La necesidad del ser humano de hacer las cosas con menor esfuerzo o de manera más rápida llevó a desarrollar los procesos llamados “de automatización”, que implicaron siempre el surgimiento de conflictos, sobre todo en lo que atañe al mundo del trabajo. Recientemente, la innovación tecnológica –y su posibilidad de redoblar la producción de bienes y servicios– puso de nuevo el tema sobre la mesa, generando debates y análisis entre la academia, los trabajadores, el empresariado y el gobierno. El viernes 15, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) lanzó un nuevo insumo para el intercambio: “Automatización y empleo en Uruguay” se llama la segunda publicación de la serie de divulgación que se propone crear una estrategia nacional de desarrollo de cara a 2050.
Muchas voces se han pronunciado por teorías que anuncian el “fin del empleo” y la sustitución total de los robots por los humanos, pero más allá de pertenecer más al plano de la ficción que al de la realidad, hay dos aspectos a tener en cuenta: que el avance tecnológico es ineludible y que “el fenómeno de la automatización está lleno de matices en cuanto a sus efectos sobre el empleo”, se observa en el documento elaborado por la Dirección de Planificación de la OPP.
Aunque en ambos casos se trata de procesos de sustitución de tareas realizadas por humanos por tareas realizadas por máquinas, la mecanización y la automatización son fenómenos diferentes. “La primera sustituye el uso de músculos humanos, nace de la observación del movimiento y del deseo de reproducirlo y de aplicarlo a la fabricación de bienes a partir de una visión racionalista del mundo, mientras que la automatización sustituye principalmente el uso del juicio humano, alude a hacer que determinadas acciones se desarrollen por sí solas y sin la participación directa de un individuo”, se explica en la publicación. Pero esta diferenciación, que se remonta a cientos de años atrás, tiene hoy una arista más: con la introducción de los nuevos avances producto de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), la automatización pasó a abarcar no sólo “los movimientos”, sino también los conocimientos.
Contrario a la opinión de algunos, para la OPP el país no está aislado del efecto de la automatización sobre el mercado laboral. “Se observa claramente desde los últimos años que en el empleo de los uruguayos ha crecido la intensidad de tareas cognitivas –que son más difíciles de automatizar– en detrimento de las tareas manuales, lo que implicaría un proceso de adaptación a la automatización”. El nivel educativo y el sector en el que se desempeñan los trabajadores se encuentran fuertemente relacionados con esta dimensión, que a su vez explica diferencias entre empleados y desempleados. “La automatización y su competencia con el trabajo no son cuestiones sólo del futuro, sino que ya están instaladas en Uruguay”, se afirma, haciendo hincapié en la necesidad de generar consensos para construir, en vez de tener que reparar a posteriori.
Formas de hacer
Para analizar la implicancia de la automatización en el empleo, los autores presentan una clasificación de las tareas que integran el proceso productivo por su carácter rutinario o no rutinario y de acuerdo a si se trata de una tarea manual o cognitiva. De esta forma se obtienen cuatro tipos de tareas, en función de si son manuales o cognitivas y rutinarias o no rutinarias.
Las tareas manuales rutinarias, altamente codificables y reemplazables por la automatización –como por ejemplo las de los ensambladores y fabricantes manuales–, son realizadas normalmente por los trabajadores con nivel de calificación bajo o medio. En tanto, las manuales no rutinarias requieren contar con capacidad de adaptación a la situación, el lenguaje y el reconocimiento visual, y la interacción social –en esta categoría están la conducción, la explotación minera y la construcción– y por lo general las llevan a cabo trabajadores poco calificados, que cuentan con una baja probabilidad de ser computarizados, aunque el documento considera que en el caso del transporte, la logística y el apoyo administrativo el riesgo aumenta.
Por otro lado, las tareas cognitivas rutinarias son las desarrolladas por secretarios, personal de ventas, empleados administrativos y cajeros bancarios, entre otros trabajadores de calificación media, y dado que requieren conjuntos explícitos y repetidos de actividades que pueden ser codificadas por un programa computacional, las máquinas bien podrían ser un factor de sustitución. Por último, las cognitivas no rutinarias –sean analíticas o interpersonales– son tareas que requieren pensamiento abstracto, creatividad, capacidad de resolución de problemas y habilidades de comunicación, llevadas a cabo normalmente por trabajadores profesionales como gerentes, diseñadores, ingenieros y especialistas en tecnología de la información, profesores, investigadores, entre otros, por lo que las computadoras sólo pueden incrementar su productividad.
