Entre sus hazañas más frescas está la de repetir una escena casi idéntica y con pocos días de diferencia. El 12 de julio llenó La Trastienda de Montevideo y la multitud bailó como lo haría en un descampado con piso de barro. El 16 del mismo mes, en la entrada del célebre boliche porteño Niceto, Juan Pablo Tort, Knak, todavía de día, recibió a sus seguidores con un: “Gurises, muchas gracias a todos por venir”. Pasó un rato largo sacándose fotos y, más tarde, con el ritmo de “Puentes”, agitó al público de Buenos Aires con la euforia que genera una injusticia compartida y un festejo postergado.

De su Melo natal, con facilidad recuerda la casa de sus padres, la Plaza Constitución y el kiosco de El Mago: “Él nos vio crecer. Cuando mis amigos tenían 15, le empezaron a comprar cigarros, y ahora cuando nos ve, siempre nos dice: ‘¿Qué onda, gurisitos?’”.

El más melodioso de los traperos uruguayos y el más dado a la poesía de inspiración romántica, antes había teloneado al argentino Duki en su concierto del Velódromo Municipal, y después, a fines de octubre, se mezcló entre el rock y los consagrados del cartel del festival Canelones Suena Bien. El martes 19 de diciembre viajó de vuelta a Buenos Aires, invitado a participar como telonero del show de ISY A en el estadio del club de fútbol Huracán y vivió otra oleada humana de las que provoca su música.

El jueves siguiente, en un bar del barrio Cordón, se puso a hacer cuentas y redefinir un plan de vacaciones –con seis amigos, una casa y un auto de alquiler– casi pronto, tentado por una casualidad y una oportunidad. “Te doy la mitad de la plata ahora, y dejame pensar cómo hago con la otra parte”, le dice a Rolo, su mánager, para hacerse con una consola de Playstation que ni siquiera estaba a la venta.

También lo acompaña El Cabeza, una amistad conservada desde el cuarto año del liceo y que lo acompaña a todos lados. “Quedan sueños por cumplir / lo que tengo nada es suerte / ansiedad en mi cabeza / me da vueltas, me hace fuerte”, canta Knak en su tema “Orgániko”.

Entre sorbos de mate comenta que podría irse de vuelta a Buenos Aires, pero sólo un tiempo, para grabar su próximo disco. Antes de su último show del año, conversó con la diaria.

¿Cómo te fue en esta ida a Buenos Aires?

Fue una locura, mucha data. Cada vez nos están abriendo más las puertas la gente que yo admiraba. Eso impacta un poco en la cabeza. Decís: esto era un sueño y ahora lo tengo ahí adelante. Tocar en un estadio con ISY A fue algo que veía muy lejano. Una vez que entrás al estadio de Huracán es impactante, había tocado en el Velódromo, pero esto lo superó.

Este fue un año muy especial para vos.

Cumplí un montón de sueños. Cuando arrancó el año sentía que iban a pasar muchas cosas, pero no me imaginaba ni un cuarto de lo que pasó. Por ejemplo, estaba la idea de hacer una fecha en La Trastienda, pero ni a palos pensé que la íbamos a llenar. Lo conseguimos con un mes de anticipación y lo mismo pasó en Argentina. En un lapso de cinco meses creció todo de golpe y se empezaron a vender tickets como nunca había pasado.

¿Vos vivís esto como algo que pasa rápido?

Yo siento que es un proceso de unos cuantos años. Empecé a hacer música en 2017 y, si tomo como referencia 2022, cambiaron muchas cosas y pasé por muchas etapas. Pasé de hacer shows en sótanos para 60 personas a una sala para 300 hasta llegar a una para 1.000 personas, y en Argentina pasó igual.

¿La movida uruguaya de la música urbana creció de golpe en el último año?

