Perder el miedo
Rosángela Berman Bieler y Sergio Meresman, responsable en Uruguay del Instituto de Discapacidad y Desarrollo Inclusivo, son autores del manual de orientación para el buen trato Atención de las personas con discapacidad en los servicios de VIH. En el texto, además de profundizar en las posibles acciones multidisciplinarias para el combate del VIH, se dan pautas básicas para el desarrollo de un trato que no genere barreras actitudinales. Los autores mencionan algunas situaciones que impiden a las personas con discapacidad desarrollarse socialmente. La falta de expectativas en cuanto a su desempeño, las pocas oportunidades para movilizarse libremente y tener un desempeño autónomo, la falta de incentivo para tomar decisiones y la ignorancia y los tabúes acerca de sus habilidades y posibilidades son algunas de las trabas explicitadas. El material está pensado para los profesionales de los centros de atención de salud; estará disponible en la página del instituto: www.iidi.org.
Invitamos a la directora del instituto sin saber si ella tenía alguna limitación física. Al encontrarnos con Berman notamos que se maneja con total libertad en una silla de ruedas, aunque su desplazamiento estuvo condicionado a las rampas que hay en las esquinas de Montevideo. En la recorrida realizada se pudo apreciar que no todas las esquinas cuentan con rampas, lo que dificulta el acceso y condiciona a las personas que se desplazan en silla de ruedas a transitar directamente por la calle.
Un dato curioso fue que algunas de las esquinas que carecen de rampas (las cuales también resultan útiles a los padres que se desplazan con carritos de sus bebés) se encontraban a pocos metros de la Plaza Independencia, la cual está catalogada como “plaza accesible”. Según Berman, la plaza es una demostración de que “Uruguay tiene el conocimiento, la capacidad y la tecnología” para hacer las cosas accesibles. Incluso reconoció que está la “voluntad política de generar la accesibilidad”. Pero aclaró: “No hay que olvidar que la accesibilidad no puede ser solamente en un lugar, la ciudad tiene que ser accesible toda, porque la persona discapacitada tiene que llegar al trabajo, a la educación, a la salud”.
Es así que la plaza funciona como un símbolo en el que Uruguay manifiesta que sabe hacer las cosas, pero ese conocimiento, por el momento, no se aplica a lo largo de las ciudades. Incluso en la Plaza Independencia quedan cosas sin resolver; un ejemplo claro es la rampa ubicada frente a la puerta de La Ciudadela, la cual no conduce a ningún lugar. Cuando la persona que se desplaza con silla de ruedas baja la rampa para cruzar hacia la peatonal Sarandí, en la pequeña vereda donde está ubicado el portal no hay otra rampa que la reciba; para poder ingresar a la peatonal se debe unir al tránsito y apelar a la buena voluntad y a la paciencia de los conductores.
Ante la pregunta de Berman sobre “qué es lo que puede haber generado la no rampa del otro lado”, ella misma respondió que la responsabilidad puede estar en el hecho de no consultar a las personas a quienes está dirigida la intervención efectuada en la plaza. Destacó que es necesaria la participación de las personas con discapacidad en todos los asuntos sociales.
A pesar de todo, fue optimista al recordar que hace tres años había visitado Montevideo y la plaza entonces no era accesible; sin embargo, hoy sí lo es. Asimismo, habló de las reformas realizadas en el teatro Solís: “Es fantástico porque contempla esa cosa de que aunque sea accesible puede ser lindo; la rampa llama la atención, no es algo disfrazadito al fondo, donde uno tiene que entrar muy desapercibido”.
Consultada sobre cómo influye la ubicación de los accesos para las personas con discapacidad, explicó que “si una persona tiene que entrar siempre por la puerta de atrás genera una psicología social y personal muy fuerte”. Además, destacó que la rampa del teatro Solís da una visibilidad a un tema que es tratado siempre en la puerta de atrás.
Diseño universal
Rosángela Berman enfatizó en la necesidad de garantizar derechos de accesibilidad a un grupo grande de la sociedad, puesto que desde el instituto se trabaja con el concepto de diseño universal que considera que las discapacidades son parte del ciclo de la vida de cualquier persona. A modo de ejemplo citó que para desplazarse cuando uno es niño tiene que hacerlo con ayuda de otro, ya sea en los brazos de la persona o en el carrito; cuando todavía se es niño no se tiene la altura suficiente para acceder, por ejemplo, a presionar los botones del ascensor o un teléfono público, y en la tercera edad hay dificultades en el desplazamiento y en muchos casos se recurre al bastón o a la silla de ruedas para trasladarse. “En muchos momento de la vida la gente tiene limitaciones de funcionamiento porque los espacios son creados sin considerar esa diversidad funcional”, puntualizó al respecto.
Describió el modelo que se promueve ahora, el cual no se basa en la medicina, como ocurría tradicionalmente, sino en lo social. “Las barreras no son sólo físicas, muchas veces las barreras actitudinales son las más fuertes. Entre los principios que trabajamos hoy está eso de romper con el modelo médico que considere que las personas son anormales, que son tratadas con pena por la sociedad”, manifestó Berman. Además, aseguró que nuestro país se encuentra en el pasaje del modelo médico al social, y que la firma de Uruguay ratificando la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos de las personas con discapacidad agilizará esa transición.
En su opinión, la generación de un cambio en la accesibilidad va más allá de una inversión económica, puesto que lo considera un tema que está relacionado con un cambio de mentalidad. Aunque dijo que en la actualidad es inadmisible que el Estado gaste dinero sin contemplar una porción enorme de la población, asegurando de esta manera que todo lo que se construya de cero y cada reforma que se lleve a cabo contemplen la accesibilidad de las personas.