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Henrik Österblom, fotograma de serie Keystone Actors.

Altruismo hacia la Tierra: el mundo hiperconectado y las nuevas prácticas para la conservación ambiental

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Investigador analiza “nuevos modelos” de acciones globales de cooperación y altruismo mediadas por plataformas digitales y resalta su potencialidad ante la crisis climática.

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Leído por Abril Mederos.
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En agosto de 2018, una joven de 16 años se plantó frente al Parlamento sueco con una pancarta en sus manos que decía “huelga escolar por el clima”. Continuó esa práctica durante 20 días y luego la extendió a todos los viernes. Así, Greta Thunberg fundó Fridays for Future o, en español, Viernes por el Futuro. Poco a poco el movimiento creció y la presencia de Thunberg en las redes sociales extendió sus reclamos a todo el mundo, de tal manera que se conformó una movida internacional; jóvenes de diferentes países con las mismas preocupaciones comenzaron a replicar su práctica y crearon “sedes” del movimiento en sus territorios, por ejemplo, en Uruguay.

Henrik Österblom, investigador del Centro de Resiliencia de Estocolmo, conoció el movimiento liderado por la joven sueca por medio de una conversación con su hijo. Un día, este le mostró algunos videos de youtubers a los que seguía y que con sus contenidos buscaban “obtener dinero para donaciones” y “llamar la atención sobre sí mismos y los problemas que les preocupan”, contó el experto a la diaria. Los ejemplos que le mostró su hijo motivaron a Österblom a profundizar su conocimiento sobre este tipo de iniciativas protagonizadas por jóvenes, sus impactos sobre las normas de cooperación y participación en actos altruistas en una sociedad hiperconectada y su potencialidad de acción frente a desafíos globales.

Esta inquietud culminó con la publicación del artículo “Altruismo hacia la Tierra”, junto a Oyvid Paasche, investigador noruego del Centro Bjerknes para la Investigación Climática. En su trabajo, publicado en la sección Perspectivas de la revista One Earth, los autores describen cómo las normas de cooperación y altruismo han evolucionado a lo largo de la historia y se modifican durante tiempos de crisis. Los investigadores se centran en el análisis de “nuevos modelos” que utilizan las plataformas digitales para “desafiar” las normas existentes asociadas con el altruismo en beneficio de las personas y del planeta.

“La cooperación no requiere altruismo y el altruismo no es una condición suficiente para la cooperación”. Henrik Österblom

Cooperación y altruismo

Los términos “cooperación” y “altruismo” en ocasiones son utilizados como sinónimos. Sin embargo, refieren a acciones con motivaciones distintas. Mientras que la cooperación requiere “interacciones entre al menos dos individuos y, a menudo, tiene como objetivo obtener un beneficio común o mutuo”, el altruismo es “cualquier acto de un individuo para mejorar el bienestar del otro”, explicó Österblom, al tiempo que agregó: “La cooperación no requiere altruismo y el altruismo no es una condición suficiente para la cooperación”.

En su artículo los autores sostienen que la cooperación es una acción “presente e intrínseca” tanto en los ecosistemas como en las sociedades humanas y se observa con frecuencia entre “individuos estrechamente relacionados o pertenecientes al mismo grupo”. Además, permite “el aprendizaje cultural” mediante la “imitación del comportamiento de otros individuos más exitosos, lo que da como resultado la generación y difusión de nuevos conocimientos que permiten la adaptación a nuevas condiciones de vida, alimentos y hábitats”. En tanto, el altruismo es “un estado motivacional” con el propósito de ayudar a otra persona sin esperar una retribución o un beneficio propio.

Las formas en que se desarrollan las acciones altruistas y cooperativas no fueron siempre las mismas. Por el contrario, se han modificado en paralelo a los cambios sociales, económicos y culturales, y además varían geográficamente, explican los autores. “Las normas de cooperación humana han evolucionado desde sentir, actuar y aspirar a beneficiar primero a pequeñas comunidades locales y luego a sociedades más grandes, hasta la acción global en el mundo actual”, expresó Österblom. Además, estas acciones se hacen más visibles en momentos de crisis. Por ejemplo, con la detonación de bombas nucleares en Japón en 1945 y el desastre en Chernobyl en 1986 que “influyeron en las comunidades de manera no discriminatoria” y demuestran cómo el altruismo puede “nacer del sufrimiento”.

Un ejemplo a mayor escala geográfica, claro y reciente, es la pandemia por covid-19. “La pandemia ha influido rápidamente en las percepciones de los riesgos y las acciones asociadas en una comunidad conectada globalmente. El aislamiento voluntario para proteger a los grupos vulnerables, la movilización de acciones comunitarias destinadas a apoyar a los ancianos o la cooperación sin precedentes entre científicos para desarrollar vacunas eficaces ilustran cómo pueden movilizarse las respuestas cuando una comunidad enfrenta un desafío crítico de supervivencia, cuando nadie está a salvo de ser dañado”, señalan Österblom y Paasche.

“La forma en que actuamos ‘normalmente’ está limitada por la racionalidad: las interacciones cotidianas con nuestras parejas, familias, comunidades, lugares de trabajo. Durante tiempos de crisis, oleadas migratorias, pandemias, inundaciones, tormentas, conmociones y disturbios, simplemente tenemos que adaptarnos y convertirnos en más de lo que ‘normalmente’ somos. La invasión rusa en Ucrania pondrá a prueba esta habilidad, nuevamente”, explicó Henrik.

La crisis climática y el mundo hiperconectado

A diferencia de crisis anteriores, la climática es “la primera donde el futuro de la humanidad está claramente en juego y nosotros mismos lo hemos provocado”, sostuvo Österblom, y agregó que el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas dejó “claro que la crisis es urgente y requiere toda nuestra atención”.

