Siete años atrás, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) presentó su quinto informe donde se analizaba el estado de situación del planeta. Se detalló los impactos, las formas de adaptación y la vulnerabilidad que generó la crisis climática. Este informe funcionó como cimiento para la articulación del Acuerdo de París, que busca impedir que la temperatura global siga aumentando. El lunes –a menos de tres meses de la COP26, instancia donde se reunirán 197 países en Escocia para discutir las futuras acciones con el objetivo de frenar la crisis climática– el IPCC presentó el primero de tres informes. Una de las conclusiones es que en los próximos 20 años, es posible que la temperatura global supere los 1,5°C.
¿Qué quiere decir este aumento en la temperatura? La cifra puede parecer abstracta, pero se reflejaría en un incremento de las olas de calor y un estiramiento de las estaciones cálidas; incluso, si se llegara a sobrepasar los 2°C de calentamiento global, los umbrales de tolerancia para la agricultura y la salud se verían debilitados. El reporte de situación completo se distribuyó en casi 4.000 páginas y en él trabajaron durante años 234 científicos de 66 países. El principal problema que se señaló fue el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de las actividades humanas, responsables de que la temperatura media del planeta haya aumentado 1,1°C desde 1850-1900. La crisis climática se definió como “inequívocamente causada por las actividades humanas”.
“Es prácticamente seguro que los extremos cálidos se hayan vuelto más frecuentes y más intensos en la mayoría de las regiones terrestres desde la década de 1950, mientras que los extremos fríos se han vuelto menos frecuentes y menos severos, con una alta confianza en que el cambio climático inducido por el hombre es el principal impulsor de estos cambios”, explicaron los expertos. Las olas de calor traducidas en incendios, como los que tuvieron lugar en Canadá y Estados Unidos en junio, habrían sido “extremadamente improbables sin la influencia humana en el sistema climático”. La misma situación se replica en el retroceso global de los glaciares desde la década de 1990; en la disminución de la superficie de hielo marino del Ártico entre los períodos 1979-1988 y 2010-2017; en la disminución del manto de nieve primaveral del hemisferio norte; y en el derretimiento superficial de la capa de hielo de Groenlandia de las últimas dos décadas.
En el nuevo informe se determinó que en las últimas cuatro décadas la temperatura global promedio ha aumentado progresivamente, de forma más rápida, convirtiéndose en la más cálida desde 1850. También se informó que las tasas actuales de aumento de concentración de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso –principales gases de efecto invernadero– no tienen precedentes en al menos los últimos 800.000 años.
“Ha quedado muy claro que esta crisis es culpa de la actividad humana, también sabemos que la acción humana es lo único que podría mitigar su impacto”, manifestó Francisco Doblas Reyes, científico que participó del informe. El IPCC incentivó a “aplicar medidas inmediatas, contundentes y a gran escala para reducir la emisión de gases de efecto invernadero”. La segunda entrega del informe, prevista para el año que viene, se centrará en los impactos de la crisis climática, y la tercera entrega detallará las posibles soluciones.
Parte del todo
Las formas en que los seres humanos se apropian de la superficie del suelo, transformándola en áreas urbanas o destruyendo ecosistemas, puede afectar el ciclo del agua. “Los cambios en el uso de la tierra pueden alterar los patrones de precipitación y la forma en que el agua se absorbe en el suelo, fluye hacia los arroyos y ríos o inunda la superficie de la Tierra, así como la forma en que la humedad se evapora nuevamente en el aire”, se expresó en el informe. Se determinó que este tipo de cambios puede “afectar el ciclo completo y la disponibilidad de recursos de agua dulce”.
La extracción de agua del suelo y de los sistemas fluviales para la agricultura y la industria agota el agua subterránea y puede aumentar la evaporación superficial, porque “el agua que antes estaba en el suelo ahora está en contacto directo con la atmósfera y está disponible para la evaporación”. El informe es enfático: “El cambio de uso de la tierra también puede alterar la humedad del suelo, influyendo en la rapidez con que se calienta y se enfría, y en el ciclo del agua local”. Los suelos más secos evaporan menos agua y se calientan más durante el día.
El cambio en el uso de la tierra es el responsable de alrededor de 15% de las emisiones de dióxido de carbono de las actividades humanas. Afecta a las precipitaciones, la evaporación y la transpiración de las plantas. “Dado que todos los componentes del ciclo del agua están conectados (y ligados al ciclo del carbono), los cambios en el uso de la tierra se filtran a muchos otros componentes del ciclo del agua y del sistema climático”, se manifestó en el informe.
56% de las emisiones de gases de efecto invernadero fueron absorbidas anualmente por los ecosistemas terrestres y marinos en los últimos 60 años; el IPCC advierte que esta capacidad se puede ver limitada en los próximos años. En el informe se sostuvo: “La proporción de las emisiones absorbidas por la tierra y por el océano disminuye con el aumento de las emisiones acumuladas de dióxido de carbono. Se prevé que esto dé lugar a una mayor proporción de dióxido de carbono emitido que permanezca en la atmósfera”.
