“La verdadera generosidad en relación al futuro es dar todo al presente”. Albert Camus

Escena 1

Viernes 13 de marzo. Recibimos la indicación de suspender la función de Un tranvía llamado deseo apenas estrenado. Estábamos por dar comienzo a la charla previa al espectáculo, ese espacio de encuentro e intercambio de artistas con los públicos del Ballet Nacional del SODRE.

Como en cada función, la gente llegaba al Auditorio bajando a pie por Andes o Mercedes, o en autos y taxis que paran unos instantes en la puerta principal, uno detrás de otro. Las previas al comienzo de cada función son de gran movimiento. Entusiasmo, nerviosismo, expectación dentro y fuera del Auditorio, en los halles, la sala, la escena y detrás de la escena.

Esa noche, a cada una de las personas que llegó hasta la esquina de Andes y Mercedes hubo que pedirle que volviera a su casa. Parecía tratarse de una muy mala broma. Perplejidad, desconcierto, incredulidad, enojo. ¿Quién hubiera imaginado esa situación apenas unas horas antes?

Por un lado, horas de clases, calentamiento y ensayo del cuerpo de baile; montaje de luces, escenografía, sonido, pruebas de vestuario y caracterización; por otro lado, ventas de abonos y localidades, campaña de comunicación, preparación de los equipos de atención al público, de seguridad, de mantenimiento y limpieza, de gestión y producción, la tienda y la cafetería.

Todos los dispositivos de este tren estaban en marcha a alta velocidad y hubo que detenerlo abruptamente. El público había comprado su entrada varias semanas atrás y se había preparado para estar allí ese día.

En el hall vacío y en penumbra nos quedamos varios integrantes del equipo de trabajo sentados en las escaleras, mirando las noticias en la pequeña pantalla de consulta de la boletería. Era tarde, llevábamos todo el día en el Auditorio y alguien dijo: “¿Por qué no pedimos unas pizzas? Andá a saber cuándo nos volvemos a juntar”. Nadie podía imaginar cómo sería el día después.

Esa noche, “el espectáculo no pudo continuar”.

Escena 2

Se instaló la incertidumbre.

¿Cuál es el rol de la gestión cultural en este nuevo contexto? ¿Cómo colaborar con la creación, la preservación y la difusión del arte y la cultura en estas circunstancias? ¿Cómo cuidar la fuente de ingresos de tantos profesionales? ¿Cómo sostener la fidelidad de los públicos seducidos? ¿Es esta una oportunidad de conquistar nuevos públicos por medio del despliegue de plataformas? ¿Cómo proteger nuestras buenas prácticas vinculadas a la participación cultural?

La pandemia visibiliza fortalezas y debilidades del sector de la cultura, las que conocemos y otras nuevas que comienzan a emerger en esta coyuntura. Se instalan preguntas vinculadas al sentido de lo que hacemos. Y estas preguntas nos conectan con nuestros valores.

Se generan nuevas y necesarias conversaciones entre todos los que formamos parte del sector de la cultura. Seguramente la frecuencia y la intensidad de esos intercambios fueron de los momentos más valiosos y significativos que tuvo esta etapa.

Teixeira Coelho (2009) plantea en su definición de cultura en el Diccionario crítico de política cultural (página 84): “El mejor resumen de la idea de cultura (y que muy poca política cultural se dispone a aceptar), es aquel que presenta la cultura como una larga conversación. Una larga conversación entre todo lo que es cultura, entre todos los que mueven la cultura. Una larga y franca conversación. La mejor idea de libertad en cultura es esa idea de conversación. Esa es, en realidad, la mejor idea de libertad”.

Un hito fue el foro impulsado y moderado en abril por Gerardo Grieco, organizado por la Facultad de la Cultura del Claeh sobre gestión cultural y pandemia, en el que se dieron cita casi 200 personas de toda Iberoamérica. Ese foro dio pie a esta serie de publicaciones en la diaria, de Ana Agostino, Roberto Elissalde, Luis Mardones, Diego Gómez y Erika Hoffmann hasta ahora, y en el que también acercaron su reflexión Paula Delgado, Belén Díaz, Fernando Ordoñez, Malena Pérez, José Rilla y Mariné Villalba. Recogió además los comentarios de Martín Inthamoussú, Ramiro Pallares y Héctor Shargorodsky.

Cito a Ana Agostino en su publicación de julio pasado: “En este marco, es posible afirmar que el rol del gestor o de la gestora cultural en la pandemia tiene que ver con el ‘devenir’, es decir, con lo que simultáneamente está siendo y se proyecta, con lo que el presente tiene de potencial transformador, con el imaginario de futuro anclado en prácticas y conocimiento que recogen historias, diversidad, deseos y lo que todavía no se nombra, pero eventualmente será”.

En relación a la búsqueda de la identidad profesional, cito también a Alfons Martinell, profesional catalán de referencia, en el artículo “Las interacciones en la profesionalización en gestión cultural”, publicado por Cuadernos del Claeh en 2009: “En este proceso se destaca la emergencia de la denominación de gestión cultural como síntesis de un proceso propio, tanto en América Latina como en la península, influenciado por las denominaciones más anglosajonas o de la propia UNESCO de administradores culturales, pero como una nueva misión profesional más proactiva, y política, fruto del análisis de la realidad cultural contemporánea. Las nuevas políticas no necesitaban de administradores clásicos que actúan dentro del sistema formal y burocrático, sino de líderes para emprender una nueva institucionalidad orientada mucho más hacia el proyecto y a la búsqueda de nuevos fines”.