Si bien no existen empleos “puros” –es decir, cualquier ocupación combina las cuatro categorías–, predominan unas u otras, y bajo esta simplificación se realizan los análisis que se presentan a continuación.
Observación del pasado
Para abordar el fenómeno de la automatización en Uruguay, los analistas decidieron utilizar tres enfoques complementarios. Por un lado, se estudió el pasado reciente, para lo que se observó cómo evolucionaron las tareas que componen las ocupaciones de los uruguayos mediante dos técnicas: la primera analiza la “intensidad de contenido de las tareas”, desarrollada por los economistas Daron Acemoglu y David Autor en 2011; la segunda se lleva a cabo a partir del “enfoque de tareas” relatado por los economistas Ignacio Apella y Gonzalo Zunino.
Siguiendo la propuesta de Acemoglu y Autor, un proceso productivo se puede descomponer en tareas que pueden ser desempeñadas por trabajadores o por maquinaria y equipo en función de factores tecnológicos y económicos. Los economistas entienden que una secuencia de asignación de tareas entre trabajo humano y maquinaria obedece a “algo muy intuitivo”: una tarea que no es rutinaria podría presentar obstáculos inesperados, por lo que sólo los trabajadores podrían llevarla adelante generando nuevo conocimiento para sobrepasarlo, según una explicación de Autor citada en la publicación.
De acuerdo con esta perspectiva, en las últimas décadas los empleos de los uruguayos se han tornado más intensivos en tareas cognitivas –tanto rutinarias como no rutinarias– y menos intensivos en tareas manuales, lo que implicaría “un proceso de adaptación a la automatización”. Al mismo tiempo, se verificó una “polarización” en el mercado laboral en términos de calificaciones e ingresos, mediante la cual aumentó el peso de los trabajadores abocados a tareas cognitivas no rutinarias, pero también el de aquellos que realizan tareas manuales no rutinarias en empleos de menor calidad.
El otro enfoque llevó a la conclusión de que entre 2000 y 2014 los cambios en los empleos uruguayos llevan a que la intensidad de las tareas manuales rutinarias decrezca levemente al final del período, a la vez que la intensidad en las tareas cognitivas crece; las cognitivas no rutinarias analíticas son las que presentan mayor incremento.
También se encontró que los hombres se desempeñan en ocupaciones con mayor intensidad en tareas manuales que las mujeres: “Mientras que los empleos de estas comienzan el período con menor intensidad en tareas cognitivas –y en particular las no rutinarias analíticas–, la participación de estas crece marcadamente –especialmente luego de 2008–, mientras que la de los hombres se mantiene relativamente estable”.
Otro análisis que desagrega los datos por nivel educativo da cuenta de que los resultados son acordes a lo que se esperaba: “El mayor nivel de calificaciones formales está relacionado con mayor intensidad de las tareas cognitivas y menor intensidad de las tareas manuales”.
Volver al futuro
En tercer lugar, se hizo un prospecto del efecto de la automatización en el empleo del futuro en Uruguay mediante el enfoque de “riesgo de automatización”, un indicador que brinda una mirada sobre el potencial de reemplazo de empleo, desarrollado por Carl Frey y Michael Osborne en 2013 y aplicado por primera vez para el caso local en 2016 por el economista Ignacio Munyo.
La principal conclusión es que el riesgo de automatización de los empleos uruguayos es mayor que lo que se encuentra para países desarrollados, de 65% a 57% de acuerdo con un análisis del Banco Mundial sobre estos últimos, más allá de que se nota “una tendencia decreciente” del riesgo del primero en las últimas décadas.
Las actividades que presentan mayor probabilidad de automatización son la explotación agropecuaria, las actividades financieras y la elaboración de alimentos, que representan 16% de los puestos de trabajo entre 2013 y 2015 en el país, con un peso importante en la cadena de valor de gran parte de las exportaciones nacionales. Por el contrario, la exposición es menor en servicios de cuidado, educación y salud, ya que se caracterizan por requerir habilidades de trato interpersonal y pensamiento creativo.
