Uruguay se posicionó en el puesto 48 del Índice de Desarrollo Humano (IDH), dentro de la categoría de países con desarrollo “muy alto”, mientras que, a nivel global, se asiste a una “desaceleración sin precedentes” del IDH, que se ha ralentizado hasta el nivel más bajo en 35 años, según el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
El IDH es un indicador compuesto que evalúa tres dimensiones básicas del desarrollo humano: una vida larga y saludable, poseer conocimientos y tener un nivel de vida decente. Con un valor de 0,862, Uruguay es el tercer país de América Latina mejor posicionado, superado por Chile y Argentina.
En comparación con el informe anterior, correspondiente a 2022, el país experimentó un incremento de 0,010 puntos en su IDH. Entre 1990 y 2023 Uruguay pasó de un valor de 0,713 a 0,862, lo que representa un crecimiento del 20,9%. Durante este mismo período, la esperanza de vida aumentó cinco años, de 73 a 78, los años esperados de escolarización pasaron de 13 a 17 y el producto interno bruto (PIB) per cápita creció aproximadamente 110,1%.
Otro componente que presenta el informe del PNUD es el valor del IDH ajustado a la desigualdad en la distribución de las dimensiones, es decir, “la pérdida en el desarrollo humano”. En el caso de Uruguay, fue del 13,34%, 0,010 más que en 2022, lo que reduce el valor total del IDH a 0,747 en 2023.
En términos del Índice de Desarrollo de Género (IDG), que mide la brecha de género de las tres dimensiones evaluadas por el IDH, el valor para Uruguay fue de 1,017, dado por una proporción femenina de 0,863 en contraste con 0,848 para los hombres. Sin embargo, se observa una disminución del 0,003 con respecto a 2022. En Uruguay la esperanza de vida de las mujeres es siete años mayor que la de los hombres, la escolarización esperada es de casi tres años más, pero el aporte económico de las mujeres al PIB es 13% menor.
Por otro lado, Uruguay se mantuvo invariable en cuanto al valor del índice de desigualdad de género, que mide la brecha según tres dimensiones: salud reproductiva (tasa de mortalidad materna), empoderamiento (representación en el Parlamento y nivel de educación secundaria de cada género) y mercado laboral (tasas de participación en la fuerza laboral). Uruguay se posicionó en el lugar 56 de 172 países en 2023, con un valor de 0,218. En la actualidad la brecha de género en el Parlamento es del 46% y la participación de las mujeres en el mercado laboral es casi un 17% menor que la de los hombres; sin embargo, el porcentaje de mujeres de 25 años o más con al menos algún grado de educación secundaria es un 4% superior al de los hombres.
“Las brechas entre los países de IDH bajo y muy alto continúan ampliándose”
A nivel global, el IDH de 2025, enfocado en el potencial de la inteligencia artificial (IA) y titulado Una cuestión de elección: personas y posibilidades en la era de la IA, reveló que “el desarrollo humano está perdiendo impulso y es precariamente frágil”, sostiene la organización. Según el PNUD, aunque el informe del año pasado vio signos de recuperación de la crisis por la pandemia de covid-19 en 2020 y 2021, la edición de 2025 “ha anulado ese optimismo”. “El escaso aumento del IDH global proyectado para 2024 en el informe de este año marca el aumento más pequeño desde que se introdujo el índice por primera vez”, afirma el informe.
En el caso de los países con puntuaciones más bajas del IDH, “la situación es especialmente grave”, ya que continuarán rezagados y, por cuarto año consecutivo, “las brechas entre los países de IDH bajo y muy alto continúan ampliándose, revirtiendo una tendencia de más de dos décadas de reducción constante de las desigualdades entre las naciones ricas y pobres”.
“La gente sigue teniendo la esperanza de que la IA pueda mejorar sus vidas”
El informe incluye los resultados de una encuesta global que reveló que en todos los ámbitos cubiertos por el IDH existe un uso importante de IA, alrededor del 20% de los encuestados, y se prevé un aumento rápido. Sólo el 18% no sabe nada de la tecnología, y el 36% nunca ha usado una herramienta de IA. Aproximadamente, “dos tercios de las personas encuestadas en los países con un IDH bajo, medio y alto esperan utilizar la IA en la educación, la salud y el trabajo durante el próximo año”.
Además, “a pesar de la desaceleración del progreso en el desarrollo humano, la gente sigue teniendo la esperanza de que la IA pueda mejorar sus vidas” y beneficiar a la humanidad. Según la encuesta, aunque cinco de cada diez encuestados esperan que su trabajo actual cambie o sea reemplazado significativamente por la IA, un número mayor, de seis de cada diez, creen que la IA tendrá un impacto positivo en su empleo.
El informe da cuenta de un retroceso de las vías de desarrollo que, a partir de la “expansión de las manufacturas y las exportaciones a los mercados internacionales”, crearon empleos a escala y redujeron la pobreza. En este marco se introduce la IA, “un nuevo e impredecible invitado al desarrollo”, califican los autores, que advierten: “Si entendemos la IA simplemente como una extensión sobrealimentada de tecnologías digitales anteriores utilizada para automatizar el trabajo, las personas se verán condenadas a ceder a las máquinas el terreno que les queda, lo que mermará aún más las opciones de desarrollo”.
El llamado del informe es a centrarse en “la capacidad de imaginación de las personas para reconfigurar las economías y las sociedades”, a fin de maximizar el potencial de la IA, y no tanto en lo que es capaz de hacer la tecnología. “Es hora de romper el hechizo de la inevitabilidad tecnológica: ninguna senda de futuro puede basarse en la tecnología de forma aislada, sino en cómo se utiliza —quién, con quién, para quién— y en cómo se rinde cuentas por su uso”, afirma el informe, que presenta tres áreas críticas para la acción: “Construir una economía en la que las personas y la IA colaboren en lugar de competir; integrar la capacidad de actuación humana en todo el ciclo vital de la IA, desde el diseño hasta su aplicación; y modernizar los sistemas educativos y de salud para que respondan a las necesidades del siglo XXI”.
Para los autores, “a medida que la IA pase de ser una tecnología nicho a constituir parte fundamental de las vidas de la ciudadanía en múltiples ámbitos” –lo cual depende de decisiones–, ofrecerá posibilidades “enormes” para todo el mundo, incluidos los países con IDH más bajos. “La IA puede hacer de puente: hacia otras tecnologías avanzadas capaces de facilitar una modernización de la industria; hacia una mayor diversificación e integración a lo largo de las cadenas de valor globales; hacia mejores mercados para los trabajadores independientes, como los transportistas; y hacia nuevos conocimientos, habilidades e ideas que pueden favorecer a todos, desde agricultores hasta pequeños empresarios”.
Por otro lado, respecto de la capacidad de la IA para alterar el trabajo humano, el informe destaca la importancia de “sistemas de protección social sólidos junto con mecanismos para el fomento de habilidades adaptativas alineadas con las nuevas necesidades emergentes” para mejorar la empleabilidad de los trabajadores. Se rescata que los sistemas de IA “dependen considerablemente de la mano de obra humana” a lo largo de toda su cadena, por lo que, en su expansión a todos los ámbitos de la economía, “el diálogo entre los interlocutores sociales y la negociación colectiva constituyen instrumentos clave para la creación de nuevas oportunidades laborales dignas y significativas”.