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Tabaré Rivero.

Foto: Victoria Rodríguez

(No) sigue siendo rocanrol

13 minutos de lectura
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Tabaré Rivero lanza una antología personal con versiones de sus antiguos temas.

En el día de su cumpleaños 54 Tabaré Rivero llegó al lugar acordado para hacer la entrevista con una bebida cola light de medio litro y un bulto a cuestas, que más que una mochila parecía una compañera de mil batallas. La imagen simboliza el lugar que ocupa el rock en su vida: un conjunto de recuerdos felices y desdichados, y una pasión que pereció -o al menos mutó- y que se convirtió en una fórmula de laboratorio para hacer saltar a preadolescentes como si tuvieran resortes adheridos a sus calzados. Tras casi 26 años al frente de La Tabaré y un disco doble recopilatorio (Colección Histórica, Bizarro Récords) editado a fines de 2010 y con las mismas inquietudes y ganas de crear de siempre, Rivero habló de música y teatro, de por qué prefiere que su público escuche más y transpire menos, y hasta de religión y psicoanálisis.

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-¿Por qué hacer una recopilación ahora?

-Es sencillo. Bizarro dice “Quiero una recopilación”, y nosotros decimos “Queremos un disco nuevo”. Bizarro dice “No, una recopilación, porque es más barato y hacemos dinero”. Al principio no me gustó la idea, pero luego los convencí de poner por lo menos cinco o seis versiones y ya el disco tiene otro valor. Entonces les pregunté: “¿En 2011 sale un disco? ¿Sale un DVD?”; “Sí”, dijo Bizarro. Perfecto entonces. Y como iba incluido en el paquete “Colección Histórica”, donde están reeditando a artistas como Alfredo Zitarrosa, Los Olimareños, Buitres y Pablo Estramín por los 10 años del sello, decís: “¡Pucha! Es un reconocimiento lindo y me parece correcto”.

-Estar al lado de un tipo como Zitarrosa no está nada mal…

-Claro, Zitarrosa y Los Olimareños me merecen un respeto enorme. Los otros no dejan de merecerme aprecio, pero Zitarrosa es palabras mayores. Es lindo que después de 25 años empiecen a aparecer esas cosas. Porque la mayoría de las veces en Uruguay sentís que hay que volver a empezar todos los días: terminás un concierto a pleno, lleno de gente, y al año siguiente no pasa nada. Autógrafos me piden, pero ir a los conciertos o comprar discos es otra cosa. Si aparezco en televisión promocionando un disco o algo así, esa semana me piden autógrafos todos los días. Después ya no pasa nada. Diferente es con los que sí siguen a la banda.

-Los uruguayos no tenemos tanto la cultura de comprar el disco, ¿no? Digo, más allá de la piratería…

-Era distinto cuando no había los medios que hay ahora. Creo que la piratería ha hecho estragos, inclusive en mí. Yo antes, cuando era rockero, desde los 14 años hasta los 27 que empecé con la banda, cada vez que salía un disco de The Who o de Jethro Tull, ahorraba plata y me tiraba de cabeza a comprarlos. Ahora tengo toda la colección de los Who, la de Purple, la de Jethro, y no me da el tiempo para escucharlas. ¿Para qué voy a comprar un disco? Es entendible. Aparte de que no tengo plata, si tuviera sería diferente. Los uruguayos trato de no piratearlos, pero un norteamericano o un inglés yo los pirateo sin problema ninguno. Y los argentinos también, más todavía.

-¿Con más placer?

-Con más placer.

-Ésta no es la primera recopilación de La Tabaré. Ustedes ya habían hecho una Archivoteca por ejemplo.

-Sí, en realidad era una conjunción de temas inéditos que habían quedado afuera de los discos. En Archivoteca están todas las integraciones de la banda, por eso es un disco que me gusta mucho. Y porque tiene canciones que podían haber llegado a tener arreglo, pero que nunca se desarrollaron, entonces aparecen tocadas con una guitarra solamente, por ejemplo. Es un disco de rarezas digamos.

-¿Cuál fue el criterio de elección de temas para este disco? Me sorprendió que no estuviera un símbolo como “Contra crisis”, por ejemplo.