Estas miradas del rol del gestor nos hablan de quien “gesta”, con actitud comprometida y propositiva, enraizada en la coyuntura y con proyección al futuro, con una visión de la cultura compleja, atravesando los distintos ámbitos de la vida.

Escena 3

Vito Gil-Delgado, quien forma parte del equipo de gestión del Centro de Arte Dos de Mayo, de la Comunidad de Madrid, me cuenta cómo han transitado la etapa más dura del confinamiento y cómo van saliendo de él. El retorno a la presencialidad en este caso es liderado en gran medida por los usuarios del centro. Buena prueba de sentido y pertenencia. Dos de las jóvenes más entusiastas del grupo de teatro van casa por casa a buscar a sus compañeras. El colectivo, comprometido con los cultivos de la huerta de la terraza, se organiza en turnos para el riego y los cuidados. Las tejedoras que identificaron el hall principal del centro como un lugar ideal para reunirse semanalmente a tejer reclaman nuevamente su espacio. El coro sigue por ahora en modalidad virtual. Se preguntan cuáles serán las propuestas del centro luego de la experiencia de los últimos meses. Hoy es imposible no pensar y ensayar nuevas propuestas, nuevas formas, dejarse ir en la inercia.

Escena 4

Desde Francia recibo una foto de cómo se desarrolla el Festival de Yoga liderado por la gestora Sylvie Lamy. El festival difunde y propone clases de distintas corrientes de yoga. También organiza conferencias sobre alimentación orgánica, comunicación consciente, consumo responsable y cuidado del medioambiente. Tiene una feria de artesanías y un escenario para música. Promueve saberes y prácticas de una cultura saludable.

El festival rota de región año a año, es novedad allí donde se instala, le sigue su público y se suma nuevo. Cada lugar por donde pasa le propone volver al año siguiente, es una buena novedad, mueve y vitaliza servicios existentes y negocios de la zona, pero su gestora tiene el firme propósito, en línea con los objetivos del proyecto, de hacerlo itinerante. Es un festival nómade. En la foto se ve a las personas participar en las actividades con tapabocas de vivos colores.

Escena 5

El estreno en la sala Hugo Balzo de Ana contra la muerte es una oportunidad de reencontrarnos con el teatro.

Desde los primeros meses de esta pandemia accedimos a un sinfín de espectáculos teatrales filmados, que fueron ofrecidos desde distintas plataformas. Pudimos ver desde puestas en escena en el teatro de Epidauros, en Grecia, hasta en el San Martín en Argentina. Pero esa es otra experiencia, no es teatro. La presencia es inherente al teatro. Una experiencia en vivo personal-social.

Luego de escuchar la bienvenida a la sala y las recomendaciones de cuidados en pandemia, en la voz en off de Gabriel Calderón, autor y director del espectáculo, la lectura de una proclama pone en valor y muestra el alcance del quehacer de las artes escénicas en nuestro país y deja también expuestas sus fragilidades.

Gabriela Iribarren interpreta a Ana, Marisa Bentancur y María Mendive a los demás personajes. Tres grandes actrices y un autor y director que ha marcado la escena nacional e internacional.

Ana contra la muerte es el testimonio de una madre y la lucha por salvar a su hijo. Una madre que resiste a lo inevitable y con total irracionalidad y desenfreno arremete una rebelión contra la muerte. ¿Hay mejor vehículo que el arte para conectarnos y ponernos delante del espejo de los aspectos más significativos de la vida?

Al final de la función, las actrices, abrazadas, se saludan y nos saludan. Algunas personas del público, aprovechando la proximidad y el acceso que ofrece el espacio escénico de la sala, se acercan a tener un intercambio con ellas.

Escena 6

Un grupo de estudiantes de tercer año de la Licenciatura en Gestión Cultural de la Universidad del Claeh, acompañados por tutores, docentes y el equipo central de la Facultad de la Cultura, impulsan por segundo año consecutivo la apertura de la casa Lerena, en las jornadas del Patrimonio.

La casa Lerena fue construida en 1924 bajo la dirección de Juan Ríus y Rodolfo Amargós. De estilo modernista y ubicada en el centro de Montevideo, es sede del Claeh desde su compra en 1981.

La Facultad de la Cultura, instalada allí, fue una visión de José Rilla hecha realidad hace poco más de diez años, y con la complicidad de Gonzalo Carámbula introdujo la novedad para el país y la región de un grado universitario y una tecnicatura en gestión cultural.

El programa del sábado 3 de octubre, llamado “La cultura de la salud y la salud de la cultura”, propuso a lo largo de la jornada visitas guiadas, una exhibición de cortometrajes, un conversatorio, un petit slam de poesía y una actividad musical.

Los estudiantes, en contacto con el Ministerio de Educación y Cultura, se informaron sobre los protocolos a seguir para garantizar las condiciones de seguridad sanitaria.

Este “ejercicio” de gestión en contexto de pandemia muestra rápidamente en múltiples aspectos la complejidad de lo que tenemos entre manos.

Sin duda estos nuevos desafíos para la gestión cultural redoblan la apuesta por el arte y la cultura como espacios de expresión, de identidad, de intercambio, de convivencia, de participación y de libertad como derechos humanos irrenunciables.

Andrea Fantoni es magíster en Gestión Cultural, directora de Proyectos Educativos y Sociales del Auditorio Nacional del SODRE y directora de la Licenciatura de Gestión Cultural de la Universidad Claeh.