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Gastón Dino Ciarlo. , difusión

Foto: Viviana Bordoli

Ahuyentando al silencio

8 minutos de lectura
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Dino se jubila, pero no de la música.

Se suele decir que Gastón Ciarlo es un tipo sencillo. Bajo el nombre artístico de Dino se ha ganado el respeto en la elite del canto popular y del rock de Uruguay no sólo por componer “Milonga de pelo largo” -uno de nuestros himnos indiscutidos, que, confiesa, está aburrido de cantar- sino por ser un cultor desde hace 40 años de la fusión, en especial de la denominada milonga rock.

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Editar

-Antes de hablar de tu música contame cuánto hace que trabajás en el molino de Dolores.

-Estuve ocho años en el Molino Montevideo y 18 años acá en Dolores y a fin de mes me jubilo. Hasta hace poquito estaba encargado de asuntos del personal.

-¿El retiro te pone contento o triste?

-Me pone contento, porque al fin voy a poder tener tiempo para hacer las cosas que quiero hacer.

-Estar con la familia, me imagino…

-Claro, y hacer cosas para mí y todo eso. Sentarme como hacía antes y poder estar dos o tres horas con la guitarra todos los días.

-Desde temprano estudiaste guitarra clásica, ¿no?

-Es cierto. Con Carlos Echeverría y después con Bolívar Lima Simoes.

-¿Cómo fue que te enamoraste del rock and roll?

-Cuando yo era muy jovencito, allá por el 56, había visto aquella película que era espantosa pero que tenía música de Bill Haley, Semilla de maldad, que en inglés era The Blackboard Jungle, y por esa época conocí a Arnoldo Schuster y a otros que me empezaron enseñar a tocar la guitarra eléctrica.

-¿Y la historia de Los Gatos?

-Como yo trabajaba en radio Ariel empezamos a tocar y un día nos permitieron grabar en un estudio, que después usábamos los días que no había grabación de radioteatro y todo eso. Y así empezamos a ensayar. Después vino la idea de hacer una fonoplatea muy grande, hicimos programas en vivo y más tarde nació El club de Los Gatos, que iba el domingo de mañana.

-¿Tocaban temas propios?

-Algunos sí y otros no. Todo lo que hacíamos era muy desordenado, por lo general eran en español. Poco a poco se fue corriendo la onda y empezamos a tocar en vivo en lugares. Al principio nosotros teníamos un boliche que quedaba en Convención y Maldonado donde tocamos muchas veces con Los Malditos, banda en la que ya estaba Eduardo Mateo. Y justamente, se llamaba La Cueva del Gato Maldito. Pero por lo general no tocábamos en boliches, sino en bailes.

-Una vez Zitarrosa te dijo: “Hermanito, la guitarra eléctrica tiene un secreto que no quiero investigar”.

-Nosotros estábamos todos melenudos y vestidos de jean, meta al rocanrol, y de repente una vez en el lugar en el que estábamos aparece Alfredo, vestido de traje y de corbata, muy peinado, y se toma una grapita. Entonces voy a saludarlo porque él era compañero mío de trabajo: era informativista en radio Ariel y yo estaba en la parte de discoteca. Y me dice: “Che, es muy interesante eso que hacen, pero la guitarra eléctrica tiene un secreto que no quiero investigar”.

-¿Por aquello de que el rock es para los gringos?

-No sé, no tengo idea. Él nunca estuvo en esa postura, él simplemente hacía lo que hacía, pero no criticaba para destruir ni mucho menos.

-¿En esa época tener el pelo largo te trajo problemas?

-Y… me gritaban “¡Melenudo, ¿por qué no te cortás el pelo?!”. En fin, de todo un poco. Sí, había problemas.

-¿Y con la ley? Porque era un poquito antes de la dictadura.

-Claro, estábamos “pachecateando”. Y sí, cuando salíamos con la murga te hacían bajar todo lo que había en el camión y decían “Señoritas, con permiso” y te pegaban con los palos en los tobillos y todo eso. Fue muy jodido.

-Antes de experimentar con el candombe habías conocido en Brasil la tropicalia. ¿Fue de ahí que sacaron un empuje para fusionar el candombe con el beat?

-Sí, porque fuimos con Ernesto Soca
-mítico pianista de Los Malditos- a ver a Maria Bethânia, y fue como que nos hubieran abierto un mundo nuevo, porque nosotros teníamos un hermoso ritmo que era el candombe. Y curiosamente antes de que nosotros fuéramos para allá, ya Mateo estaba pensando en eso y Ruben Rada también, y fue como una cosa generacional.

