La primera Fiesta de la Chacra se hizo en noviembre de 2017. Esta es la octava edición. En el marco de aquella festividad, Yamandú Orsi, por entonces intendente canario, decía que Canelones “es el único departamento que mantiene vivas estas raíces, como, por ejemplo, seguir arando con bueyes, y esto no es una señal de atraso, sino una opción. Este es el productor que ha defendido la soberanía alimentaria históricamente a nivel país, y esta es una fiesta para ellos”. “Está bueno que conozcan las diferentes formas de producir y la forma en que ha vivido su gente. Reafirma una identidad cultural vinculada al concepto de soberanía y es también una forma de celebrarse”, concluía el hoy presidente de la República.
El actual intendente de Canelones, Francisco Legnani, dijo a la diaria que, si bien “no es de las fiestas más antiguas” que tiene el departamento, “inmediatamente se metió en agenda” porque “se realiza en Canelones rural”, y porque “da a mucha gente la oportunidad de degustar de repente algún plato” que en “Montevideo es complicado”. “¿En cuántos lugares se puede comer asado con cuero en Montevideo, por ejemplo, o panes hechos en horno de barro?”, preguntó Legnani. El intendente destacó que todo el departamento “está representado” en la fiesta, y también “gran parte del país”. “Nosotros tenemos más de 100 fiestas en el departamento y las visitan 200.000 personas. Cada una tiene su sello identitario, depende del lugar del departamento que se visite. La de la Chacra no es de las más antiguas, pero es de las más queridas”, sostuvo.
Legnani dijo que Canelones se caracteriza básicamente por la producción familiar, que “es un promedio de 40 hectáreas”, y “donde la granja, que siempre sufre, tiene que estar apoyada por el gobierno departamental”. “El año pasado, con un déficit hídrico de proporciones siderales, estuvo el gobierno de Canelones apoyando con seis millones de litros para producción, 79.000 litros de combustible y 1.525 horas de retro para la confección de tajamares. En aquel momento la maquinaria la arrendamos; después, producto de un fideicomiso, pudimos comprar maquinaria para hacer tajamares, de manera de estar precavidos porque esto vino para quedarse”, concluyó.
Todo comenzó en Bolivia
La Fiesta de la Chacra es una acumulación de ideas y decisiones que fueron enriqueciéndose con cada edición. Pero la primera luz la encendió Federico López, hoy director de Patrimonio de la Intendencia de Canelones (IC). En diálogo con la diaria, contó que durante mucho tiempo recorrió el departamento por su cuenta, “entrevistando gente, sacándole fotos, haciendo investigación”, y un día, en un viaje a Bolivia, empezó “a ver cosas que veía en Canelones”. “No podía entender cómo era, cómo sucedía, que en Bolivia había un rancho de barro, había un paisaje similar, saqué alguna foto, y cuando vine acá se las mostraba a amigos. ‘¿Dónde saqué estas fotos?’. ‘Y será por ahí, por Migues o Montes’, decían. ‘No, esto es Bolivia’. Entonces, empecé a ver similitudes, cosas como, por ejemplo, que chacra es una palabra quechua y choclo y chala también. Y digo, ¿cómo nosotros, que nos creemos tan europeos, tenemos un acervo lingüístico andino, relacionado con el mundo andino, y a su vez relacionado con la ruralidad? Ahí empecé a investigar y un día, en esa recorrida –y por eso te digo que es un poco cómico–, venía con Álvaro, un amigo que trabaja acá también, vi a unas señoras, las hermanas Torres, de pañuelo, en un ranchito cerca de donde yo vivía, y le digo a Álvaro: tenemos que hacer una fiesta donde se pueda ver eso que estamos viendo ahora, y a su vez podamos entrar y comer con ellas, que nos reciban en la chacra a comer la comida casera que comen ellas. Y ya hacemos un concurso de salchichones y comemos salchichones también, ¿no?”.
