El 23 de marzo pasado, la asociación civil CERES presentó en el parlamento su informe Situación actual, perspectivas y oportunidades para el desarrollo de la Industria Pesquera Nacional. En el texto se analiza la evolución de la pesca industrial en Uruguay durante este siglo, haciendo énfasis en los últimos años y enfocándose en lo que llaman “potencial desaprovechado de la pesca”.

Sería irresponsable de nuestra parte opinar sobre las valoraciones vertidas por CERES en sentidos económicos, tributarios o sociales. Sin embargo, existen características de la dinámica de las poblaciones naturales y de la actividad pesquera que son sobresimplificadas en el informe y que deben necesariamente ser tenidas en cuenta, ya que, desde nuestro punto de vista inciden en las recomendaciones vertidas en el informe.

El objetivo de esta nota es introducir conceptos básicos de biología pesquera que deben de tenerse en cuenta a la hora de establecer políticas de manejo, con el propósito de mejorar la calidad de la discusión, y hacerlo en un lenguaje claro. Consideramos que enriquecer la discusión sobre las políticas pesqueras del Uruguay es la mejor manera de maximizar los beneficios obtenidos a partir de la explotación de nuestros recursos naturales, promoviendo la sostenibilidad de los mismos (incluyendo en esto la equidad intergeneracional).

Coincidimos con el informe de CERES en que la reforma y modernización del sector pesquero en su conjunto (pescadores, investigadores y gestores) es urgente. Sin embargo, esta reforma debe darse dentro de un marco regulatorio que propenda a la viabilidad de las poblaciones explotadas para las futuras generaciones. La pesca constituye un ejemplo de sistema social-ambiental, lo que implica que no se puede captar la complejidad del sistema sin considerar ambos factores (social y ambiental) combinados; un verdadero desafío interdisciplinar.

En este sentido, elaborar políticas pesqueras basadas sólo en uno de estos aspectos llevará irremediablemente al fracaso. Es probable que esto vaya asociado a dinámicas de colapso del recurso, que son comunes en las pesquerías a nivel mundial y que acarrean graves consecuencias socio-ambientales. Recordemos que el último informe de la FAO, El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2022 indica que más de un tercio de las pesquerías en el mundo se encuentran sobreexplotadas y varias de ellas han colapsado.

El principal punto a considerar es la percepción de las capturas como desempeño económico, sin considerar la biología y la historia de las poblaciones. Las características biológicas de cada especie condicionan la dinámica de sus poblaciones. Una corvina pone millones de huevos al año, un tiburón gatuzo produce doce crías como máximo. Esto afecta la capacidad de recuperación de las diferentes especies frente a la explotación. Además, de las características propias de cada especie, las diferentes poblaciones experimentan fluctuaciones naturales, donde depredadores y presas aumentan o disminuyen su abundancia, en sincronía con factores externos a la propia especie, y que llevan a que las poblaciones describan patrones complejos. Existen diversos factores que afectan los niveles de abundancia de las poblaciones a explotar y que introduciremos brevemente con la intención de que sean incorporadas en futuras discusiones sobre el tema.

Factores ambientales

El ambiente es el principal rector de la dinámica de las poblaciones naturales. Abarca desde la calidad, temperatura y condiciones químicas del agua, las condiciones climáticas y meteorológicas, hasta la disponibilidad de recursos, refugios o la presencia de depredadores.

Los humanos solemos percibir el agua como un medio estable, pero sus condiciones dinámicas hacen que las poblaciones de peces experimenten años “buenos” y “malos”. Esto también tiene grandes efectos en las poblaciones de peces explotadas comercialmente.

La corvina, por ejemplo, utiliza la zona de convergencia entre el agua dulce del Río de la Plata y el agua salada del Océano Atlántico para desovar. Esta zona de desove varía de año a año, dependiendo de la descarga del Río de la Plata. La sequía de los últimos años disminuyó dicha descarga, provocando la entrada de agua salada. Este efecto ambiental modificó la cantidad de área disponible para el desove, lo que podría tener efectos sobre la cantidad de individuos de esta generación que podrán llegar a adultos (o, en este caso, a un tamaño comercializable). A grosso modo, la sequía afecta a la corvina. No sabemos exactamente cómo, porque como indica el informe de CERES, hace falta investigación.

