En las noches de enero del Club Capurro se puede ver Problemas tenemos todos, la propuesta que preparan para febrero. la diaria conversó con Gustavo Cabrera y Pablo Pinocho Routin sobre el nuevo rumbo que tomó el barco A Contramano. El sello de esta murga eran los espectáculos “serios”, donde se planteaban críticas directas, soliendo ser tildados de intelectuales y complicados. El año pasado se incorporó el cupletero Diego Bello, quien abandonó La Margarita y llevó su histrionismo a la murga de Gustavo Cabrera. Con el espectáculo La Familia, A Contramano cambió y agregó mucho humor, ganando por primera vez el primer premio de murgas del concurso oficial. En los tablados se percibió rápidamente el éxito de la nueva modalidad con la que planteaban sus críticas y los seguidores iban en aumento: “Tuvimos mucho apoyo del público, parte del crecimiento lo generó el espectáculo del año pasado y lo vamos a cuidar. La mejor manera que tenemos para cuidarlo es hacer el mejor espectáculo, dentro de nuestras posibilidades”, comenta Gustavo Cabrera, director responsable, letrista e integrante de la cuerda de segundos.
Este año la historia gira alrededor de la particular residencia de José Mujica: “El cuento transcurre en la chacra del flamante presidente de los uruguayos, donde hay dos guardias: Fagúndez y Hernández (interpretados por Pinocho Routin y Diego Bello). Pero son como secretarios: le manejan la agenda y filtran a la gente que viene con sus reclamos y problemas a la chacra. De allí surgen todos los cuadros. Si bien tiene bastante humor, éste es un espectáculo en donde decimos muchas cosas. Es muy de A Contramano el espectáculo, se armó un equilibrio interesante entre el humor y el decir”, nos adelantó Cabrera.
A Pablo Pinocho Routin le tocó despegarse de Esteban, su personaje anterior, para entrar en la piel de Fagúndez: “Me gusta este personaje, tiene cosas totalmente diferentes al del año pasado. Da un poco de trabajo el hecho de crear seres nuevos y que tengan un alma. Con Diego tenemos química, a pesar de que hace poco tiempo que trabajamos juntos ya sabemos más o menos por dónde va la cabeza del otro”.
Consultado sobre el cambio en el modo de comunicación que hacía tan característica a la murga, Cabrera explica: “Hemos tratado de aprender y romper barreras. A mí me molestaba el mote de intelectual, no lo consideraba un piropo porque no me considero un intelectual. Pero siempre me gustó hacer críticas culturales hacia arriba, no hacia abajo. Está bueno que todos crezcamos un poquito y no miremos siempre para atrás”. “A mí me gusta pensar” -agrega Routin- “un espectáculo basado en la comunicación con la gente. El año pasado encontramos un canal de humor, que resultó una herramienta importante para comunicar. Hay veces que se usan caminos que no son tan adecuados para el lenguaje de carnaval y eso tiene un precio para uno como artista: perder la comunicación con el público. Esto no invalida el hecho artístico, pero te perdés una parte del asunto. Ahora encontramos un equilibrio entre mantener la esencia, que es decir cosas, y el lugar desde donde decir esas cosas. Me siento cómodo con el humor, no es que haya sido una persona reacia a la risa, sino que como letrista me ha costado encontrar canales humorísticos. De alguna manera, en un momento creí que el humor no tenía tanta validez dentro de la propuesta. Hoy tengo una mirada diferente, creo que capaz estuve equivocado por concebir que los espectáculos no necesitaban ese ingrediente. Ahora estoy como en un nuevo barco y lo estoy disfrutando, es una maravilla que la gente se divierta”.
Cabrera es consciente de lo difícil que es continuar un año tan exitoso como el anterior: “Nuestro objetivo es hacer un gran espec- táculo por nosotros y por toda la gente que nos aguanta, ésa es nuestra honestidad artística. El concurso va por otro lado: tenés que estar para ganar y te tienen que dejar, son dos verbos. A veces estás y no te dejan; y a veces te dejan y no estás. Es la parte en que yo menos quiero involucrarme porque te quita capacidad creativa genuina. Nosotros no leemos el reglamento antes de armar nuestro espectáculo, sería condicionarnos a producir en función de un resultado diferente”. Para Routin, el asunto pasa simplemente por disfrutarlo: “Nuestra meta hoy es terminar el espectáculo para salir a hacer los tablados tranquilos y disfrutarlos. El concurso genera rivalidad y yo soy amante de la fiesta del carnaval. Me parece que cuanto más propuestas murgueras de valor artístico existan, es bueno para la gente. Creo que el carnaval es un hecho artístico del pueblo y hay que disfrutarlo como tal”.
La batería de A Contramano le busca una alternativa a la percusión sumando instrumentos que dan un sonido diferente a determinadas instancias del repertorio de la murga. El bombista Pablo Giménez explicó: “Estamos buscando otra apertura de sonido que no podemos lograr con bombo, platillo y redoblante clásicos. Armamos una especie de órgano de aire con tubos de PVC de distintas medidas (el más grande tiene 16 cm de diámetro y 2 metros de largo). Al golpear en la boca del caño, larga un sonido que produce el aire y suena como si fueran las notas de un bajo. Estábamos trabajando en una canción para la que precisábamos cuatro notas para formar el acorde, se lo propusimos a Rafael Antognazza (director escénico y arreglador coral) y nos dio el ok para agregarlo. También lo acompañamos con un pandero (tambor de plena de Puerto Rico) y con una botella con semillas. Además, para una canción sobre el empleado público armamos una secuencia rítmica tocando con una máquina de escribir, papeles, una engrampadora y sellos”.