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Maia Castro.

Foto: Javier Calvelo

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Maia Castro y sus tangos desde el presente.

En junio celebró en El Tartamudo la salida de su tercer disco, De saltos y otros vientos. Por estos días Maia Castro madruga para ensayar la presentación en la sala Zavala Muniz del Teatro Solís el 30 de agosto, en la que estará acompañada por Irene, su hermana de sangre, Federico Lima (Socio), su hermano del alma, y figuras como Laura Canoura, Mónica Navarro y el Chapa Juan Pablo Chapital. En su casa nos recibe Nube, una gata “que inspecciona todo”, celosamente roba cámara y se acurruca en su falda.

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-En tu segundo disco, Lluvia inerte, ya habías mostrado dos composiciones propias. ¿Cómo diste el salto para elevar a seis las canciones de tu autoría?

-La composición es algo que está en mí desde la adolescencia, sólo que nunca me animaba a tocar mis canciones ni a mostrárselas a la gente que no fuera muy allegada a mí. Ahora pude hacerlo más que nada por el estímulo de Fede Lima, Socio, que fue el productor artístico del disco y es un amigo queridísimo, con quien tengo mucha confianza personal y artística. Cuando se parte de un respeto y una admiración mutua es más fácil trabajar.

-¿Cómo te ayudó en la construcción de este disco?

-Estaba en mí el interés de mostrar mis canciones, empecé a mostrárselas y me dio para adelante; se las mostré a los músicos y a ellos también les gustaron, y ese estímulo externo ayuda. Pero, obviamente, las canciones pasan antes por mi filtro: si a mí no me gustan, ni siquiera las muestro.

-¿Será que eras muy exigente?

-Sí, siempre fui muy autoexigente en todo. Es más, al principio, cuando empecé a cantar me costaba mucho disfrutar del después del show. Terminaba de cantar y siempre me quedaba quemándome la cabeza: “hice mal tal cosa”, “tal otra la tengo que corregir”... Con mis canciones me pasaba lo mismo, creo que les exigía demasiado. Porque me importa que estén a la altura de las circunstancias. Te canto a Lepera y Gardel, entonces creo que los temas tienen que estar a la altura de ese repertorio, y la verdad es que estas canciones me gustan muchísimo. Estoy súper contenta en ese sentido.

-Es una rareza componer tangos en Uruguay en la actualidad, ¿no? Más allá de que hay temas universales que se mantienen, amores, desamores, abordás otros más actuales y te plantás desde el presente, con la voz de la mujer actual.

-Sí, totalmente. Me costaría mucho escribir algo que no tenga que ver con lo que estoy viviendo, no lo veo muy viable, uso el lenguaje que uso en mi vida diaria. Las composiciones reflejan lo que uno es. Y en este caso hay una milonga y dos tangos: uno habla de un amor esperanzador que te lleva a hacer cambios y a replantearte un montón de cosas; otro habla de un desamor tremendo y horrible.

-Hace tiempo dijiste que no cantabas tangos clásicos por obligación o por insistencia de la gente. En este disco aparece “Volver”, de Lepera y Gardel. ¿Por qué?

-No sé, quise cantarlo para este disco. Creo que tiene mucho que ver con la temática del disco en general, con los cambios, con los saltos, con el animarse a otras cosas. Va por el mismo lado de “Lejana tierra mía”, también de Lepera y Gardel, que coinciden con temáticas que tocan mis canciones. Quise cantar “Volver” porque me gusta mucho la letra y me pareció importante tratar de resaltar la dulzura melódica que tiene. Generalmente es cantado con mucho ímpetu y en nuestra versión es bien suave, bien dulce, y eso es lo que quisimos resaltar de la canción. Ponerlo como en una lupa y hacer una versión intimista.

-Interpretaste Los Redondos, NTVG. ¿Hasta dónde llega la libertad para variar la interpretación sin llegar a forzar las canciones?

-Ahí está el punto: si forzás la canción no tiene ningún sentido. Para mí una versión nueva debe ayudarte a mostrar algo que en la canción original no estaba tan evidenciado. En el disco pasado hice una versión de “Al vacío”, de NTVG, ¡y es tremendo tango en realidad! Lo mismo me pasó con “Volver”: son una dulzura su letra y su música.

-¿Entonces trabajás con el requisito de identificar algo que no fue descubierto anteriormente?

