Hace 25 años debutó un conjunto en carnaval que desentonó con el resto de las murgas concursantes. Usaban instrumentos que no estaban permitidos y de estilo murguero tenían muy poco. Si bien eso le costó numerosas sanciones, multas y estar permanentemente en los últimos lugares entre las murgas que puntuaba el jurado, dejaron huella en la categoría y actualmente su título es recordado por las generaciones que en los años 80 comenzaron a ser público activo gracias a las novedades incorporadas por estos nuevos murguistas. Se trataba, claro está, de la Antimurga BCG, quien ya desde su nombre mostraba su posición frente al género que integró simplemente para llevar a los tablados su concepción de mezclar el carnaval con el teatro. Jorge Esmoris, fundador, director y autor de la mayoría de los “pires” de esta murga, fue quien decidió armar un espectáculo en conmemoración de los 25 años de tablados y teatros recorridos por la BCG.
Cada fin de semana de febrero y marzo se presenta en la Sala Zitarrosa Nacidos para perder, espectáculo que se puede ubicar sin distinción bajo el rubro carnaval o teatro, ya que es simplemente una combinación de ambos. “Es carnaval visto desde el teatro”, explica el director, “y destacando su definición originaria, que es una cuestión mucho más lanzada, más energética. Hacemos carnaval en cuanto a la forma estética tomando del carnaval uruguayo su origen”.
La BCG tiene un fundamento teórico sólido; Esmoris cuenta que investigaron en la Biblioteca Nacional cómo eran el carnaval y las murgas en el 900 para utilizar “ese comienzo de la murga en el que eran más lanzados y cantaban en la calle. Eran como un grupo de agitadores y nosotros tomamos eso, incorporando esos elementos a nuestra formación teatral”. Con respecto al teatro, se respaldaron en los teóricos de las vanguardias del siglo XX, particularmente Bertolt Brecht y Antonin Artaud. De esta forma, la desfachatez que caracterizó la esencia del carnaval, sumada a la sátira confrontacional del teatro conformaron el perfil de los espectáculos de la BCG, dando pie a uno ciertamente diferente.
Pero más allá del marco teórico preexistente, esta obra toca tres elementos característicos de la Antimurga. Una primera parte representa al costado teatral de la BCG, que luego desemboca en un número absurdo, para por último cerrar con una tercera parte formada por el momento en el que se integra el público a la obra. Allí quedan de manifiesto las tres formas en las que esta compañía desarrolló su creatividad durante 25 años. “Elegimos cosas que hicimos en carnaval o en teatro”, dice Esmoris, “reformulándolas de manera que se integren al espectáculo y que nos permitan mostrar lo que hacíamos”.
El recordado cuplé “La terapia del colchón” se revive en Nacidos para perder representando esa característica de bajar al escenario y hacer que el público pase a formar parte del espectáculo, algo que está en el origen del carnaval, pero que hoy en día es más bien extraño para los carnavaleros. El autor lo vincula en esta oportunidad a una mención que hacen de Freud y el psicoanálisis, que termina desembocando en un paralelismo entre el colchón y el diván; de esta forma cada integrante de la murga se pasea por la platea con un colchón en mano para psicoanalizar individualmente a los presentes. Más allá del lugar de la BCG en la historia del carnaval uruguayo posdictadura, donde se la puede considerar un hito en la categoría murgas, su creador sostiene que no está de acuerdo con el concepto que los uruguayos le adjudicamos a esta fiesta, ya que considera que “más que carnaval, lo que tenemos es como una especie de festival de arte popular o callejero, que no sé si es carnaval”. En su concepción esta fiesta significa gente divirtiéndose y “siendo otra, en lugar de un espectáculo formal, cuando la gente va y se sienta cinco horas a mirar conjuntos. Lo que más representa al espíritu del carnaval sería el desfile inaugural o Las Llamadas”.
Sostiene además que nunca se les “pasó por la cabeza ni cambiar el carnaval ni aportar algo. Hicimos lo que sentíamos y nunca cambiamos nuestra cabeza por acatar sus códigos y sus normas”.
Su estilo se formó también por la innovación en la musicalidad de sus espectáculos, que tenían un perfil más influenciado por el rock, que resurgía contemporáneamente a la formación de la murga. Al respecto recuerda Esmoris: “La música, los textos y la forma de cantar tenían más que ver con el rock y el blues que con la canción murguera”. Además utilizaban un lenguaje nuevo que era “aparentemente difícil, porque manejábamos el humor absurdo y el surrealismo, pero sin embargo la gente lo tomaba y lo disfrutaba” agrega, refiriéndose a la particular conexión que la murga entablaba con el público. Éste era otro de los aspectos que rompía con lo común en el carnaval y que a la larga hicieron que el espectáculo funcionara mejor en las salas teatrales que en la frialdad distanciada del Ramón Collazo y bajo las reglas del concurso de carnaval.
El espíritu renovador introducido por la BCG puede no haber tenido el beneplácito de los jurados, pero atrajo a jóvenes al tablado, adolescentes que veían en ese atrevimiento de la BCG una influencia que perduraría en las generaciones murgueras sucesoras. Así fue que años más tarde en la murga joven incluirían claras alusiones a estos espectáculos, como hacer participar al público invitándolo al escenario o interviniendo con la gente en la platea. Ya en el carnaval mayor, murgas como Demimurga y La Mojigata poseen aún claras referencias a la creación de Esmoris, haciendo que esa modalidad sea a esta altura un estilo “a lo BCG”, ya sea por el humor absurdo, por la vinculación directa con el público o por los instrumentos agregados a la clásica percusión.
El conjunto de vivencias que atravesó la BCG a lo largo de su historia es lo que define el título de la obra que hoy festeja su aniversario número 25; para Esmoris, cuando aparecieron en carnaval llegaron a la conclusión de que para alcanzar allí el éxito se tenía que ganar el concurso y “la BCG nunca lo ganó ni estuvo cerca, pero sin embargo éramos el conjunto que más tablados hacía. Entonces vimos que ‘nacimos para perder’ en lo oficial, pero en lo extraoficial no”.
El teatro les da la libertad de no estar atados a un reglamento y eso hace que la propuesta se “desarrolle y profundice de otra manera en cuanto a lo escénico y musical”. Ante esas libertades, la respuesta a la pregunta de si ha pensado en volver al concurso de carnaval es obvia: “Yo creo que he sido bastante claro en todos los mensajes que he dado. Me han llamado algunas murgas jóvenes para hacer alguna dirección, pero les explico que me gustaría trabajar con ellas pero no en carnaval. Yo no creo en el carnaval desde el punto de vista de lo que se hace”.
Además de Esmoris el elenco se completa con Valentín Abitante, Fernando Alonso, Alejandro Arezzo, Enrique Bastos, Maia Castro, Jaime Cid, Maripaz de Melero, Gonzalo Durán, Christian Font, Néstor Guzzini, Pablo Machado, Martín Morón, Nicolás Parrillo, Aníbal Pereda, Andrés Silvera y Ernesto Veneziano, y estando en cartel hasta el fin de marzo, la BCG se da el gusto también de ganarle en permanencia sobre las tablas al carnaval más largo del mundo.