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Ganado vacuno. (archivo, marzo de 2008)

Foto: Fernando Morán

Cambiando el chip

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Uruguay mira a Nueva Zelanda pero el modelo agropecuario del país oceánico se tambalea; Finlandia avanza impulsada por la alta tecnología.

Nueva Zelanda y Uruguay son cada vez más pobres con respecto a los países más desarrollados. Y también en relación a otras economías de escala media como Finlandia y Corea del Sur. Un proyecto de tesis de doctorado sostiene que este empobrecimiento se debe a que, aún en la actualidad, ambos países siguen basando su especialización productiva y su inserción comercial en el mercado mundial en la explotación de sus recursos naturales. Pero Finlandia, que supo proyectar su desarrollo en base a la explotación de la madera y las industrias derivadas, hace mucho que inició el camino de la especialización en subsectores de alta tecnología.

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Mientras Nueva Zelanda debate cuál será su futuro modelo de desarrollo y tiene como referente a Finlandia, Uruguay sigue mirando hacia el mismo lado con la esperanza de poder al menos alcanzar el desempeño económico de los neozelandeses. Hoy en día, Nueva Zelanda continúa siendo para muchos uruguayos un modelo de desarrollo económico a seguir. Sin embargo, tanto uno como otro han experimentado una trayectoria de creciente empobrecimiento en el contexto de la economía mundial.

Del mismo modo, ambos países se empobrecieron con respecto a otras economías que eran pobres a mediados del siglo XX y que experimentaron un proceso de transformación de su estructura productiva y de crecimiento muy exitoso en la segunda mitad del siglo pasado, como Corea del Sur y Finlandia. En ese punto surge un interrogante: ¿tiene sentido seguir mirando el modelo de desarrollo de Nueva Zelanda teniendo en cuenta esta premisa?

Para el historiador económico y docente universitario Jorge Álvarez la respuesta es no. “El paso de una economía pequeña, para lograr el desarrollo, no es exportar recursos naturales o bienes primarios sino exportar bienes con altísimo contenido tecnológico, sobre todo derivados de la producción industrial, como lo han hecho Corea del Sur y Finlandia”, aseveró Álvarez a la diaria.

Sostuvo que actualmente los neozelandeses están debatiendo fuertemente cuál será su futuro modelo de desarrollo, es decir, si seguirán apegados a la producción y exportación de recursos naturales o si deben virar su especialización productiva y comenzar a exportar, por ejemplo, bienes de alta tecnología. “En Uruguay lo que hemos hecho es explotar fuertemente nuestros recursos naturales. El problema es que, y esto es lo que tienen en común Nueva Zelanda y Uruguay, y lo que los diferencia de Finlandia, aun en la actualidad, ambos siguen basando su especialización productiva y su inserción comercial en el mercado mundial sobre la base de explotar sus recursos naturales, y no lograron pegar el salto que pegó Finlandia, que dejó de especializarse en la producción y exportación de bienes primarios y se especializó en la producción y exportación de bienes industriales con alto contenido tecnológico”, precisó el investigador. Para Álvarez, la especialización productiva de Nueva Zelanda y Uruguay, apoyada en gran medida en la dotación de recursos naturales, es lo que explica el empobrecimiento relativo de ambos países en el contexto de la economía mundial.

Estos temas son abordados por Álvarez en su proyecto de tesis de doctorado titulado “Un análisis comparado del desempeño económico de Nueva Zelanda y Uruguay en el siglo XX”, presentado en el marco de las Séptimas Jornadas de Investigación en Historia Económica, organizadas por la Asociación Uruguaya de Historia Económica, que tuvieron lugar entre el 4 y el 5 de agosto en la Facultad de Ciencias Sociales. Según el docente, la comparación que propone esta investigación se orienta a explicar por qué los dos países son cada vez más pobres en el contexto económico global y por qué Nueva Zelanda siempre ha obtenido mejores resultados que Uruguay. Sobre este último punto, Álvarez sostiene que Nueva Zelanda procesó la transformación de su estructura productiva antes y de forma más eficiente que la economía uruguaya, lo que lo llevó a alcanzar un mejor desempeño. Sin embargo, advirtió que este hecho no ha podido frenar el permanente empobrecimiento de la economía neozelandesa con relación a los países desarrollados.

De la carne al software

“Cuando José Mujica asume la presidencia, en su discurso ante el Parlamento puso en evidencia una debilidad en la perspectiva del desarrollo. Cuando dice que una buena estrategia de desarrollo sería apostar a la siguiente ecuación: agro + inteligencia + turismo + logística regional, significa apostar a los recursos naturales. Ahí se delinea una estrategia de desarrollo basada en los recursos naturales y, entre otras cosas, se pone a Nueva Zelanda como un ejemplo de por dónde debería ir Uruguay”, interpretó Álvarez.