El análisis desagregado por género arroja que los empleos desempeñados por mujeres tienen en general más intensidad en tareas cognitivas y, por ende, un menor riesgo de automatización. Para los puestos de trabajo ocupados por estas se estima un riesgo promedio de 60%, mientras que para los hombres asciende a 68%, lo que “no implica necesariamente que los trabajadores masculinos sean más automatizables per se, pero sí que estos se desempeñan en empleos que corren mayor riesgo de automatización”.
En tanto, un análisis por niveles educativos confirma lo concluido en el análisis sobre el pasado: existe un menor riesgo de automatización en empleos que requieren más certificaciones de estudios, ya que, por lo general, implican mayor intensidad de tareas cognitivas no rutinarias, que son complementarias con la introducción de tecnología. Al respecto, la OPP observó que, si bien la finalización de la enseñanza secundaria supone una ventaja sobre niveles de avance previos, el salto más grande se da cuando el trabajador cuenta con algún grado de educación terciario. “Esto subraya la importancia de mejorar el nivel educativo de la población, especialmente ampliando fuertemente el acceso a la educación superior, para aprovechar las oportunidades que brinda el avance tecnológico y que este no suponga necesariamente una destrucción de empleo neta”, sostiene el estudio.
En balanza
Frente a estas conclusiones, la OPP pone en la balanza que, más allá de la pérdida de algunas ocupaciones, el cambio tecnológico también impulsa la creación de otras nuevas y, por otro lado, se trata del “principal motor del crecimiento económico”, lo que “permite mayores ingresos a la gente que incrementa y diversifica su consumo, dando así un nuevo impulso a industrias tradicionales, como el turismo, el entretenimiento o las comidas fuera del hogar”.
Por otro lado, advierte de los efectos de la automatización en relación con la asimetría de poder entre capital y trabajo, “debilitando las condiciones de organización de los trabajadores y, por tanto, sus posibilidades de presión”, y generando también “efectos profundos a la interna del empresariado, con sectores altamente amenazados y otros con gran potencial de expandirse”.
Aun así, desde la Dirección de Planificación se entiende que a largo plazo es “conveniente favorecer la incorporación de tecnología a la producción”, debido a los “indudables efectos económicos asociados, tales como el incremento de productividad y la producción”. Teniendo en cuenta las tendencias demográficas del país, que convergen en que cada vez más uruguayos serán dependientes de los ingresos generados por menos trabajadores activos, el cambio “sólo será sostenible en la medida en que la productividad laboral sea fuertemente creciente”.
Bajo estos supuestos, las pistas principales para una mejor preparación de la sociedad ante estos fenómenos saldrán de “las nuevas industrias y de aquellas en fase de expansión”. Por lo tanto, se afirma que una mirada prospectiva a las industrias estratégicas es “fundamental para diseñar lineamientos de políticas productivas y de capacitación con mirada de futuro”, ya que “históricamente el efecto positivo de creación de empleos en nuevos sectores o sectores en expansión ha más que compensado la pérdida fruto de la automatización y de industrias que desaparecen”.
El hombre elástico
Un equipo de científicos estadounidenses desarrolló un material sintético elástico similar a los músculos humanos que permitirá mejorar el desempeño de los robots. Esta novedad fue informada por Nature Communications, en un artículo divulgado el martes en el que se explica que expertos de la Facultad de Ingeniería de Columbia lograron avanzar en la creación de robots “suaves” cuyas “acciones puedan emular los actos y movimientos de sistemas biológicos naturales”. Este “tejido” tiene una “habilidad expansiva intrínseca”, gran capacidad de estiramiento y resistencia, y es tres veces más fuerte que el tejido muscular humano. El material, que se puede imprimir mediante una impresora 3D, fue elaborado con silicona y etanol distribuido por medio de microburbujas. “Nuestro material es suave y funcional, y puede servir como un músculo suave pero fuerte, y posiblemente revolucionará el modo en que hoy se diseñan las soluciones para la robótica suave”, afirmó Aslan Moriyev, uno de sus creadores.