Esa “broma” fue una suerte de visualización de algo que de a poco se convirtió en realidad. López, amigo de Orsi, cuenta que junto con el entonces secretario general de la IC fueron “a comer milanesas de la casa de la madre”. “Me invitó a comer. A Beba la conozco de toda la vida, y cuando veníamos caminando a la intendencia hablamos de que estaría bueno hacer una fiesta donde se pusiera en valor la comida, las vestimentas, los ranchos, hechos por los propios chacareros. Le pareció buena idea y me puse a escribir un proyecto”, cuenta. La idea fue pasando por distintas oficinas y jerarquías, se fue enriqueciendo con distintas miradas y, finalmente, la iniciativa llegó a los productores, a las mesas de desarrollo rural, a las sociedades de fomento rural [SFR], en definitiva, al territorio. Luego apareció el lugar, “un predio donde había un centro educativo rural, visitado por niños de todo el país que van a aprender sobre la producción, sobre lo rural. Es el único centro de pasantías de estas características del país”. El Centro Educativo Rural se encuentra en el kilómetro 57 de la ruta 7, a pocos kilómetros de San Jacinto. “Elegimos ese lugar porque había una escuela que se dedicaba a la educación rural, hicimos un comodato por el predio con Primaria, y así surgió la primera fiesta”, añade López.
Federico López, durante el lanzamiento de la Fiesta de la Chacra, el 17 de setiembre en San Jacinto.
Foto: Alessandro Maradei
Un museo vivo a cielo abierto
Cada SFR u organización que participa en la fiesta cuenta con un lugar en el predio donde hace su propuesta histórica y gastronómica, con venta de productos, muestra de herramientas y utensilios, y a veces con ranchos o estructuras edilicias de época. Para la primera fiesta hubo “cinco organizaciones que hicieron los ranchos” y fueron “alrededor de 5.000 personas” que participaron, “no podíamos creer esa repercusión”. Ahora vienen “50.000 personas”, es “un resultado increíble”, dice López.
“Pero la Fiesta de la Chacra no es solamente un proyecto de fiesta. Nosotros les pedimos a las organizaciones que en cada parcela que les brindamos ellos mostraran, con las mismas técnicas, cómo se construían antes las casas, de dónde venían sus padres, sus madres, sus abuelas, sus novios. También les pedimos que habitaran ese lugar el día de la fiesta en una representación de la cultura de sus zonas, y que a su vez llevaran elementos históricos para empezar a construir un museo a cielo abierto, donde el rancho se dejaba. Entonces, cada SFR, cooperativa u organización tiene un rinconcito donde expresa la cultura rural de la zona de la que viene, donde comparte las comidas que sabe hacer. La historia de un vecino o vecina es la forma de vestirse, de producir, de cocinar. Hemos llegado a tener recetas de más de 100 años que hasta ahora se hacen”, añade.
López comenta que durante el año el centro de estudios es visitado por escolares y que lo edilicio, así como el conjunto de herramientas, máquinas y utensilios acopiados para las fiestas, queda ahí y “se utiliza ese espacio como una gran aula y se les va contando a los niños y a las niñas qué es ese arado, para qué servía, cómo se utiliza esa máquina de moler maíz, cómo eran las construcciones; entran a un rancho de terrón, quinchado, ven el ‘clima’ que hay ahí adentro. Se explica el origen o las raíces de donde venimos”.
Otra de las características de la fiesta es el uso de vestimentas típicas por parte de los integrantes de las organizaciones; en particular, se destaca que las mujeres usan pañuelos en la cabeza. Pañuelos de varios colores, pero muchos blancos, con el detalle de que no todos están atados de la misma forma. ¿Por qué? “La simbología del color [de los pañuelos] tiene mucho que ver con la ruralidad por varias razones. Las culturas que tenemos en la ruralidad de Canelones, culturas chacareras, vienen todas de Europa: tenemos canarios, franceses, rusos, croatas, italianos, españoles, y hemos ido investigando que muchas veces la forma de utilizar el pañuelo te da una pauta del lugar de donde vino la familia de esa persona. Las italianas se ataban el pañuelo atrás, en la nuca; las canarias se lo envolvían de una manera que queda todo tapado, incluso a veces usaban gorro o ponían un cartón dentro del pañuelo. Por otro lado, por los colores podés saber su orientación política: las mujeres blancas jamás se pondrían un pañuelo rojo ni las mujeres coloradas uno celeste. El pañuelo blanco es más neutro, el negro indicaba luto. También eso tiene que ver con cómo pintaban los ranchos”, explica el director de Patrimonio de la IC.
Lanzamiento de la Fiesta de la Chacra, el 17 de setiembre en San Jacinto.
Foto: Alessandro Maradei
López aclara que este tema de los colores partidarios “está relacionado con la época de las guerras civiles, viene de esos enfrentamientos tan duros y tan penosos”: “Los hombres usaban pañuelo al cuello: el blanco usaba un pañuelo blanco y el colorado un pañuelo colorado”. Comenta que también han encontrado ejemplos de “neutralidad”: “Los almacenes incluso no se pintaban, se dejaban de terrón o de barro, pero no se pintaban, porque eran neutrales”.
