Este viernes se presentó el “Informe sobre seguridad alimentaria y nutricional en hogares con niñas, niños y adolescentes de hasta 12 años del Municipio A”, financiado parcialmente por la Federación Uruguaya de Magisterio y elaborado por el Programa Apex de la Universidad de la República, con asesoramiento del Observatorio del Derecho a la Alimentación de la Escuela de Nutrición de la misma casa de estudios.

Según el informe, la necesidad de contar con esos datos proviene de distintos centros educativos de la zona, cuyos docentes vienen advirtiendo distintas problemáticas sociales, como “la alimentación, violencia familiar y/o vecinal, consumos problemáticos o falta de concentración”. De esa forma, se apeló a medir la seguridad alimentaria nutricional, tal como ya se había hecho en los barrios Bella Italia y Punta de Rieles.

El informe fundamenta que “los problemas alimentarios son factores principales en niños y niñas que condicionan el desarrollo a lo largo de sus vidas”. En ese sentido, se cita un estudio previo de Unicef que plantea que “los niños y niñas que habitan hogares que padecen algún tipo de inseguridad alimentaria sufren rezagos en el desarrollo infantil temprano, y este perjuicio se mantiene al menos durante los años escolares, cuando el desempeño académico se ve afectado”.

El estudio abarca “hogares con niños, niñas y adolescentes menores de 12 años inclusive, residentes en el territorio del Municipio A al momento de la realización de la encuesta”, que contó con un tamaño muestral de 475 casos y “permite obtener estimaciones al 95% de confianza”.

Según se muestra, el patrón alimentario de los hogares con niños “contiene una baja ingesta semanal de alimentos fuente de proteínas de origen animal”, como carnes y huevos, que sólo uno de cada tres niños consume diariamente. Al respecto, se agrega que “es preocupante que uno de cada diez niños consuma solamente una o ninguna vez por semana carne”. Por su parte, sólo dos de cada tres hogares declararon el consumo diario de leche o quesos, alimentos necesarios en la niñez por su aporte de calcio. Si bien “se observan consumos diarios de yogur y postres de leche en la tercera parte de los niños y niñas”, que podrían sustituirla, se puntualiza que estos “pueden contener mayor proporción de azúcares simples que el adicionado a la leche en el hogar, además de los aditivos que se le agregan a nivel industrial”.

Sobre el consumo de frutas y verduras, el estudio muestra “frecuencias que están por debajo de las recomendaciones” del Ministerio de Salud Pública, ya que uno de cada dos hogares con niños afirma consumir frutas a diario, proporción que baja a uno de cada tres para el caso de las verduras. Con relación a los alimentos ultraprocesados, “se puede observar que existe una presencia en frecuencias diarias”. En particular, los refrescos azucarados, panificados con agregado de grasa y azúcar son consumidos semanalmente por uno de cada tres hogares. En tanto, la frecuencia del consumo de “snacks, embutidos y otros” es menor, pero cerca de 8% de los hogares los consumen a diario.

Inseguridad alimentaria

Al igual que en estudios previos, la inseguridad alimentaria se clasifica en leve, moderada y grave, y la encuesta aplicada preguntó por la situación del hogar en los últimos 12 meses.

Entre los indicadores que hablan de una inseguridad leve, se muestra que 53% de los hogares encuestados “afirma haber estado preocupado ante la posibilidad de que no alcancen sus ingresos para el acceso a los alimentos”. Mientras que “44% afirma que sacrificó calidad nutricional a juicio del encuestado por factores económicos, consumiendo opciones más económicas, tanto por falta de recursos del momento como por la administración de recursos escasos en función de sus ingresos esperados”. Otros datos muestran que al menos alguien en 34,5% de los hogares “tuvo que dejar de desayunar, almorzar o cenar por falta de dinero u otros recursos” y en 25,5% de los casos manifestaron “haber sentido hambre por falta de dinero u otros recursos”.

En tanto, los indicadores de inseguridad moderada, que “refiere a los hogares que en algún momento redujeron su ingesta por razones económicas”, muestran que en 41,9% de los casos afirmaron comer menos por ese motivo.

Finalmente, en cuanto a la inseguridad grave, que alude a si alguien del hogar pasó un día entero sin comer por razones económicas, ello ocurrió en 20,1% de los hogares.

Según se compara, los datos obtenidos para esta categoría son diez veces mayores con relación al promedio del país, que es de 2,6%, según un estudio del Instituto Nacional de Estadística. El porcentaje duplica la media para los hogares del menor quintil de ingresos a nivel nacional (9,5%).

A su vez, un porcentaje coincidente con quienes padecieron inseguridad alimentaria grave afirmó haber recibido asistencia para comer. Mientras que 23% afirmó haber acudido a algún programa del Estado, 20% dijo haber asistido a ollas populares u otras organizaciones sociales.

En la presentación, Alejandra Girona, integrante del Observatorio del Derecho a la Alimentación, manifestó que los datos presentados “enojan” y recordó que desde la llegada de la pandemia de covid-19 al país están alertando del empeoramiento de esta situación. En suma, dijo que los resultados del estudio muestran la “incertidumbre” que muchas familias viven a diario para darles de comer a sus hijos, para lo que muchas veces no saben a quién acudir. Girona señaló que “separar la alimentación con lo que pasa a los gurises en las escuelas o los liceos es no entender la importancia de la alimentación” en ese tramo de la vida. Aseguró que la comida y el ambiente en el que viven los niños y adolescentes son “esenciales para el cerebro”, y señaló que estamos en “un momento ideal para empezar a reclamar” la solución de esta problemática.

Salud mental

El estudio también mostró otros datos socioeconómicos de la población encuestada y, en particular, la manifestación de problemas de salud mental en el hogar. Al respecto, en 37,8% de los hogares alguien sufrió de “angustia”, y en 35,5% de los casos estuvo seguida de “ansiedad”. “Considerados en forma individual, cualquiera de los síntomas consultados se presentó al menos en un tercio de los hogares. Si evaluamos la prevalencia de al menos uno de ellos, se llega aproximadamente al 64% de los hogares”, señala el informe, que también destaca que sólo 40% de los hogares en donde estos problemas se presentaron dijo haber recibido asistencia para tratarlos.