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Portada del matutino La Mañana.

30 años de la primera Marcha del Filtro; un mismo reclamo

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En agosto de 1995, a pocos meses de la asunción del segundo gobierno de Julio María Sanguinetti, el inminente primer aniversario de la masacre del Filtro enturbió la atmósfera, con la decidida participación de muchos actores políticos y buena parte de la prensa.

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Las heridas abiertas por la brutal represión del 24 de agosto de 1994 en el hospital Filtro estaban muy frescas aún, cuando una todavía casi desconocida Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) anunció la convocatoria a una movilización desde el Obelisco hasta el hospital Filtro reclamando justicia por los asesinatos de Fernando Morroni y Roberto Facal.

Esta especie de coordinadora abierta surgida meses después de los sucesos del Filtro estaba conformada por jóvenes y militantes políticos y sociales de diversa procedencia, además de Norma Morroni, la mamá de Fernando.

El semanario Búsqueda del 17 de agosto de ese año informa que la APDH, “a quienes se vincula con la extrema izquierda, llamó a marchar con antorchas”, lo cual “despertó preocupación en el gobierno, los partidos políticos y las organizaciones sociales que, casi unánimemente, resolvieron no participar ante el temor de que degenere en nuevos hechos de violencia”.

La Mesa Política del Frente Amplio (FA) resolvió no adherir y concurrir, en cambio, al Cementerio del Norte “en horas de la mañana para depositar una flor en la tumba de Morroni”. Al tiempo que “tras una reñida votación”, según el diario La República, la Mesa Representativa del PIT-CNT resolvía no convocar a la marcha, el Servicio Paz y Justicia (Serpaj) anunciaba que recordaría “los hechos del Filtro a través de charlas” y la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (tras proponer infructuosamente cambiar la hora, el lugar y las características de la movilización) también resolvió no convocar.

Ese mismo diario informó el martes 22 sobre pintadas en la ciudad firmadas por la pachequista Unión Colorada y Batllista que decían “No a la marcha” y “Mujica terrorista a la cárcel”, y anunciaba que el Movimiento de Participación Popular (MPP), UNIR y el Movimiento 20 de Mayo habían resuelto desacatar la resolución del FA y convocar.

Aquello provocó la reacción del entonces presidente de la coalición, Liber Seregni, quien dijo en Radio Nacional que el FA “decidió no participar de la marcha, lo que es obligatorio para todos sus integrantes, tanto organizaciones como militantes”, y que “ningún sector ni militante del FA puede convocar”, y advertía que “si se producen violaciones a la disciplina interna, serán sus órganos competentes los que tendrán que tomar posición al respecto”. El dirigente del MPP Gustavo Vázquez le salió al cruce en ese momento: “Decidir quién participa o no en cualquier movilización no es potestad de Seregni ni de nadie”. Y el Partido Comunista anunció que si bien acataría la resolución y no convocaría a marchar, sus militantes sí concurrirían “como integrantes del pueblo uruguayo”.

A pesar de ello se empezaron a sumar a la convocatoria algunos sindicatos, como el de Funsa, los gráficos, la salud, los funcionarios de UTU, docentes de Secundaria, los municipales, la Coordinadora de Estudiantes de Secundaria y varias cooperativas de vivienda.

“A sangre y fuego marchará ultraizquierda” era el titular de tapa, en grandes letras blancas sobre fondo negro, del diario colorado La Mañana de ese mismo día. “A medida que se acerca la fecha del 24 de agosto la inquietud sobre posibles episodios de violencia a raíz de la convocatoria realizada por grupos radicales toma un cariz preocupante”, decía, y acompañaba esa edición con declaraciones del diputado colorado Daniel García Pintos, quien aseguraba tener “la convicción [de] que grupos extremistas de la izquierda uruguaya pueden venir a buscar más muertos en los próximos días”.

“Es su costumbre ancestral, los organizadores de estas jornadas van a seguir explotando la muerte del joven Morroni y van a seguir utilizando el dolor de sus familiares para sus fines políticos”, aseguraba.

Al otro día, ese mismo diario en su editorial señalaba que “los que han adoptado el terrorismo, la violencia y el atentado como métodos invitan a participar de la marcha del próximo 24”.

Ese mismo 23, en un clima totalmente caldeado, llegó desde Buenos Aires una delegación de Madres de Plaza de Mayo para acompañar la marcha: Mercedes Meroño y Elvira de Triana. Y en conferencia de prensa Norma Morroni anunciaba que descartaba de plano un planteo que le realizara el Serpaj para iniciar una acción legal contra el Estado: “No hay plata en el mundo que me pueda devolver a mi hijo”, manifestó.

En la edición del mismísimo 24, Búsqueda reproduce una declaración de la Coordinadora de Comités de Base del FA del Cerro en respuesta a Seregni, que había dicho que su presencia junto a Tabaré Vázquez en la manifestación del año anterior le hizo perder al FA “el 3% de los votos del interior del país”: “Sería imposible imaginar que cualquier dirigente nos pidiera a los frenteamplistas que rebajáramos nuestras banderas por ganar un 3% más de votos”.

Mientras las coordinadoras C, F y O del FA se sumaban a la convocatoria a marchar, una declaración del herrerismo “a un año de esos sucesos” reiteraba su “apoyo a lo actuado por el ministro [Ángel María] Gianola, el Instituto Policial y nuestra enérgica condena al rebrote de sedición y terrorismo”.

Esa misma mañana dirigentes frenteamplistas, Vázquez entre ellos, colocaron sin mediar palabra rosas rojas y blancas en la tumba de Morroni, en un acto al que no concurrió deliberadamente Norma Morroni, mientras que el PIT-CNT, por su parte, leyó una proclama en algunos lugares de trabajo. Y sobre las 18.00, alrededor del Obelisco se empezó a inundar de gente.

“La adhesión multitudinaria a la marcha se transformó en una de las mayores muestras de desobediencia militante a la dirección del FA”, dirá Búsqueda luego. Aunque si bien La Mañana habló de 3.000 personas en la movilización, El País dijo que fueron 10.000 (muchos de los cuales “portaban carteles agresivos contra la Policía”) y El Observador señaló que “superó las estimaciones más optimistas de los organizadores”.

Más de 20.000 personas, entre ellos muchos con banderas frenteamplistas, desoyeron los pronósticos y marcharon sin que se registrara incidente alguno, si bien por las dudas el ministro del Interior Didier Opertti había apostado carros lanzaaguas y policías antidisturbios en los alrededores del viejo Edificio Libertad. Y, al decir de Búsqueda, los asistentes marcharon “bajo la atenta y discreta mirada de los servicios de Inteligencia policial, que filmaron la caminata”.

En un estrado hecho con tablones, los convocantes dijeron “aquí estamos pese al temor que nos quisieron imponer, pese a las mentiras, pese a los intentos de aislamiento, pese a los que nos dieron la espalda”. Y terminó aquella jornada “no sin que antes los estudiantes de Secundaria prendieran fuego una camioneta policial de madera y papel y un muñeco de un policía a caballo”. Sería, aquella, la primera de las 30 marchas en las que año tras año Norma Morroni levanta su reclamo de justicia.

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