Gran problema
César Pérez, director general de Servicio Social de la Intendencia de Tacuarembó, recibió a la diaria en su despacho para hablar sobre el realojo de La Isla. Durante la conversación, que duró unos pocos minutos, alrededor de diez personas se acercaron a la Dirección de Servicio Social para manifestarle su necesidad de acceder a una vivienda o a un terreno. Esta situación, según Pérez, es muy común, ya que allí se estudian caso a caso las necesidades de las familias que se acercan en busca de soluciones habitacionales. A su entender, el acceso a la vivienda es un problema muy grande en Tacuarembó, entre otras cosas porque el departamento ha crecido mucho como consecuencia de la expansión que ha tenido la forestación. “Este crecimiento ha hecho que vuelva mucha gente que se fue a Montevideo por falta de trabajo. Si bien ha habido un desarrollo de aserraderos y de otros empleos vinculados a este sector, el trabajo no es tanto como se supone y muchas personas que se vienen luego se encuentran sin trabajo, se establecen como pueden en el departamento y muchas veces se van nuevamente a hacer la zafra a Montevideo y a Punta del Este”, dijo Pérez. Según el director de Servicio Social, de 2005 a la fecha, la Intendencia de Tacuarembó realizó alrededor de 60 entregas de terrenos, en la mayoría de los casos con ayuda, para que las familias pudieran comprar materiales de construcción. De las 60 entregas, 35 fueron por sorteo, al que se inscribieron 420 personas. El resto fue entregado a habitantes que vivían en zonas inundables o que estaban en situación de calle. A partir de un convenio realizado entre la Intendencia de Tacuarembó y el MVOTMA, en los últimos cinco años se entregaron 66 terrenos con materiales y asistencia técnica para la construcción de las viviendas, 43 para la gente de La Isla y 23 para los habitantes de La Comuna, que ya están construyendo. Para tener una idea de la dimensión del problema de vivienda en Tacuarembó, Pérez explicó que hace poco más de un año se creó la oficina de Acción Social para trabajar especialmente en este tema. En ese tiempo esta oficina ya tiene para tratar más de mil situaciones puntuales de familias que necesitan una vivienda nueva o ampliar la que ya tienen. “Hemos estado hablando con la representante del Ministerio de Desarrollo Social en Tacuarembó, porque si el tema de realojo de vivienda funciona, seguramente la intendencia continúe trabajando en contacto los próximos cinco años”, señaló.
“Bienvenidos a Tacuarembó, el pago más grande de la patria”, saluda a los recién llegados la leyenda del cartel de la terminal de ómnibus del departamento.
Para algunos es nada menos que la tierra de Gardel. Haciendo referencia a ello el teléfono de la intendencia da su mensaje de bienvenida con un melódico “caminito que todas las tardes feliz…” sonando de fondo.
Llegamos el día antes del 75o aniversario del fallecimiento del cantor, justo en el medio de la Semana Gardeliana que se conmemoró con distintas actividades artísticas. Pese a esto, la ciudad mantenía un perfil bajo sin dar grandes señales de que estuviera celebrando a su máximo ídolo. Aunque el cantante tacuaremboense no fue el motivo del viaje al departamento del norte, es difícil visitar Tacuarembó y no nombrarlo, porque allí casi todo es Gardel.
Nos esperaban en La Isla, como le llaman al lugar donde desde hace diez años varias familias fueron construyendo sus viviendas con lo que tenían a su alcance. El lugar está ubicado a unas cuadras del centro de la ciudad, en el barrio Progreso, entre la avenida San Martín y Calle Pública, en un terreno de propiedad de AFE y de la intendencia. Se puede llegar allí bordeando el pintoresco arroyo Sandú que atraviesa toda la ciudad.
Al llegar, cinco personas conversaban en la entrada de La Isla, preparadas para contar su historia, y tal como lo ven ellos, su gran logro. Adriana, quien se estableció allí hace sólo dos años y desde entonces es la presidenta de la comisión de vecinos, es sin dudas la líder del grupo y sin perder tiempo nos muestra rápidamente el lugar.
Las casas, que alojan a 43 familias, están ubicadas al borde de una pequeña ramificación del Sandú, que parece una gran zanja. Tal como explicó Adriana a la diaria, cuando llueve mucho el arroyo se desborda e inunda un campo situado al otro lado de la avenida San Martín, rodeando de agua el lugar e inundándolo muchas veces.