-Eran milongas, pero estaban tocadas de una forma diferente. ¿Cómo hicieron el clic en lo musical?

-Claro, eran milongas tocadas en la clave del candombe. Con la guitarra bien amplificada se lograban efectos muy interesantes. Habíamos empezado a ensayar con el asunto de la fusión, y de golpe hacíamos un malambo y con dos golpes de batería pasábamos a un ritmo de jazz de 6 x 8. Y de ahí sale la “Milonga de pelo largo” en clave de rocanrol. Una cantidad de cosas que fueron gratificantes pero como las letras eran bastante duras para la época, no trabajábamos nada.

-Después llegaron Los Moonlights, que era algo más profesional.

-Sí, era más profesional y disciplinado. Una de las cosas más importantes que aprendí es que la gente se pone lo mejor que tiene para ir a verte, entonces uno no puede ir a tocar hecho un estropajo, ni nada por el estilo.

-Saltando a tu etapa solista, ¿cómo te acogió el ambiente del canto popular, cuando vos venías del rock?

-Siempre me llevé muy bien con todo el mundo. Simplemente lo único que quería hacer eran canciones con contenido, tratando de no caer mucho en el panfleto. Pero bueno, mis canciones son tan sencillas que se pueden tocar como milongas y como rocanrol.

-¿Quiénes te ayudaron al principio de esta etapa?

-Larbanois y Carrero, por ejemplo, me dieron muchos consejos acerca de lo que no tenía que hacer. Pero también recuerdo a Abel García, a Pareceres, y otra gente que venía del rocanrol que como yo también se volcó al canto popular, porque más que una moda era una forma de respuesta al autoritarismo.

-¿Qué era “lo que no debías hacer”?

-En una época abusaba de la grapa con limón y cometí gravísimos errores porque tomaba sobre los escenarios. Me di cuenta de que ellos tenían toda la razón del mundo y que yo era un anormal. A partir de ese momento no tomé más grapa, no tomé más caña, no tomé más Amarga. Empecé a tomar agua mineral en el escenario, y vino tinto tomo después de tocar, cuando llego a casa, porque cuando toco ni como ni tomo.

-Has conservado la humildad. ¿Siempre tuviste tu norte tan claro o en algún momento perdiste perspectiva?

-No, yo siempre lo vi igual. Así como vos sos periodista -yo no podría ser periodista-, así como hay carpinteros y mecánicos y conductores de ómnibus y cada uno de ellos hace lo que hace, yo me dedico a hacer esto y es mi forma de trabajar. Por eso nunca me creí eso de la fama, ni que porque pasen canciones del Dino y patatín y patatán, yo tenga derecho a creerme más. Nunca estuvo en mí y no estoy dispuesto a echar por la borda todo lo que me enseñaron.

-Contame de la experiencia junto a Tabaré Rivero, Walter Bordoni y Alejandro Ferradás, con quienes integraste Los Kafkarudos.

-Cuando vino la idea de hacer Los Kaf
karudos enseguida me pareció maravilloso porque les tengo un cariño muy especial a todos ellos.

-Se habían juntado en 2004 con Eduardo Darnauchans, que fue un poco el motivador de las reuniones de Los Kafkarudos, ¿no?

-Sí, exacto. Lamentablemente pasó lo que pasó, pero el espíritu del Darno está con nosotros. Fue maravilloso, me acuerdo la venida de ellos a Dolores, donde nos juntamos a componer en 2007, fue muy linda, nos divertimos mucho.

-¿Cómo era componer con tipos tan talentosos pero provenientes de sonidos tan diferentes?

-Es que entre nosotros no existe el ego. Y todos entendemos que si uno dice “no”, no se discute. Por lo general todos reconocemos un poco la mano rectora de Tabaré, pero para bien. Nunca hubo discusiones y la grabación del disco [Volumen II, 2007] fue muy amena y el resultado creo que fue bueno.

-Tabaré decía que aunque todos hacían música diferente tenían raíces en común, como Leonard Cohen, Bob Dylan…

-Sí, los Beatles, Crosby, Stills, Nash & Young, tenemos un montón de cosas que nos unen generacionalmente y podemos unir todo eso y no pisarnos en los estilos de cada uno y trabajar todos juntos en pos de la canción.

