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Luis Bértola. Foto: Pablo Vignali

La echada de cartas

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Con Luis Bértola, historiador económico, docente de la Udelar.

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Asegura que el desarrollo de la industria de la celulosa en Uruguay tiene su costado exitoso, por su rol en la transformación de las matrices exportadora y energética al reciclar los desechos de la actividad forestal. Por otro lado, cuestiona algunos aspectos de la actividad con la que el gobierno negocia la instalación de una tercera planta de gran porte, que le parecen “más difusos”. Luis Bértola recibió a la diaria en su despacho en la Facultad de Ciencias Sociales para dialogar sobre las principales dudas que le surgen ante el nivel de ocupación, la distribución de utilidades, la reinversión en la economía local y la diversificación del resto del tejido productivo. La clave está en la capacidad negociadora y política del gobierno, pero sostiene que hasta ahora se ha visto “muy poco”.

¿Qué se puede decir de la historia económica de la industria de la celulosa?

Uruguay tiene una experiencia bastante larga de fabricación de papel y forestación para la producción de papel. La Fábrica Nacional de Papel [Fanapel], que dejó de operar el año pasado, se creó a fines del siglo XIX por cuatro grupos económicos muy importantes que perduraron aliados durante más de 100 años. También en Mercedes había otra planta de papel –Papelería Mercedes (Pamer)–, propiedad de otro grupo económico importante. Si bien la fabricación de papel encontró un límite en su expansión, hubo un nuevo empuje con la vuelta de la democracia, con la ley que no sólo promovió la forestación y la plantación de bosques, sino que además incluyó cosas muy buenas, como la protección del bosque nativo y el control sobre el uso de suelos. La ley también previó la industrialización de la madera y no sólo de la celulosa para papel, sino también para la transformación mecánica. Y lo que es interesante es que se aprobó en el gobierno de [Julio María] Sanguinetti, cuando Jorge Sanguinetti y Ricardo Zerbino –ministros de Transporte y de Economía, respectivamente– eran de las familias históricas dueñas de estas fábricas de papel.

¿Qué querés decir?

Que los que promovieron la forestación eran industriales de la madera. No eran de la fase primaria, sino que tenían una fuerte impronta en la fase industrial. Ahora, a partir de esa ley, la forestación [concentrada en el sur] se expandió enormemente y se distribuyó mucho más hacia el norte y el noreste del país. Ahí aparecen dos trayectorias muy diferentes en los sectores de la industrialización: el caso de la celulosa parece ser sumamente exitoso, y, por otro lado, la transformación de la madera mecánica mostró algunos avances importantes pero no tan fuertes como la primera.

Hay quienes discuten que la celulosa sea un commodity. ¿Cuál es tu opinión?

Yo creo que sí lo es. Salvo que me demuestren que hay muchas variedades que se cotizan de manera diferente y que tienen calidades muy variadas. Un commodity no es algo que no tenga tecnología ni valor agregado, sino un producto homogéneo que no tiene mayor valor diferencial.

Partiendo de esa base, entonces, ¿qué podés decir de su ciclo? ¿En qué etapa estamos actualmente?

El principal destino de la celulosa es la producción de papel, y lo que dicen las estadísticas es que su demanda-ingreso viene cayendo: la cantidad de papel que consumimos no va a crecer proporcionalmente al ritmo que lo hace la población. Todas las empresas vinculadas al sector forestal y celulósico están buscando frenéticamente usos y desarrollos alternativos al sector forestal –biorrefinerías y otros subproductos que alimenten las industrias cosméticas, de salud y más–, y es ahí donde tenemos que apostar. Debemos intentar que nuestro complejo forestal se meta en esa transformación y no se quede con la peor parte del pastel: un mercado en extinción y que las partes más dinámicas las aprovechen y desarrollen otros países.

Ahí entra en juego la capacidad negociadora del gobierno. ¿Qué opinión tenés de cómo lo viene haciendo?

Creo que en la primera planta –en ese entonces, Botnia– hubo muy poquito. Antes que nada había un interés de promover su instalación para facilitar la salida de la madera, y en todo caso las energías de gobierno estuvieron puestas en el conflicto binacional. En la segunda planta –Montes del Plata– hubo algún intento de negociar algunas cosas: desde el Ministerio de Industria, Energía y Minería trataron de que si iban a transportar la madera en el Río de la Plata por barcazas, que estas fueran de producción nacional, pero en general fueron cuestiones bastante tímidas. En esta última negociación se intentó poner más énfasis, pero la verdad es que fueron negociaciones bastante cerradas, entonces no tengo información muy clara sobre la letra chica. Hay personas que nos preguntamos si se hizo énfasis en esto, y otros desde adentro, que se fueron del gobierno cuestionando la inversión sobre todo en las vías férreas; [se preguntan] si es algo que va a resultar rentable en comparación con el beneficio que puede dar la inversión.

El secretismo alrededor de estas negociaciones no ayuda a dilucidar...

Es un poco inevitable y necesario, porque el gobierno no puede estar negociando con una empresa en el medio de grandes trifulcas entre la opinión pública uruguaya: que unos piden plata para investigación, otros para irrigar los campos y otros que dicen que las vías hay que hacerlas subterráneas o en un andarivel superior. Obviamente, esto debilita enormemente su capacidad negociadora. De todas maneras, pienso que algunos cálculos básicos de lo que espera el gobierno se podrían haber socializado un poco más.

