Avanzado el siglo XXI, la importancia para el país que tiene el estado sanitario de los animales debiera estar fuera de discusión. Las consecuencias que provocan los cambios negativos son conocidas, incluso por aquellos que viven en la ciudad sin vinculación directa con los ámbitos de producción animal.

La epizootia de fiebre aftosa de 1999 y sus repercusiones económicas, comerciales y sociales seguramente esté presente en la memoria de gran parte de la población uruguaya. Lo pertinente del concepto “Una salud”, que engloba y transversaliza la problemática sanitaria que afecta a humanos, al resto de los animales y al propio medioambiente, quedó confirmado con la pandemia de covid-19. Las epizootias regionales de gripe aviar en mamíferos marinos y la encefalimielitis equina agregan nuevos fundamentos en el presente.

En este contexto, conocer cuánto se gasta en mantener –o mejorar– el estatus sanitario de nuestros animales de producción y de compañía fue uno de los objetivos planteados a un equipo consultor –integrado por Darío Hirigoyen, Diego Campoy, Marcelo Rodríguez Irazoqui y mi persona– por parte de la Comisión Coordinadora de Investigación en Salud Animal (CCISA), constituida en 2013 y en la que participan la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República (Udelar), el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), el Instituto Nacional de la Carne, el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), el Secretariado Uruguayo de la Lana, el Institut Pasteur, la Sociedad de Medicina Veterinaria del Uruguay, la Academia de Veterinaria y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).

La respuesta fue sintetizada en una reciente nota del suplemento de Economía: entre 2011 y 2021 el gasto promedio en salud animal fue estimado en 224 millones de dólares por año. Las cadenas bovinas representaron el 58% del total –distribuido en 42% en la de carne y 16% en la actividad vinculada a la lechería– y el 10% correspondió a las otras especies productivas (ovinos, equinos, cerdos, aves y abejas). Por otra parte, el gasto en salud animal destinado a animales de compañía ascendió al 32% del total.

Al ser la primera vez que se realizaba este estudio, el CCISA consideró también relevante conocer cuánto se ha venido invirtiendo en el área en investigación y desarrollo tecnológico (I+D). A continuación se analizan y discuten los resultados obtenidos.

Como reconoce el informe, hubo limitaciones para relevar la inversión total en I+D desde el año 2000 por dos motivos: las conocidas restricciones para obtener información del sector privado, pero también para discriminar por temática en algunos organismos públicos. No obstante, existiendo producción científica en varias entidades, son pocas las que proveen financiación. La información pública lograda es considerada robusta porque incluye a las principales instituciones involucradas.

Los insumos obtenidos fueron divididos en tres componentes. En primer lugar, los proyectos de investigación con foco en salud animal, sea en términos aplicados o en biociencias de prevención, diagnóstico o tratamiento de enfermedades de animales. En segundo término, se cuantificó el gasto en recursos humanos, tanto en formación de nuevos investigadores como en incentivos y salario base destinados a los ya actuantes. En tercer lugar, los gastos institucionales permanentes que sostienen las plataformas de investigación.

Financiación espasmódica de proyectos

Existen tres grandes fuentes nacionales de financiación de proyectos: los llamados concursables de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Udelar; los aportados por el Fondo de Promoción de Tecnología Agropecuaria (FPTA) asignado por el INIA en forma directa o tras convocatoria concursable; y los provenientes de fondos concursables de la ANII, operativos desde su creación en 2007.

Entre los años 2000 y 2021 fueron financiados 316 proyectos de salud animal, por un monto total de 15.561.000 dólares. Como se observa en la figura adjunta, se constatan dos períodos diferenciados. El primero abarca desde 2000 hasta 2012, con financiación total promedio de 200.000 a 500.000 dólares por año, aportado exclusivamente por la CSIC y el INIA. El segundo, correspondiente a 2013-2021, está asociado fuertemente a la emergencia de la ANII como fuente financiadora, en particular por medio de sus fondos sectoriales. Hubo años en los cuales la financiación alcanzó o superó largamente un millón de dólares.

En síntesis, durante el período estudiado el flujo de financiación a proyectos de salud animal fue espasmódico, con un nivel de base aportado por los programas de la CSIC y los fondos horizontales de la ANII y un aporte intermitente en virtud de las convocatorias de FPTA del INIA y, fundamentalmente, los fondos sectoriales de la ANII.

Nuevos recursos humanos, investigadores e infraestructura de base

En términos de recursos humanos para la investigación se consideraron tres fuentes: las becas de posgrado financiadas; los incentivos económicos a investigadores del área; y el gasto de base correspondiente a salarios de investigadores de la Facultad de Veterinaria y el INIA.