-¿Qué me podés contar de Darno como compañero y como artista?

-Fue una persona absolutamente adorable. Tuve la suerte de que me escribiera “Como en primera persona”, es una preciosa letra que él me dio para que musicalizara y que vamos a tocar en el próximo concierto de Los Kafkarudos. Darno me contó que un día se levantó y se vio al espejo y en vez de verse a él mismo me vio a mí, por eso me escribió la canción. Y como artista ¿qué te puedo decir? Es superlativo. Como escritor, insuperable. Sentimos una gran falta, nos hizo un gran daño su partida.

-¿Vos vas para los 67?

-Sí, cumplo 67 a fin de mes. ¡Junté cumpleaños con jubilación!

-En 2010 editaste Vivo y suelto, en el que aparecía la canción “Hombre envejeciendo”. Ahí le hablás a la muerte de frente. “Un silencio me quiere abrazar, con mi guitarra lo ahuyento y orgulloso me pongo a cantar”.

-Esa canción es una fotografía mía. No le tengo miedo a la muerte, es algo natural que a todos nos llega. Cuando llegue trataré de estar viviendo de la forma más digna posible. Ahora ya me retiro del trabajo y voy a estar haciendo lo que más me gusta. El domingo 28 voy a tocar en el Festival de Música de la Tierra, en la capilla de Jacksonville, el 10 de noviembre me presento en Minas y el 18 en la Sala Zitarrosa con Los Kafkarudos.

-¿Pensaste en jubilarte de los escenarios?

-No, todavía no. ¡Todavía no he dado lástima!

-¿Qué te ha faltado en tu faceta de artista?

-Tocar mejor la guitarra, componer mejor, escribir mejor… me faltan muchas cosas.

-Pero tenés muchas que están demostradas.

-Sí, pero yo tampoco soy de los que creen que se tienen que estar demostrando cosas, ni a mí mismo ni a los demás. Eso de la competencia no me llama la atención, en los años que yo iba a la escuela ese mundo no existía aún.

-Se fueron varias figuras del canto popular. ¿Qué va pasar con el género cuando ya no estén los referentes?

-Hay una gran ola de recambio. Hay una cantidad de muchachos que son realmente impresionantes. En Montevideo no se conocen, pero en el interior están tocando mucho y muy bien. Y eso no va solamente para la parte de canto popular y folclore, hay una cantidad de músicos de rocanrol y de folclore que son verdaderamente buenos.

-¿Y ves que el género avanza?

-Sí, veo que avanza en todos los sentidos. En lo que no avanza es en el apoyo gubernamental. Debería haber una ley de apoyo al artista nacional, no solamente al músico, sino a todos. Se graban una cantidad de discos en el año y muy pocos se conocen.

-Sos frenteamplista.

-Todo el mundo sabe por mis letras para qué lado tiro.

-¿Cómo te sentiste cuando llegaron al gobierno?

-¡Fue una alegría muy grande! Pero además estaba aquello de que “apeligramos ganar”. Después de ganar hay que hacer las cosas. ¡Y eso no es fácil!

-¿Y creés que se están haciendo?

-Creo que sí, de a tropezones y con errores, como ya se han admitido. Sinceramente creo -y con esto no quiero echar sombras a nadie- que es el mejor gobierno que hemos tenido. El Frente ha hecho una cantidad de cosas, ha mejorado la vida de los trabajadores, y todo eso. Yo pienso que como trabajador, y como jubilado que voy a ser, hay que aprovechar que tenemos en el gobierno al Frente.

-Un tema que nunca puede faltar en tus recitales es “Milonga de pelo largo”. ¿Siempre tenés ganas de tocarla?

-Y… por lo general trato de hacerme el chancho rengo y no tocarla. Pero es una especie de cosa que si no la tocás te matan, ¿entendés? Y ta, no hay más remedio…

-¿No te gusta que te asocien sólo con esa canción?

-No, claro, yo sé que tengo canciones que son casi tan buenas o mejores que ésa, pero es que tiene algo que ha pasado a la posteridad. Y mirá que yo no soy un especialista en relaciones públicas ni nada, pero creo que esa canción la hizo la gente. La gente fue la que logró que se impusiera, quizá porque le gustó la letra, o la música...

-La adoptaron como un himno..

-A mí una vez me dijeron en un homenaje a un gran músico, que era como el segundo himno del Uruguay. Y yo realmente me enojé mucho, porque no son comentarios para hacer así nomás.

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