Las viviendas más antiguas, las que se construyeron hace unos diez años, son de bloques, están ubicadas al borde de las vías del tren y son las únicas que mediante un acuerdo con UTE y OSE reciben luz y agua en forma legal. Las familias que fueron llegando más tarde levantaron sus casas con madera, a las que se les agregó algún toldo u otro material que estuvo al alcance, para aislarlas lo más posible del frío. Estas últimas no cuentan con el mismo convenio, por lo que gran parte de las viviendas están colgadas de la luz y conectadas a un caño común de agua. Según explicaron los vecinos, esto deriva en que muchas veces no tengan luz ni agua, sumado al peligro que supone tener una instalación casera a la red eléctrica, que se desconecta los días de tormenta y que muchos intentan reparar en el momento.
Unidos y adelante
Desde hace años, quienes viven allí trataron varias veces de regularizar la situación de sus viviendas pero no tuvieron éxito. En marzo de 2009, la presidenta de la comisión organizó a los vecinos para buscarle una solución definitiva al problema. “Mucha gente se nos arrimó y empezamos a darnos cuenta de que nosotros teníamos que poner un poco de voluntad. Finalmente logramos organizarnos y empezamos a trabajar”, contó Adriana, que tiene 28 años, dos hijos y dice que le gusta mucho “la parte social”.
Lo primero que hicieron en grupo fue realizar ollas populares para juntar fondos y cubrir los gastos de trámites y llamadas. Entonces comenzó el recorrido por la intendencia y la Junta Departamental, planteando la situación a ediles de todos los partidos, además de enviar una carta al MVOTMA.
“En un principio planteamos quedarnos donde estábamos y regularizar la situación, pero la intendencia no accedió a ello. Entonces realizamos una medida de ocupación en la plaza frente a la comuna, donde estuvimos más de una semana acampando”, contó la presidenta de la comisión.
Las autoridades de la intendencia se negaban a ceder el terreno a los vecinos con el argumento de que en el mismo sitio donde estaban las casas figuraba una calle en el mapa. También porque hay partes del terreno que son de propiedad de AFE y porque es una zona inundable. “Eso lo entendíamos, pero tampoco queríamos irnos a las afueras de la ciudad. Acá tenemos todos los servicios a mano: un hospital a tres cuadras y varias escuelas y liceos alrededor. Por lo general se buscan soluciones, pero siempre terminan tirando a la gente pobre a las afueras de la ciudad, y cuando uno es pobre no tiene forma de llegar rápido a un hospital, además se complica con los gurises para llevarlos a estudiar. Por eso queríamos quedarnos en un lugar cerca”, explicó Adriana.
Finalmente, los integrantes de la comisión llegaron a un acuerdo con la intendencia, que les ofrecía un terreno frente a La Isla, al otro lado de la gran zanja, para construir 43 casas. “Aceptamos el acuerdo porque era como quedarnos prácticamente en el mismo lugar en que estábamos. Se nivelaron y fraccionaron los terrenos que nos fueron entregados a modo de comodato. Luego vino el trámite de las viviendas. Nos pusimos a pensar que trasladar las casitas de madera era seguir en la misma y tuvimos que tranquilizar a la gente que ya quería mudarse. Queríamos una vivienda decente donde pudiéramos estar bien, donde no entrara el frío y que no nos implicara un mantenimiento muy costoso”, señaló.
Y se logró
En octubre del año pasado el entonces director de Vivienda, Gonzalo Altamirano, viajó a Tacuarembó para reunirse con los vecinos de La Isla y con autoridades de la intendencia. “Él dio la palabra de realizar un acuerdo para construir nuevas viviendas, pero por temas políticos no se concretó y se decidió que se iba a firmar después del cambio de gobierno”, contó Adriana.
Finalmente, en junio de este año la ministra de Vivienda, Graciela Muslera, y el intendente de Tacuarembó, Julio Cardozo (que reemplazó a Wilson Ezquerra cuando renunció para la reelección), firmaron un convenio por el cual se destinarán 14 mil dólares por familia para comprar materiales y pagar la asistencia técnica para construir las viviendas. “Como contrapartida nosotros nos comprometemos a construir nuestras nuevas casas y a demoler las antiguas, haciéndonos cargo de que el sitio que dejamos en La Isla sea utilizado como espacio público. Queremos hacer allí alguna placita para que los chiquilines tengan un lugar para jugar. Vamos a tratar de cuidar que no se instalen allí otras personas que como nosotros buscan un lugar para vivir”, explicó. Según la entrevistada, los vecinos están “más que encantados con esto” y son muchas las ganas de empezar a trabajar para levantar las nuevas viviendas. “Para eso tenemos que diseñar un proyecto con la gente de la intendencia que nos ayude a organizarnos. Después de que sepamos cuál va a ser el modelo de vivienda y cuántas horas vamos a cumplir con los técnicos que nos dirijan, vamos a empezar a construir”, dijo.