En términos globales, pudo determinarse que entre 2007 y 2021 la ANII financió 375 becas en áreas de salud animal por un monto acumulado de 7.500.000 dólares. Por su parte, entre 2014 y 2022 la Comisión Académica de Posgrado de la Udelar otorgó 118 apoyos a docentes para realizar maestrías y doctorados, lo que corresponde a un total de 2.108.000 dólares.

Respecto del incentivo otorgado por el Sistema Nacional de Investigadores, en los últimos años se invirtieron unos 116.000 dólares por año en apoyo a investigadores de ciencias veterinarias con perfil en salud animal.

Para cuantificar la contribución salarial se tuvo en cuenta a los docentes de la Facultad de Veterinaria y a los investigadores del INIA. Respecto de los primeros, fue necesario establecer un coeficiente ponderado, estimando el porcentaje del tiempo dedicado a la investigación propiamente dicha por parte de aquellos docentes focalizados en el área.

Por su parte, para ponderar los gastos en infraestructura de base de la Facultad de Veterinaria se aplicó también ese coeficiente sobre la ejecución presupuestal prevista en términos de gastos, suministros e inversiones para el período 2018-2022. Respecto del INIA se utilizó la información proporcionada sobre la Plataforma de Salud Animal, que comenzó a funcionar en 2014 en dicha institución.

En la tabla adjunta se sistematizan las inversiones descritas para el quinquenio 2018-2022. Considerando cuatro componentes (proyectos, becas de posgrado, salarios e incentivos, y gastos de funcionamiento) aportados por las cuatro principales instituciones (INIA, CSIC, Facultad de Veterinaria y ANII), la inversión en I+D en salud animal promedió los cinco millones de dólares por año y fue mayor en los primeros años del quinquenio que en los últimos.

Se invirtió algo más de dos millones de dólares anuales en proyectos de investigación y en formación de posgrado, siendo la ANII el organismo que tiene el rol central en la materia. Por su parte, la contribución universitaria se destaca por su relevancia en el sostén salarial del cuerpo docente de la Facultad de Veterinaria implicado en I+D, siendo aproximadamente un millón de dólares por año. El aporte del INIA por medio de la Plataforma de Salud Animal ha sido muy importante desde su creación, si bien últimamente ha descendido.

Se puede decir que en promedio algo más de la mitad del presupuesto anual está destinado a financiar salarios (32,1%) e infraestructura y gastos institucionales (21,8%), mientras que algo menos de la mitad se destina a financiar proyectos (27,5%) y a la formación de nuevos recursos humanos de alto nivel (18,6%).

Foto del artículo 'La baja inversión en investigación en salud animal'

Cabe preguntarse qué peso tiene esta inversión en I+D en salud animal en relación con otros indicadores; por ejemplo, con el PIB de todo el sector agropecuario (agricultura, ganadería y silvicultura) o con el PIB del sector pecuario en particular. Ambas comparaciones muestran una caída en los últimos años: la I+D en salud animal cae desde el 0,16% del PIB agropecuario y del 0,26% del PIB pecuario para 2018 al 0,09% y el 0,14%, respectivamente, para 2021.

También respecto de la globalidad de la inversión pública en ciencia y tecnología. Es conocido que en el llamado “núcleo público científico-tecnológico” (incluye a la Udelar, el INIA, la ANII, el IIBCE, el Laboratorio Tecnológico del Uruguay, el Institut Pasteur, el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas y el Centro Uruguayo de Imagenología Molecular, responsables de más del 90% de la producción científica) se invierten unos 200 millones anuales. Por lo tanto, un 2,5% de ese monto correspondería al área de la salud animal.

Sólo 2,2% del gasto anual en Salud Animal se destina a Investigación

Finalmente, la correlación más adecuada es vincular la inversión en I+D con el gasto en salud animal. Siendo este de unos 224 millones de dólares por año, sólo unos cinco millones son destinados a financiar conocimiento científico y tecnológico relacionado. Es decir, el 2,2%, un porcentaje sin duda muy magro.

En síntesis, el informe muestra un aumento en la inversión en I+D en salud animal durante los primeros dos decenios de este siglo, aunque ha tenido un reciente declive. Como es sabido, además, los flujos financieros espasmódicos resultan inapropiados para consolidar plataformas científico-tecnológicas. Por su parte, no abundan, siquiera a escala regional, estudios similares sobre este u otros sectores del conocimiento. La difusión de estos resultados debería estimularlos. En particular para el área en cuestión, correspondería iniciar una segunda etapa de intercambio interinstitucional sobre agendas prioritarias, institucionalidad y financiación adecuadas.