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Tercera marcha Por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna, el viernes desde la Universidad de la República hasta la Intendencia de Montevideo. / Foto: Pedro Rincón

Esa costumbre de encerrar

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Marcha por salud mental y desmanicomialización; otra forma de mirar la locura.

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Por tercer año consecutivo, el callejón ubicado entre la sede central de la Universidad de la República y la Biblioteca Nacional fue el punto de encuentro de la Marcha por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna. La cita fue a las 12.30 del viernes; media hora después marcharon hacia la Intendencia de Montevideo.

Unos minutos antes de marchar, sobre la vereda de 18 de Julio había familiares de personas con patologías psiquiátricas y estudiantes universitarios. Una señora apoyaba sobre su hombro una bandera hecha con caña y tela. Contó que el bienestar de las personas internadas es un tema que le interesa mucho y recordó a su padre, quien asiduamente iba al hospital Vilardebó a visitar a personas que estaban solas para llevarles ropa y comida.

El tema ahora la toca aun más de cerca, ya que su hija está internada en ese hospital. Ese mismo día, un ratito después, tenía cita con la doctora, que tal vez le daría el alta. Apenas comenzó la marcha, pidió disculpas, entregó la bandera y allá se fue, esperanzada.

Estas marchas son organizadas -siempre en una fecha cercana al 10 de octubre, Día de la Salud Mental- por la Asamblea Instituyente por Salud Mental, Desmanicomialización y Vida Digna, que se formó en 2012 y está integrada por organizaciones sociales, grupos académicos, universitarios, trabajadores, usuarios y familiares vinculados al ámbito de la salud mental. “Con las marchas les damos visibilidad a estos temas; es importante salir a la calle, hacer declaraciones y proclamas para que la enfermedad sea más visible, para no tenerle miedo”, comentó Fanny Azpiroz, del Grupo de la Esperanza, conformado por familiares de personas con esquizofrenia. Alicia Berdes, también de ese grupo, expresó que el colectivo integra la Asamblea Instituyente “para que haya un cambio, para terminar con el manicomio y crear redes que sustituyan el trato de encierro y de manicomio, [que haya] otros servicios que presten más atención a los derechos humanos”.

“¡Alerta!”, se escuchó desde Tristán Narvaja, y otras voces replicaron “Alerta, alerta que camina, el antimanicomio por América Latina”. Era el grupo que había partido desde la Facultad de Psicología, punto de encuentro del I Encuentro Latinoamericano de Radios Locas, impulsado por radio Vilardevoz (que también integra la Asamblea Instituyente) y que nucleó por primera vez a emisoras de Argentina, Costa Rica, México y Perú que trabajan con personas que han pasado por hospitales psiquiátricos.

Tomaron con orgullo la avenida 18 de Julio, mientras los transeúntes trataban de adivinar de qué se trataba aquel movimiento, que era un reclamo pero también una fiesta. Era la plena alegría de transitar la principal avenida, de desplegar allí por tercera vez los reclamos por otro tipo de atención de la salud mental, por deses-
tigmatizar la locura; la alegría de expresarse y de estar cada vez más integrados en proyectos colectivos. “Se va a acabar, se va a acabar el manicomio en Uruguay”, coreaban, y otro gritaba “y en México” y continuaban el estribillo terminando en América Latina. Ese cántico tenía una variante: “Se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de encerrar”. La gente en la calle sonreía y miraba, no sin asombro, a quienes no tenían vergüenza de gritar ni de cantar.

