La semipresencialidad en la educación uruguaya colocó al país como ejemplo en la región, al ser de los primeros en el mundo que retomaban las actividades presenciales. A poco más de dos meses del regreso de todos los estudiantes, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) habilitó a los centros educativos a volver a la jornada presencial completa, pero este cambio no movió la aguja. la diaria consultó a consejeros de distintos subsistemas, a los representantes de las instituciones privadas y a las familias de la escuela pública para conocer cómo evalúan este período de la nueva normalidad.

Una de las mayores preocupaciones en todos los subsistemas es la voluntariedad de la asistencia. Desde el Poder Ejecutivo y en diálogo con la ANEP se estableció que mientras estuviera decretada la emergencia sanitaria las clases presenciales no iban a ser obligatorias. Según los datos de asistencia que tienen los consejos no hubo, en promedio, un gran aumento con el pasar de los meses, y eso es un factor de alerta para las autoridades.

Para el director general de UTU, Juan Pereyra, la no obligatoriedad termina siendo una “desventaja” entre los públicos y los privados. “Al no haber obligatoriedad en el sector público vienen menos que en el sector privado, por una razón lógica: los padres obligan a los chicos que vayan si pagan la cuota”, comentó.

En esta línea opinó el consejero de Primaria electo por los docentes, Pablo Caggiani: “Que la asistencia no sea obligatoria termina siendo una dificultad. Vemos que cuando hay episodios de covid-19 en una zona, baja la asistencia y eso es lógico, pero cuando vemos el mediano plazo los niños de sectores más vulnerables están yendo menos que los de sectores más favorecidos”. Según los datos, hasta el viernes 4 las escuelas rurales tenían 67% de asistencia y las urbanas, 65%. Según el consejero, eso se relaciona con la voluntariedad, pero “también con los arreglos de cuidados que complejizan la asistencia”. Por otra parte, “los horarios cortados también complican la dinámica familiar, y esto acrecienta más la brecha ya existente, que se agrandó durante el cierre de las escuelas y ahora se mantiene”, sostuvo.

Por otra parte, las cifras de asistencia en el sector privado se mantienen por arriba de 95% en todos los niveles, según informó a la diaria el presidente de la Asociación de Institutos de Educación Privada, Juan Carlos Noya. Caggiani acotó que en las escuelas del quintil 5, más favorecidas socioeconómicamente, el porcentaje de asistencia es similar, por lo que a su entender “la diferencia de asistencia no está entre públicos y privados, sino entre el contexto de los estudiantes”.

Según comentó Caggiani, el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) está particularmente atento a las consecuencias de la no obligatoriedad. “Por ahora, en primaria la situación no es compleja, pero estamos mirando la desescolarización, sobre todo preocupados porque no se instale la lógica de que está bien no ir a la escuela. Eso va a afectar mucho y lo sabemos”.

Al Consejo de Educación Técnico Profesional también le preocupa la desescolarización. Según aclaró Pereyra, “hay un 50% de la matrícula que no está yendo a clase presencial, y eso se divide en varios grupos”. “Por un lado, están los que siguen realizando tareas en línea aunque no vayan a clase –esos son los menos–; por otro lado, están los que van a clase pero de forma intermitente; por último, otra parte de los estudiantes no se ha comunicado jamás, se han hecho todo los intentos con adscriptos y educadores y no hemos tenido contacto. Se intenta llegar a cada uno de ellos, pero a esta altura no estamos logrando que vuelva el que ya decidió dejar de estudiar, mientras que con los que son intermitentes avanzamos un poco más a través de las plataformas”, detalló.

“Pocos cambios” con la extensión horaria

Tanto los consejeros como los representantes de la educación privada coincidieron en que la habilitación de la jornada completa no generó grandes cambios. En UTU sólo aquellas escuelas técnicas que cuentan con el espacio suficiente pudieron aumentar la carga horaria. De todas formas, el director general destacó que se pudieron abrir las escuelas agrarias con el régimen de internado, lo que implica que los estudiantes duerman y coman en el centro.

