Síntomas: malestar, desencanto, abulia, bronca. Signos: alta burocratización del ser frenteamplista, demasiado apego a los cargos de gobierno, dependencia de la acción de gobierno. Diagnóstico: falta de aliento político para retomar la iniciativa de los cambios. Terapéutica: hay que descartar la homeopatía de algunos posfrentistas de diverso signo. La parafernalia ultraizquierdista que sólo ve traiciones y conjuras también; sólo alienta la impotencia.

El rezongo y la queja son inevitables. Restituir la política, su acción, el debate, la movilización independiente, es el antídoto.

Las elecciones para elegir autoridades del Frente Amplio (FA), no sólo presidente, pueden ser una buena oportunidad para mover la retaguardia de ideas, sentimientos y motivaciones. El presidente que se elija es muy importante, pero es condición necesaria, mas no suficiente, para retomar la acción política permanente. Un nuevo buen síntoma: todos los candidatos han adoptado una sana autocrítica. Algunos incluso con iniciativas inmediatas, muy positivas.

Parece que en todos los estamentos de dirección y activismo frenteamplista hay un (mal) convencimiento de que todo el programa se aplica exclusivamente desde los aparatos de gobierno. Hay una dinámica de estatización de la política que en este país ya recorrió el Partido Colorado; o sea que ya existe evidencia científica de lo que sucede con este tipo de procesos. Eso para no citar todos los ejemplos de las experiencias socialistas o revolucionarias que han fracasado como consecuencia de esta mimetización.

Hay que reinstalar la política en los centros de mando, superar el síndrome del achiquehacemolde antelarenas, sacudir la modorra, eliminar algunas cuantas mezquindades narcisistas y relanzar la movilización. Recordar que Dilma Rousseff se tentó con un ajuste fiscal y cortó los lazos con el movimiento social. La derecha económica y política no perdona. De vuelta, lo dicho: es la política, estúpido (ver artículo en Cuadernos del Taller, http://ladiaria.com.uy/UK9).

El FA es más que nuestros gobiernos. Es más que los sectores. Es más que las elecciones. La derecha no duerme, está alerta y ha comenzado con su soberbia voraz. Porque lo que se ve en Argentina y Brasil es la voracidad neoliberal instalada y con pretensión de aplicar todo ahora, ya.

Que la derecha en Uruguay no tenga pocos puntos de referencia de acumulación no es la cuestión. Sobre el vacío siempre se construye. Además, ya lo vimos en nuestros vecinos: hay un odio, desprecio y rencor de sectores pitucos por los avances sociales logrados (aunque insuficientes). Algo muy bien desarrollado por Guillermo Lamolle en la columna “Una cuestión de educación”, publicada en la diaria, en la que afirma que habrá que dedicar también, ahora, planes educativos para esos sectores sobre valores y cultura.

Tabaré Vázquez ha desplegado una buena herramienta de vínculo con la ciudadanía: los Consejos de Ministros abiertos. Herramienta simbólica y concreta que habría que incorporar como un santo y seña de la agenda política del FA.

Gobierno de cercanía. FA de cercanía. Una fuerza política de cambios que lidere la indignación encabezando la lucha por las injusticias y por los desafíos aún pendientes. Dejarse estar es regalarles las banderas a otros.

¿Por qué no impulsar asambleas de frenteamplistas por municipio, con parlamentarios y ediles? La comunicación es diálogo, apertura, actitud. Hay que compartir con la ciudadanía inquietudes, críticas, lo que falta. Hay que colocar la agenda de derechos, con una pata en la acción de gobierno, pero con otra afuera. Con cercanía y liderando la indignación. Indignados por las inequidades que persisten y los abusos del poder que todavía tenemos como desafío. Comunicación no es propaganda.

