, por lo que “si no se reciben los nutrientes importantes y si hay pocos grupos [alimentarios], es complejo que se pueda desarrollar normalmente el cerebro”.
Sostuvo que el apoyo de la política pública “es fundamental” para llevar adelante un seguimiento, evaluación y monitoreo de estas situaciones. “Los promedios nacionales se pierden de vista cuando uno va haciendo foco en los distintos territorios; esto nos da un dato permanente, y dónde es que se necesita capaz una determinada acción y no una acción general, que quizá no está llegando a quien tiene que estar llegando”, subrayó.