Dinámica poblacional

La dinámica poblacional se refiere a la variación del tamaño de las poblaciones en el tiempo. En lo que respecta a las poblaciones explotadas comercialmente, la dinámica de las poblaciones es estimada en términos de biomasa, es decir en toneladas de peces presentes en el ambiente.

Ayudaría el pensar en las poblaciones de peces como dinero depositado en un banco que genera intereses anuales. La tasa de interés variará año a año y dependerá de las condiciones de años anteriores y del actual (en este caso los factores ambientales). Al pescar estamos haciendo un retiro de esta cuenta. Si estos retiros están por debajo del interés, habremos acrecentado el capital y el interés potencial del próximo año. Si, por el contrario, nos excedemos en el retiro, estaremos comprometiendo la sostenibilidad de la población. Es decir, cuando se piensa en poblaciones de peces no es recomendable pensar en términos estáticos (lo que se pesca hoy). Es indispensable considerar la historia y la trayectoria de la población. Esto es, los retiros e intereses que han venido ocurriendo desde el inicio de la pesquería.

Comparar un año contra otro, sin considerar lo sucedido antes, durante y ahora, es un razonamiento erróneo. Decir que en 2021 se pescó 49% menos que en 2011 y que esto puede ser explicado solamente por la cantidad de barcos operando, es una sobresimplificación peligrosísima.

Esfuerzo pesquero

En el análisis de pesquerías no es recomendable considerar las capturas totales como único indicador de desempeño. Otro indicador indispensable para poder evaluar el estado de una población natural sometida a explotación es la captura relativizada por el esfuerzo de pesca, llamada captura por unidad de esfuerzo (CPUE). Este ha sido considerado históricamente como un indicador de la abundancia de un recurso.

A modo de ejemplo, un pescador acude a un cuerpo de agua y coloca una caña. Al final del día obtiene un pez. Entonces su captura es de un pez y su CPUE es un pez por caña por día. Imaginemos que en ese cuerpo de agua se reduce drásticamente la abundancia de peces. A sabiendas de este hecho, el mismo pescador coloca esta vez diez cañas. Al final del día obtiene sólo un pez. En este caso, su captura seguirá siendo un pez. En cambio, ahora la CPUE será de 0,1 pez por caña por día. Queda claro así, que este indicador resulta fundamental para representar la realidad de la pesca. El presentar la información en términos de captura absoluta, sin considerar el esfuerzo, enmascara variaciones en la abundancia que pueden comprometer el desarrollo de las pesquerías y su sostenibilidad.

A nivel de pesquerías industriales se utilizan distintas medidas de esfuerzo, como por ejemplo, cantidad de barcos operativos, horas de pesca, días de pesca, cantidad de anzuelos utilizados, etc. No hay una única medida de esfuerzo y todas tienen sus virtudes y defectos, pero deben ser incorporadas en el análisis junto con la captura. De otra forma estamos asumiendo relaciones lineales entre captura y esfuerzo que no suelen darse a lo largo del tiempo, porque los sistemas biológicos fluctúan y las abundancias de los recursos cambian.

Capturabilidad

A pesar de que solemos percibirlos como animales poco inteligentes, las poblaciones de peces pueden presentar comportamientos extremadamente complejos. Así, pueden agruparse o dispersarse según las condiciones ambientales, y cambiar su distribución geográfica según la disponibilidad de recursos o cambios en el ambiente. Incluso las poblaciones de peces pueden variar su distribución según los hábitos de pesca.

