Más de 100 personas colmaron el salón de la sede central del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA). Sobresalió la presencia del maestro Miguel Soler entre decenas de estudiantes terciarios, dirigentes sindicales, docentes de los diferentes niveles y profesionales de varias ramas. Fue la primera de tres instancias que habrá antes del encuentro propiamente dicho. Su coincidencia con los tiempos en los que, se prevé, comenzará el debate del segundo Congreso Nacional de Educación no es intencional, apuntó a la diaria Agustín Cano, delegado de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR) en la Comisión de Educación del PIT-CNT. “La idea es que no se superponga. No es un contracongreso ni es una actividad preparatoria para él. Aquí la idea es tener una mirada de educación a largo plazo, más allá del congreso”, señaló.
“Trabajo y educación desde una mirada emancipadora” fue el título de la primera instancia preparatoria, con el representante del Consejo Directivo Central (Codicen) de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), profesor Néstor Pereira, que integró la mesa de expositores junto a la profesora María Luisa Battegazzore, el miembro del consejo directivo nacional del SUNCA Federico Steinhardt y el director del Centro de Formación y Estudios de esa organización sindical, Claudio Iturra. Al presentar la mesa, Cano subrayó que los convocantes, nucleados en el Movimiento en Defensa de la Educación Pública pretendían “recuperar la acumulación existente en materia de reflexión educativa, de formulación de propuestas, en un marco en el que se hace necesario defender lo público y defender la educación pública”.
Debatiendo
Un párrafo inicial propuesto por la organización fue el disparador. En él se hacía referencia a “la falsa oposición que, en una pretendida defensa del mundo del trabajo, menoscaba, descalifica y elimina la educación en las disciplinas de las humanidades por su carácter especialmente letrado [...] Han sido opuestas tanto a los conocimientos científicos como a las habilidades prácticas, perdiéndose así de vista que el conocimiento letrado es la condición indispensable, de cualquier conocimiento que se precie, de ser algo más que una ilustración mecánica”.
Para Pereira, el sistema educativo “tiene que comenzar a pensar en profundidad sobre las relaciones y distinciones entre capacitación, formación y actualización, y al mismo tiempo pensar sobre las profesiones en el país”, pues “se nota el desarrollo de determinadas profesiones que muchas veces el sistema educativo se muestra autista en absorberlas, o mantiene distancia hacia ellas. Generalmente, cuando el sistema educativo responde, ya es tarde”.
El consejero del Codicen también afirmó que en Uruguay los avances más importantes en cuanto a desarrollo tecnológico “lo hacen las empresas”, pues son las que “más invierten” en ello. Desde la educación pública “se puede estimular el desarrollo, pero nunca lo va a hacer en gran escala”. En ese sentido, dijo, “la educación se encuentra en una encrucijada para empezar a redefinir algunos de sus modelos”.
La exposición de Battegazzore se centró en el pensamiento de Pedro Figari, a quien definió como “el representante más conspicuo en nuestra tradición pedagógica, de la preocupación por una educación integral”. Éste “planteaba una educación totalizadora, de acuerdo a concepciones totalizadoras del hombre y de la personalidad humana”, señalando que no era “adecuada” la “preparación para las industrias fabriles”, por considerarlas una “apología de la división del trabajo, de la manualidad hábil y de la facultad en mecánicas para la producción industrial, prescindiendo del arte en vez de hacerla presidir por él”. Sin dejar de citar a Figari, Battegazzore subrayó que “el operario autómata, destinado a las 1.000 formas de esclavización”, que construye el “afán de lucro de los empresarios, no puede ser un anhelo social”. La Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU) “es el fracaso” de Figari, apuntó. Para él, añadió Battegazzore , “en los liceos debía incorporarse el arte industrial como parte de una educación integral”, pues de lo contrario se generaría “el cáncer de un proletariado intelectual, de gente sin capacidad realizadora y práctica”. “La inteligencia, el ingenio y la capacidad intelectual se retroalimentan con el trabajo manual”.
Llamó a atender el “cierto consenso de que existe una crisis de la enseñanza”, para “pensar que en las crisis está implícita la posibilidad de un cambio; si no hay crisis, no hay cambio”.
La constru
“Desde la intelectualidad se suele mirar como menos al trabajador manual”, reflexionó Federico Steinhardt, que defendió la posibilidad de “llegar a los aprendizajes a través de muy diversas formas”. “En la construcción, 99% de los trabajadores aprendió robando el oficio”, comentó, aunque enfatizó en “los reclamos por la falta de mano de obra calificada” que se lanzan “desde los privados”. Eso, dijo, “no es casualidad, sino una consecuencia”, pues “no se generan los espacios para que los trabajadores puedan formarse”. “Eso es algo muy complejo” que pasa “en varios frentes”, reflexionó.
El debate sobre educación y trabajo, con las participaciones desde el público, acercó la voz de un docente de la UTU, que narró la experiencia con privados para acceder a tecnología disponible en la industria pero lejana aún para la educación. Terminó siendo un nuevo disparador que extendió y refocalizó la discusión sobre si ir diagramando la academia en función de las necesidades del mercado y la eventual conexión con el empresariado para disponer de tecnología era o no “poner la educación pública al servicio de las empresas”.