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Richard Hernández, director de la escuela náutica La Flotante, en el balneario Jaureguiberry.

Foto: Natalia Rovira

La Flotante: escuela sustentable de deportes náuticos en el arroyo Solís Grande

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A orillas del curso de agua que separa Canelones y Maldonado, la escuela imparte clases de náutica con una misión clara: acercar a la gente al agua y el agua a la gente.

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Editar

La Flotante es una escuela de deportes náuticos que funciona a orillas del arroyo Solís Grande. El proyecto nació de un grupo multidisciplinario de cinco personas, en su mayoría egresados del Polo Educativo Tecnológico Arrayanes. Comenzaron a fines de 2022 con clases gratuitas a cinco niños con unas pocas embarcaciones, en su mayoría prestadas por vecinos de la zona. Hoy son más de 35 los inscriptos.

Actualmente, La Flotante imparte clases de piragüismo (kayak y canoa), vela y natación en aguas abiertas, tanto para niños como para adultos. Las clases se dictan todo el año, en verano con una frecuencia de dos o tres clases por semana y durante los meses de invierno quedan reducidas a una o dos veces, generalmente los sábados o domingos por la tarde (por las temperaturas). Sin embargo, también coordinan clases por fuera de lo que marca la grilla. Todo esto está siempre supeditado al estado del tiempo, un factor tan impredecible como determinante para las actividades de la escuela.

Con los años, La Flotante ha logrado establecer una “comunidad náutica” que es, según sus fundadores, lo que los motiva y lo que sostiene el proyecto. “En particular el público al que nosotros llegamos son personas que no han tenido contacto con la náutica”, comenta Jimena, una de las fundadoras del proyecto, y explica que en Uruguay quienes practican la disciplina suelen ser quienes tienen vinculación con algún club desde la infancia. Sofía, una de sus compañeras, agrega que “cuando la gente escucha náutica ya asume que los costos son grandes”. La idea de La Flotante es que sea accesible, por eso la escuela no cobra matrícula y busca fijar precios “más acordes a la clase media”, a los que la gente pueda “no sólo acceder, sino también sostener en el tiempo”.

Escuela Nautica La Flotante en el balneario Jaureguiberri.

Foto: Natalia Rovira

Cuidar y preservar

La Flotante tiene una fuerte impronta de educación ambiental. De hecho algunos de sus instructores son también estudiantes de la Tecnicatura de Estudio Ambiental. Richard, otro de los fundadores, destaca que en las clases hay una gran militancia ambiental, cultural y educativa. En ese sentido, organizan y apoyan diferentes charlas referidas al cuidado y preservación del ecosistema. También llevan a cabo jornadas de recolección de residuos, sobre todo en las bajadas que utilizan para acceder al arroyo, predios pertenecientes a privados pero muy descuidados.

Movidos por la necesidad de hacer más rentable el proyecto, incursionaron también en distintas propuestas ecoturísticas entre las que destacan el astroturismo, las travesías de luna llena y las travesías por el río con interpretación ambiental, donde se señala y explica cómo los distintos seres vivos interactúan entre sí y con el entorno y qué rol cumplen en la conformación del ecosistema.

Tirar del carro

Uno de los grandes problemas que enfrenta la escuela es la falta de un acceso público en condiciones al arroyo, algo que vienen pidiendo a ambos municipios (La Floresta, Canelones, y Solís Grande, Maldonado) desde el comienzo, aunque sin ningún resultado tangible. Asimismo, la escuela no tiene una sede fija, sino que gran parte de su presupuesto es destinado a alquilar dos galpones, uno en cada orilla del arroyo, para guardar las embarcaciones.

“En la náutica se encuentran a menos de 50 metros del agua”, explica Richard para graficar lo lejos que está del ideal las tres cuadras que separan los galpones que arriendan del arroyo. Esto supone cargar y descargar de los carros y trasladar las embarcaciones en vehículos hasta la bajada, una tarea que implica un desgaste adicional.

Aunque ambos municipios han mostrado interés en el proyecto, Richard cuenta que desde el gobierno no han recibido más que “promesas y reuniones”. Si bien han manifestado su interés en la escuela y han destacado el valor que tiene para la zona, tanto desde lo ambiental como desde lo turístico y todo lo que se genera alrededor, Jimena comenta que están “bastante solos” y que su “motor es la comunidad”.

Mantenerse a flote

En la búsqueda de poder brindar un servicio de mejor calidad y a un precio accesible, la escuela participa en fondos concursables, tanto locales como nacionales e internacionales, que les han permitido tener ingresos fijos y salir un poco de la inestabilidad que les suponen los ingresos oscilantes e inciertos que provienen de las clases.

El problema reside en que, aunque los ingresos fluctúan dependiendo de factores en su mayoría externos (lo climático principalmente), los gastos son fijos y abundantes; estos incluyen el mantenimiento del equipo, los seguros y gastos institucionales y, fundamentalmente, los dos alquileres que pagan para resguardar su flota.

Referido a esto, La Flotante ha pedido a los municipios que le cedan dos terrenos específicos, que además de brindarle un acceso en condiciones al río reducirían enormemente los costos de la escuela. Esta solicitud lleva años “de oficina en oficina” sin obtener ninguna respuesta concreta.

Ser escuela

El compromiso educativo de La Flotante los ha llevado a vincularse con varias instituciones de la zona. Gracias a un fondo concursable que ganaron el año pasado, dieron charlas en tres instituciones educativas. Richard plantea que lo que ellos pretenden es “acercar la náutica y la conservación ambiental a las escuelas y liceos de la zona”, proceso que planean continuar en 2025.

Desde su egreso, han mantenido un vínculo estrecho con la UTU de Arrayanes, desde donde reciben visitas frecuentes tanto de la Tecnicatura en Educación Ambiental como de la de Deportes Náuticos. A partir de este año la escuela tendrá la posibilidad de otorgar pasantías, tanto pagas como honorarias, a estudiantes de ambas carreras. Además, forman parte desde el año pasado de un proyecto de extensión universitaria de la Universidad de la República.

Escuela Nautica La Flotante en el balneario Jaureguiberri.

Foto: Natalia Rovira

Subir a bordo

Las distintas experiencias que ofrece La Flotante buscan adaptarse a todos los gustos y ritmos. Desde jornadas ecoturísticas a una clase aislada o un curso más sostenido en el tiempo. Los precios de las clases oscilan entre los 600 y los 1.000 pesos, aunque también brindan actividades gratuitas y participan y promueven proyectos conjuntos con otros colectivos e instituciones de la zona.

En sus redes sociales (Instagram y Facebook), La Flotante mantiene una comunicación permanente, invita a distintas actividades y deja registro del proceso de una escuela que sabe cómo sacarles provecho a los vientos de cola y cómo remar cuando la marea no acompaña.

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