En busca del paraíso

Al llegar a la explanada de la intendencia dos voces de Vilardevoz, Olga Azikian y Gustavo Bautista, leyeron la proclama. “Entendemos la salud mental desde una perspectiva integral y como un derecho humano fundamental e inalienable. Preocupa la posible vulneración a usuarios, la incapacidad de los dispositivos actuales, la insuficiencia de políticas y leyes para dar respuesta al pleno ejercicio de derecho de personas psicosociales”, comenzaron diciendo. Expresaron preocupación por “la situación de los pacientes judiciales”; dijeron que constituyen cerca de 50% de las personas internadas en el Vilardebó y que muchos de ellos están allí desde hace más de una década. Pidieron “políticas públicas para garantizar el ejercicio de la plena ciudadanía” y apuntar a la inclusión laboral. “Se busca un cambio estructural en el hospital Vilardebó y en la atención en salud mental, reforzar la estructura de centros diurnos apuntando a la atención interdisciplinaria y a la rehabilitación psicosocial”, dijeron. Pidieron hogares sustitutos y atención comunitaria, así como la planificación del cierre de las colonias psiquiátricas Bernardo Etchepare y Santín Carlos Rossi.

También apuntaron a la prevención de patologías. Exigieron el cumplimiento de las prestaciones psicoterapéuticas y la descentralización, y el desarrollo en todo el país de equipos interdisciplinarios de salud mental.

Otro pedido de la Asamblea Instituyente estaba expresado en varios carteles: la creación de una Ley de Salud Mental. Los organizadores explicaron que Uruguay es uno de los pocos países que no cuentan con una legislación de ese tipo. Proponen que se avance a partir del anteproyecto que elaboró en 2009 la Comisión Asesora Programática Técnica Permanente del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública, que explicitó los derechos y garantías de las personas con padecimientos psiquiátricos, pensando en un sistema de salud mental y en los procedimientos terapéuticos. Pero el anteproyecto nunca ingresó a la discusión parlamentaria y por eso, según la Asamblea Instituyente, “no se pueden visualizar las vulneraciones de los derechos de las personas con padecimientos psiquiátricos y sus necesidades”. El texto establecía el derecho a ser tratado con respeto y dignidad; a recibir la mejor terapéutica disponible; a acceder a una efectiva rehabilitación, reinserción familiar, laboral y comunitaria; a ser atendido de acuerdo a la singularidad de cada caso. También menciona el derecho a la cultura, a la información, a una vivienda digna y residencia asistida, y al consentimiento informado.

“¿Por qué creés que no llegó a ser ley?”. Diego Planchesteiner, de Vilardevoz, respondió: “Una vez leí en una nota que un político dijo: ‘Total, los locos no votan’. Me pareció aberrante, porque nosotros tenemos que tomar conciencia de que va a haber, lamentablemente, una parte de la población que va a precisar esos servicios, y la ley que hay actualmente es de 1936”, dijo, citando la Ley Nº 9.581, “Psicópatas”. Añadió: “Tenemos 100 años de atraso, el mundo ha cambiado; en Italia, por ejemplo, no existen los manicomios. Me parece que es un movimiento lento de cambio, pero es necesario”.

Planchesteiner defendió la atención a nivel de la comunidad y su efecto, mencionando que en el encuentro “conocimos radios de México, de Perú, de Argentina y de Costa Rica donde los pacientes mejoramos, y eso, para nosotros, es como pasar del infierno… no sé si al paraíso, el paraíso sería que hubiera soluciones estatales, acompañadas de cambios, respecto de la forma en que la sociedad trata al diferente”.

La desmanicomialización no es pedida sólo por pacientes y familiares. Un psicólogo del Vilardebó que integra uno de los colectivos de la Asamblea Instituyente opinó que es necesario “reasentar a las personas en lugares dignos y con una vida apropiada, para que puedan desarrollar sus potencialidades y llevar una vida normal”. Sostuvo que el manicomio “se cronificó en sí mismo: las cosas ahí son siempre iguales, la lógica interna manicomial permanece en una situación estática donde las cosas se repiten y no se generan espacios nuevos de reinserción. Es una protesta genuina de toda la gente que ha estado manicomializada, y los que trabajamos ahí también vemos que sería muy positivo poder lograr otra lectura de la locura por parte de la sociedad, de los propios técnicos que participamos en eso, que también nos cronificamos en una especie de circuito permanente, sin variaciones. Hay que poner la creatividad y la imaginación al servicio del cambio”, sugirió.

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