-En realidad la elección fue de Bizarro, pura y exclusivamente. Porque Andrés Sanabria, que trabaja allí y fue manager de La Tabaré en el año 90, me dijo: “Yo te presento la lista de temas y si algo no te gusta me avisás”. Me los presentó y le dije que había dos temas que preferiría sacar. Uno de ellos era “Tus zapatos”, que está en el disco Sigue siendo rocanrol, que es el primero, que para mí no tiene vigencia ni más valor que un tema de relleno de ese mismo disco. No tenía sentido. Tengo un gran respeto por Andrés y él tiene un gran respeto por La Tabaré. Me gustó la recopilación, no tengo ningún tema que dejaría afuera. El tema “Ojalá”, que no está incluido, también me hubiera gustado que estuviera, pero cabía esa cantidad de temas. Lo de “Contra crisis” fue diferente, porque es un tema también muy tocado por nosotros y la gente lo conoce mucho, era como meterle más sabor comercial al disco. Me preguntaron: “¿del disco Apunten... ¡Fuego! querés ‘Contra crisis’ u otro?”. Y elegí “Be-bop”, que siempre quedó un poco opacado. Claro, me caracterizo por convertir todo lo que pueda tener algo de comercial en anti comercial. Y no por ideología, según los músicos a veces es por incapacidad para vivir en este mundo. Pero bueno, el resto de los temas tienen un carácter vendible, digamos.

-Otro de los símbolos que sí aparece en el disco es “Alegris”…

-Sí, “Alegris” también estaba incluido en el disco 18 años vivos, que también es recopilación pero grabado en vivo. La recopilación definitiva es ésta. Porque también te podría decir que el Chapa, Pintura, Lifting es eso, el Archivoteca es eso, el 18 años vivos es eso. ¿Otro más? Ésa fue una de las discusiones que tuve con el sello. Con todo respeto, yo no quería parecerme a Jaime Roos, ¿viste?, que últimamente no hace más que rescatar temas y reversionarlos.

-En estos casi 26 años en la banda ha habido momentos muy exitosos y de los otros. ¿Sos de hacer balances?

-Sí, me he comido pálidas en pila e intermitentemente. Momentos en los que La Tabaré tuvo un mega éxito, por ejemplo en los años 90, que tocábamos en el Teatro de Verano y cerrábamos nosotros los toques. Era raro ese éxito. Y por otro lado, a la hora de hacer balances, yo siempre fui más grande que el resto de los muchachos. Eso es lo que creo yo que me ha mantenido joven, o con ganas de salir adelante, de hacer música y con ciertas rabias que me permiten seguir componiendo. Andrés Burghi, que está tocando la batería conmigo hace muchos años, tiene 40 y yo hoy cumplo 54.

-¡Pah! Te maté al fijar la entrevista hoy.

-No tengo nada que hacer un sábado de tarde por más que sea mi cumpleaños.

-Ok. Una de las épocas difíciles fue en Sopita de gansos, en la que optaste por alejarte del rock justo cuando había un auge. ¿En ese momento pensaste que se venía el fin de La Tabaré?

-No pensé en el fin de La Tabaré o de mi parte artística, sí pensé que se venía el fin de mi carrera como músico rockero. Claro, un poco antes de Sopita, en 1997 por ahí, para mí fue determinante la llegada de la televisión por cable y de MTV. Empecé a ver todo lo que no me gustaba del rock, todos los tics que detestaba, el superestarismo, ¿no? Fito Páez, que es un músico que a mí me merece un gran respeto como compositor, tiene una cantidad de tics de superestrella y de guaranguería por ejemplo. La gente me decía “Adiós rockero” por la calle y yo pensaba que no tenía nada que ver con el rock si era esto. Entonces sentí un quiebre muy fuerte, porque para mí el rock, en el sentido amplio, era como una contracultura muy importante y de un día para el otro sentí que me lo tiraron a la basura. En aquel momento los grupos uruguayos todavía no habían entrado en eso, fueron entrando paulatinamente hasta que para mí el rock uruguayo, no todo, pero los grupos que imitan a Ataque 77 por ejemplo, se convirtieron en un jueguito barato del rock. En la época de Sopita de Gansos me empecé a interesar por otros géneros, a hacer lo que sentía, a asumir mi edad. Tenía 45 años, no podía seguir en una actitud de rockero, con la ropa rockera y cantándole a una platea adolescente -o preadolescente, porque el público de rock cada vez es más chico-. Tenía que hacer un giro, pero claro, justo venía el dinero ahí. Podría haber aprovechado tres o cuatro años el dinero. Los músicos me decían “Loco, respetame un poco, yo vengo acompañándote a vos en un montón de fracasos, vamos a meter una que haga un dinero”. Y tenían un poco de razón. Pero ya era muy tarde. Si hubiera pasado eso seis años antes capaz que todavía yo tenía fuerza, pero a los 45 años no. Si me preguntan: ¿Maduraste o envejeciste? Envejecí. No hay madurez. No puedo ver con el mismo entusiasmo al rock, ni creo que vaya a cambiar el mundo con mis canciones. El rock, o el arte, ayudan a contrabalancear la cosa, pero nada más.