La higuera, árbol de mitos
Estas señas de identidad, que tienen que ver con la historia de las comunidades que llegaron para poblar las zonas aledañas a la capital del país y para fundirse con la tierra mediante el trabajo, son rescatadas por la IC y han enriquecido el acervo cultural e histórico a través de publicaciones y, por supuesto, en cada edición de la Fiesta de la Chacra.
Hablando de tradiciones, más allá de la vestimenta, de las formas de hablar, hay también una tradición relacionada con la producción. En Canelones y en la zona metropolitana se reproduce lo que pasa en todo el país y, salvo arroz, se produce de todo, en cantidades más pequeñas y con productores que tienen predios más pequeños, pero la diversidad productiva está presente. Es esa diversidad la que da sostén a la unidad productiva denominada chacra.
“Si vas para atrás, los productores rurales siguen produciendo de la misma manera que sus padres y sus abuelos. Y hay rubros productivos que se pueden atribuir más a unas migraciones que a otras; por ejemplo, la vid está mucho más relacionada con el italiano; al italiano, en muchos casos, uno puede verlo de traje y botas de goma atando las viñas. Si ves a alguien atando la viña que está de saco de vestir, de pantalón de vestir, de camisa, con botas de goma, hay 90% de probabilidad de que es italiano o sus abuelos fueron italianos. Hubo muchas plantas [de vid] que se trajeron en aquel momento y todavía están. Nosotros estamos haciendo una recolección de esas plantas para guardar la genética. Por ejemplo, hay un compañero que está haciendo un trabajo sobre las higueras; ya se detectaron más de 25 variedades distintas y estamos tratando de ver de qué país vinieron, si todavía hay esa transmisión rural. Sabemos que algunas vinieron de las islas Canarias, otras de Italia, otras de España, pero estamos en ese trabajo, que se está por publicar. La higuera es un árbol sobre el que hay muchos mitos. También los rescatamos. Hay quienes ven brujas arriba de los árboles, hay quienes ven florecer la higuera –y nunca se vio una flor de higuera–, hay quienes dicen que si te quebrás cuando te caés de una higuera, no se te cura más, pero, al mismo tiempo, también se hacían curas con la higuera. Cuando un niño tenía una hernia, se lo llevaba junto a una higuera, se marcaba el piecito en el tronco del árbol, se le sacaba la cáscara en esa marca, y cuando se cerraba en el tronco ese corte, el niño se curaba de la hernia. Y hemos visto el piecito marcado en la higuera. Uno planta la higuera al lado de la casa, otro la planta lejos, porque es un árbol que se le tiene otro tipo de respeto. Uno no puede dormir una siesta bajo una higuera, por ejemplo, porque le duele la cabeza. Todas esas cosas nosotros también las rescatamos. Y hay montes de higueras o filas de higueras que se hacían para la producción de higo, para llevarlo a la feria o para ser envasado. Pero no todo tipo de higo sirve. Algunos se secaban, otros se hacían en almíbar, con otros se hacía dulce de higo”, cuenta López.
Lanzamiento de la Fiesta de la Chacra, el 17 de setiembre en San Jacinto.
No hay chacra sin maíz ni boniato
El director de Patrimonio de la IC explica qué significa el término chacra y por qué no es lo mismo que una granja o que una quinta. “Puede haber maíz sin chacra, pero nunca puede haber una chacra sin maíz. La agroindustria vino a plantar el maíz a gran escala. Una persona puede producir montones de maíz en hectáreas y hectáreas, y eso no es una chacra. Puede hacer, sin vivir ni siquiera en el campo. Ahora, si vos sos chacarero, para vivir en el campo tenés que tener maíz. Si no, no podés tener chacra. ¿Por qué? Porque el maíz es una centralidad: la semilla se usa para la gallina, la chala se usa para la vaca, para el chancho. Criás la gallina, el chancho, la vaca. De la vaca sacás leche, queso; del carnero, carne; del chancho, carne. De la carne sacás embutidos: el salchichón, el chorizo de cerdo, el queso de cerdo, el chorizo, el chorizo seco. Todo eso te permite vivir todo el año, con los derivados de todos estos animales que no existirían si no tuvieras el maíz plantado. El maíz permite ese circuito productivo económico que hace que subsistas y sobrevivas en la ruralidad sin tener que ir a un supermercado –que antes no había– o a un almacén, o a los pueblos. También plantás algo más para vender, un excedente que te sirve para tener algo más; puede ser cebolla o papa. El boniato es otro de los productos centrales en la ruralidad, yo le llamo el refugio alimenticio. Si vos no tenés nada, sobrevivís comiendo boniato, porque se lo hace a las brasas, se lo hierve, se lo come con leche, se come la hoja, se hacen ravioles, con los tallos de la planta se hacen tallarines. El boniato te sirve para hacer alcohol, para curarte, lo hacés dulce. El boniato es otra de las centralidades de la chacra y ha salvado a muchos chacareros del hambre. En los peores momentos económicos, el boniato siempre ha estado presente como alimento”, agrega.
