El fin de semana pasado se encendió la pólvora. Un cuplé de la murga Agarrate Catalina se refiere a los charrúas de la siguiente manera: “Acá estaban los charrúas,/ pura garra y corazón,/ puro corazón y garra,/ poca civilización./ No te hacían edificios/ ni ninguna construcción,/ no tenían calendario,/ no tenían plantación./ Lo más revolucionario/ en el plano cultural/ fue una cuerda con un palo,/ era el arco musical./ No tenían sacerdotes,/ no tenían religión./ ¡Pero no tenían nada,/ la puta que los parió!”.
El pasaje denominado “Civilización” continúa diciendo que los charrúas “eran un pueblo muy gentil con el que pasaba por aquí, eran correctos y educados; hicieron flor de asado cuando llegó Solís”.
Esta puesta en escena realizada en el ámbito humorístico de la murga y el tablado, en pleno Carnaval montevideano, no le cayó muy en gracia a la Asociación de Descendientes de la Nación Charrúa (Adench), que la consideró ofensiva, racista y xenófoba.
Adench salió al cruce con una carta dirigida a los responsables de Agarrate Catalina firmada por Sergio de Noda y Gerardo Sosa, en la que expresan su “desagrado” y “dolor” por el hecho de que “artistas de y para el pueblo” incurran en el error “de que nuestros pueblos originarios no han dejado nada”.
La misiva expresa que “atento a la comparación que se hace con otras etnias americanas queremos aclarar que a grandes rasgos tenemos dos tipos de civilizaciones: las del tener y las del ser, encontrándose los charrúas en esta última”.
Y señala: “Quizá no hayan dejado grandes creaciones arquitectónicas como los mayas, aztecas o incas, pero han cultivado la espiritualidad, la horizontalidad y la igualdad, el respeto, el valor de la palabra y otros valores comunitarios. De acuerdo a recientes investigaciones de José López Mazz y Camila Gianotti, por nombrar algunos, se ha señalado que el universo de los habitantes originarios de estas tierras era más complejo de lo que se creía”.
“Esos estudios aportaron pruebas del manejo amigable de los recursos naturales y otras actividades muy arraigadas en nuestra sociedad, como el consumo del mate que, proveniente de los guaraníes, también se ha tratado con total falta de respeto”, agrega.
Adench menciona que le resulta extraño advertir el desprecio, la degradación, el silencio y el olvido premeditados que recibieron nuestros ancestros en la máxima fiesta popular uruguaya, el Carnaval.
Enrique Auyanet, integrante de Adench, dijo que lo que más le dolió fue que de las letras se desprende que la cultura charrúa no dejó nada, es decir, la misma historia que contó el colonialismo.
Como en un coro a muchas voces, se sumó el comentario realizado por el antropólogo José López Mazz, estudioso de la cultura charrúa que estuvo al frente de la excavación de los “cerritos de indios” en Rocha. Dijo en el programa De diez a doce, en Radio Uruguay, que “el cuplé de los charrúas es clasista, fascista y discriminatorio” y fue escrito por “planchas ignorantes”.
López Mazz abundó acerca de la ignorancia sobre la cultura charrúa. “Es clasista, tiene muchas cosas que me enojan mucho. […] Es una reverenda ignorancia, es fascista y discriminatorio”, dijo en el programa. Por su parte, Rafael Cotelo, una de las figuras de la murga Agarrate Catalina, dijo al portal 180 que el cuplé de los charrúas es una forma de “reírnos de nosotros mismos” y agregó que quisieron “hablar a través de una ‘mascara charrúa’, y desde la ignorancia reclamarles pirámides y cosas absurdas”. “Como si les pidiésemos a los mayas que usaran fax”, explicó.
Ayer, para darle otra vuelta a la tuerca, el humorista Carlos Tanco, en su personaje Darwin Desbocatti, se despachó a gusto contra López Mazz, a quien, en el tono humorístico que lo caracteriza, le dio como adentro de un gorro en su micro del programa No toquen nada.
Si bien toda la situación daría para preguntarse si el humor debería imponerse alguna clase de límites, algo sobre lo que seguramente habrá posiciones encontradas y que, en caso de suceder, podría aniquilar al humor, es evidente que todo lo relacionado con la población charrúa despierta susceptibilidades. En este caso reaccionaron los que reivindican el orgullo de la sangre charrúa (Adench), y a ellos se sumó un representante de la academia, que ha investigado como pocos los restos de la cultura charrúa y ha saltado a la esfera política y mediática debido a las búsquedas de restos de los desaparecidos durante la dictadura.
También cabría preguntarse qué es lo que actualmente se enseña en Primaria y Secundaria sobre los charrúas, que seguramente no es lo que se enseñaba en los 60 ni en los 70 (aquel cantito de que los charrúas vivían de la caza, la pesca y la recolección de frutos salvajes) porque la imagen de esos indígenas, como la de Artigas, ha ido cambiando y se ha ido ajustando a los requerimientos históricos de la sociedad y de los poderes políticos, más allá de los descubrimientos que se han ido realizando en el tiempo sobre su trascendencia, e incluso de las modas que intermitentemente ponen de relieve lo autóctono y lo étnico.
Los integrantes de Adench, como lo mencionan en su página web, son un grupo “en búsqueda y construcción de una identidad social”, por eso no resulta extraño que se sientan tocados cuando se bromea sobre sus ancestros, un grupo étnico que fue traicionado y vilmente diezmado, como se relata en el libro ¡Bernabé, Bernabé!, de Tomás de Mattos. Pero el racismo no parece ser el problema en este caso, entre otras cosas porque los propios humoristas de Agarrate Catalina son o se dicen representantes de la nación charrúa.
Tal vez sea hora de reconocer el profundo desconocimiento que el grueso de los uruguayos tenemos de nuestros ancestros, de quienes sólo podemos “asegurar” que tuvieron mucha garra.