-¿Entonces fue ahí que sentiste que el rock dejó de ser una piedra en el zapato?

-Te voy a dar un ejemplo. Cuando en MTV le preguntaban a los músicos “¿Qué es lo que te gusta?”, ellos siempre respondían dinero y chicas y drogas, entonces, esteee… Y yo ni estaba en edad y creo que eso nunca me importó mucho. Bueno, las mujeres sí me gustaron, evidentemente, pero no sé si hice más de dos canciones para conquistarlas. Sí quería insultar, sacarme broncas y calenturas. Un día iba caminando en Buenos Aires por Florida y escuché un tema con un coro que no recuerdo si era a Maradona, o a la hinchada de Boca, o algo por el estilo. Entré a la disquería y pregunté “¿Qué es esto?”, “Ataque 77”, me dijeron. ¡Nunca había escuchado una cosa tan rockera con un estribillo tan bobo!

-Rock predigerido, ¿no?

-Claro, bien para que lo cantara una hinchada. Y yo no me daba cuenta, no conocía el rock chabón, el rock de fútbol y todo eso.

-La llamada futbolización del rock. ¿Se ha venido eso para acá?

-Sí, se ha venido. Incluso músicos macanudos me han dicho “Una vez fui al estadio y cantaban una canción de mi grupo, ése es el sueño de todo músico”. Y yo quedé duro y no tuve ganas ni de responderle. La cabeza del rockero no es la misma que en los años 60 y 70, en la cual el rock era música, pero también era política, cine, teatro, performance, poesía… Ahora no, ahora es musiquita para poguear. Lo mismo que pasa en la Ámsterdam pasa en los recitales.

-¿Te ha pasado eso en algún toque de La Tabaré?

-Sí.

-¿Te calentaste?

-Al principio no, porque me llamaba la atención. Yo era de la generación que escuchaba el rock sentada y llevaba el ritmo con el pie, entonces cuando los primeros conciertos de La Tabaré en los que la gente pogueaba yo estaba loco de la vida, no me daba cuenta en lo que se estaba convirtiendo. Cuando vino MTV me di cuenta “Ah, es esto, no quiero más”. O sea, si bien no quería ser un generador de opiniones, sí quería que las canciones fueran atendidas. No como quien lee la Ilíada quechua, como decía Olmedo, sino como una canción que es un poquitito más que “Bicho Bicho” con distorsión.

-¿Por dónde pasa la trasgresión ahora?

-Justamente creo que por el respeto. Por el respeto al público, a uno mismo, por volver al arte. El arte es trasgresión siempre. ¿Qué es el arte? Buscarlo aunque uno no lo encuentre, porque no se sepa bien qué es. Luca Prodan, por ejemplo, dijo que el rock y el arte no tienen nada que ver. Y es verdad. En el año 82, salida de la dictadura en Argentina, el rock y el arte iban a contrapelo. En 2011 el arte vuelve a ser trasgresión porque es la búsqueda del respeto, de la comunicación a partir de lo opuesto a lo que se está haciendo, volver a conmover a la gente. Y para lograrlo no hay que seguirle la corriente al ganado.

-¿Volver a ser under?

-Exacto, pero lo que pasa es que el under también ha sido tan manoseado… ¿Qué es ser under en Uruguay? En este momento quizás la Filarmónica esté pasando un momento de auge de público porque toca en las plazas, pero hace seis años atrás la Filarmónica era una orquesta under. Por eso hay que estar ahora más atentos que nunca: el artista, el músico, todo aquel que hace algo dirigido a la gente, tiene que tener conciencia de que te están escuchando, no podés…

-...cantar “Bicho Bicho” con distorsión.

