Gustavo Espinosa

Sobre Cien agujeros de gusano, de Gustavo Alzugaray

Después de “China es un frasco de fetos” (2001) y el poemario “Cólico miserere” (2009), Gustavo Espinosa publicó “Carlota podrida” (2009, premio nacional de Literatura) y "Las arañas de marte" (2011, premio Bartolomé Hidalgo). En mayo, muchos nos sorprendimos cuando se editó “Todo termina aquí”, una novela que vuelve a ubicarse en los suburbios de Treinta y Tres, con tipos rodeados de paredes húmedas, olor a guiso, notas de blues y motos chinas, con la que volvió a confirmarse como la voz más original e inquietante de la literatura uruguaya contemporánea.

Así como en Carlota podrida (2009) o Las arañas de Marte (2012) sobrevivía la ruina de un circo que apenas se sostenía en pie, y que había sido despojado y malherido por las enfermedades venéreas, los temporales, los adulterios, el cine y la televisión, en Todo termina aquí nos encontramos ante un tembladeral donde a los personajes no les queda otra que naufragar entre las ruinas, como obedeciendo a un designio desconocido, sin que ningún futuro les ofrezca los ecos tranquilizadores de lo cotidiano, de las rutinas aprendidas.

A Quique Segovia, de 17 años, se le cruzan varias vidas: la del trabajo como guitarrista folclórico, la del disfrute de rock y literatura fantástica, la de la militancia política contra la dictadura. Las vive al borde, sale de una y entra a otra con el mismo entusiasmo cauteloso con el que se sumerge en una relación sexual pícara. El recrudecimiento de la represión militar en 1975 hará estallar esos mundos. Años después, Segovia los pasa en limpio.