El Programa Huerta Orgánica en la Escuela se originó a partir de una experiencia en una escuela en el medio rural, según informa la web de la Fundación Logros. En el marco del Programa de Responsabilidad Social “Mujer Protagonista”, en el año 1996 la empresa Nuvó Cosméticos reconoció a la maestra Marlene Arraraz por el proyecto que desarrollaba con una huerta orgánica en invernadero en la Escuela Nº 31 de Salto; el impacto del proyecto sobre los niños y sus familias fue evaluado positivamente.
Parte de la terapia
Cabe aclarar que es política del Hospital Vilardebó no permitir la entrada de periodistas, por lo que no fue posible hacer entrevistas en el centro ni tomar fotografías del módulo orgánico.
En 2000 Logros comenzó a funcionar como ONG y un año después el programa Huerta Orgánica se ejecutaba en 87 escuelas; actualmente se realiza en 400. Si bien el apoyo más importante que da la fundación es la capacitación en huertas orgánicas, también hace otros talleres, como capacitación para el trabajo en redes o planificación de objetivos.
La ingeniera agrónoma Andrea Crocco, quien trabaja en la coordinación general de proyectos, explicó que la fundación comunica su cometido y las organizaciones interesadas la llaman. “El Hospital Vilardebó quería que la huerta formara parte del nosocomio, tanto para fines terapéuticos como para autoconsumo. Para nosotros, que veníamos trabajando con escuelas, fue todo un desafío”, afirmó.
A partir de entonces se elaboró un proyecto junto con un equipo del Vilardebó. “En 2005 se empezó a armar la estructura del invernáculo, pensado como si fuese una sala más del hospital. Se invitó a gente de la comunidad y familiares de los pacientes a participar y, a la vez, se comenzó con la capacitación en la que se muestra qué es una huerta orgánica y cómo se maneja”, contó Crocco.
Inicialmente la idea era capacitar al personal del hospital para que ellos transmitieran el conocimiento a los pacientes, pero los psiquiatras del Vilardebó decidieron que los pacientes que estuvieran compensados e interesados en la huerta también recibieran capacitación.
Manos en la tierra
Cultivar en huerta orgánica implica producir sin químicos respetando la diversidad y utilizando productos botánicos para las plagas. Según explicó Crocco, “se trata de un proceso, con mucha planificación, en el que se va aprendiendo a través de la observación y la paciencia”.
Actualmente el módulo orgánico del Vilardebó cuenta con dos invernáculos que en total abarcan 300 metros cuadrados techados, además de producción a campo abierto y árboles frutales. Los pacientes que concurren al centro diurno consumen lo que se produce.
Las tareas en la huerta del hospicio se reparten de acuerdo a las preferencias de los pacientes y son los psiquiatras quienes autorizan la actividad. “La huerta es la vedette del hospital. Hay cerca de 400 pacientes, y si vas un día de semana, siempre hay unos 40 trabajando”, dijo Crocco.
En poco tiempo, lo que empezó siendo una actividad terapéutica más se convirtió en el eje de la rehabilitación. Los beneficios de trabajar en la huerta son múltiples: “Aprenden a trabajar en equipo, a respetarse, a realizar diferentes actividades al mismo tiempo y ponerse de acuerdo entre ellos, a ayudarse. Es común que haya peleas entre los pacientes en las salas, pero en la huerta nunca hubo conflictos. El balance siempre ha sido positivo”, expresó.
El programa funciona también como herramienta de inserción laboral para quienes están en la última etapa de rehabilitación y concurren al centro diurno. La iniciativa surgió ante la necesidad de mantener el módulo orgánico en condiciones. Con este fin se hizo un llamado y se eligió a un equipo técnico, respaldado por la fundación, para que trabajara con pasantes en el mantenimiento del área. Se solicitó apoyo al Patronato del Psicópata, una institución vinculada a la rehabilitación en salud mental, con el fin de solventar el proyecto de pasantías.
Crocco explicó que “se utilizó la modalidad de pasantía paga y si bien el sueldo es menor a un salario mínimo, funciona como un incentivo y un paso intermedio para conseguir un trabajo fuera del hospital”. Las pasantías duran un año y el Patronato selecciona ocho personas de distintas instituciones de salud mental para realizarlas.
Nuevas huertas
La fundación debe buscar su propio financiamiento para llevar adelante los proyectos. En el caso del Hospital Vilardebó, provino exclusivamente del laboratorio Athena pero, según explicó Crocco, “para que el proyecto sea sustentable se deben formar redes y unirse con otras instituciones. En el hospital se ha trabajado mucho en eso y ellos han logrado los vínculos para conseguir los insumos que necesitan. Entre otras ayudas, el Ejército colaboró para hacer el cerco perimetral; también se ha recibido donación de estiércol para abonos, y la Intendencia Municipal de Montevideo ha contribuido con abono orgánico compuesto”.
El contacto entre el hospital y la fundación continúa porque los objetivos y las planificaciones varían cada año y se sigue capacitando personas que ingresan en los talleres. Según contó Crocco, “hay mucha demanda de los institutos de rehabilitación que conocen la experiencia y quieren aplicarla. La idea es llevar el programa a otras instituciones, para lo cual dependemos del desarrollo de los fondos necesarios”.
Mientras tanto, la fundación continúa desarrollando el programa Huerta Orgánica en la Escuela, ya que ésa es su prioridad, y evalúa la posibilidad de realizarlo en algunos liceos.