-Exacto, no podés perder esa oportunidad. Tenés que preguntarte para qué lo hacés, y si no lo sabés, no lo hagas o hacelo en los cumpleaños o en los campamentos.

-¿Desde entonces seguís desencantado del rock?

-Claro, me pasó eso. Yo no quiero ponerme a hablar del rock porque ya he hablado mucho y da la sensación de que estoy en contra de todo el rock, y hay un montón de gurises en los barrios tocando de verdad y parecería que les estuviera dando palo a ellos. No tengo nada contra La Vela Puerca ni contra No Te Va Gustar. Puede que no me guste todo lo que hace No Te Va Gustar, pero hay cosas que me gustan. Es muy difícil ponerse a criticar, sobre todo a los colegas que están viviendo en el mismo país que uno, y lo hice yo, lo hice mucho, y no quiero darle palo al rock de acá.

-Te acompañaron músicos de distintas escuelas, evidente en el caso de los violeros. ¿Dónde ponías el límite para mantener cierta coherencia estilística?

-Eso me costó mucho. Los dolores de cabeza de la banda fueron cuando yo tenía que poner el límite, porque soy un jefe sin darme cuenta, pero no tengo condiciones de líder. Cuando aparecía un músico con otra onda que no era lo que quería hacer, yo no tenía las condiciones naturales para convencerlo, entonces tenía que prohibir. Y el prohibir, políticamente no me gusta, entonces entraba en conflicto. Traté de poner límites, pero no siempre pude. A Hernán [Rodríguez], que es el último guitarrista, le supliqué que se comprara por lo menos una guitarra Gibson de caja y que se dejara de tocar con la distorsión de la Fender. Y nunca me hizo caso, me decía “Sí, sí…”, pero no tenía intención de buscar otro sonido, a él le gustaba ése. Y bueno, tuvimos en diez años que tocamos juntos 500.000 peleas, pero también 500.000 o más, 100 millones de brindis festivos, que eso es lo que rescato. Con Brikman pasó algo similar: sonaba con tremenda fuerza, que no era lo que yo quería hacer. Lo convencí igual de achicar el sonido y recuerdo que, por ejemplo, tocamos en un ciclo en el Teatro Circular, en el que llegamos a hacer versiones de Eduardo Mateo y de Darnauchans. Pero cuando hacíamos conciertos en boliches en el interior, o algo así, ahí su guitarra era lo más trash que podía.

-Y vos nunca te dedicaste de lleno al instrumento, ¿no?

-Nunca. Bueno, quise dedicarme a estudiar bajo cuando tenía 18 años, pero siempre fui muy mal estudiante para todo. Disciplina cero en mi vida, así que nunca pasé de la lección número dos.

-¿La disciplina tuviste que aprenderla del teatro?

-Claro, para hacer teatro se necesita extrema disciplina. Aprendí a organizarme, a entender que los ensayos son ensayos y que hay que dedicarle tiempo al arte para que salga algo. De todos modos, lucho toda mi vida contra mi innata indisciplina.

-En las letras de La Tabaré casi siempre hay dos constantes: la crítica y el humor. ¿El humor es el arma más eficaz de crítica?

-A mí me gusta más, me siento yo más satisfecho cuando hago una crítica con humor que cuando digo sencillamente “No me gusta esto, por esto y aquello”. Buscar el juego de palabras, porque si no pierde valor y se convierte en un panfleto. Me acuerdo de bandas de punk que yo veía con simpatía pero cantaban “Milicos putos, milicos putos…” Bueno, ta, estee… está bien, eran bandas muy jóvenes y ésa era su manera de expresar su rabia en aquel momento. Y yo ya era grande y había leído bastante, entonces me gustaba jugar con las palabras para poder decir “Milicos putos”, hacerlo de una forma más lúdica.

-Y quizás más eficaz. ¿Te considerás un líder de opinión?

