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China Zorrilla. (archivo, noviembre de 2008)

Foto: Javier Calvelo

Los dientes del perro

6 minutos de lectura
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China Zorrilla repasa su vida y anuncia un libro autobiográfico.

Impedida de acercarse a nuestro país para un Día del Patrimonio que, por estar dedicado al teatro, debió tenerla como protagonista, China Zorrilla estuvo presente a través de una grabación. Unas semanas antes, conversó con la diaria acerca de su carrera y sus proyectos.

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Sus compañeros de jardín de infantes le decían Cochonne. Estaban en París con su familia, mientras su padre, el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, finalizaba el monumento al Gaucho. El apodo, que quiere decir “cochina”, disgustaba tanto a la futura actriz, que pidió que la llamaran solamente “China”.

Cuenta China (o Concepción Zorrilla de San Martín) que cuando iba al taller de su padre no podía dejar de maravillarse con sus bronces y sus estatuas. “Yo le decía a papá: tus obras pasan a la posteridad porque el mármol y el bronce son eternos, en cambio lo mío es efímero. Y papá me contestaba: pero a ti te aplauden todas las noches, a mí no”.

Así empezó la conversación con China, en un restaurante cerca de su casa en Buenos Aires. “A mí siempre me gustó más hacer comedias”, dice. “Yo creo que en cualquier parte del mundo hay razones para llorar y no siempre hay razones para reírse. Creo que para vivir en paz hay que reírse de cuando en cuando. Además, cuando hacés un drama, no te van a decir que están emocionados, pero en una comedia te lo dicen con la risa”.

¿Y es fácil hacer reír? “Yo he sido bendecida por Dios por hacer reír a la gente”, contesta. “Me luzco en las comedias. De golpe empieza una obra, con una actriz seria y aburrida pero se ríe todo el mundo, porque sabe encontrar el momento justo para hacer un chiste. Hacer reír es una cosa difícil de enseñar. La persona lo siente o no lo va a hacer nunca. En eso, el teatro es como la música. Me acuerdo de que una vez tuve que reemplazar a una actriz que se había enfermado, y me di cuenta con horror de que se reían mucho más conmigo que cuando estaba ella. La gente decía ‘China inventa en el escenario’ pero yo no inventaba nada. En vez de hacer una pausa de cinco segundos, hacía una de cuatro. Lo mejor es que la gente te cuenta ‘ayer te fui a ver, China’, pero no te habla de si estuviste bien o mal, te dice: ‘China, me hiciste reír’ y ése, para mí, es el mejor aplauso”.

De la C a la Z

Es uruguaya pero por trabajo empezó a ir a Buenos Aires y se fue quedando. Es muy futbolera (de Nacional y de Boca), desde niña toca el piano y ama a Federico Chopin. Su infancia y adolescencia la vivió en la “Quinta de los Muñoz” -una especie de palacete enclavado en el Prado, perteneciente a su familia materna. De esa época China recuerda que la escalera tenía 32 escalones y que la puerta nunca se trancaba. De niña organizaba funciones de teatro familiar: escribía el texto, hacía actuar a sus hermanas y su hermana Guma le hacía los disfraces. En esas ocasiones, su abuelo, el poeta de la patria Juan Zorrilla de San Martín, se sentaba en la primera fila. “Me decía: tú vas a ser actriz y me vas a dar esa satisfacción”, cuenta.

Hoy, salir a la calle con China genera todo tipo de reacciones en ambas márgenes del Plata. “Pienso en lo que va a ser cuando me muera y me hace mucha gracia.” Y éste es otro de esos días en los que la gente no deja de acercarse para comentarle lo que vio en el escenario, por no hablar de la cantidad de veces que los taxistas no le cobraron el viaje, y hasta hacían llamadas a familiares para que les creyeran.

A pesar del éxito de las películas Esperando la carroza (Alejandro Doria, 1985), Besos en la frente (Carlos Galletini, 1996) y Elsa y Fred (Marcos Carnevale, 2005), que la hicieron ser reconocida internacionalmente, lo que más ama es hacer teatro. Y tanto, que a sus 88 años hace teatro leído con Las de enfrente, de Federico Mertens, dentro de un programa del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que lleva obras, artistas y libros de arte argentino a todos los barrios porteños. “Es en un barrio donde hay una familia que odia a las de enfrente porque tienen más plata, las de enfrente son más ricas que ellas, entonces, ellas las odian. Yo hago de madre de las que odian a las de enfrente”, explica China, riéndose de su personaje.

“Con esta obra vamos a los barrios que están lejos del centro, a los que no llega mucho el teatro, no se cobra entrada, es buenisima la idea. Y la gente nos agradece, viene y me dice: ‘Ay, China, aunque le parezca mentira, mi marido y yo nunca vamos al teatro’. Y fijate que el teatro leído es sentarse alrededor de una mesa con el libro en la mano, no hay juego de luces, no hay efectos, pero si se dice bien, está todo”.