¿Y sobre el ferrocarril?

Hay toda una disputa sobre si va a servir para algo más que beneficiar a UPM, o si eventualmente hay que pensar en cuáles son las externalidades que podrían tener las vías férreas hacia otro tipo de actividades regionales. Hay quienes dicen que podrían ayudar a desarrollar todo el otro sector forestal –el mecánico–, que enfrenta enormes costos porque la madera dura para aserradero está bastante concentrada en la región noreste, donde hay relativamente malas comunicaciones. Yo no tengo una opinión formada sobre la ecuación económica vinculada a las inversiones que tiene que hacer el gobierno con el ferrocarril. No sé si los fletes acordados con UPM son bajos o altos y no sé bien cuáles son los costos, tampoco cuál va a ser el impacto ambiental de los ferrocarriles en Montevideo y cuánto estamos dispuestos a invertir para que las vías férreas puedan cruzar sin destruir el tejido urbano. Sobre eso podría haber habido documentos, información y análisis de base que estuvieran más abiertos. La estrategia de comunicación del gobierno es otra cosa y está fallando por muchos lados; están haciendo cosas muy de principiante.

Ahora, sobre la generación de empleo, la incidencia del gobierno es bastante acotada. Sin embargo, es algo que preocupa, sobre todo porque el impacto es bajo.

Si seguimos dependiendo para exportar de cinco productos que tienen casi todos una base importante de recursos naturales y que casi todos generan muy poco empleo nos vamos a enfrentar de manera permanente a este problema. Entonces, lo que creo que tenemos que hacer es aprovechar todas las oportunidades que tengamos para diversificar la matriz productiva y generar cada vez más empleos de calidad. Eso no se lo vamos a pedir a UPM, porque ellos lo van a hacer si les conviene. El gobierno debe tener políticas firmes en todas las alternativas de diversificación productiva. No sé cuáles son, pero en esa dirección tenemos que avanzar: explotar el mayor potencial que tiene el complejo celulósico-forestal, y el complejo forestal en su conjunto, porque la celulosa y la madera no son alternativas excluyentes, por el contrario, son complementarios y pueden generar un montón de sinergias.

¿El peso de esta industria en el crecimiento del Producto Interno Bruto nos deja en desventaja?

Las plantas tienen un máximo de producción al que llegan muy rápido y después no lo pueden sobrepasar; entonces, en términos de crecimiento, generan un escalón pero no cambian la tendencia. Hay que apostar a todas las posibilidades dinámicas que puedan servir de esta inversión.

¿Como cuáles?

Uruguay tiene algunas plantas de transformación de eucaliptos más duros con tiempos de crecimiento más prolongados que son de vanguardia a nivel mundial –como Urufor–, pero son muy pocas y llegan hasta etapas de transformación muy primitivas: hacemos tablones de madera y no vamos mucho más allá de eso. Por otro lado, tenemos una enorme producción forestal de madera dura para transformación mecánica que está siendo exportada como rolos a China porque no tenemos una industria que haya avanzado fuertemente en esa dirección. Todo ese complejo tiene un enorme potencial de diversificación productiva. Y de generación de empleo. Ha habido altibajos y muchos se han ido.

¿Cuáles son las principales dificultades que ha tenido este subsector de transformación mecánica para su desarrollo?

Encontrar liderazgos y ámbitos de cooperación. En el sector forestal los actores que están fuertemente concentrados son las empresas multinacionales, propietarias a su vez de buena parte de las plantaciones. En cambio, en el sector mecánico parece haber habido muy pocas capacidad de diálogo entre los distintos actores, que a su vez están mucho más pulverizados. Los intentos que hizo el gobierno –como crear los consejos consultivos tripartitos– no dieron mayores frutos. No lograron que los actores se sentaran a pensar en una estrategia de largo plazo, sino que se transformó en una especie de mesa de negocios y de planteamiento de demandas puntuales al gobierno.

¿Por qué pensás que no funcionó?

Dependía mucho del liderazgo y la perseverancia de un funcionario público, y el resto de los actores no lograron conjugar intereses. La pregunta es de quién es la responsabilidad: si de la estructura de mercado, de las coyunturas internacionales –la crisis en Estados Unidos hizo caer la exportación de maderas enchapadas–, o de nuestra dependencia de empresas multinacionales que en su momento vieron en Uruguay la posibilidad de meterse por el Atlántico y luego cambiaron su estrategia de negocio. Todo eso nos pone frente a la pregunta de cuán importante es el rol del empresariado nacional para establecer alianzas de largo plazo y cuánto podemos confiar en el capital extranjero que depende mucho de la coyuntura. Nadie sabe muy bien.

¿Qué opinás de la instalación de la tercera planta de gran porte?

Yo estoy a favor. Nunca estuve en contra de aprovechar las oportunidades que nos ofrece nuestra base de recursos naturales. Creo que el pecado mortal es pensar que sólo servimos para eso. Entiendo que la forestación ha demostrado ser compatible con la ganadería y con la preservación del bosque nativo. Tiendo a verlo de manera positiva, pero me doy cuenta de que hay muchas cosas en disputa y me parece que por eso está bueno que nos involucremos y discutamos qué hacer con todo esto, y espero que no estén todas las cartas echadas.

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