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Y hoy Uruguay parece Argentina, amaneció inundada de poesía y de historias que se cruzan de estos dos países, porque ayer (por el lunes), murió Juan. En muchas emisoras se leen sus poemas y se repasa su frondosa vida de 83 años que vivió en este mundo, que recorrió y conoció en sus exilios políticos y del alma.

Pero a Juan se le conoce en Uruguay no porque los uruguayos seamos tan afectos a la poesía, sino que acá sucedió que primero se conoció al abuelo que escribía cartas al presidente de nosotros los uruguayos (1), y le hablaba de los años de dictadura y de su búsqueda. Le contaba una historia, que nuestro presidente negaba.

Así se conoció a Juan Gelman en Uruguay, al abuelo que buscaba a su nuera y a su nieta o nieto, que podía haber nacido aquí. Y pedía ayuda al presidente de la Nación.

Fueron muchos, cientos, miles de uruguayos los que se conmovieron con las palabras escritas por ese abuelo que era un famoso poeta. Sus palabras llegaron al corazón y a la dignidad de este pueblo. Y la poesía de Juan comenzó a conocerse envuelta en la historia de los años de las dictaduras.

Y como sucedió con todas las búsquedas de nuestros niños desaparecidos, fue la gente la que fue uniendo hilos de esa sórdida trama, hasta saber que la nieta de Juan había nacido acá. Como a otras tantas víctimas del Plan Cóndor, a su madre María Claudia se la había traído clandestinamente. Se había esperado el nacimiento para disponer de la criatura y 
desaparecer a la madre.

Recuerdo que el mismo día que Macarena, la nieta ubicada, tiene la visita de su abuelo y Mara, la esposa de Juan, por la noche en el teatro El Galpón de Montevideo, el poeta leía una selección de su obra y era declarado Ciudadano Ilustre. Nunca asistí a una reunión donde la emoción de los allí presentes se sentía en un palpitar único. Raros fenómenos produjo la poesía, que salía de la boca de Juan, el poeta, el militante, el abuelo, lenta, paulatina, como un baño de agua fresca que nos reconfortaba a todos. Y Macarena estaba allí presente, tan anónima y tan valiente, en medio de tanta emoción. Luego la conoceríamos tomando la dirección que legaba su abuelo, Juan, el poeta, el hombre.

(1) Julio María Sanguinetti.

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