Además, los autores sostienen que a diferencia de otros acontecimientos que han suscitado grandes crisis, los desafíos ambientales tienen una “causalidad menos clara, más compleja y menos inminente, donde los roles y las responsabilidades son menos explícitos” y eso genera obstáculos en el entendimiento y la compresión de los individuos de la necesidad de abordar el tema. Los investigadores también señalan que esta falta de compromiso puede deberse a una “menor confianza” sobre los estudios científicos sobre el calentamiento global y problemas ambientales y posturas “negacionistas” de la emergencia climática de líderes políticos y autoridades.

Por eso, los investigadores argumentan que son necesarias “nuevas acciones” para fomentar una “mayor conciencia de los riesgos ambientales” que estimulen “sentimientos de empatía, lugar, identidad y cuidado en relación con el planeta”, y a su vez “motivar nuevas formas de comportamiento para la sostenibilidad”. En este contexto, las nuevas tecnologías constituyen un oportunidad para “desarrollar” y “dar forma” a nuevos comportamientos, sostuvo Österblom.

A su vez, permiten movilizar grandes grupos de personas para “tener una influencia positiva en los responsables de toma de decisiones en los gobiernos y en las empresas para que participen de manera más activa y seria en los temas ambientales”, agregó. En ese marco, las iniciativas lideradas por jóvenes alrededor del mundo para obtener donaciones y atender su preocupación sobre el estado del planeta son un ejemplo de transformación de las normas históricas, plantean los autores.

“Las actividades de los jóvenes pueden tener un origen diferente, justificación y efecto. Más allá de eso, comunican a una gran comunidad que la generosidad creativa y el altruismo no sólo son geniales, sino que también representan una estrategia de supervivencia rebelde para la humanidad, especialmente en un contexto de liderazgo y acción política limitados”, expresan.

De todas formas, los investigadores aclaran que un pequeño grupo de personas no puede cambiar el mundo por su cuenta, pero que “los modelos de conducta altruistas hiperconectados entre millones de personas son un fenómeno de rápido crecimiento (y en gran parte no estudiado), que tiene el potencial de influir en las normas y prácticas en todo el mundo”. Además, sostienen que las plataformas digitales “reducen radicalmente los costos de transacción en las redes sociales globales”. “Formar y mantener conexiones novedosas a través de diferentes redes se ha vuelto mucho más fácil, lo que está generando nuevas condiciones para el aprendizaje, la adaptación y la desinformación”, añaden.

A su vez, sostienen que si bien las redes sociales representan “una infraestructura importante para el aprendizaje social”, los vínculos están sesgados por los algoritmos de las aplicaciones “hacia individuos que son similares entre sí” y dificultan la interacción con personas “fuera del grupo social de uno”. Por otra parte, advierten que el uso de tecnologías para la promoción de nuevas formas de comportamiento puede “aumentar las desigualdades para las personas sin acceso a internet”.

Altruismo hacia la Tierra

Los autores concluyen que la crisis climática, a pesar de sus impactos negativos sobre la calidad de vida de las personas y los ecosistemas, constituye una “oportunidad” para la generación de “nuevas normas de altruismo”. Las nuevas tecnologías tienen el potencial de generar las condiciones necesarias para ese cambio y establecer formas de cooperación humana a escala global y “hacer realidad las aspiraciones ingenuas de la vida en un planeta sostenible”.

“El altruismo hacia la Tierra es un tipo de comportamiento que apunta a apoyar y beneficiar a todo el planeta, su gente y todos los seres vivos”. Henrik Österblom

Para identificar estas prácticas beneficiosas hacia el planeta los autores desarrollaron el concepto de Earth altruism o “altruismo hacia la Tierra”, que implica “un tipo de comportamiento que apunta a apoyar y beneficiar a todo el planeta, su gente y todos los seres vivos”, dijo Österblom, y agregó: “No tiene que ser un acto grandioso, pueden ser cosas simples, centrándose en mejorar la vida de los animales, las plantas y las personas a cualquier escala”. A modo de ejemplo de este tipo de comportamiento “proambiental”, los expertos mencionan las elecciones de los consumidores relacionadas a preferencias alimentarias, de transporte y el consumo de energía en el hogar o los sistemas de energía con los que abastecerse.

Estos ejemplos indican que es “probable” que los comportamientos a favor del colectivo social se propaguen como resultado de que los individuos observen un “restablecimiento del orden” y que son más aceptados entre personas que comparten “identidades sociales”. Las redes sociales permiten una propagación más rápida y a gran escala de estas pautas de comportamiento.

Esa definición, que puede parecer algo simple, no lo es en absoluto, dijo a la diaria el investigador de la Universidad de la República Néstor Mazzeo, quien agregó que visualiza este concepto en la misma “línea de relevancia” que la idea de one health (en español, “una sola salud”), que involucra la salud humana con la ambiental y de los animales”. A su vez, Mazzeo señaló que el estudio de Österblom y Paasche “es una contribución relevante” porque plantea el análisis de una estrategia de “resolución” de “grandes desafíos que afronta la humanidad”.

“El aporte de los investigadores es muy importante porque mira el papel del altruismo a escala global y el desarrollo de acciones que de repente benefician, principalmente, a una comunidad distinta a la que uno pertenece, o incluso a la que está al lado, sino a comunidades lejanas con las que no se tiene contacto”, expresó Mazzeo.

Artículo: “Earth altruism”
Publicación: One Earth (octubre de 2021)
Autores: Henrik Österblom y Oyvind Paasche.

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