De golpe no. El público empezó a darles más cabida a los artistas uruguayos y eso se vio reflejado a lo largo del año: Zeballos hizo un Teatro de Verano, Davus llenó un Live Era y yo hice una Trastienda. Hasta no hace mucho el público uruguayo no bancaba a nuestros artistas. Quiero decir, no compraba tickets de los shows. Era onda: “Ah, son los pibes, voy a ver si mangueo una entrada”. Ahora siento que la gente razona de otra forma: “Uh, toca Davus, pago”, porque saben que el show que van a ver tiene calidad y se hace con muchas ganas.

Foto: Pablo Vignali.

Foto: Pablo Vignali.

¿Cómo surgió esta fecha gratuita en la Sala del Museo?

Desde agosto tenía la idea de hacer una fecha gratis y le dije a Rolo: “Tenemos que hacer un show para agradecerle a la gente”. En un momento pensamos en hacerlo más improvisadamente, pero después nos dimos cuenta de que podía ser un caos. Cuando lanzamos la noticia en las redes, en cinco minutos había 1.100 personas solicitando su acceso en la página web. Es una locura. Eso es lo que te digo del público uruguayo. La gente está re pendiente con lo que hacemos los artistas de género. Antes, solamente por ser uruguayos, no se nos tomaba tan en serio. Ahora es: “Vamos a apoyar a este pibe y a alentarlo si lo vemos por la calle”.

¿Cómo tomaste la decisión de irte de Melo y venirte a vivir a Montevideo?

Yo me vine a estudiar la carrera de Comunicación, pero la verdad es que no me gustó. Yo ya hacía música como hobby, veía algún peso, no para vivir, me daba para comprarme una campera y no mucho más. Cuando vino la pandemia, volví a Melo a la casa de mis padres y me encerré en mi cuarto a hacer música. Mediante internet conocí a Davus, que me dio una gran mano, nos hicimos muy amigos, grabamos juntos “Ricky”, que hoy en día tiene como 700.000 escuchas, y fue el primer tema que me dio a conocer en Montevideo. Un sábado de agosto vine para acá a hacer el videoclip, volví a Melo el domingo y le dije a mi madre: “Pegué la mejor con estos gurises, siento que tengo que estar allá”. Contacté a una residencia estudiantil y me vine. De una.

¿Siempre fuiste muy decidido?

Con mis dudas, pero siempre vi la música como algo posible. Y confié en lo que tenía en mente para hacer canciones. Sabía que el camino era unir y crecer entre todos y eso fue lo que pasó en 2023. Si ves la escena, todo el mundo hizo colaboraciones con artistas locales. Sacamos un EP con Zeballos y capaz que hacía un año que no nos hablábamos con el Agus, y no nos habíamos peleado, nada que ver, pero estábamos alejados. Si te fijás en cómo funciona la música urbana en otros lugares como Argentina, Brasil y Chile, sus artistas están todos unidos. Y por eso les va bien. A nosotros en ese sentido todavía nos falta mucho para hacer.

Vos que estás por dentro, ¿cómo definirías la magnitud de la actual escena uruguaya de música urbana?

Siento que hay un par de nombres que destacan, pero hay mucha gente involucrada y hay muchas movidas dentro de la movida del trap. Hay gente que no hace música, pero organiza fiestas o trabaja en otras cosas que ayudan a que esto siga creciendo. Al mismo tiempo, hay pibes haciendo diferentes versiones del género, más o menos underground. Te puedo nombrar al Zetta 09, Moodie!, ParisBaby, entre muchísimos otros.

¿Pensás que tu mixtape Orgániko fue clave para tu despegue?

Cuando sacamos “Poka luz” a principios de año, conseguimos un buen ascenso; al tiempo sale el show con Duki, sacamos el remix de “Poka luz” con FMK y Bhavi, y después salió Orgániko. Fueron como varios golpes seguidos y creo que supe sostener lo que vino. Lo que más me gustó es que las cosas se dieron de forma que alimentaron el concepto que yo quería plasmar con mi música. Sin querer la vida me demostró que el camino orgánico era el indicado. Un día estaba en mi casa, Duki anuncia por Twitter que viene a Uruguay y yo le contesto el tuit: “Bo, yo estoy para abrirte”, me contesta: “Dale, amigo, de una”, y terminé abriendo un show para 17.000 personas.