El orgullo de ser de tierra adentro
Las sucesivas ediciones de la fiesta han ido construyendo un sentimiento de orgullo de pertenecer a la ruralidad y de conservar ciertas tradiciones, costumbres y hábitos que en algunos momentos causaban “hasta vergüenza”.
Los de la ciudad “se burlaban”, eso “pasaba siempre, lo teníamos como normal”, “íbamos en bicicleta a la ciudad y escondíamos la bicicleta porque mirá si íbamos a ir en bicicleta al liceo. Era una vergüenza, como hablar fuerte o hablar ‘mal’, entre comillas, para los que hablan distinto”. En cambio, “hoy por hoy, la gente siente orgullo de haber nacido en la ruralidad, lo expresa, lo muestra en la fiesta. Muchas mujeres me decían que habían dejado de usar el pañuelo para ir al pueblo, y ahora van de pañuelo y se sienten bien”. “Entre todos se ha recuperado la autoestima de lo que somos y de dónde venimos, y se pudo poner en un lugar a una parte de la sociedad que hay que tenerla en cuenta y hay que celebrarla. Es muy difícil imaginar la chacra sin un afincamiento. La chacra necesariamente es vivir en la ruralidad. La chacra es familia. Es una pequeña parcela de tierra, porque si no, ya no sos chacra. Antes tenía 60 hectáreas y era un chacarero chico. Ahora tiene cuatro o cinco hectáreas. Y fundamentalmente la chacra es diversidad productiva. Es un motorcito independiente de la economía hegemónica”.
Lanzamiento de la Fiesta de la Chacra, el 17 de setiembre en San Jacinto.
Foto: Alessandro Maradei
Red de Mujeres Rurales
En la entrada al stand de la IC en la Expo Prado hay un puesto atendido por mujeres con pañuelos blancos que invitan a asistir a la Fiesta de la Chacra con panes caseros, embutidos y quesos que dan para degustar. Ahí está Carmen Bonifacino, integrante de la Red de Mujeres Rurales, de la zona de Totoral del Sauce, que cuenta a la diaria que ellas son una asociación civil y se reúnen, hacen talleres “de pintura, de cocina, de tejido”, y tienen “un rancho” en el predio de la fiesta, donde “venden de todo”, aunque el plato principal es “ravioles con tuco”. “Mi hermana es la que hace los ravioles. Tiene sus recetas, son de vegetales, son riquísimos. Pero también vendemos empanadas, asado, pastelitos, tortafritas, y a veces no damos abasto. Tenemos que estar como cuatro horas continuamente amasando”, comenta.
“La Fiesta de la Chacra es un grito de resistencia de la ruralidad”
“La chacra como sistema productivo venció todas las crisis. De hecho, sigue hasta hoy, venció todas las guerras, venció toda la industrialización de la humanidad, los cambios industriales, las revoluciones industriales. Vino el motor, la gente se iba con los bueyes y con los caballos, tenía el tractorcito, pero tenía el buey también. Estamos en un momento en el que la chacra está perdiendo, porque hay nuevos sistemas productivos, masivos, con otra lógica, y la globalización ha traído estas formas nuevas que avasallan la ruralidad. La mayoría de los jóvenes se van, hay otras aspiraciones, tenemos otras zanahorias adelante hacia las que nos vamos, y esto está quedando abandonado, de alguna manera. No es un discurso de derrota, pero sí una mirada que me parece que no estamos teniendo en cuenta: tenemos una crisis en la ruralidad, en la pérdida de la producción familiar, que es la que más alimento ha generado en todo este tiempo. Eso pasa a nivel mundial, no es solamente en Uruguay, es más complejo todavía. La Fiesta de la Chacra es, de alguna manera, un grito de resistencia de la ruralidad, de la cultura rural”.
Federico López