La inclusión educativa de estudiantes con trastornos o patologías que afectan el aprendizaje y la socialización de los niños es un tema que desde hace años preocupa a familias, docentes, especialistas de la salud y autoridades de gobierno. Sin embargo, todavía en Uruguay las soluciones parecen estar lejos del ideal.

Entre las distintas acciones que se requieren para lograr que los niños transiten con éxito en el sistema educativo sin importar su condición de salud está la formación de los docentes. Si bien en los últimos años las distintas carreras de magisterio y profesorado han ido incorporando estos temas, hay muchos docentes que no los han tenido en su formación.

Esta necesidad muchas veces es llenada por distintas instancias formativas, como el Diplomado en Educación Inclusiva que desde hace años está a cargo del psicólogo Fernando Bryt, quien se ha desempeñado como asesor del gobierno de Cataluña y se especializó en el tema. El diploma se enfoca específicamente en dos trastornos: el del espectro autista (TEA) y el de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Si bien suele despertar el interés de docentes que tienen o han tenido estudiantes con estos trastornos, el diploma, que se realiza de manera 100% online y asincrónica, también suele ser cursado por psicólogos, por asistentes personales y por padres en general, ya que no es un requisito contar con título terciario.

Según explicó Bryt a la diaria, el curso tiene casi 20 años y lo han dado en forma presencial en Barcelona y en Montevideo, pero en los últimos años pasaron al formato virtual. Al respecto, detalló que ello resulta especialmente beneficioso para quienes viven en el interior, que no suelen tener ofertas formativas de este tipo. El Diplomado en Educación Inclusiva fue declarado de interés por el Consejo de Formación en Educación de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), que se comprometió a darle difusión y a reconocerlo como curso mayor a 300 horas, según señaló Bryt.

El especialista dijo que si bien el diplomado está pensado para hacerse en dos años, como cada estudiante se puede autoadministrar, también se puede hacer en menos tiempo. En suma, consideró que si bien la propuesta es “muy completa”, se abordan “herramientas muy prácticas que no implican una mayor carga de trabajo para los docentes”. Al respecto, agregó que los contenidos sirven como un importante apoyo a la tarea de los educadores.

Los trastornos

El curso tiene una primera parte en la que se brinda mucha información sobre los trastornos de salud mental, qué implican y cómo se detectan. En segundo término, se aborda una serie de habilidades educativas y en particular las que refieren a “inclusión comportamental”. Bryt explicó que además de entender la forma en que quienes tienen TDAH y TEA aprenden y se relacionan con el entorno, también se habla sobre cómo abordar los problemas de conducta, “las rabietas”, y se dan insumos para la resolución de conflictos y la educación emocional. En ese sentido, detalló que si bien los docentes que cursen el diplomado no quedarán capacitados para hacer diagnósticos, que deben ser hechos por profesionales de la salud, tendrán mejores herramientas para derivar a los niños a estos especialistas y también para saber qué apoyos requerirán una vez que ya cuenten con un diagnóstico.

En particular, explicó que el TEA presenta distintos grados de gravedad y, en ese sentido, que en un extremo se colocan los casos “más clásicos” de autismo, que revisten un mayor grado de dificultad para la interacción con otras personas. Según completó, en el otro extremo se ubica el “TEA de alto funcionamiento o Asperger”, que hasta llega a ser difícil de diagnosticar. Al respecto, Bryt señaló que de la mano con esta ampliación a nivel del trastorno también creció su prevalencia en la población, lo que hace que cada vez más docentes sientan que no tienen las herramientas adecuadas para su abordaje en el contexto educativo. Ello no abarca sólo lo que ocurre dentro del aula en materia de aprendizaje, ya que también debe considerarse el relacionamiento con los compañeros y con los adultos.

Según dijo, uno de los problemas que suelen vivir estos niños es el bullying, y agregó que no es sencillo saber qué hacer cuando un niño con TEA tiene una “rabieta”, ya que con frecuencia padecen episodios de “ansiedad extrema”.

Por su parte, Bryt señaló que en algunos casos el TDAH es discutido y hay quienes desde la academia consideran que el diagnóstico del trastorno responde a intereses de laboratorios farmacéuticos, ya que se suele medicar con Ritalina. Al respecto, sostuvo que en su caso sólo está a favor de la medicación cuando es necesaria y que, justamente, el desarrollo de su trabajo permite hacer tratamientos sin fármacos siempre que ello sea efectivo.

Bryt detalló que dicho trastorno tiene 5% de prevalencia, por lo que, en promedio, lo padece uno de cada 20 niños. Según dijo, suele estar subdiagnosticado, pero, al mismo tiempo, la presencia de algunos de sus síntomas no es sinónimo de un diagnóstico de déficit de atención e hiperactividad.