-Sí, qué sé yo... Sería muy soberbio de mi parte que dijera eso, pero sí, al embarcarme en una versión me gusta tratar de buscarle algo que no estaba resaltado antes. Respeto mucho a la gente que lo hace, pero una versión clásica de “Volver” en mi repertorio no tendría mucho sentido.

-El tango lo cantaste de todas formas, desde guitarra y voz en tus inicios hasta con la Orquesta Filarmónica de Montevideo en Tres mujeres para el tango. ¿Te sentís más cómoda ahora que tenés una banda estable?

-Sí, porque al hacer tanto tiempo que estamos tocando juntos está súper aceitada y eso nos ayuda muchísimo. A la hora de grabar resultó todo tan fluido que grabamos el disco en tres días. Grabamos en estudio todo en vivo, incluso mi voz. Ensayamos seis meses más o menos y el trabajo de edición fue cortísimo.

-¿Para lograr un sonido más espontáneo?

-Exacto, porque estamos convencidos de que este tipo de música necesita tener vida, las canciones tienen que respirar. Eso que en vivo percibís y que en un disco es más difícil de plasmar.

-¿Cómo llegó Fernando Santullo a cederte una canción para el disco?

-En realidad, nos pusimos en contacto vía Facebook, tenemos un amigo en común y a mí me encanta lo que hace. Desde Peyote Asesino en adelante me gusta cómo compone y cómo escribe, y en realidad un día me dijo que tenía una canción y que le gustaría que yo la cantara. Me la mandó, y de verdad me gustaron mucho la letra y la melodía, pero le dije que nosotros íbamos a hacer nuestro arreglo de la canción. Él me dio el OK y cuando estuvo el arreglo más o menos encaminado se lo mandé y quedamos todos contentos.

-Santullo tiene su parte que es más rapeada.

-Claro, es que yo quería que eso no se perdiera, pero que no fuera íntegramente con ese tipo de fraseo. Tampoco que sonara a Bajofondo, que es un riesgo que podíamos correr.

-¿Es real que hay un nuevo tango uruguayo?

-Creo que hay una nueva movida. En la medida en que se empiecen a hacer cosas nuevas, que se empiece a arriesgar un poco más, a componer más, sí. Está buenísimo hacer tangos clásicos y eso no debe perderse, obviamente, pero también está bueno hacer cosas nuevas.

-Hablo más desde una perspectiva global: que los jóvenes escriban pero que los boliches abran sus puertas también.

-Sí, creo que hay toda una movida de milongas que es increíble y que yo estoy recién empezando a descubrir ahora porque se me ocurrió que quiero aprender a bailar.

-¿No bailabas?

-No, ahora más o menos bailo. ¡Si me sacan en una milonga digo que sí! Antes iba y miraba y me rehusaba siempre. Y es increíble la cantidad de milongas que hay. Capaz que desde el punto de vista musical falta un lugar que les dé un poco más de cabida a todas las propuestas musicales que hay, que son un montón. Hay lugares dispersos, sería bueno que hubiera un lugar que nucleara todo, como pasa en Buenos Aires.

-Me imagino que en estos años te has cruzado con reaccionarios de la música en el ambiente, que no admiten ver a una tipa cantar tango. ¿Te pasó?

-Empecé a cantar tango a los 25 años y me veían re guachita -porque además parecía más chica de lo que era-, entonces algunos venían a darme consejos pero desde un lugar medio soberbio. “Esto se hace así, vos tenés que cantar así”. Y a mí nunca me interesó el “tenés que”. Tengo mi forma de cantar, es lo que sé hacer. Me gusta interpretar los tangos que hago de la forma en que lo hago, no por un deber ser. No creo que haya una forma determinada en la cual vos tenés que cantar tal estilo musical, eso no me lo creo mucho. Pero también me pasó que me cayeran reaccionarios ricoteros cuando apareció la versión de “La bestia pop”. Aparecieron algunos. Además, yo soy fanática de los Redondos. ¡Tengo autoridad, eh! Fueron casos súper puntuales, ni para un lado ni para otro. Ni la gente que no le gustó que hiciera una versión de los Redondos porque son intocables, ni la gente que no le gustó que hiciera “Melodía de arrabal” porque no lo cantaba con el suficiente vibrato. Por suerte no son la generalidad.

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