Una vez construidas las viviendas, cada familia pasará a ser propietaria y se anulará el convenio de comodato mantenido con la intendencia por la entrega del terreno.
Para Mónica, otra vecina del lugar, haber alcanzado este acuerdo en sólo un año es un gran logro. “Fue una lucha muy importante, gracias a Adriana que se movió muchísimo”, reflexionó.
“Si nosotros logramos esto es porque tenemos ganas de superarnos y no queremos seguir viviendo como lo hacíamos, rodeados de peligros constantemente y en malas condiciones. Desde que nos empezamos a mover lo hicimos por las 43 familias y vamos a seguir trabajando hasta que toda la gente de La Isla tenga una nueva casa. Vamos a hacer un relevamiento para ver qué tamaño va a tener cada vivienda, ya que hay familias que tienen diez hijos. Nadie se va a mudar hasta que no estén todas las casas prontas. Somos todos para todo”, comentó Adriana.
“Mucha gente se emocionó muchísimo, fue muy importante. Yo tengo una felicidad enorme. Además, es tan lindo ver cómo nos unimos y tratamos de ayudarnos entre todos. Ya pensamos en hacer jornadas solidarias para que la gente que quiera se arrime y nos dé una mano. No nos quedamos quietos, siempre estamos buscando ideas nuevas”, agregó.
Para Ángel, vicepresidente de la comisión de vecinos, la clave de ahora en adelante es “seguir luchándola juntos”.
Mucha changa, poco empleo
“Nosotros estamos acá por distintas situaciones, pero no somos malas personas. Viste que uno dice la palabra asentamiento y siempre es mal vista. Por ejemplo en el caso de mi familia, fuimos a alquilar, pero como mi marido no tenía un trabajo fijo no le daban préstamos y está el dicho de que el que se casa casa quiere, así que tuvimos que hacer algo, nos instalamos acá”, contó Adriana.
El departamento del norte no escapa a la problemática que tienen varias personas en nuestro país, de no poder acceder a un empleo fijo y formal. Según los vecinos, en Tacuarembó “hay muy poco trabajo” y es común que los jefes de familia tengan que irse obligados a trabajar a Montevideo, muchos de ellos en la construcción, sin ver a su familia durante meses.
“Las empresas acá no son muchas y la opción para la mayoría es salir a conseguir una changa como limpiadora o vendiendo leña. Mi marido trabaja en huerta y como depende del tiempo, pasa meses parado sin poder trabajar y eso es crudo. Acá la mayoría de las personas viven situaciones muy similares. No es un justificativo pero es la realidad que vivimos”, cuenta Adriana, que antes trabajaba en el frigorífico Tacuarembó y desde hace tres meses está a prueba como funcionaria municipal.
Según Gustavo, la mayoría vive de la changa y son muy pocos los que tienen trabajo fijo. Para Adriana es lindo ver que mucha gente se arrima a La Isla ofreciendo trabajo en changas, ya que eso demuestra “que saben que queremos trabajar”. Pero, como dice Ángel, “la changa da poco dinero”.
“Ahora sale mucho trabajo en la forestación, como la poda y la pelada de madera, el trabajo en la ganadería va tirando pero va de mal en peor. En Tacuarembó ya quedan pocos campos para explotar. Los jefes de familia empiezan a salir para afuera y muchos no vuelven”, explicó Gustavo, que trabaja haciendo changas en una empresa que elabora ración. “Yo trabajo todo el invierno, pero llega el verano y no sé qué hacer porque no hay trabajo. Este verano disparé para Canelones a trabajar en el frigorífico Las Piedras y antes de entrar el invierno ya estaba acá de nuevo”, contó. Para Claudia, su compañera, “la situación de que él esté allá y yo acá sola con los chiquilines es muy brava”.
“A veces la gente critica pero no sabe cuál es la realidad. Nos dicen que tenemos una moto, esto, o lo otro, pero no entienden que si la tenemos es porque la necesitamos, pero no se compara con el valor de un terreno. Yo muchas veces, y no me da vergüenza decirlo, intenté comprarme un terreno pero no me daba, porque las cuotas eran insignificantes, pero al no tener trabajo seguro no podía arriesgarme a eso. La voluntad uno la tiene y utiliza todos sus recursos que no son muchos”, concluyó Adriana.