En estos días me reencontré en internet con un caso paradigmático: es una nota breve y sin fotos, donde se propone un gran disparate con argumentos no menos delirantes (y encima, falsos), y que, sin embargo, es recurrentemente publicada en las redes sociales. Aparece cada tanto y afirma, resumiendo: “Este año, octubre tiene cinco lunes, cinco martes y cinco miércoles. Esto ocurre una vez cada 823 años”. Tras esta introducción, dice que si lo publicás te dará suerte, y que el feng shui y no sé qué, y que tenés 11 minutos (¡¿por qué 11?!) para copiarlo. Existen unas cuantas versiones, en las que varían un poco los detalles.
Esto parecería no merecer un análisis o intento de refutación. Digo, porque es demasiado loco o disparatado como para pensar que alguien se lo crea realmente. Pero si es así, ¿por qué tantas personas lo publican? En el sitio en que lo vi por última vez decía: “Compartido 135.397 veces”. ¿Será posible que existan, en el mundo de habla hispana, tantas (y seguramente muchas más) personas dispuestas a dar a tal dislate el beneficio de la duda? Se ve que sí. Muchas veces se ve un “yo no creo en estas cosas, pero no pierdo nada probando”. ¿No perdés nada? Para mí, estás perdiendo varios puestos en la escala zoológica. Prefiero mil veces un honesto “estoy seguro de que esto es verdadero, ¿y qué?”, antes que el “no creo, ji ji, pero lo pongo por las dudas”, que me resulta bastante denigrante.
Ahora bien, hay otro problema. Leamos atentamente el texto: “esto ocurre una vez cada 823 años”. ¿Es así? No debería. Para que octubre cumpla con tal condición, es necesario (y suficiente) que el 1º de octubre sea lunes; es fácil entenderlo mirando un almanaque. Y lo mismo se cumple, dicho sea de paso, para cualquier mes de 31 días; pero limitémonos a octubre, que parece ser el mágico. Si no hubiera años bisiestos, esto ocurriría una vez cada siete años; recordemos que nuestros cumpleaños, por ejemplo, se corren un día de la semana por año, y dos cuando es bisiesto. Los bisiestos complican todo un poco, así que observemos lo que pasa, por ejemplo, en la primera mitad de este siglo. Pongamos octubre en el calendario de la computadora, y vayamos de año en año con la flechita: resulta que este hecho tan “raro” se verificó en 2001, 2007 y 2012, y lo hará en 2018, 2029, 2035, 2040 y 2046. Eso parece ser más que una vez cada 823 años.
Una curiosidad: 2014, como podemos ver, no figura en la lista, y sin embargo lo vi publicado, como ya dije, hace unos días. Ni siquiera se tomaron el trabajo de ver si la primera afirmación se cumplía, al menos para no difundir información caduca. Si lo que decía ahí era cierto, y la nota era, pongámosle, del año anterior, faltarían más de ocho siglos para que pudiéramos recurrir a la bendición de su publicación. Pero parece que una vez que empieza la cadena, la noticia se sigue distribuyendo sin necesidad de que el año en cuestión tenga un octubre con tales características. Esto puede explicar lo siguiente: ¿por qué octubre? ¿Por qué no cualquier mes? La respuesta parece ser, justamente, que este asunto fue inventado un año en que el mes de 31 días que empezaba en lunes, era, justamente, octubre. Seguramente nadie pensó que el efecto se iba a extender tanto tiempo. Realmente, la persona que lo hizo (probablemente como prueba o como broma) merece un reconocimiento; no porque su mentira sea muy elegante, sino porque es burda y muy exitosa; éxito del cual ella misma debe estar sorprendida.
Reflexión electoral al margen: si vemos a diario la adhesión que logran estas cosas, ¿por qué nos asombramos cuando la gente es engatusada por elaboradas campañas políticas que tiran, a diestra y siniestra, mentiras que, en última instancia, suelen ser más sutiles que la que acabamos de analizar? La gente que vota, ¿no es la misma que publica estos bolazos “por las dudas”? Parecería que los políticos (y los publicistas, y los creadores de falacias como ésta) simplemente aprovechan una condición humana natural: la pereza neuronal. Porque, ojo: no se trata de falta de inteligencia o de nivel cultural. Yo le llamaría “poca costumbre de estar prevenido contra embustes aparentemente anodinos”. Todos caemos, de tanto en tanto, en alguno de estos engaños; ni que hablar cuando está armado con cierto cuidado.
Sospecho que ésa es la parte interesante del asunto, que tal vez explique la enorme mayoría de los errores o embustes que tanto pululan por ahí. Si no se les exige mucho a cambio (para el caso, hacer un clic), muchas personas tienden a aceptar cualquier cosa, sin el más mínimo análisis previo. No es que las crean: simplemente, no se toman el trabajo de no creerlas. Es un hecho notable y digno de estudio. Bah, supongo que debe estar bastante estudiado, porque debe ser la base de muchas manipulaciones.
De paso: ¿alguien probó a regar plantas con agua y con agua pasada por microondas, como hablamos en la primera nota de esta sección? Muchos me han preguntado.