Foto del artículo 'Knak presidente: agita multitudes, pero no pierde la calma'

Foto: Camilo dos Santos

¿Cómo procesás el cambio brusco de estar acá tranquilo, a actuar ante miles de personas?

Con mis amigos de siempre. Cuando les cuento todo lo que me pasa. Cuando le digo al Cabeza: “¡Uh, no sabés con quién estuve grabando!”. Por ahí él me dice: “Pa, qué locura”, y ahí me doy algo de cuenta de lo que me está pasando. A veces, en la vorágine de hacer muchas cosas, perdés cierta perspectiva.

¿Qué sentís cuando actuás en vivo ante miles de personas?

Sinceramente, no siento algo distinto. Es decir, siento abundante, pero no me cambia nada si hay 50 personas o 17.000. Siempre trato de dar lo mejor, sea donde sea. Cuando tocamos en la Expo Cannabis había un puñadito de personas que me conocía y otras que ni idea, y hubo gente que no me conocía que luego me escribió para decirme que le había gustado ese show.

Tenés un discurso muy claro de cómo podría funcionar mejor el negocio de la música en Uruguay. ¿Te interesa la política?

No estoy seguro de si me interesa la política, tampoco me interesa partidizar lo que hago, pero tengo la certeza de que el músico y el artista popular puede tener mucho de político.

Insistís mucho con la potencia de la unión entre los artistas.

Exacto.

Y usás la imagen de “hacer crecer la torta”...

Claro. Siento que hay espacio para todos. Hoy la torta es chica, pero igual se puede dividir. Imaginate, si nos unimos todos, la torta se vuelve más grande.

¿Qué se necesita para lograrlo?

Es un conjunto de cosas que se van dando con el tiempo. Este año se sentaron unas bases muy importantes. Hay que reafirmarlas dos años más, seguir construyendo, y de esa forma va a aparecer más dinero para estabilizar la industria, para masterizar en Estados Unidos, grabar mejor, hacer mejores videos e impulsar a los nuevos pibes. Siempre pongo el ejemplo de Islas Canarias. De ahí, un lugar pequeño, salió Quevedo, una de las figuras más populares del rap actual. Hay que hacer un producto de calidad, bien autóctono y exportarlo.

¿A quién saliste de tu familia?

Siento que lo de la música vino por un abuelo. De mi personalidad no te sabría decir. Y después, los valores son los de toda mi familia. La forma en cómo me muevo y cómo me llevo con la gente para mí es lo más importante. Te diría que me llena más cuando dicen: “El Knak es buena gente” que cuando hablan de la calidad de mis canciones.

Ya hace tres años que estás viviendo en la capital. ¿Qué dirías de los montevideanos?

La posta es que hice muchos amigos y que el montevideano es re buena persona. Lo que sí siento es que algunos, sobre todo los muy montevideanos, parece que viven en una burbuja. Hay quien me ha dicho que en el interior la gente anda a caballo. Mi novia, sin ir más lejos, me pregunta cada cosa que no puedo creer.

¿Y cómo dirías que es el melense?

Es buena gente, con valores. No quiero generalizar, pero siento que en el interior eso está más presente.

¿Cómo es el ritmo de vida allá?

Mucho más lento. Acá desde muy chico ves otras cosas. Allá el crecimiento y cada etapa de la vida parece más larga. Cuando vine para acá con 18 años era un bambi. Si no fuera por el Davus y el Lucas Mateo [otro artista de la escena] que me apadrinaron y me mostraron todo, no sé qué hubiera hecho. Acá hay gente que se te presenta como re bien y terminan siendo terribles chantas.

¿Me contás de tu canción “Puentes”?

Esa canción la escribí a mediados de 2022. Me sentía re contento porque me estaba dando a conocer, pero me molestaba un poco que me dijeran que yo era el futuro. Entonces le dije a Tadu [su productor musical de cabecera]: tenemos que hacer un tema para el vivo y para saltar que hable de eso [“todos bien saben que soy el siguiente / no soy futuro, soy presente / soy el tsunami / el agua / la corriente”], y lo hicimos.