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Trabajadores en la planta de la automotriz Effa. (archivo, abril de 2010)

Foto: Victoria Rodríguez

Celestial

3 minutos de lectura
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Uruguay es uno de los pocos países del mundo en que el desempleo bajó a los niveles de precrisis.

En una situación económica internacional en la que el producto volvió a crecer aunque a tasas moderadas en prácticamente todo el orbe, la evolución del empleo en términos generales no da muestra de acompañar ese crecimiento de la riqueza, al punto que el titular de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), Juan Somavía, exhortó a los gobiernos a considerar la creación de fuentes de trabajo como “un objetivo macroeconómico”.

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Menos industriosos

La OIT da cuenta en su informe de que el empleo industrial durante 2009 siguió el patrón general del empleo mundial, ya que mientras que en las economías en desarrollo creció, en las más avanzadas y en la Unión Europea retrocedió en 9.500.000 puestos entre 2007 y 2009, quebrando una tendencia promedial de aumento del 3,4% registrada entre 2002 y 2007. En cambio, el nivel de empleo global en la agricultura se elevó durante 2009, implicando otro cambio respecto de las tendencias históricas e indicando que “con frecuencia el sector menos productivo de la agricultura sirve como amortiguador para los trabajadores que pierden sus empleos en la industria y los servicios”.

Esas evaluaciones están incluidas en el informe Tendencias mundiales del empleo 2011: el desafío de la recuperación del empleo, elaborado por la OIT y difundido apenas horas antes del inicio del Foro Económico Mundial de Davos, en Suiza, donde cada año confluyen las personalidades de la política y la economía más influyentes del globo.

En el documento se consigna que en términos globales el desempleo se encuentra por tercer año consecutivo en su nivel más elevado desde el comienzo de la crisis económico-financiera mundial, en los prolegómenos de 2007.

El informe diferencia dos grandes grupos de países según el desempeño de la variable empleo: los desarrollados, donde persisten una desocupación alta y “un creciente desaliento” en la materia, y aquellos en vías de desarrollo, caracterizados por “crecimiento de empleo” así como por “niveles altos de empleo vulnerable y pobreza laboral”.

Sobre ello, señala que ambas tendencias “contrastan fuertemente con la recuperación de varios indicadores macroeconómicos clave: el PIB mundial, el consumo, el comercio mundial y los mercados bursátiles”, variables que “lograron recuperarse en 2010, superando los niveles anteriores a la crisis”.

Más allá de los desniveles registrados en la recuperación de los mercados de trabajo en todo el globo, “el tremendo costo humano producido por la recesión aún nos acompaña”, recordó Somavía, sugiriendo que se plantea en todos lados “un desafío común: precisamos repensar las combinaciones típicas de políticas macroeconómicas y hacer de la creación de empleo un objetivo macroeconómico tal como lo son las altas tasas de crecimiento, la baja inflación y los presupuestos públicos equilibrados”. Y vinculó el exhorto a la base real de la economía: “No debemos olvidar que, para la gente, la calidad del trabajo define la calidad de la sociedad”.

La desocupación durante 2010 afectó en todo el mundo a unos 205 millones de personas, casi la misma cantidad que durante 2009 y 27.600.000 más que en 2007, en la antecrisis. Para 2011, la OIT proyecta una tasa de desempleo de 6,1%, equivalente a 203.300.000 personas. De acuerdo a las cifras del organismo de Naciones Unidas, el 55% del incremento global del desempleo se verificó en las economías más desarrolladas y en el seno de la Unión Europea, si bien sólo representan el 15% de la fuerza de trabajo en todo el mundo.

¡Uruguay nomá!

En ese punto, el informe matiza que “en diversas economías del mundo en desarrollo, como Brasil, Kazajistán, Sri Lanka, Tailandia y Uruguay, las tasas de desempleo disminuyeron por debajo de los niveles anteriores a la crisis”.

En 2009, la cantidad de personas que calificaban como trabajadores vulnerables alcanzó aproximadamente la cifra de 1.530 millones, equivalente a una tasa de 50,1%. En ese sentido, el panorama no habría cambiado demasiado. “La incidencia del empleo vulnerable casi no ha cambiado desde 2008, lo cual contrasta fuertemente con el continuo e importante declive registrado en los años anteriores a la crisis”, indica.

En el mismo sentido, durante 2009, aproximadamente 630 millones de trabajadores, cerca del 20,7% del total mundial de asalariados, sobrevivían “con sus familias en el nivel extremo de 1,25 dólares estadounidenses por día”. Ello implicó “un adicional de 40 millones de trabajadores pobres, lo cual representa 1,6 puntos porcentuales más que lo que proyectaban las tendencias antes de la crisis”.

El año pasado, los jóvenes sin trabajo sumaban en todo el orbe 78 millones, frente a los 73.500.000 de 2007 y a los 79.600.000 de 2009; la tasa de desempleo de las personas de entre 15 y 24 años de edad su ubicó durante 2010 en 12,6%. No obstante, señala la OIT en base a las estimaciones tendenciales de precrisis, “entre los 56 países con datos disponibles había 1,7 millones de jóvenes menos en el mercado laboral de lo previsto”, añadiendo que “esos trabajadores desalentados no cuentan como desempleados porque no están buscando trabajo de manera activa”. Y es que “el empleo juvenil es una prioridad mundial”, valoró Somavía, para lanzar una advertencia que alcanza a la economía y la sociedad globales: “La frágil recuperación del trabajo decente refuerza la persistente incapacidad de la economía mundial de garantizar un futuro para todos los jóvenes. Esto debilita a las familias, la cohesión social y la credibilidad de las políticas públicas”, alertó.

El estudio explica que la muy lenta recuperación de los mercados laborales se refleja, por un lado, en el desfase entre el incremento de los PIB nacionales y el crecimiento del empleo, y, por otro, en la ausencia de correlato entre los beneficios de la mejora de la productividad y el aumento del salario real en muchos países.

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