Abrir la canilla y que salga agua de OSE en forma abundante y contar con algunas churrasqueras en la playa, iluminación, mayor seguridad y mantenimiento de las calles para que no estén, como ahora, llenas de pozos: tales son los reclamos de los vecinos del balneario Zagarzazú, el último bastión de playa pública -y disfrute en forma gratuita- que queda entre Carmelo y Nueva Palmira, en el departamento de Colonia.
Ubicado seis kilómetros al norte de Carmelo, se llega por la ruta 21 en dirección a Nueva Palmira. El lugar es fruto de un visionario, Isidro Zagarzazú, quien a mediados del siglo XX compró 300 hectáreas para fundar un balneario con proyección internacional. Logró instalar un aeropuerto y el loteo sirvió para que vecinos de la zona tuvieran su casa de veraneo en esa enorme extensión de playa que llegaba hasta la desembocadura del arroyo Víboras.
La sombra y el olor de los pinos confieren al lugar una notable sensación de relax que permite que los turistas más estresados concilien el sueño. Aquí se puede descansar suspendido en una hamaca paraguaya mientras el oleaje del río, mucho más apacible que la sonora estridencia del mar, se convierte en un arrullo reparador.
Actualmente viven todo el año unas 150 familias y hay otras tantas casas en oferta para alquilar durante el verano. Aunque lo que piden no parece mucho, los reclamos son fundamentales para los vecinos del balneario, que dicen sentirse “abandonados por la Intendencia” de Colonia (IC) y que por eso la semana pasada llamaron al diputado oficialista coloniense Mario Perrachón en busca de respuestas. Mayor presencia de marineros, apertura de calles, uso libre de la playa hasta la desembocadura del arroyo y la tan ansiada agua de OSE son algunos puntos en su agenda. “Acordamos comenzar a trabajar y establecer contactos con OSE para mejorar el servicio de agua en la comunidad”, dijo a la diaria Javier Andrade, un profesor de Literatura que hace pocos años se enamoró del lugar y se instaló allí con su familia. “Es importante expresar que en tres oportunidades, cuando transcurría noviembre, fue invitada la directora de Turismo de la IC, Mariela Zubizarreta, para dialogar con la comisión sobre distintos temas turísticos, pero aún estamos aguardando su visita”, contó. El agua potable que utilizan estos vecinos sale de un pozo semisurgente que atienden entre todos y se distribuye por la red de agua que tendieron con el transcurso de los años.
Ante la convocatoria de los lugareños, el legislador consiguió un cuatriciclo para que el funcionario de la Policía que habita un destacamento cedido por los vecinos pueda recorrer el lugar en toda su extensión y así realizar tareas que los pobladores requieren. Según sostienen, aún hay mucho por resolver.
Sospecha latente
Detrás de esta desidia municipal, los vecinos ven la mano de Eduardo Pacha Cantón y su grupo de inversores, entre los que se cuentan Jorge Brito, dueño del banco Macro en Argentina, Hugo Biolcatti, presidente de la Asociación Rural de la vecina orilla, y Huberto Roviralta. Todos viven a un costado del balneario Zagarzazú.
El hotel cinco estrellas, el Club de Campo El Faro y la cancha de golf que está en proceso de fraccionamiento son emprendimientos que han rodeado y dejaron como el “hermano pobre” a aquel sueño de balneario para clase media. Del otro lado, el aeropuerto pone coto a su crecimiento sobre la costa. Actualmente sus diez cuadras de extensión son un lugar de convocatoria masiva los días de verano.
Pueblo chico
Zagarzazú es el único lugar de acceso público a la playa en varios kilómetros de costa entre Carmelo y Nueva Palmira, ya que el resto ha sido comprado e inmediatamente cerrado con carteles que señalan que allí es “propiedad privada” y que está “prohibido pasar”, por lo que ya no se puede ir a pescar o a acampar como hicieron durante décadas los vecinos de Carmelo.
Quienes viven desde hace tiempo en la zona recuerdan que Cantón, que llegó al lugar durante la década menemista en Argentina y consiguió “legislación a medida” durante la intendencia del Partido Nacional del hoy senador Carlos Moreira, les decía entonces: “Yo les voy a comprar todas las casas a ustedes”.
El vecino Daniel Faliú, que desde hace 20 años vive a pocos metros de la playa, confirma este comentario que circulaba en el barrio y advierte: “Si mi casa vale 50, para que ellos la compren van a tener que poner cinco millones de dólares, no menos de eso”. Otros vecinos minimizan esta circunstancia y señalan que el problema del abandono que sufren es responsabilidad de la IC. “Dependemos directamente de Colonia, no del Municipio de Carmelo, y Colonia capital nunca se ocupó más que de sí misma”, señala Carlos Manitto, ex vicepresidente de la comisión del balneario. “Se han hecho muchas cosas con las que no estoy de acuerdo”, explica, aunque coincide en que hay un estado de abandono: “Desde los pozos que hacen intransitables las calles hasta los perros sueltos que ya parecen formar jaurías”.
El presidente de la comisión, Juan Guido, remarcó que la población del balneario “se ha triplicado en los últimos años”. Si bien por ahora la extensión de la cañería de agua potable desde Carmelo “es inviable por el costo”, según le dijeron en OSE, su aspiración es conseguir “aunque sea un tanque aéreo de 30.000 litros para tener agua cuando se corta la electricidad y nos quedamos sin bomba”. Actualmente funciona una red construida por los vecinos desde un pozo semisurgente de 50 metros de profundidad, mantenido con una bomba que es cuidada por los propios vecinos. “Vemos que las autoridades municipales nos han dejado de lado y no acompasan el crecimiento que hemos tenido”, señala.
La década privatizadora del 90 puso toda esa franja de costa entre Carmelo y Nueva Palmira en manos privadas, a excepción de Zagarzazú que quedó allí no sólo como el sueño ambicioso de Isidro Zagarzazú sino como la única experiencia socializadora de convivencia colectiva que existe en la zona.
Aunque su mayor anhelo es que abundante agua potable salga de sus canillas, en apenas tres días los vecinos lograron un vehículo nuevo para el destacamento policial.