Basta consultar a cualquier pescador con años de experiencia para que confirme que cada vez se pesca más lejos de la costa o a mayor profundidad, o que las especies que capturan están variando. Este comportamiento afecta la capacidad que tenemos para capturar los peces (capturabilidad) e implica un cambio en el esfuerzo que debemos realizar para capturarlos. Si los peces están más dispersos o más lejos de la costa, un barco necesitará más horas de pesca, más combustible y horas de trabajo para llenar sus bodegas, lo cual genera incrementos en los gastos. Esto, siendo optimista, podría reducir la presión de pesca sobre los peces, porque no sería redituable pescarlos a mayor costo, dándole la oportunidad a las poblaciones para que recuperen su abundancia.

Sin embargo, la tendencia al alza de los precios de los peces ante las mermas en la oferta (abundancia) hace que estas prácticas continúen siendo redituables, sin evaluarse adecuadamente sus consecuencias a futuro. De nuevo, la investigación científica resulta fundamental para un adecuado manejo de los recursos pesqueros (que pertenecen a todos los ciudadanos), a efectos de lograr su sostenibilidad.

Calidad de la información

En el ambiente marino resulta imposible conocer con exactitud el tamaño de una población. Es impracticable el contar los peces uno por uno, por tanto dicho tamaño debe ser estimado. Para poder realizar una estimación con cierta precisión, de nuevo, se debe realizar investigación seria.

La biomasa de una población (toneladas de peces presentes en el ambiente) se estima a partir de parámetros característicos de la especie a evaluar (por ejemplo, su tasa de incremento poblacional, su edad o tamaño de madurez sexual), datos independientes de la pesca (obtenidos a partir de campañas de investigación, como ser la densidad de la población en las diferentes áreas de su distribución, la proporción sexual) y datos dependientes de la pesca (información declarada en partes de pesca como la posición, duración, captura y descarte de los lances de pesca, e información de desembarques totales de la especie).

Debido a que toda esta información está sujeta a una larga cadena de errores agregados, las estimaciones de poblaciones explotadas comercialmente contienen una gran incertidumbre (intervalo de credibilidad). De este modo, cuanto más fidedigna sea la información recolectada respecto a un recurso, más precisa podrá ser su evaluación y, por lo tanto, su recomendación de niveles de captura. Los efectos combinados de declaraciones imprecisas de esfuerzo y captura generan desvíos de la realidad que, dada la complejidad de los modelos poblacionales, resultan contraproducentes para la actividad pesquera.

Otro punto a comentar del informe de CERES es el análisis de las capturas totales permisibles establecidas por la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo. Estas capturas se basan en modelos biológicos y están informando la captura máxima teórica que podría sostener la población evaluada. Esto no debe interpretarse directamente como captura disponible. En muchas ocasiones estos peces no son capturados por múltiples razones (no únicamente por la falta de barcos), incluyendo factores biológicos (tallas pequeñas, dispersión de cardúmenes), económicos (reducciones de precio, contracción de mercados) y sociales (conflictos). Para conocer mejor estos motivos y optimizar las estimaciones de los modelos es necesaria y clave (de nuevo) la investigación científica multidisciplinar.

Cogobernar

Por último, en los sistemas complejos como la pesca, la gobernanza es un factor de creciente importancia en la búsqueda de la sostenibilidad. En la actualidad, a nivel mundial se destaca la importancia de la cogobernanza de los recursos pesqueros, donde se promueve la interacción entre pescadores, gestores e investigadores para establecer pautas de manejo y propender a una toma de decisiones consensuada e informada.

En principio, todos los actores del sistema pesquero tienen como objetivo maximizar las ganancias económicas sin comprometer la pesca del futuro. En este contexto, la colaboración estrecha entre todas las partes permitirá cimentar las bases para lograr un rendimiento máximo sostenible de las poblaciones, con beneficios biológicos, económicos y sociales. Estos esquemas colaborativos de gobernanza debieran ser implementados a nivel nacional.

Esperamos que esta nota resulte constructiva para el diálogo hacia la tan necesaria renovación del sector pesquero uruguayo.

Luis Orlando y Daniel García son doctores en Ciencias Biológicas, especializados en evaluación de recursos pesqueros. Ciencia en primera persona es un espacio abierto para que científicos y científicas reflexionen sobre el mundo y sus particularidades. Los esperamos en [email protected].