Sobre esta declaración del mandatario, el docente dijo que si bien hay un escalón que separa a Uruguay de Nueva Zelanda y que sería bueno poder subirlo, es decir, mejorar las condiciones propias del país, no hay que olvidar que “Nueva Zelanda no es ningún punto de llegada: a lo sumo subimos un escalón, pero para seguir bajando en el contexto de la economía mundial”. Abogó por “empezar a mirar otras experiencias, como la de Finlandia, para pegar ese nuevo salto y subirnos a una escalera que vaya para arriba y no para abajo”, graficó. Para que Uruguay pueda cambiar su rumbo hacia un modelo similar al de Finlandia es necesario que desarrolle políticas que apunten a estrategias de desarrollo, ya que esas capacidades productivas se construyen, fundamentó. “En Finlandia los celulares no cayeron de los árboles sino que [el país] generó ese conocimiento, esas tecnologías, y hubo políticas educativas, industriales y de inversión en innovación y desarrollo, hasta lograr esas capacidades y transformarse en un país de punta en la producción de bienes que son muy dinámicos en la economía mundial, y altamente demandados”, analizó el académico.

Según el investigador, Finlandia definió, en un determinado momento, que tenía que apuntar a esa estrategia de desarrollo y no a seguir produciendo y exportando madera. “Ahora ellos vienen e instalan pasteras con altísima tecnología, pero ellos antes exportaban madera: logran desarrollar una tecnología asociada a su recurso natural”, señaló. Para Álvarez, un país que quiera desarrollar una producción industrial de alta tecnología debe invertir en educación así como en innovación y desarrollo.

Citó, como ejemplo, que Finlandia invierte más del 3% del Producto Interno Bruto (PIB) en innovación y desarrollo, mientras que Nueva Zelanda apenas el 1% y Uruguay, el 0,3%. “Cuando Uruguay se sigue planteando como modelo de desarrollo un país como Nueva Zelanda, sigue apostando a los recursos naturales porque las principales exportaciones de ese país siguen siendo la lana y los productos derivados de la ganadería. Hay que mirar otros modelos de desarrollo”, destacó.

Siempre fue mejor

Nueva Zelanda ha tenido siempre un PIB per cápita más alto que el de Uruguay y esa brecha no se redujo en el largo plazo sino que, por el contrario, se ha ampliado, especialmente entre 1930 y 1970, informó el investigador. Hacia finales del siglo XX el ingreso per cápita en Uruguay era aproximadamente el 40% del ingreso per cápita de Nueva Zelanda.

Álvarez explicó que esta brecha se explica por dos factores: los mejores resultados que Nueva Zelanda logra en el sector agropecuario, que le permiten generar una mayor oferta que Uruguay hacia el mercado externo; y porque además logró realizar el proceso de industrialización antes que Uruguay, el cual lo mantuvo hasta principios de la década de los 70. En Nueva Zelanda se registra un crecimiento del sector agrario y del sector industrial de manera ininterrumpida hasta comienzos de los 70. A lo largo de su trabajo de investigación, el docente identificó el dato de que Nueva Zelanda logró desarrollar una estructura de la propiedad rural menos concentrada que la de Uruguay, lo que tuvo un fuerte impacto positivo en la distribución del ingreso y de la riqueza. “Nueva Zelanda distribuye la riqueza de forma menos desigual que Uruguay, y eso tuvo fuertes impactos sobre la capacidad de inversión de los productores rurales neozelandeses para aumentar la productividad de la tierra”, apuntó. Es decir que Nueva Zelanda incrementó la productividad de la tierra invirtiendo más capital.

En cuanto al sector industrial, con la crisis de 1929 Nueva Zelanda aplica, al igual que Uruguay, una política de industrialización muy fuerte, con la diferencia de que la industrialización por sustitución de importaciones neozelandesa se prolonga hasta finales de los 60, indicó Álvarez. En Uruguay, en 1930 se estanca el sector agropecuario y en 1955 se frena el industrial, por lo que se vive un estancamiento global de la economía hasta principios de los años 70.

Según lo que Álvarez observó hasta el momento, y centrándose únicamente en el año 1936, dado que existe un completo censo en Uruguay que permite comparar el sector industrial con el de Nueva Zelanda, la producción industrial orientada al mercado interno de Nueva Zelanda representa tres veces la producción de Uruguay, excluyendo los bienes de origen agrario que tienen transformación industrial, como la producción de la industria frigorífica.

Asimismo, para ese año se observa que mientras que la mayor proporción del valor agregado de la industria uruguaya se concentra en las ramas más tradicionales, como las industrias alimentarias y textil, en Nueva Zelanda se concentra en las ramas más dinámicas, por ejemplo, en la metalmecánica. “Ya en esos años adquirieron un proceso de sustitución de importaciones. Es decir que en los años 30 en Nueva Zelanda ya se ensamblaba automóviles”, indicó. Y agregó: “Eso es un indicador de que Nueva Zelanda ha logrado un proceso de cambio estructural y un proceso de industrialización anterior y más consolidado que el que alcanza Uruguay en la década de 1930”.

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