La tuberculosis es la principal causa de muerte por enfermedad infecciosa en el mundo. La pandemia por coronavirus influyó en las cifras que registran los informes anuales de cada país y Uruguay no fue ajeno a ese impacto: uno de los indicadores que variaron fueron los diagnósticos, los cuales disminuyeron, no porque hubiera menos casos, sino porque durante un período considerable bajó la cantidad de testeos.

Otra de las consecuencias que dejó el coronavirus fue un gran número de diagnósticos tardíos, es decir, los casos que se diagnostican tiempo después de adquirida la enfermedad. Según los datos que el Ministerio de Salud Pública (MSP) presenta anualmente, en 2019 se diagnosticaron 1.057 casos, en 2020, 968, en 2021, 951, y en 2022, 1.126. Este lunes la cartera presentará los datos correspondientes a 2023.

En las conclusiones de los informes de los últimos años se reitera la necesidad de poner foco en que la concentración de casos se da en “áreas con mayor pobreza”, donde se encuentran los “grupos de personas más desfavorecidas”, y en departamentos puntuales.

Por ejemplo, en 2022, aumentó la incidencia de casos en Montevideo, donde se registraron 651 casos, 117 más que en 2021. En tanto, en municipios con altos índices de pobreza (A, D y F) se registró 63% del total de los casos de la capital del país y 32% de los casos del país. Hace dos años también se registró un aumento de tuberculosis en niños, ya que se registraron 63 casos, 29 más que en el año anterior. Por último, en las personas privadas de libertad, en 2022 se registraron 120 casos distribuidos en diferentes centros penitenciarios. En Montevideo “46% de los casos se detectan al ingreso de las cárceles”, según el MSP.

En la presentación de datos correspondientes a 2022, la ministra de Salud Pública, Karina Rando, valoró que en 1990 Uruguay vivió un momento de “auge” porque logró bajar los niveles de prevalencia de la infección gracias a las acciones del Programa Nacional de Tuberculosis, pero a su vez eso generó una “falsa sensación” de que la enfermedad ya se había erradicado y por eso se generó una falta de atención hacia la afección, que se tradujo en un aumento sostenido hasta la actualidad. Agregó que en Uruguay, que estamos en “franco ascenso”, “hay que tener mucha precaución” y que todos los médicos “tienen que tener la enfermedad en el radar”.

Desigualdades que influyen en las cifras

Por su parte, los especialistas entienden que para evitar el ascenso de la enfermedad es necesario hacer hincapié en el avance de la infección en algunas zonas del país y en las carencias del sistema de salud y de la atención que se ofrece, ya que, por ejemplo, el test de detección más utilizado y recomendado por la Organización Mundial de la Salud en Uruguay no está incluido en el Plan Integral de Atención a la Salud (PIAS).

En diálogo con la diaria, Zaida Arteta, infectóloga y docente grado 4 de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar), hizo hincapié en la concentración de casos y en las desigualdades en la atención.

“Si se analiza la última década hasta 2019”, ya había un aumento de casos, sobre todo en algunos municipios y áreas limítrofes, y “en su momento se desarrollaron algunas políticas de salud para que las personas que, por ejemplo, tienen VIH, que por lo general presentan mayor mortalidad, fuesen captadas y se les ofreciera tratamientos antirretroviral, para reforzar su sistema inmune ante presencia de tuberculosis”, recordó la infectóloga.

Por otra parte, agregó que “no es casual que los casos aumenten en determinados municipios y en espacios como las cárceles”. “De alguna manera, las cifras muestran que quienes no están accediendo a los diagnósticos y tratamientos son las personas con bajos recursos”. Por eso, señaló que “hay que considerar diversos factores sociales para evaluar la evolución de la enfermedad”.

En las cifras de tuberculosis también impactan los cambios en otros indicadores, por ejemplo, el aumento de las personas en situación de calle. En este caso, “el resultado de salud de las personas está fuertemente determinado por la pobreza. No nos llamaría la atención que los números de 2023 fueran peores dada la situación de desigualdad socioeconómica en que vivimos”, reflexionó.

Consideró que a todo esto se suma que, en cuanto a la atención, la Comisión Honoraria para la Lucha Antituberculosa y Enfermedades Prevalentes brinda atención a la tuberculosis en un programa “vertical”, no horizontal, desde los prestadores. Esto significa que para acceder a los controles, tratamientos y otros servicios, las personas deben concurrir a la comisión y además a su prestador de salud por “controles de rutina”. Esta “doble atención” genera que el sistema de atención esté fragmentado y no se pueda acceder a una atención centralizada, pensando en la persona como centro y su salud como objetivo común, consignó Arteta.

Descentralización sin orden

Por su parte, Mariana Guirado, infectóloga e integrante de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas de la Udelar, agregó que si bien “hace muchos años” Uruguay se unió a una estrategia que estableció que la detección, diagnóstico, tratamiento y control de la enfermedad se centre en la lucha antituberculosa, luego muchas tareas pasaron a los prestadores de salud, aunque “sin presupuesto” y sin una transición ordenada.

Detalló que, por ejemplo, el estudio de detección por GeneXpert, “un examen de biología molecular que permite un diagnóstico bacteriológico en menos de dos horas”, generalmente en la expectoración, tiene “muchos beneficios”, ya que permite una detección rápida, a diferencia de los métodos anteriormente usados, que, entre otras cosas, retrasaban el inicio de los tratamientos porque “la carga” de tuberculosis tenía que ser muy alta para ser detectada.

Si bien el método nuevo es bueno, el problema es que “no está incluido en el PIAS”, por lo tanto, los prestadores de salud “no están obligados a ofrecerlo”. Eso hace que algunos lo brinden como una prestación más y que otros cobren determinados montos. El estudio hecho de forma “particular es caro”, y que en la situación actual de la enfermedad “no esté incluido en las prestaciones es contraproducente”, consideró Guirado.

Agregó que en un principio la lucha antituberculosa realizaba un sostenido seguimiento de casos y pesquisa que fue disminuyendo. En la actualidad cuentan con un equipo reducido de trabajadores sociales que, según dijo, en este momento se reducen “a dos”.

Por último, consideró que es necesario instalar campañas de prevención y adherencia sostenida a los tratamientos, que se acompañen de información, porque si bien con un diagnóstico y los fármacos administrados “a tiempo” las persona logran curarse, la enfermedad se concentra en poblaciones que a veces no acceden con facilidad a la atención médica. “Cuanto más pobreza, desnutrición, consumo de alcohol y tabaco, más concentración de tuberculosis”, concluyó.