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Orange crush

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EEUU y Brasil reeditan “guerra del jugo de naranja”; OMC falló a favor del gigante sudamericano.

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Cuando Estados Unidos (EEUU) impulsó su fracasada Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) durante la segunda mitad de la década del 90 en el marco de su proceso de reubicación mundial tras la implosión del sistema soviético, encontró en la expansión productiva y comercial en marcha en Brasil el principal muro de contención política a sus aspiraciones de hegemonización comercial y económica de la región latinoamericana.

La disputa por el mercado estadounidense de jugo de naranja fue en aquellos años emblemática del inevitable choque de intereses implicado en la génesis del ALCA, aunque los roces y escaramuzas entre ambos países -originadas en asuntos comerciales- tenían antecedentes reveladores ya entrada la década del 60, cuando la conducción del gigante sudamericano asumía con su par estadounidense el liderazgo regional de la lucha contra el "comunismo internacional" y el rediseño de la zona.

En la década de "los sueños y las flores" Brasil terminó sobregravando su producción de café instantáneo como efecto de las presiones norteamericanas orientadas a salvaguardar sin costo alguno la competitividad de sus productores. Promediando la segunda mitad de los años 90 EEUU gravaba el ingreso de jugo de naranja concentrado brasileño con una tasa aduanera adicional al arancel básico de 454 dólares por tonelada.

Entonces, el consumidor estadounidense pagaba 40% más si quería tomar el diluido sureño. EEUU sobretasaba en 350% el ingreso de tabaco brasileño y topeaba en 280.000 toneladas anuales la importación de azúcar brasileño, cuando compraba 2.700.000 toneladas. EEUU pretendía negociar adhesiones a su plan continental de expansión mientras mantenía la prohibición absoluta de importar desde Brasil alcohol, combustibles, frutas, camarones, carne bovina y suina. Incluso después que el país sudamericano derribara su arancel medio de importaciones del 52% al 14% en beneficio directo de los productores estadounidenses. Ya entonces, mucho antes de la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata de noviembre de 2005, considerada el naufragio definitivo del ALCA, el entonces secretario general de Itamaraty, Sebastián Rego Barros, declaraba en Washington que la implementación del truncado plan "será difícil, si no imposible".

Los actuales BRICS ya emergían en el horizonte multipolar incluyendo a Indonesia, actualmente en relativo rezago respecto de los Estados que componen el acrónimo, e iban vislumbrándose las colisiones a mediano y largo plazo. Madeleine Albright anunciaba a poco de asumir como secretaria del Departamento de Estado el objetivo de que "los intereses de EEUU puedan ser extendidos a escala planetaria, y semanas después el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso puntualizaba que su país "no va a aceptar pagar el crecimiento de otros“(Brecha, 28/11/97, páginas 29 y 30).

En los días que corren, los cambios geopolíticos y económicos que se avizoraban en la primera década pos soviética ya cristalizaron de diversas formas y con distintas expresiones, aunque las modificaciones refieren a un denominador común: la pérdida paulatina de poder de los centros del capitalismo desarrollado y la emergencia de nuevos polos en desarrollo que transversalizan el balance de poder global. Esta dinámica también va reflejándose gradualmente en los avances y bloqueos que registran los debates y pujas de intereses en la dimensión institucional del multilateralismo, como ocurre en la Organización Mundial de Comercio (OMC).

A naranjazos

La sucesión de roces entre Washington y Brasilia por el jugo de naranja, insumo básico de la alimentación diaria en EEUU, se prolonga y recrudece al ritmo de la competencia por los mercados. El año pasado, la OMC dictaminó que algunas medidas antidumping impuestas por EEUU a la importación de jugo de naranja brasileño violaban las leyes internacionales de comercio. El organismo surgido del antiguo GATT falló favorablemente a una demanda presentada por Brasilia en 2008 contra las medidas, desestimando el argumento estadounidense de que el país latinoamericano había comercializado el producto en EEUU a un precio menor al costo en su mercado de origen.

