En entrevista con la diaria, el antropólogo Eduardo Álvarez Pedrosian dijo que si bien hay cosas que han cambiado a partir de la instalación del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), hay otros aspectos que se siguen manteniendo. Hoy en día existen dos modelos de salud que están en puja, uno más tradicional, en el que se toma a lo patológico y a lo normal. "Lo normal es lo que no me impide llevar adelante la vida cotidiana y trabajar, un enfoque muy vinculado a la reproducción de la sociedad y del sistema económico. La enfermedad se toma como una 'carencia de'”, explicó. El otro enfoque está cada vez más presente en la medicina, y es el que busca priorizar la prevención. "En el ámbito de la psicología social comunitaria se habla de una salud positiva que pueda ser un estilo de vida con el que el sujeto se sienta feliz. Más específicamente, se ha trabajado en cómo el paciente concibe y construye su enfermedad, y cómo eso tiene que ver con el tratamiento que luego recibe. No se trata de la enfermedad como "una cosa" -en el sentido de Durkheim-, como una entidad ajena a la propia experiencia del sujeto. Si vos querés que alguien siga un tratamiento y lo incorpore a su vida, es necesario tener en cuenta la representación que tiene de ese fenómeno y el sentido que construye a su alrededor", señaló.
Este tipo de modelos más integrales, si bien existen desde mediados de la década del 60 en el país, recién lograron consolidarse en ámbitos de formación en 2010.
No es changa
El autor de “Los estrategas del Maciel” valoró la salud como uno de los temas "más complejos que existen". "Siempre se dice que es tan complejo como una ciudad entera. Está la vida y la muerte, hay que operar y abrir cuerpos, hay que aislar espacios enteros. Lo mismo pasa a nivel de las relaciones humanas; en un ascensor te podés encontrar con personas que acaban de salvar la vida de un ser querido o con otras que acaban de perderlo", ilustró.
Consideró que "la salud de la salud" es un eje central del tema, porque tiene constancia de que el personal está constantemente sometido a presiones y situaciones delicadas, lo que genera altos niveles de estrés, que en algunos casos llevan a que sientan rechazo por los usuarios. "Eso propicia inevitablemente ciertas tendencias perversas y sadomasoquistas, en donde a veces hay 'vengancitas', que pueden llevar a que se busque generar dolor en los pacientes, por la necesidad de fortalecer la separación de los dos mundos -el del médico y el del usuario- y poner a la gente en su sitio".
Por otra parte, recordó que no hay que olvidar que lo que médicos y enfermeros ejercen "es un trabajo". Allí las relaciones laborales y las necesidades económicas "están atravesando todo". "Como decía el joven Marx, uno está alienado cuando trabaja, porque siempre en algún punto estás obligado a hacer algo que no querés, aunque trabajes en la profesión que te fascine", añadió. En el caso de los enfermeros homicidas funciona como emergente; además aparece el elemento de "lo monstruoso", que se manifiesta como algo ajeno, con necesidad de ser expulsado. "Es inexplicable, son enfermos mentales, son asesinos; es difícil entender que eso es parte de nosotros. Algo similar pasaba a la hora de entender el nazismo, ¿cómo entenderlo? Todo eso es parte de la naturaleza humana aunque no nos guste. Los dos enfermeros que hicieron esas monstruosidades son seres humanos y nuestra naturaleza es así, maravillosa y a la vez aterradora. Esos universos existenciales son de los más sombríos, tener que lidiar con la muerte y el sufrimiento va generando un clima de vida muy fuerte, y no existe una conciencia clara de la necesidad de sanear esos aspectos", según dijo.
Otro ítem considerado por Álvarez y por el que planteó preocupación, es la formación de los profesionales. Opinó que a todos los roles intermedios, como los de auxiliares de enfermería, les está faltando una "formación más profunda y mucho más intensiva", fundamentalmente en aspectos que tienen que ver con el relacionamiento con los pacientes. "La comunicación interpersonal y las formas de diálogo tienen que ser trabajadas específicamente", resumió.
En otro planeta
El académico señaló que las internaciones son experiencias en las que cambian por completo las costumbres de las personas; “te administran la vida, desde lo que comés, hasta lo que defecás o lo que respirás, y las 24 horas”. De esta forma, y según pudo constatar en su investigación, se da una partición en dos mundos: el mundo del usuario y el del funcionario de la salud. Simbólicamente están divididos por elementos como el uniforme o la disposición de los cuerpos. A nivel práctico también se perciben los mundos. “Unos están trabajando y su construcción simbólica pasa por ahí, más allá de que haya una vocación, porque la vocación también es una construcción social, no es un espíritu o una esencia. Los usuarios están por una necesidad surgida desde lo más hondo de lo existencial, en el sentido del sufrimiento y el dolor”, explicó. Según el antropólogo, esos submundos forman dos concepciones bien diferenciadas en la atención que hacen que se genere una dialéctica. De acuerdo a lo que explicó, los médicos tienen asociado un estatus otorgado por su conocimiento específico, y que inclusive viene de antes del desarrollo de la ciencia moderna, en la época en que los magos y hechiceros se encargaban de curar, rodeados de cierto misticismo y esoterismo. Este estatus histórico es el que genera que muchas personas confíen ciegamente en los médicos, sin la necesidad de que tengan que ganarse la confianza de los pacientes. Según Álvarez, este modelo está en crisis y lo ocurrido con los enfermeros lo dejó en evidencia.
De todas formas, el antropólogo señaló que no se trata de que el conocimiento específico no deje de ser tomado en cuenta porque “poner las cosas en contacto y articularlas no quiere decir disolverlas”. “Lo que hace falta es una vinculación en la que haya un diálogo y un movimiento transversal que ponga en contacto diferentes saberes y subjetividades. El médico puede y debe aprender otras cosas de sus pacientes, y eso es lo que la antropología de la salud está poniendo sobre la mesa. Muchos están viendo que es una actitud mucho más sincera que la de pararse desde un aura de superioridad. Lo que se propone es que el vínculo y el respeto no están dados de antemano y hay que generarlos; ése es el cambio que se va a dar. ¿Qué ganaríamos con pacientes que cuestionen y duden permanentemente de toda persona que los vaya a atender? Nunca podría estar al alcance del saber médico para entender completamente qué le pasa y qué tratamiento debe recibir. Tendría que estudiar medicina y ser un médico más. Siempre hay un punto en el cual hay que confiar”, concluyó.