¿Con qué agenda política? No basta con el programa de gobierno. Lo incluye, pero no basta. Hay que responder a una agenda de derechos, valores, cultura e ideologías que hay que promover en la sociedad y junto a otros actores. Condena y movilización contra la violencia doméstica. Basta de feminicidios y de violencia machista. Regulación y control social de la inflación. Acción articulada con el PIT-CNT, organizaciones barriales y de defensa del consumidor. La denuncia de abusos, orientando a los consumidores, educando a la gente en sus derechos. Otra: la batalla por el derecho a la información. Después de todo, somos consumidores sumisos, aburridos, atomizados de la chatarra de los grandes medios. Reconstruir redes y generar canales renovados de comunicación, organizar la resistencia cultural a los adefesios que pretenden obligarnos a consumir. Luchar para que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual democratice los medios, asegure una producción cultural nacional relevante. Se puede.

Hay más: la pobreza, fundamentalmente en niños, el medioambiente y el modelo de desarrollo, la violencia doméstica y los factores socioculturales de la seguridad ciudadana, los desafíos de una verdadera descentralización, el derecho a la convivencia, reforma del Poder Judicial, reforma de la Constitución.

Es tiempo de dar vuelta una página: la fría e inmovilizante costumbre de discutir larguísimos y aburridos informes de la Mesa Política o del Plenario en los comités. Comités sí, comités no; no es una discusión interesante. Hay que promover que todo espacio donde se encuentren y comuniquen los frenteamplistas debe estar al servicio de la acción y el pensamiento crítico. Asambleas barriales, redes formales e informales, web, blogs, encuentros informales, unidades temáticas, comités funcionales.

La acción de los gobiernos no alcanza. Y conduce al inmovilismo, a una actitud poco republicana y nada democrática. Hay que esperar la voz del gobierno. Una fuerza política aspira al gobierno, pero nunca renuncia a sus bases sociales y a la creación de alianzas más amplias y fuertes que desplieguen una agenda más democrática y más radical. Sólo un ejemplo: las finanzas del FA son un problema. ¿En qué porcentaje dependemos de los aportes parlamentarios y de gobierno? La fuerza de un partido la da el aporte creciente de todos sus adherentes, además de que eso es en sí mismo una movilización. Un tema que crece en importancia es reducir drásticamente el peso del dinero en la política, en las campañas electorales y los partidos. Eliminar la publicidad paga en televisión y radio y asegurar espacios gratuitos como establece la ley de medios, eliminar las donaciones, hacer transparentes las finanzas partidarias, con control efectivo del Tribunal de Cuentas de la República, la Dirección General Impositiva y la Corte Electoral.

El FA nació como un gran esfuerzo histórico para un cambio social “que hiciera temblar las raíces” de nuestra estructura injusta. Eso todavía es posible. Hay que salir a la calle, abrir espacios de consulta y participación, agitar banderas y propuestas. Estamos frente a un momento de reencuentro, y no sólo de disputa -válida y necesaria- por un cargo relevante como la presidencia del FA. Sólo se puede presidir una fuerza viva y activa si se logra una movilización efectiva de nuestras ideas y valores. La campaña de los cuatro candidatos ha recorrido un buen trecho. Profundicemos lo que tiene de autocrítica, lo de renovador y de pensamiento crítico. Levantemos los temas e iniciativas que surgen para transformarnos en actores políticos.

Unidad en la diversidad, principio que hay que alimentar. No es una conquista para siempre. Necesita acción política, pensamiento crítico y sostener los consensos que alberguen las diversas posiciones, tendencias, puntos de vista. El FA lo ha hecho posible, y eso lo ha convertido en un ejemplo para la región y el mundo. Pero en las nuevas circunstancias hay que renovarlo, reactualizarlo y garantizarlo. Muchas veces los frenteamplistas sienten que hay demasiada competencia interna, envidia y mezquindades absurdas; son cosas que hacen mucho daño. Algunas expresiones desubicadas parecen indicar que hay algunos tentados en el posfrentismo. Ya fue, ya sabemos qué es eso. La derecha va a aprovechar toda fisura, toda debilidad para accionar. No hay que tener ninguna duda al respecto: unidad en la diversidad.