-No lo busco, sería ridículo que te dijera que sí. Lo que busco es hacer canciones que me satisfagan y que también satisfagan a la gente. Ya no compongo más como cuando era joven, que lo hacía con un grabador a cassette para mí solo y me importaba un carajo lo que fuera a decir. Ahora trato de no repetir palabras si ya las dije, o versos, darle cierta importancia a lo que estoy diciendo, porque la gente lo va a recibir. No me importa ser un generador de opiniones. Tengo una opinión generalmente distinta a la de la mayoría de la gente y soy un tipo muy opinador en mis canciones. Creo que para eso canto, porque tengo opiniones trancadas que inclusive me gustaría gritarlas a veces, por eso utilicé el rock.

-¿Tu psicoanálisis o terapia es la música, entonces?

-¡A la pucha!... A ver, mi mujer estudia Psicología además de ser profesora de Filosofía, y está eso en mi casa constantemente. Creo en el psicoanálisis, de hecho debería haberlo consumido más. Si no lo consumí más fue porque necesité terapias urgentes, terapias alternativas en su momento, pero de hecho creo en la psiquiatría porque estoy medicado. Yo soy un tipo… no bipolar, sino de estados anímicos cambiantes, e inestable digamos, con cierta tendencia a la depresión. Tiendo a no valorizarme demasiado, pero sí, es cierto, la música me ha servido mucho para desintoxicarme. Si no hubiese hecho música probablemente tendría que haber hecho mucha terapia. Pero la psicología, la dinámica de terapia, es muy lenta, ¿no? Y yo no tengo paciencia.

-¿Seguís teniendo ganas de crear?

-Sí, el bichito de la creación me apasiona. A veces me cuesta mucho más trabajo que antes o estoy más crítico y me pregunto qué es lo que quiero decir. Doy más vueltas.

-¿Esa pelea interna en la creación tiene algo que ver con la autocensura?

-No. Tiene que ver con repetirme, con no hacer cosas de menor nivel del que ya hice. Quiero decir, si ya canté una canción en contra de los militares como “Perdón El Cuestionario”, no puedo volver a hacer una canción tan cortita y contundente. Creo que en general autocensura no tengo, por ahí hay dos o tres temas de los que no hablo.

-Uno de ellos ha sido la religión, ¿no?

-La religión, exacto. ¿Cómo sabías? Hay cosas que no me animo a decir… A ver, en cuanto a la Iglesia Católica podría darle mucho palo, pero hay otros aspectos religiosos que yo respeto y no tengo conocimiento. ¿Hasta dónde me animo a darle palo al Islam? Ahí sí viene la autocensura, viene el miedo. Tengo menos miedo de darle palo a un milico que al Islam y tampoco estoy en el tema. No me puedo guiar por lo que me dice la televisión del Islam y nunca me puse a leer el Corán.

-¿Hasta cuándo te ves tocando en La Tabaré? ¿Alguna vez te imaginaste como Mick Jagger, con 70 y usando calzas?

-Sí, me pienso con 70 porque no me queda tanto, pero no con las calzas y como Mick Jagger. A ver, me veo como Leonard Cohen, me encantaría. Con esa imagen, sentado en una silla, con un vaso y con una mesita, cantando con un micrófono.

-¿Como el Darno?

-Como el Darno, sí, claro. Ya el último concierto del Darno lo vi y preferiría no llegar hasta ese momento. Pero con el respeto y el amor que le tengo al Darno lo digo:. si yo llegara al momento en que no me voy a poder acordar ni de la letra ni de la melodía prefiero por favor retirarme antes. En la música me salva el atril, pero en el teatro se me hace cada vez más complicado aprenderme los guiones. Y si no tengo nada que decir, quiero retirarme también. Ojalá no me llegue el momento muy rápido. Creo que todavía tengo un rato, todavía se me ocurren cosas. Pero no, llegar a viejo como Mick Jagger tratando de seducir al público haciéndome el sexy no. Nunca lo hice, y si en algún momento fantaseé con eso cuando era mucho más joven, no voy a volver a fantasear más.

-Para terminar con un lugar común: La Tabaré, ¿sigue siendo rocanrol?

-Sigue siendo aquel tipo de rocanrol. La Tabaré son canciones, a veces muy acústicas con charangos y bandoneones, y a veces muy eléctricas con distorsión. Y si el rocanrol es otra cosa, entonces La Tabaré no es rocanrol.

-¿Es arte?

-Intenta serlo.

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