Belleza escondida

“Fijate que todavía quiero hacer cosas”, confiesa la actriz. “No me quiero morir sin hacer la obra que hice aquí, El honor no es cosa de mujeres, en Montevideo. También quisiera hacer una especie de biografía mía, ahora que estoy vieja y no me queda mucho. Pero no se enojen, porque si se van a enojar mucho, no me muero”, agrega entre risas.

La autobiografía dista de estar terminada, pero está clara la idea central: “Se llamaría Los dientes del perro, por una historia que cuentan de San Francisco de Asís. Resulta que iba un día por el campo con unos cuantos discípulos y uno dice ‘qué olor a podrido, ¿qué pasa?’ ‘Mirá’, dice otro, ‘hay un perro muerto’. ‘¡Ah, con razón! Hace días que murió, tiene todas las tripas para afuera, está podrido’. Y San Francisco dice ‘Pero qué lindos dientes tenía’. Yo siempre he buscado los dientes del perro y siempre los he encontrado. Soy una persona que justifica muchas cosas y eso me ha ayudado mucho. Por eso el libro se llamaría así”.

Como desde hace décadas, sigue firmando con la palabra paz: “Es mi palabra preferida. Y es linda. Una vez me costó un lío infernal con la Jefatura de Policía. En la época del proceso fui a actuar a El Galpón, a hacer los monólogos. La sala estaba llena. Llego de Buenos Aires al teatro y un oficial me dice: ‘Ay, China, yo que soy tan hincha suyo, mire lo que tengo que hacer, tengo que llevarla a Jefatura’. Me llevaron y me dieron un documento que decía: ‘por la presente me notifico que no puedo actuar en el Uruguay’. Entonces yo firmé como firmo siempre: China Zorrilla Paz. Me hicieron quedarme un rato más y me preguntaron por qué firmaba paz, yo les contesté lo mismo que ahora. Y les di una prueba: ‘vayan a comprar la revista argentina Radiolandia, que está en venta en la esquina’. Entonces leyeron el artículo que decía: ‘La actriz uruguaya, pacifista empedernida, escribe siempre la palabra ‘paz’ después de su firma’. Así que esa palabra también está unida a una anécdota”.

Patrimonio vivo

Su primera aparición en el escenario fue cuando tenía 19 años, tras ser invitada por una institución religiosa para interpretar a la actriz principal en la obra La Anunciación a María, de Paul Claudel. En 1948 ingresó a la Comedia Nacional, que dejaría diez años más tarde. Allí China actuó en más de 80 obras y fue directora de varias de ellas como Fin de semana, La casamentera y Las de Barranco, entre otras.

En 1958 fue convocada por el Club de Teatro para hacer Madre coraje, de Bertolt Brecht, con gran éxito. En 1960 fundó el Teatro de la Ciudad de Montevideo junto con Enrique Guarnero y Antonio Larreta. Esta “Compañía Guarnero-Zorrilla-Larreta” tuvo cinco años de éxitos teatrales ininterrumpidos de martes a domingo, a sala llena. Por esa época fueron invitados al Festival Internacional de Teatro en París y a diversos escenarios madrileños.

En 1967 la Comedia Nacional la convocó para hacer El honor no es cosa de mujeres, versión en español de la obra Le bois sacré de GA de Caillavet y Robert de Flers, que tradujo la propia China. Más adelante, la Institución Teatral El Galpón la invitó para realizar piezas teatrales como “Monólogos del teléfono”, de varios autores; Fin de semana (Noel Coward) y Querido mentiroso, de Bernard Shaw, obra que estaba en cartel cuando recibió la prohibición de actuar en nuestro país, en 1975. Fue en el Teatro del Notariado donde China volvió a actuar para los uruguayos la noche del 7 diciembre de 1984, de la mano de Emily, un monólogo de William Luce, que narra la vida de la poetisa estadounidense Emily Dikinson.

Después El Galpón volvió a recibirla para otros éxitos como La extravagante señora Bennett, de John Patrick, y El diario privado de Adán y Eva, de Mark Twain. En los últimos años, con compañías argentinas, China trajo a Montevideo Eva y Victoria, de Mónica Ottino, Camino a la Meca, de Athold Fugard, y hace dos años, Adán y Eva, en el teatro Stella.

Habiendo dejado impresas éstas y otras huellas en el teatro uruguayo, China manifestó su pena por no poder cruzar el charco para el fin de semana del Día del Patrimonio, que en esta edición homenajeaba, justamente, a la historia de las artes escénicas nacionales. De todas formas, para los interesados en su entorno familiar, en el Museo Zorrilla se exhibieron bocetos y trajes diseñados por la vestuarista Guma Zorrilla, hermana de la actriz, proporcionados por la Comedia Nacional. Allí también se pudo escuchar un mensaje grabado por China. Para estar, como estuvo siempre.

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