En primaria, aclaró Caggiani, esta normativa cambió la dinámica “sólo para las escuelas de tiempo completo y de tiempo extendido del interior”, porque son las únicas que tienen las condiciones edilicias y la baja matrícula necesaria para seguir cumpliendo con el protocolo sanitario. La mayor dificultad la enfrentan las escuelas de tiempo común, que no tienen margen para aumentar la frecuencia de clases, por lo que los estudiantes siguen yendo dos o tres días por semana, divididos en subgrupos. “Las de tiempo completo y las de tiempo extendido de las zonas metropolitanas ya estaban usando todo su horario para dividir el grupo en dos y que los estudiantes puedan ir todos los días”, agregó el consejero.

La misma situación es la de los colegios privados, informó Noya. “El impacto del aumento de horas fue bastante escaso a nivel de los privados, sólo 30% pudo extender el horario de primaria: aquellos que tienen salones muy grandes como que les permiten poner a todo el grupo con un metro y medio de distancia entre ellos, si no es imposible”, comentó.

La solución que han encontrado los privados es igual a la de las escuelas de tiempo extendido o completo del sector público. “Eso implicó que los colegios arreglaran de distintas formas; algunos, que son bilingües, pusieron a la maestra de inglés para la tarde y de mañana a la de español; otros colegios han recurrido a dar horas extras a maestros; otros han contratado nuevos maestros, incluso en esta época complicada desde el punto de vista económico”, señaló Noya.

Por su parte, Francisco Varela, subdirector de la Asociación Uruguaya de Educación Católica, comentó que este cambio no implicó un aumento de días porque la mayoría de los colegios ya tenían clases de lunes a viernes, “pero al incorporar más horas se pudo ampliar la propuesta para los que tenían un solo turno, mientras que para los que ofrecen tiempo completo es más difícil, porque ya están las horas ocupadas en los salones y hay que mantener el distanciamiento social”. Las soluciones que encontraron para dar clase a diario consisten en “romper esquemas y la conceptualización espacio-aula: los pasillos, las capillas y los gimnasios se transformaron en aulas para poder trabajar con todo el grupo manteniendo el distanciamiento”.

El desafío de mantener el régimen virtual

Parte clave del retorno a clase es mantener la opción de la virtualidad no sólo para los que concurren menos días a la semana al centro educativo, sino también como opción para los que deciden no ir. Sin embargo, mantener dos modalidades paralelas ha provocado “un gran desgaste” en los docentes, afirman las autoridades.

Por ejemplo, en UTU, según indicó Pereyra, “con la presencialidad se ha bajado mucho las clases en línea porque los docentes están concurriendo a clase y muchos ya no están trabajando a distancia”.

Por su parte, Caggiani comentó que la semipresencialidad “viene siendo bastante complicada”. “Se pidió a las maestras que guarden ciertos tiempos para mantener la virtualidad; no obstante, sabemos que es una dificultad. Como las maestras cobran por sus horas pizarrón, el no tener espacios para sostener la virtualidad es una de las dificultades que tenemos, porque es inviable que lo hagan en su tiempo libre”, explicó.

Para Noya, uno de los principales desafíos, “además de contener el desgaste emocional de alumnos, docentes y familias, con su impacto en la salud mental, es mantener el modelo híbrido de trabajo, ya que implica una sobrecarga extrema de trabajo que genera un nivel de ansiedad y susceptibilidad muy importante. Es una dificultad también en el orden metodológico y didáctico, porque es necesario adecuar las prácticas educativas a escenarios diferentes”.

Los comedores y las actividades extracurriculares

Tanto para públicos como para privados, la reapertura de los comedores en los centros urbanos es fundamental, y en eso trabaja la ANEP. De esta manera se habilitaría a los colegios a extender el horario y volver a brindar uno de los servicios por el que las familias pagan, así como a practicar deportes en gimnasios o concurrir a clubes. Para las escuelas el comedor es además una política pública que “tiene incidencia en la asistencia, que es lo que se quiere recuperar”, dijo Caggiani.