El día soleado, la inauguración de las obras y la continua circulación de gente por el centro de Montevideo hicieron de la exposición de emprendimientos, desarrollada en el marco del Encuentro Latinoamericano de Economía Social y Solidaria, una ocasión especial para algunos artesanos y productores uruguayos.
Sobre las mesitas dispuestas para la ocasión colocaron sus productos y un cartelito que describía las particularidades de su propuesta. Muchos describían sus iniciativas como familiares. En estos casos, además de aprender el oficio y el arte de vender, los creadores tuvieron que incorporar la capacidad de conciliación y separar los problemas de pareja al momento de trabajar.
Nancy y Luis, por ejemplo, son responsables de un emprendimiento de objetos decorativos y funcionales hechos en hojalata. Ayer, Nancy era quien atendía al público mientras su esposo participaba en una de las charlas del encuentro de economía social y solidaria. Lo primero que hizo fue tomar la foto de su esposo que estaba arriba de la mesa, entre las regadoras de lata, y aclaró a la diaria: “Él es quien hace las cosas y yo las vendo. Yo le conseguí la clientela porque cuando empezamos nadie nos conocía”.
Explicó que son de Salto y que Luis trabajaba cortando naranjas. “Un día se lesionó y a raíz de eso se puso a hacer algunas cositas de metal y yo salí a venderlas, y ahí se dio cuenta de que lo que yo hice en dos horas él lo conseguía en una quincena”, recordó Nancy.
A partir de ese momento, hace unos 25 años, salieron a vender puerta por puerta hasta generar su cartera de clientes, compuesta por comerciantes y particulares. “Ahora ya hace muchos años que no tenemos la necesidad de salir a vender. Tenemos lugares estratégicos donde nos compran, también nos hacen pedidos de otros departamentos”, comentó.
Para elaborar sus productos, que se caracterizan por ser manuales y artesanales, lo que es su principal atractivo, solicitaron dos préstamos al Ministerio de Desarrollo Social (Mides) para comprar materiales y herramientas. Uno ya lo terminaron de pagar y ahora están trabajando para pagar el otro. El pago no se les ha hecho cuesta arriba porque el negocio les deja un sueldo como para poder vivir. Nancy reconoció que “a veces los números no dan”, pero expresó que parte de la responsabilidad es de ellos porque desconocen o no tienen interés en ganar más. “Vivimos bien, no vivimos el día a día; disfrutamos la vida”.
Magdalena, por su parte, quien vendía alfajores de maicena y ojitos en pequeñas bandejas, también cuenta con la ayuda de su compañero. Compartió con la diaria que desde principios de 2010 se encontraba en situación de calle y fue gracias al apoyo que recibió en el Centro de Promoción por la Dignidad Humana (Ceprodih) que aprendió a cocinar, a explotar económicamente el oficio, y hace dos semanas dejó de vivir en el refugio. “Yo estaba sola y me hice de un compañero que también estaba solo, entonces juntamos mi pensión y su jubilación y nos mudamos a una pensión”, detalló. Además, contó que él era visitador médico, por lo que tiene muy incorporado el arte de vender, y hoy es él quien se encarga de comercializar sus alfajores. Por ahora vende entre 100 y 200 bandejas por semana: las de alfajores de maicena cuestan 40 pesos y las de ojitos, 35. Su meta es llegar a las 1.000 bandejas semanales “para poder salir de Ceprodih, porque yo cocino ahí y hay otras personas que necesitan entrar”.
En uno de los pocos puestos de venta de ropa la diaria conversó con Carlos Morales, quien diseña y confecciona prendas de vestir femeninas junto con su pareja. En pocos minutos muchas personas se detuvieron a preguntar precios, dejando en claro que las prendas gustaban mucho. Hace 25 años que se dedican a esto y, si bien tienen una economía “más o menos asegurada”, se las tienen que “ingeniar” para llegar a fin de mes.
En vidriera
Muchos de los emprendedores consultados estuvieron de acuerdo en que lo más difícil es encontrar un lugar donde exponer, vender y hacer conocer su trabajo.
Mirta, de Creaciones mil, dijo sentirse limitada por que no hay más espacios abiertos para productores y artesanos, aunque no así para revendedores.
Ella -también con su esposo- elabora cajas de MDF y las decora en su gran mayoría con motivos infantiles. Explicó que la venta de sus creaciones no representa 100% de su ingreso, pues las ganancias no son suficientes, por lo que complementa el trabajo realizando limpiezas.
En tanto, Gabriela, quien diseña y recicla prendas de vestir, también opinó sobre la falta de espacios en Montevideo. “Hace años que trabajo diseñando ropa, pero nunca había tenido la oportunidad de mostrar; este tipo de feria me da la oportunidad de poder hacerlo, y veo que tiene éxito, y eso me encanta”, comentó. Contó que de vez en cuando viaja a Buenos Aires para asistir a las ferias de diseño, al tiempo que deja mercadería a consignación en locales comerciales. También se promociona a través de su perfil en Facebook.
Muchas mujeres se probaron y halagaron a la entrevistada, quien vendía las prendas a precios que no superaban los 500 pesos. Si bien destacó que disfruta creando y diseñando ropa, aclaró que su principal fuente de ingreso está en la bijouterie que ella misma produce. Aseguró que vivir del diseño y la venta de ropa será parte de un largo proceso. “Soy yo sola trabajando con la ropa, además tengo una nena y soy madre soltera, todo me da el doble de trabajo, pero me gusta y lo hago con placer”, concluyó.