El mercado del jugo se recuperó en 2010 después de dos años de caída y así el gigante vecino lo exportó por valor de 1.800 millones de dólares, de acuerdo a datos oficiales brasileños. El servicio informativo BBC Mundo consignó el resultado de un estudio realizado durante 2011 por el centro brasileño de investigaciones Markestrat, según el cual, de cada cinco vasos de jugo de naranja consumidos en el mundo, tres son producidos en fábricas de Brasil. Entre los estados de Florida, en EEUU, y Sao Paulo, en Brasil, se concentra el 81% de la producción mundial, reveló el trabajo.

Actualmente, la amenaza de suspender los ingresos desde Brasil podría desencadenar otro episodio en la "guerra del jugo de naranja" entre las potencias norteamericana y sudamericana. No casualmente, estas escaramuzas se generan cuando el precio del producto marca un incremento récord. Al cierre del martes en el mercado de commodities de Nueva York su cotización marcó 184,40 dólares para las compras futuras a marzo, tras oscilar entre 182,95 y 192,25 dólares. El martes 10 había cerrado a 212 dólares para las compras a enero, a 207,75 para marzo y a 204,20 dólares para mayo. La operativa de futuros con jugo de naranja crece al 11%, momento en que se conoce una investigación de las autoridades estadounidenses sobre presencia de fungicidas en las partidas brasileñas.

BBC Mundo consigna que el dinamismo de los futuros también se alimenta de la inquietud por los daños que habría ocasionado a la producción naranjera de la Florida una reciente ola de heladas, estimándose afectación sobre al menos 5% de la próxima cosecha. Según la agencia, expertos coinciden en identificar temor entre los operadores de esa materia prima respecto de una eventual prohibición de importaciones desde Brasil, el mayor productor mundial y proveedor clave del mercado estadounidense.

Cangrejo y pico

Entre la algarabía del fin de año y la esperanza de un 2012 más promisorio para un transatlántico que apenas se mantiene a flote, EEUU recibió a fines de diciembre, en manos de su estatal Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por la sigla en inglés), una alerta por detección en envíos brasileños de pequeñas cantidades de carbendazima, fungicida permitido en Brasil para combatir parásitos pero prohibido en EEUU. Sin embargo, el asunto no había merecido reparos hasta entonces.

De hecho, y a partir del episodio, la propia Agencia de Protección Ambiental estadounidense (EPA por su sigla en inglés) aclaró que el fungicida no representa peligro si se aplica en pequeñas cantidades. No obstante, se dispuso la realización de pruebas de laboratorio a todas aquellas importaciones. De arrojar los análisis valores positivos el gobierno bloquearía las partidas procedentes de Brasil, que satisface más del 10% del mercado estadounidense del producto anaranjado. Los especialistas mencionados descuentan que en el fondo del asunto están las crecientes ganancias de un negocio bastante lucrativo pero muy volátil. En lo inmediato, el cierre al abasto brasileño beneficiaría directamente a los cultivadores de la Florida.

La puja tiene lugar en las fases de producción y comercialización internacional del producto, pero no -al menos por ahora- en la etapa final de la distribución minorista, con lo cual no se han verificado cambios en las góndolas. Claro que esto depende, como todo lo relacionado a los commodities y sobre todo los alimentos, de factores tan delicados como el flujo del suministro de materia prima (susceptible a diversos factores como el climático) y la estabilidad de la demanda, es decir de cuán elevados permanecen los precios y por cuánto tiempo. La FDA, no obstante, informó después que las pruebas se harán también a las partidas de los demás exportadores, siendo México el más importante de ellos, al cubrir un tercio del mercado de EEUU, socio comercial más importante del país latinoamericano ubicado geográficamente en Norteamérica. Por ahora, nada se sabe sobre los niveles de fungicida aceptables para los supervisores estadounidenses.

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