En ese sentido, el especialista explicó que este trastorno se manifiesta en dos “polos”. Uno de ellos es el del niño desatento, es decir, con una “atención muy dispersa”, y por eso antes de ser diagnosticados muchas veces son señalados como “tontos” por su entorno. Bryt detalló que no es que estas personas no puedan prestar atención, sino que su foco está demasiado ampliado. El otro polo es el de los “hiperactivos impulsivos”, en quienes la desatención se da de manera diferente, planteó. Si bien dijo que también se les dificulta “enfocar en el estímulo relevante a la tarea” que se les indica, estos niños pueden sentirse excluidos de sus grupos de pares. Según explicó, además de sufrir en carne propia los efectos del trastorno, también pueden generar distorsión en su entorno. “Los hiperactivos impulsivos, que no son agresivos en un principio, cuando van a jugar a veces empujan o dicen cosas que no tienen que decir, o están todo el tiempo molestando, hacen sufrir a los compañeros también; ellos sufren y los docentes sufren”, señaló.

Cuando se descarta que la frecuente desatención sea provocada por otros motivos, entonces el trastorno puede ser tratado y superado en la mayoría de los casos leves y moderados, según completó el psicólogo. En suma, planteó que “no todo niño inquieto es hiperactivo” y también lamentó que muchas veces se apele a la medicación como primera opción para el tratamiento.

Herramientas para el aula

Bryt destacó que en la web del diplomado, donde también se encuentra información sobre el contenido y las inscripciones, se puede acceder a evaluaciones realizadas por docentes que pasaron por el cursado y en su gran mayoría son muy positivas. El especialista consideró que ese éxito en buena medida surge de que la “materia prima” del curso son situaciones que presentan los propios docentes.

En concreto, señaló que quienes cursan deben definir situaciones que no son adecuadas y viven los estudiantes que son objeto de alguna acción de inclusión, para luego pasar al diseño de un plan de acción. Por ejemplo, mencionó que para un niño que tiene problemas para atender y concentrarse se trata de salir del “portate bien” como único mensaje para que lo logre. Según dijo, en esos casos es de utilidad generar una serie de “desafíos personales” que impliquen prestar atención en un período de tiempo más acotado en el marco de una tarea.

“El desafío es que el niño se centre en los cinco minutos en los que van a trabajar, porque no se le puede decir ‘concentrate’ a un niño que no puede hacerlo. Hay que reconocer los avances, y ahí vamos entrando a una serie de herramientas para que los docentes trabajen sobre los propios alumnos y que también pueden extender a todo el grupo como objetivos grupales”, explicó.

Sobre lo que ocurre en el sistema educativo uruguayo, el especialista señaló que a Psicólogos Uruguay y el núcleo de investigación TEA-TDAH, organizaciones a cargo del diplomado, les consta que la ANEP está cada vez más preocupada por estos mecanismos de inclusión. Al respecto, analizó que hace algunas décadas los estudiantes que tenían este tipo de necesidades eran derivados a las escuelas especiales, pero ahora esas instituciones sólo reciben los casos con discapacidades más críticas. A partir de recomendaciones internacionales y después de varias décadas en las que era frecuente que los centros educativos no aceptaran o expulsaran estudiantes, desde hace un tiempo el sistema educativo uruguayo definió que cualquier niño tenga que ser incluido en la educación pública.

Sin embargo, dijo que no todos los docentes están adecuadamente preparados para ese desafío, y consideró que eso es algo que los propios profesionales de la educación viven con angustia, ya que reclaman contar con herramientas para el abordaje de esas situaciones. En ese sentido, dijo que es necesario que los educadores cuenten con formación sobre estos temas en sus estudios de grado, y si bien señaló que la propia ANEP ha implementado instancias de formación en servicio para quienes no han tenido esa posibilidad, se trata de cursos con pocos cupos que no llegan a cubrir la demanda.

En el caso del Diplomado en Inclusión Educativa, cuentan con un sistema de becas para los primeros inscriptos, que pueden financiar 90% de su costo. Sin embargo, dijo que cuando daban el curso en Barcelona eran distintas instituciones públicas las que financiaban la propuesta para que se pudiera acceder a ella en forma gratuita, algo que en Uruguay no ocurre.

De todas formas, señaló que contar con las herramientas prácticas y teóricas para la inclusión educativa tampoco es suficiente para que pueda efectivizarse. Según planteó, no son los únicos casos particulares que los profesionales de la educación tienen que atender a diario en las aulas, y muchas veces también necesitan otro tipo de apoyo.

Por ejemplo, mencionó el caso de los asistentes personales que hasta ahora brinda el Banco de Previsión Social con un sistema que no siempre permite atender las necesidades de las familias. Según dijo, a veces es difícil acceder a estas figuras y, en el contexto escolar, los profesionales cumplen el rol de acompañantes terapéuticos. No obstante, señaló que en muchos casos -y sin tener en cuenta si es lo mejor desde el punto de vista médico y de los derechos del niño- el propio sistema educativo define que el niño con alguno de estos trastornos asista a clases sólo algunas horas del turno. En suma, señaló que los asistentes personales cuentan con una capacitación genérica que da el Sistema Nacional Integrado de Cuidados y no siempre tienen formación específica en este tipo de trastornos. Al respecto, alertó que si estos niños no reciben un acompañamiento que se adecue a sus necesidades específicas no sólo no van a avanzar en el sistema educativo, sino que muchas veces pueden tener retrocesos.