Es “prácticamente seguro” que las emisiones de dióxido de carbono son las responsables de la acidificación de la superficie del océano abierto; que puede debilitar los procesos metabólicos de distintos organismos, la alimentación, la respiración y la reproducción. Los científicos tienen un “alto grado de confianza” en que los niveles de oxígeno han descendido en muchas regiones de la parte superior del océano –0 a 700 metros– desde mediados del siglo pasado, y hay una “confianza media” en que la influencia humana ha contribuido al proceso.
“La estratificación de la parte superior del océano, la acidificación y la desoxigenación seguirán aumentando en el siglo XXI, a un ritmo que depende de las futuras emisiones. Los cambios son irreversibles en escalas de tiempo de centenarias a milenarias en la temperatura global del océano, la acidificación del océano profundo y la desoxigenación”, se detalló.
El informe planteó que el aumento en el nivel del mar al año 2100 dependerá de las emisiones de gases de efecto invernadero. Si son muy bajas, el aumento será entre 0,28 y 0,55 metros; si son bajas, entre 0,32 y 0,62 metros; si son intermedias, entre 0,44 y 0,76 metros; y si las emisiones son muy altas, el aumento será entre 0,63 y 1,01 metros.
Panorama regional
Si la tierra es más cálida, la evaporación aumenta y hasta las regiones húmedas se vuelven vulnerables a la sequía. “Una sequía se define en términos generales como condiciones más secas de lo normal; es decir, un déficit en la humedad en relación con la disponibilidad promedio de agua en un lugar y estación determinada”, explican los científicos. Como se define localmente, una sequía en un lugar húmedo no tendrá la misma cantidad de déficit de agua que una sequía en una región seca, por eso se dividen en diferentes categorías. Existe la sequía meteorológica –falta de precipitación–; la sequía hidrológica –que afecta a la escorrentía, el caudal y el almacenamiento en embalses–; y la sequía agrícola o ecológica –el estrés de las plantas por una combinación de evaporación y baja humedad del suelo–.
Se prevé que América Latina se vuelva más seca por la disminución de las precipitaciones y el aumento de la evaporación, también que haya un incremento de la aridez y de los incendios forestales. “En las regiones subtropicales como el Mediterráneo, el sur de África, el suroeste de Australia y el suroeste de América del Sur, así como en la zona tropical de América Central y la cuenca del Amazonas, se espera que las precipitaciones disminuyan a medida que el mundo se calienta, lo que aumenta la posibilidad de que se produzcan sequías en todas partes”, indicó el trabajo. Las temperaturas más altas secan el suelo y generan un mayor estrés de las plantas, lo que tiene impactos en la agricultura.
Se advierte: “En una región con grandes carencias y necesidades de inversión en infraestructura pública, residencial y productiva, ello es fundamental para mitigar el riesgo y minimizar las pérdidas humanas, económicas y sociales. Este hecho es en especial relevante a la luz de los escenarios de cambio climático en la región”.
¿Qué hacemos?
Incentivar a la acción y no quedarnos quietos. “Estabilizar el clima requerirá reducciones fuertes, rápidas y sostenidas de las emisiones de gases de efecto invernadero, y alcanzar las emisiones netas de CO2. Limitar otros gases de efecto invernadero y contaminantes atmosféricos, especialmente el metano, podría ser beneficioso tanto para la salud como para el clima”, remarcó Panmao Zhai, copresidente del Grupo de Trabajo I del IPCC.
“No permitiremos que este reporte se pierda en la inacción. En cambio, lo tomaremos para llevarlo a tribunales, como lo hicimos en nuestra reciente victoria en la Suprema Corte de Países Bajos contra Shell, donde demostramos qué tan poderosa puede ser la base científica del IPCC”, expresó Kaisa Kosonen, especialista en Política Climática de Greenpeace. El 26 de mayo se dio un paso histórico para la reducción de emisiones de dióxido de carbono; el tribunal de La Haya, en Países Bajos, dictaminó que el grupo Shell debía reducir sus emisiones un 45%. Se tomó como base los niveles de 2019 y se le otorgó un plazo de diez años para cumplir con la sentencia a la multinacional británico-holandesa que se dedica a la exploración, producción, transporte y comercialización de crudo, gas y productos petrolíferos. En el veredicto se confirmó que es responsable de sus emisiones y las de sus proveedores. Fue la primera vez que un juez ordenó a una gran empresa contaminante que cumpla con el Acuerdo de París.
Kosonen aseguró que no todo está perdido, que la humanidad está en un momento crucial y “debemos actuar en consecuencia”. Insistió en que “debemos acelerar la transición verde, asegurando plenamente la justicia y la protección de los derechos humanos de comunidades locales”.