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Charla “50 años después del Plan Cóndor: revisión y nuevas perspectivas de investigación”, el 3 de noviembre, en la sala Maggiolo de la Universidad de la República.

Foto: Alessandro Maradei

50 años del Plan Cóndor: “Vivimos en una sociedad que todavía está en una especie de síndrome de shock postraumático”

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La Udelar organizó una serie de charlas de reflexión sobre el proyecto represivo que se aplicó en la región durante el terrorismo de Estado.

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Esta semana comenzó la serie de jornadas académicas que se tituló “50 años después del Plan Cóndor: revisión y nuevas perspectivas de investigación”, enmarcadas en el aniversario de la coordinación represiva en la región durante el terrorismo de Estado. El panel de diálogo “La herencia de la Operación Cóndor” se llevó adelante en la mañana de este lunes en la sala Maggiolo de la Universidad de la República (Udelar), con la participación de la docente e investigadora Mariana Achugar, el escritor Fernando Butazzoni y el historiador Carlos Demasi.

Para Achugar, la “red transnacional de intercambio de información, de prisioneros y de recursos” tiene “continuidades con efectos psicológicos, materiales y simbólicos en el presente” y su legado se explicita en tres dimensiones: “el daño transgeneracional, la impunidad y las redes de solidaridad”.

“El daño no fue sólo a las víctimas directas, sino también a quienes eran niños, niñas y jóvenes en ese momento. Sus silencios producen vacíos en la memoria colectiva que afectan a toda la sociedad e impiden comprender lo que hizo posible esos niveles de violencia”, precisó la cientista social sobre el primer punto.

Mariana Achugar.

Foto: Alessandro Maradei

Señaló que la sociedad “hasta ahora no habilitó la escucha de la experiencia que tuvieron los jóvenes”, a pesar de que muchos fueron “violentados, apropiados, desaparecidos, secuestrados o nacidos en cautiverio” en la dictadura civil-militar y planteó que la coyuntura actual de niños, niñas y adolescentes muestra que hay “un nivel de insensibilidad social que perdura”, que constituye “un daño transgeneracional intencional”.

En segundo lugar, consideró que la impunidad “se construye con el ejercicio del poder” y, a nivel político, “aparece como un pacto secreto de lealtad que la ha sostenido en una comunidad pequeña por mucho tiempo”, además de “criminalizar y perseguir a quienes denuncian los abusos y buscan justicia”. “[El Plan] Cóndor sigue, no desapareció. [...] En Uruguay se constató espionaje contra líderes políticos, sindicalistas o referentes de movimientos sociales, y esta persecución es lo que permite el sostenimiento de la impunidad, porque genera miedo, autocensura, silencio y complicidad, que se traduce en la demora de la Justicia y en el descreimiento en el sistema”, apuntó.

Por esta impunidad, según Achugar, se aceptan “otros tipos de violencia”, como la “acumulación de capital, bienes, tierras y propiedades por medios ilegales”, lo que sirve como puente entre “lucro y capacidad de dominio”. Al mismo tiempo, indicó que el paraguas del Cóndor “se utilizó para impulsar cambios profundos en la legislación nacional” y expandió “la frontera del modelo extractivista y exportador”, que se instaló como “la única opción posible” y “deslegitima a quienes cuestionan los costos sociales y ecológicos del modelo de intensificación productiva”. “El mapa del Cóndor hoy se ve en un desierto verde, corazón del agronegocio mundial, en el que los nuevos subversivos son los defensores ambientalistas”, acotó.

Por último, la docente destacó que existen “redes de resistencia, solidaridad y justicia transnacionales que han permitido sobrevivir y conseguir un poco de justicia en un contexto adverso”, como Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, organizaciones de derechos humanos, redes académicas, arqueólogos, periodistas, artistas y la justicia internacional.

Fernando Butazzoni.

Foto: Alessandro Maradei

Terror que perdura

“Tengo la sensación de que vivimos en una sociedad que todavía está en una especie de síndrome de shock postraumático”, evaluó Butazzoni. Eso se puede apreciar, afirmó, “en el miedo que tienen muchos periodistas a tocar determinados temas; no a que los maten, a que los echen”, o “en el de muchos docentes a decir determinadas cosas en el aula y no [tienen miedo] a que los secuestren, sino a que les hagan un sumario”.

Aseguró que “el miedo y el pánico perduran” porque “para lograrlo se estableció un mecanismo de trabajo y calado psicológico en las personas”. En ese sentido, recordó que en la dictadura una autoridad militar de Rocha convocó a una conferencia de prensa para informar sobre la aparición de cuerpos en las costas y dispuso “cinco cadáveres totalmente descompuestos en nichos del cementerio”. “Supuestamente eran de marinos chinos o mafiosos, algo así, pero todo el mundo sabía que esos cadáveres pertenecían a víctimas de la represión”, relató.

“Creo que esas operaciones psicológicas de terror han calado muy profundamente no sólo en quienes las vivieron, sino también en las generaciones sucesivas y en los que ni las vivieron ni las escucharon. Es un miedo esencial a que vuelva el terrorismo de Estado el que está en el aire uruguayo”, afirmó. En sus palabras, ese miedo configura “la principal herencia que debemos cargar y contra la que debemos luchar”. No obstante, aclaró que para “solucionar problemas debemos reconocer que existen”.

Carlos Demasi, Fernando Butazzoni, Azul Cordo y Mariana Achugar.

Foto: Alessandro Maradei

Demasi coincidió con Achugar en que persiste “un temor difuso” porque “nos queda la conciencia de que el Cóndor puede reactivarse en cualquier momento”. En su lectura, ocurre porque con la incorporación del Ejército a la represión durante la dictadura aumentó “su espacio, eficiencia y capacidad de acción”, algo que la sociedad “todavía vive como una realidad porque no se desmanteló ese esquema, dado que quienes deberían ser los encargados no lo han hecho, sino que protegen con su silencio a los más activos en esta realidad”.

Sobre el rol de las Fuerzas Armadas, comentó que, aunque “supuestamente son las que tienen que defender el territorio nacional de un ataque exterior”, cuando adoptan la Doctrina de la Seguridad Nacional como una ideología común, resulta que “el enemigo está adentro y el aliado, afuera”. “Compartimos información clasificada con el Ejército del que supuestamente nos tendríamos que defender y no con la población. Esta inversión de la situación hace que buena parte de los parámetros históricos del funcionamiento de estas instituciones se vea alterada”, dijo. También cuestionó que todavía no sea posible acceder a los archivos pertenecientes a los tribunales de honor.

“El Plan Cóndor es un momento dentro de una cadena represiva muy anterior, que involucra prácticas y maneras de pensar muy arraigadas. ¿Por qué todavía predomina el miedo en esta sociedad? Porque la eficacia del Cóndor fue muy grande y, combinada con la represión interna, nos hizo sentir a todos que estábamos siendo permanentemente vigilados. Cuando uno busca en los archivos, efectivamente estaba siendo vigilado”, cerró.

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