Este miércoles el Programa Integral Metropolitano (PIM) de la Universidad de la República (Udelar) presentó los avances de un proyecto de investigación en el que trabajó con la Escuela de Nutrición, la Facultad de Ciencias Sociales, la Facultad de Ciencias Económicas y Administración, entre setiembre de 2022 y febrero de 2023, sobre la situación de la seguridad alimentaria y nutricional en hogares integrados por adolescentes en los barrios Bella Italia y Punta Rieles.

En diálogo con la diaria, Marcelo Pérez Sánchez, integrante del PIM, contó que la idea surgió a partir de la alerta de educadores, docentes y referentes sociales, quienes les plantearon que “estaban habiendo episodios de desmayos” en adolescentes, vinculados a una mala nutrición. Ni bien supieron lo que estaba ocurriendo, armaron “muy rápidamente” un equipo de investigación compuesto por diferentes institutos de la Udelar con los que el PIM ya había trabajado anteriormente.

El estudio abarcó un área de 32 manzanas, dentro de las cuales hubo que identificar cuáles eran los hogares integrados por adolescentes de entre 12 y 17 años para realizar encuestas y también entrevistas, en determinados casos. “Tuvimos que hacer ese recorte porque no pudimos hacerlo a través de las instituciones educativas”, porque en aquel momento “estaba ese debate entre educadores y autoridades de ANEP sobre si había situaciones de hambre o no”, explicó Pérez.

Dentro de sus objetivos principales se encontraba el querer describir las características del consumo de alimentos, estimar los niveles de inseguridad alimentaria y la prevalencia de la malnutrición, y conocer los vínculos con programas y apoyos del Estado y de la sociedad civil. También saber la influencia de las características del hogar en la seguridad alimentaria y explorar en profundidad las estrategias de consumo alimentario.

De acuerdo a lo presentado, las familias de la zona en general no cuentan con los ingresos suficientes para garantizar la provisión de alimentos para todos sus integrantes y, por lo tanto, el acceso a los alimentos es restringido. Además, en muchos casos los menores de edad se ven obligados a dedicar “fuerza de trabajo y tiempo” para “sostener la alimentación del hogar”.

A la vez, cada familia combina diferentes fuentes de recursos que abarcan desde ingresos salariales, transferencias económicas estatales, comedores públicos, ollas y merenderos populares, hasta la comercialización de objetos, la recolección de desechos para consumo y la autoproducción de alimentos. Asimismo, en la mayoría de los casos, tanto niños y niñas como adolescentes realizan tareas de trabajo productivo o acompañan a los adultos en las actividades que desarrollan para obtener dinero.

También se observó que aproximadamente la mitad de los mayores, “además de relatar una situación de incertidumbre y escasez en la actualidad”, pasaron hambre durante su infancia. “Esa experiencia, junto con la certeza de que el contexto y las perspectivas son difíciles para las generaciones más jóvenes, conduce a querer formar a los niños y adolescentes con pensamientos y herramientas que les sean útiles para enfrentar el porvenir”, explica el estudio.

En relación a los alimentos, 75% de los adolescentes encuestados consume a diario arroz, papas, boniatos, fideos, polenta, pan o preparaciones con masa. Una cifra un poco menor, 52,2%, se alimenta al menos alguna vez al día con productos ultraprocesados, 60% no come carne a diario y sólo 41,3% lo hace menos de tres veces a la semana. Respecto a las frutas y las verduras, 82,9% no consume ambos de forma diaria y dos de cada diez no lo hacen nunca. En promedio, existe un exceso de peso corporal, producto de la desnutrición.

En ese sentido, los investigadores destacaron “la necesidad de contar con un programa de alimentación para adolescentes” y subrayaron que para generar “un verdadero cambio” se requiere “la preservación de las condiciones de vida socioambientales y la garantía de los derechos humanos que incluyan la alimentación adecuada de manera equitativa para toda la población”.